Un perro de hierro sentado en sus cuartos traseros observa las calles de un pueblo en la Patagonia. Justo enfrente, sobre un techo a dos aguas, un dragón descansa a la mirada de todos y solo se despierta una vez al día para escupir una llama de fuego que corta el cielo dejando a todos expectantes hasta la próxima interrupción.
Este no es un dragón normal, en vez de escamas tiene placas de acero y sus garras son inofensivas. Aunque parezca salido de un cuento, es real. Fue creado por las manos de un artista que le dio a Trevelin un ambiente de fantasía. Su nombre es Tomás Schinelli, tiene 40 años y hoy vive de la construcción de su arte para clientes particulares que quedan encantados con sus estructuras.
Trevelin nació como una colonia Galesa en la provincia de Chubut, en su bandera se impone un dragón. Tal vez sea por esto que los animales fantásticos reinan en este pueblo y acompañan la mística de los duendes y criaturas por lo que suele conocerse la Patagonia Argentina. Tiene una población de poco más de 9.000 habitantes, sus casas bajas tienen el estilo europeo y las rodean molinos que alguna vez fueron famosos por su producción, y varias casas de té.
A unos kilómetros de su plaza octagonal y central, en un galpón alejado y rodeado de verde Tomás suelda, corta chapas y dibuja en tiza figuras de todo tipo. En la tranquera, un puma de 2 metros vigila la entrada, tieso, frío pero con la mirada clavada. Nos recibe mientras suelda un esqueleto de lo que parece ser una bailarina elegante y sutil.
—¿Cómo es todo este proceso?
—Yo compro las planchas de acero, en este caso no estaban a la venta porque estaban un poco oxidadas pero a mi me sirven. Parto de un dibujo en la mesa, en este caso el dibujo era muy básico porque yo solo necesitaba las proporciones de tamaño de caja torácica, y a partir de ahí ya arrancó.
—En tiza.
—En tiza. Siempre es un dibujo que tengo en la mesa… Está muy borroso ya pero acá abajo hay una silueta de un salmón que es uno de los elementos de una escultura que entregué hace poquito en un paraje que se llama Carileufu, que es un pescador de 2,30 metros más o menos, que está pescando un salmón que está saltando del agua, porque en ese lugar se festeja la Fiesta Nacional del Salmón. Empiezo con un dibujo y eso se convierte en una primer silueta con el hierro que corresponda, la pongo en su posición y empiezo a generar el volumen y una vez hecho el esqueleto comienzo a trabajar con la chapa. Uso esta máquina que es una cortadora de plasma...
Tomás dibuja con chispas sobre el metal. No usa guantes porque necesita la sensibilidad de sus dedos para los detalles más finos. Está dentro del galpón que él mismo construyó años atrás. Siempre fue hábil con las manos en distintas construcciones y antes de poder vivir del arte, construía cabañas y era ingeniero forestal.
—¿Si yo te conocía a vos hace 7 años, a quién iba a encontrar?
—Si me conocías hace 7 años era un ingeniero empezando a forjar su vida, que laburaba haciendo cuchillos y vivía acá en Trevelin. Yo vine en el 99, y si me veías 10 años más atrás estaba construyendo cabañas; o sea, nada que ver. Finalmente terminé de hallar eso donde me encuentro más cómodo, me hice el taller al lado de mi casa y por suerte gusta lo que hago y la gente les engancha. Todo el tiempo tengo consultas por las redes que van creciendo exponencialmente. Todo esto muestra que está bueno el camino. Ya tuve un pedido para hacer un trabajo en España y hace 2 años participé en una exposición en el Louvre, pero en ese momento estaba haciendo cosas que no estaban tan buenas como las de ahora. Hoy me concentro en que cada laburo que hago tiene que tener algo mejor de lo que hice antes.
—¿A qué edad viniste a vivir al sur?
—Vine en 1999 a estudiar, pero ya había vivido en Bariloche cuando terminé la secundaria. Antes también había estado en Bariloche por el laburo de mi viejo, así que tengo más recuerdos de estar viviendo en el sur que en Buenos Aires.
—O sea fue casi una continuidad, no un cambio de vida.
—Fue una continuidad y una profundización. Acá ya me hice mi casa, me casé, tengo 2 hijas, cumplí cuarenta. Entonces ya está.
—¿De dónde viene tu vocación artística?
—No tuve nunca ningún tipo de motivación familiar hacia el Arte, así que es algo que salió. Mi viejo era militar, mi madre era docente, tengo un hermano abogado y dos que son forestales también... así que nada que ver con lo artístico. Pero vivimos en una casa con mi mujer donde hacemos arte todo el tiempo: yo toco el violín, ella toca el cello, las nenas tocan el violín, el piano. Es como que hay un rumbo de la familia que va por un lugar más artístico y eso da un poco de atmósfera para profundizar. Cuando vi que esto podía andar le metí más fuerte.
Los dragones fueron furor en el pueblo y en ciudades aledañas, tanto que algunos vecinos comenzaron a pedirle sus propias piezas de arte. Al recorrer Trevelin se pueden encontrar esculturas repartidas sobre casas, en la calle, bajo carteles y hasta adornando cervecerías.
Tomás nos lleva a un pequeño recorrido, donde lo primero que se ve es un Cóndor de 4 metros sobre la punta de una casa que da a la calle principal, más adelante la escultura de un perro con una mirada melancólica y una de las primeras piezas que hizo: la escultura de un bombero en conmemoración al trabajo del cuartel.
—¿Qué se siente al ver que la ciudad está decorada con tus obras?
—Es un privilegio muy inesperado porque esto de las esculturas no empezó hace tantos años, aunque sí el de trabajar con las manos y con el hierro. Es emocionante estar en un montón de casas o de locales, y más saber que el dragón que está ahora en la plaza terminó siendo un símbolo del lugar. Es lo primero que uno ve cuando entra al pueblo, es un espacio que los fines de semana tiene mucha vida y es increíble la cantidad de gente que se acerca al dragón sobre todo en los momentos que tira fuego. Mis hijas me piden todo el tiempo ir.
—¿Cómo fue que encontraste tu verdadera vocación a los 30?
—Era una vocación que se fue gestando desde muy chiquito, a través del dibujo y otras manualidades que siempre me gustaron. Una cosa muy personal, no es que en casa había un ambiente que me promoviera ese desarrollo, pero siempre fue un hobby. Hacer muebles de madera tallados con motosierra, adornos para la casa forjados o cuando era más chico dibujos o tallar tizas. Todo eso fue llevando a esta primera escultura que surge un poco como una apuesta, un juego, casi como un “¿no te animas a hacer esto?”.
—¿Cómo surgió la idea de la primera escultura?
—Yo estaba trabajando en la municipalidad e iba periódicamente por cuestiones laborales a ver el Secretario de Turismo que estaba en la oficina ahí en la plaza. En esa época había una pequeña silueta de dragón. que estaba hacía muchos años, y siempre la miraba como diciendo “estaría bueno poner algo más grande, más llamativo”. Entonces, se lo comenté al secretario y le gustó la idea. Decidimos no sacar el pequeño dragón, sino sumar uno más grande. Nunca había hecho ni un dragón ni una escultura. Me puse a mirar un poco por internet, a descubrir artistas que hacían estructuras en metal y a partir de ahí surgió la primera estructura. Esto es a partir del año 2017. Ese dragón me llevó muchos meses, con otras herramientas, con hierros más gruesos por lo que quedó muy pesado. pero igual quedó lindo. La gente lo tomó como símbolo del pueblo y me dio un puntapié extraordinario para que surjan los primeros pedidos. Me sorprendió, en esa época no lo veía como algo que tuviera tanto valor para mí pero sí empecé a descubrir que con hierro podría generar estos esculturas con mucha expresividad que fue siempre la motivación más importante. Después del trabajo en la municipalidad empecé con esto y ahora vivo totalmente del arte. Y tengo más trabajo del que puedo hacer, así que no solo no me puedo quejar sino que estoy constantemente entusiasmado por las nuevas propuestas que surgen porque son todo un desafío.
Todos los días el dragón de la plaza principal muestra su repertorio de fuego, abajo se acomodan turistas y vecinos con celulares en alto para grabar el momento.
Trevelin duerme custodiado por sus bestias de hierro, algunas escupen llamas por las noches, otras solo esperan fríos y firmes a que se sume a su mundo alguna otra criatura hecha por las manos de Tomás.
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