El camino para llegar a la estación biológica es hostil, casi tanto como el clima en la zona cuando es invierno. Después de 45 minutos rebotando entre piedras sin nada a la vista más que guanacos y vegetación que crece al ras del suelo, se levanta dentro de lo que parece ser un oasis verde, una vieja casa que en algún momento fue parte de una estancia. Hoy es ocupada por biólogos, investigadores, perros adiestrados y fanáticos de un ave en particular: el macá tobiano.
Este pájaro acuático solo existe en la Argentina y habita en la provincia de Santa Cruz. Tiene una migración interna, con un porcentaje de reproducción muy bajo. Nace una cría por año. Algo estaba pasando con ellas, sin que nadie se diera cuenta. De 5000 ejemplares quedaron solo 800.
La estación tiene el nombre de Juan Mazar Barnett y fue fundada hace 8 años gracias al apoyo de varias ONG como Aves Argentinas, Birdlife y Ambiente Sur, a partir de la problemática ambiental que amenaza la especie.
En la tranquera que delimita la entrada reza el cartel con el nombre Programa Patagonia y su líder, uno de los protagonistas de esta historia, nos espera con la calma de una persona que está acostumbrada a aguardar y observar animales durante mucho tiempo. Su nombre es Kini Roesler (40), es fanático de todas las aves desde chico y en su pierna lleva tatuada a la especie a la que le dedicó gran parte de su carrera y admiración. Luce un macá que ocupa gran parte de su gemelo.
“Debemos ser 25 personas en el equipo, pero no siempre estamos todos, ahora del programa debemos ser 7 u 8 que estamos acá y en realidad están todos dando vuelta en la meseta, alrededor de lo que sería Parque Patagonia y en otras mesetas más al sur”. Aclara sobre el programa que, fue expandiéndose gracias a su éxito en la conservación de la naturaleza de la provincia.
Alrededor de la casa hay un movimiento continuo, las personas salen y entran de la casona mientras los perros se cruzan por delante. Da el aspecto de una guarida de superhéroes que aloja a quienes luchan contra cambios climáticos y amenazas que atacan especies en peligro de extinción. Cada uno de ellos con una especialidad en particular. Algunos son expertos en murciélagos, especialistas en adiestramiento canino o de especies particulares como el chinchillón anaranjado.
Kini mira el cielo cuando camina, en su mente se nombra para sí los pájaros que ve, los escucha mientras contesta de manera sencilla su complejo trabajo científico.
— ¿Esta estación fue instalada hace 8 años especialmente para el proyecto Macá Tobiano ?
— Claro y ahí empezamos a formar el programa Patagonia. El proyecto Macá Tobiano fue creado para proteger a esta ave acuática en peligro de extinción. Pero como empezó a crecer tanto y a tener más recursos se convirtió en un programa. Algo un poco más amplio y a trabajar con un montón de otras especies, guanacos, por ejemplo, para entender cómo son sus movimientos para ayudar en los planes de manejo de Santa Cruz porque pretenden hacer un manejo sustentable. Empezamos el programa de perros de búsqueda y conservación, que son perros entrenados amigables con la fauna nativa pero nos ayudan a buscar los visones. Hay un chico trabajando con el chinchillón anaranjado, que es un roedor que se parece a un conejo pero mucho más grande que vive en esta zona y para la Unión Internacional de conservación de la naturaleza era considerado desconocido, entonces empezamos a armar así proyectos que se montaron sobre el Proyecto Macá Tobiano y a partir de ahora tenemos el Programa Patagonia y ya estamos trabajando en el norte de Neuquén.
— ¿Cómo llegaron a encontrar este lugar?
— La historia real fue que veníamos con las primeras campañas, allá por el 2010 más o menos, andábamos por la ruta con un compañero y yo venía mirando un mapa y le dije “che, allá me parece que hay una subida” y saqué la compu y me puse a mirar en Google Earth que tenía todavía imágenes muy malas y de repente, desde abajo vimos la huellita que subía y nos mandamos medio sin saber y encontramos esto. Estaba viviendo un hombre acá. Era una estancia antigua que la estaban empezando a recuperar. Le pregunté y encontramos una de las mejores lagunas para el macá tobiano, empezamos a laburar ahí y después cuando vino todo el movimiento del Parque Nacional Patagonia esta estancia fue comprada y ahí generamos un convenio, y medio en forma de comodato nos entregaron este lugar, pero estaba todo pelado.
— ¿Hace 8 años que vivís acá?
— En realidad no vivo acá. Vengo en verano. Acá en julio hace 25 grados bajo cero. Se pone picante. Solamente Patrick, que es el entrenador de los perros, se queda todo el año, pero es el único.
— ¿Cómo empieza el proyecto Macá tobiano?
— El proyecto comienza un poco de casualidad, por el problema que existía pero sin saberlo. Un grupo de gente en esa época guiamos observaciones de aves y nos fuimos dando cuenta que cada vez era más raro encontrar al macá tobiano. Un bicho que supuestamente no estaba amenazado, se creía que había más de 5000 individuos y de golpe de un momento para otro, empieza a ser más difícil encontrarlo. Un grupo de amigos, en un encuentro en Aves Argentinas, empezamos a discutir qué era lo que estaba pasando. Lo primero que había que hacer era ir a ver al lugar. Ahí nos vinimos así a explorar y lo que encontramos es que no había casi nada y ahí se juntaron dos ONG, Aves Argentinas y Ambiente Sur y propusieron hacer un proyecto de verdad. Sumaron a BirdLife que es la ONG de conservación de aves más grande del mundo y ahí ellos financiaron un proyecto más grande. Lo que encontramos es que quedaban menos de 800, se estaba yendo a pique. Habían pasado de 5000 a 800 en un momento que nadie se dio cuenta y ahí lo que encontramos fueron amenazas. Había muchas lagunas sembradas por truchas, que es invasora, no nativa; la invasión del visón americano que es un bicho que lo trajeron en la década del 60 pero de golpe estaba por todos lados y nadie se había imaginado, salvo Laura Fasola, integrante del equipo, que en su tesis había escrito que el visón podía llegar a las lagunas del Macá Tobiano. Cuando entramos a las lagunas y abrimos esa puerta nos dimos cuenta que había visones por todos lados y se estaban comiendo a todos los macá y dijimos hay que hacer acciones de conservación reales y así se fue construyendo este grupo de gente, Lali (Laura Fasola) primero, después un investigador Julio Lancelotti que es experto en truchas y ahora somos lo que somos.
— Vos empezaste interesado en el proyecto pero terminaste liderando ¿Cómo fue eso?
— Bueno, como siempre estas cosas terminan siendo un poco de azar. Yo vine en esa primera campaña. Me invitaron porque sabía de pájaros para que acompañe y cuando vimos lo que pasaba me dijeron, necesitamos un biólogo, alguien que se ponga a estudiar esto y yo como estaba justo en el momento de terminar la carrera y empezar un doctorado en Estados Unidos dije, si conseguimos a alguien que nos acompañe y si me sale una beca en Conicet me quedo. Y tal cual, apareció Juan Carlos Reboreda, decano de la facultad de Ciencias Exactas en la UBA que dijo “yo los acompaño, los dirijo”. Y ahí éramos dos o más, no éramos 20. Fue medio una apuesta de riesgo de todos. Y salió bien porque al macá le estaba yendo mal y necesitaba gente.
—¿Fuiste enamorándote del macá o era un ave que ya te llamaba la atención?
— Tengo un amigo que conoce la historia real. Yo miro pájaros desde que tengo 11 años, o antes, pero a esa edad me regalaron la guía de aves y me crié en el campo, entonces me gustan mucho los bichos. Un día estábamos estudiando y un amigo me dijo “qué buenos que están los macá, son muy interesantes” y yo dije no, son aburridos, son todos iguales y me sigue recordando toda la vida lo que yo había dicho (Se ríe). Cuando llegué a la primera campaña y vi como eran las condiciones ambientales me pareció durísimo, justamente esta inmensidad te atrapa y el macá más allá de que es hermoso, tiene un carisma impresionante. Ya la BBC vino dos veces a filmarlo porque es un bicho muy interesante. Pero además lo que tiene de interesante es el desafío de ver qué le pasaba. Si se puede salvar realmente y eso me atrapó y ahora estoy apasionado con la especie.
— ¿Y se puede salvar?
— Se puede salvar pero necesita muchísimo más trabajo. Comenzamos a revertir las amenazas, lo del visón, lo de la trucha, lo de la gaviota pero no tuvimos en cuenta el impacto del cambio climático. Desde que estoy acá, hoy noto el cambio, está mucho más seco, nieva mucho menos en invierno, las lagunas se secan y eso es algo mucho más masivo que estamos viendo como barajamos la situación con el ambiente que les queda para que se mantenga la especie. Ncesitás muchísimos recursos, muchísima gente y por eso la existencia de esta estación biológica que es para eso.
— ¿Tres datos del macá tobiano?
— Primer dato, es la única especie que es endémica de una provincia en Argentina, es un ave santacruceña. Tiene pocos registros en Chile, migra pero dentro de la provincia. Tiene una característica, dentro de todos los macás del mundo tiene la menor tasa reproductiva, crían menos de un pichón por año, intentan tener solo uno, que eso es rarísimo y la mayor característica es su danza, es algo impresionante, lo describieron como un tango en el viento. Tenés que entrar a YouTube y verlo porque te cautiva.
— ¿Hace poco el programa ganó un premio?
— Sí, el programa ganó el Withley Award, es lo que le dicen “Oscar Verde”. Es un galardón que le dan a proyectos de conservación en todo el mundo y cuando te eligen por ese premio es que estas haciendo las cosas bien, es como una palmadita en la espalda. A parte salió un video narrado por David Attenborough que es lo mejor que te puede pasar si te dedicaste a la conservación y a la naturaleza.
— ¿De donde creés que viene ese amor por las aves?
— En realidad supongo que es por haberme criado en el campo. Mis viejos son personas bastante interesadas en la naturaleza. Si bien no tienen ninguna profesión de la naturaleza pero esa situación de trabajo en el campo, ir a pescar con mi viejo, medio que fue saliendo natural. De casualidad un día mi cuando viajó a Buenos Aires me consiguió una guía de aves. Tenía menos de 11 años y automáticamente me hice observador de aves sin saber que eso existía. Estuvo bueno porque como no había nadie en el pueblo que hiciera eso, mis padres me ayudaron a que me hiciera amigo de la gente de lo que en ese momento era la Asociación Ornitológica del Plata, que después se convirtió en Aves Argentinas. Y yo como era una pulga medio, me adoptaron todos ahí y me llevaban de viaje con ellos y me metí en ese mundo de muy chico. Soy socio desde hace más de 25 años.
— ¿Trabajaste de guía de aves?
— Si, trabajé de guía de observación de aves porque era una buena forma de ganar plata mientras estaba en la facultad. Era un período en primavera generalmente se veía mucho entonces estaba bueno como actividad. Llevaba a ver aves por la Argentina y de hecho, trabajé bastante en Amazonas, Bolivia, Chile. Era una buena forma de ganar plata y encima mirando pájaros.
— ¿Qué pensás cuando ves un pájaro que no habías visto nunca?
— Imagino que es como cuando meten un gol los jugadores de fútbol. He visto gente gritar como si fuera un gol cuando aparece un bicho raro. A esta altura, más o menos, creo que mi lista de aves vistas en Argentina asciende como a 917 especies de las 1100 que hay aproximadamente. Creo que el que más llega es el de 930 especies.
—¿Después de tantos años observando aves que aprendiste?
— Lo que tienen las aves que a mí me fascinan mucho es que es el único grupo de animales que está en todos lados, donde vayas hay un ave. Podes estar en la ciudad más densa y algún ave va a haber. Podés estar en el medio del mar y va a pasar un ave. En la Antártida va a pasar un ave. Eso esta buenísimo. Los mamíferos no son así. Yo ando caminando por la calle en cualquier lugar y cada bicho que veo lo identifico. De hecho los que están cantando, sé que están cantando. Ese “chip” es un chingolo. Hace un ratito estábamos y pasó un halconcito colorado persiguiendo unas golondrinas, entonces yo todo el tiempo estoy mirando y la gente que mira pájaros está todo el tiempo así mirando, es algo que esta buenísimo porque nunca te aburrís. El desafío de las aves es que tenés que ir a buscarlas y por más que te digan, ese bicho vive ahí, hasta que no llegás y lo encontrás nunca sabes si lo vas a ver.
Kini no vive en la estación solo con biólogos. La otra coordinadora del Programa Patagonia es su pareja Laura Fasola, una pieza clave para el Proyecto Macá Tobiano. Fue quien a partir de su tesis que detectó el problema que existía con otra especie del lugar, el visón americano. Había una sobrepoblación que estaba logrando que el macá desaparezca. Juntos tienen un hijo que vive en la naturaleza con ellos y cada año los acompaña en su trabajo, tiene pocos años pero corre por ahí escuchando animales, mientras su mamá explica la estrategia de control que aplican en el área.
— ¿Cómo es la lucha contra la amenaza del visón?
— Tenemos una estrategia combinada con tres tipos de acciones, en los lugares donde están los Macaes, en las lagunas están los guardianes de columna que son personas que se ocupan de cuidar, tratando de evitar cualquier amenaza. Lo que hacen los guardianes ante la detección de un visón se dispara un sistema de trampeo muy focalizado ahí o mismo patrullas para cazarlos que es otra manera de removerlos del lugar. También tenemos un sistema de trampeo para lograr evitar la llegada y reducirlo al mínimo. Pero bueno, cada vez que avanzamos en el trampeo y tenés cierto éxito, una especie se hace cada vez más rara y se hace más difícil, entonces así llegamos al adiestramiento de perros de rastreo. Ya la capacidad de rastreo de un humano llega a un límite, cuando tenés una especie en muy baja densidades es super difíciles encontrarlos entonces empezamos a pensar en perritos como Toro, Jobs que son super capos. Empezamos con uno de los perros y cuando ya estuvo operativo la capacidad de trabajo fue muy evidente y ahora tenemos un programa de perros para conservación.
El problema con el macá tobiano todavía no está resuelto, pero este grupo de científicos liderados por Kini encontró la mejor manera de ayudar a que no desaparezca. Solos en su guarida estudian y luchan pacientemente para acomodar la naturaleza que los humanos desordenamos alguna vez.
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