Yamila tiene 19 años y vive en Virrey del Pino, provincia de Buenos Aires. Desde chica tenía problemas para conciliar el sueño. Hace 3 años encontró en YouTube una nueva clase de videos denominados ASMR y desde entonces los mira antes de acostarse para poder dormir. También los utiliza para estudiar. Dice que la relajan y le permiten concentrarse. Como Yamila, millones de personas en todo el mundo consumen estos videos para conseguir tranquilidad. Y los artistas de ASMR (así les gusta que los llamen) se han transformado en estrellas virtuales.
El término ASMR (por su sigla en inglés, Autonomous Sensory Meridian Response, en español, Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma) fue acuñado por la cibercultura en Facebook a principios de esta década para definir la sensación física que experimentan miles de personas. Consiste en un placentero cosquilleo en el cuerpo, generalmente en la zona del cuero cabelludo, en respuesta a susurros o determinado tipos de sonidos.
Los populares videos de ASMR duran entre 15 minutos y una hora. Muestran a personas, frecuentemente mujeres, a las que se las ve del pecho hacia arriba susurrando a cámara. De ahí el nombre de "susurradores" (whisperers). Suelen acompañar sus palabras con sonidos que generan placer en sus seguidores. Estos sonidos que detonan (triggers) sensaciones son captados por micrófonos súper sensibles, la herramienta principal de los susurradores. Las categorías de sonidos más frecuentes son brushing (cepillado), pasar un pincel de maquillaje por el micrófono, escraching (rascado), raspar con las uñas un objeto texturado como puede ser una lata de gaseosa rugosa, y tapping (golpeteo), golpear objetos con los dedos.
En Argentina, el consumo de estos videos en YouTube está en expansión así como también sus generadores. La artista de ASMR más famosa de nuestro país tiene 20 años y se llama Abigail, pero en el mundo virtual se la conoce como Abi ASMR. En 2016 Abi abrió su canal para "ayudar a la gente" y porque "quería devolver algo" de lo que le habían dado esos videos, "me sentía en deuda" dice. Hoy tiene 150.000 suscriptores en su canal y sus videos suman 14 millones de visualizaciones.
Abi llegó a estos videos en 2014. La primera vez que vio uno, experimentó un hormigueo corporal que ya había sentido varias veces en la infancia en respuesta a determinadas situaciones. Recordó cuando tomaba clases particulares en grupo y la maestra le susurraba al oído para no distraer al resto de sus alumnos. Aquel susurro le había generado un cosquilleo placentero. Hoy es ella la que provoca esa sensación a miles de seguidores. "Es lindo saber que uno puede darle a alguien un momento de paz", dice Abi.
Como sucede con cualquier fenómeno que se vuelve masivo en Internet, aparecen quienes ven en los videos de ASMR una imperdible oportunidad de aumentar sus suscriptores y de esta forma monetizar sus canales.
Surgieron así algunas generadoras que erotizan sus contenidos mostrándose con poca ropa y emitiendo susurros que apuntan a una provocación sexual más que a un cosquilleo relajante. Los artistas de ASMR tradicionales como Abi están en desacuerdo con quienes sexualizan sus videos porque afirman que desvirtúan el verdadero espíritu del ASMR.
Respecto a las curiosidades vinculadas al negocio, en Brooklyn (N.Y.) ya existe hasta un spa llamado Whisperlodge (albergue de susurros), donde puede experimentarse ASMR pero de forma presencial. Al ser un mercado en plena expansión, varias marcas financian a las estrellas del rubro en Estados Unidos. En la Argentina las empresas locales todavía no están interesadas, pero sí marcas chinas o alemanas suelen contactar a los artistas de ASMR para regalarles sus productos a cambio de que los usen en sus videos. Por ahora, los únicos ingresos en nuestro país son vía la monetización que hacen plataformas como YouTube o la aplicación Tingles (hormigueo), especialmente creada para ASMR.
Si bien miles de personas en todo el mundo experimentaban desde siempre este hormigueo en respuesta a susurros o sonidos, hasta hace pocos años no existía un término que definiera esta experiencia, por tanto no era compartida. Al ser tan reciente, la ciencia aún no tiene mucho para decir al respecto. Existe sólo un estudio de 2015 realizado por dos psicólogos de la Universidad de Swansea (Reino Unido), Emma Barratt y Nick Davies. Lo publicaron en la revista PeerJ.
Le preguntaron a 475 voluntarios qué los motivaba a ver estos videos, el 75% respondió que los susurros. El trabajo concluyó que los consumidores de ASMR reportaron mejoras en el ánimo y disminuciones en diversos síntomas de dolor. Ante estos resultados, los científicos sugirieron que este fenómeno "se someta a más investigaciones como una medida potencialmente terapéutica similar a la meditación o el mindfulness".
Martín Reynoso es psicólogo y coordinador de mindfulness en el departamento de psicoterapia cognitiva de Ineco (Instituto de Neurología Cognitiva). Reynoso afirma que efectivamente 1 de cada 1000 personas pueden sentir este placentero hormigueo corporal en respuesta a determinados susurros o sonidos y que esto puede producir además un estado de relajación. Pero sostiene que aún no hay suficientes elementos para determinar por qué se genera.
Lo cierto es que millones de personas alrededor del mundo están viendo videos de ASMR para relajarse. Abi cuenta que uno de sus seguidores le dijo: "Viendo un video tuyo me quedé dormido y no necesité tomar Rivotril". Aunque la ciencia no pueda explicarlo aún, no hay dudas de que sus consumidores experimentan efectos positivos.
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