Historias de nuestra gente: el misterio de los cóndores que caen del cielo en Jujuy y los héroes que los rescatan

En este nuevo episodio, presenciamos y documentamos un momento único: la liberación de un cóndor andino en la Cuesta de Lipán, Jujuy. Acompañamos a líderes de comunidades aborígenes y conocemos la importancia de nuestra ave más emblemática. Los mitos alrededor del cóndor y por qué se desploman desde las alturas

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Un día los cóndores comenzaron a caer del cielo. En el 2017 hallaron 18 cóndores muertos en el norte de Jujuy. En el 2018, otros 3 fueron encontrados tirados en la tierra en la zona de Purmamarca. Ese mismo año, en Mendoza, otros 34 cóndores fueron asesinados. Casi todos ellos cayeron por la mano del hombre, ya sea por disparos o por envenenamiento.

En el 2020, otro cóndor fue hallado en Jujuy tirado en la tierra sin poder volar, pero esta vez fue diferente: el animal aún estaba vivo. Se lo pudo rescatar, se lo pudo sanar, y un día volvió a volar. Esta es su historia, y la de todos los que pelearon porque Kallpa un día vuelva a los Andes.

Es diez de diciembre del año 2020. La pandemia en la Argentina va por la segunda ola. Comienza a sonar la esperanza de la vacuna, y todo en los medios es coronavirus. Entre tanto barullo, pasa algo silencioso en la zona de San Francisco de Alfarcito, en Jujuy. Un lugareño encuentra una ave caída en la tierra, aun respira pero no puede volar. De inmediato, llama por teléfono a las autoridades ambientales de la provincia y da su paradero. Al rato llega un equipo de la Secretaría de Biodiversidad y Desarrollo Sustentable de Jujuy y examina al cóndor. Le falta una pluma principal de las grandes en su ala y varias plumas secundarias. El tamaño sin embargo es lo de menos: el cóndor andino para volar usa todas las plumas por igual, en un equilibrio perfecto que casi solo su especie domina.

No era la primera vez que los agentes se enfrentaban a un cóndor caído, pero parecía ser una ocasión con algo de suerte: si se lo trataba, podía vivir. Lo enjaularon y llevaron al Centro de Atención de la Fauna Autóctona de Jujuy (CAFAJu), dependiente del Ministerio de Ambiente provincial. Allí lo atendieron los primeros veterinarios, que pronto lo derivaron a un centro de mayor complejidad.

El Centro de Atención de la Fauna Autóctona de Jujuy (CAFAJu), es el lugar al que llegó Kallpa recién herido, y donde pasó su última noche en cautiverio antes de ser liberado.
El Centro de Atención de la Fauna Autóctona de Jujuy (CAFAJu), es el lugar al que llegó Kallpa recién herido, y donde pasó su última noche en cautiverio antes de ser liberado.

Ahora es 10 de noviembre del año 2021, casi exacto un año después. El cóndor -bautizado Kallpa en medio del proceso- está también enjaulado en una sala del CAFAJu. Estamos con él. No hay un ruido que salga del canil, apenas una mirada curiosa espiando para afuera. A sus costados, otras jaulas contienen tucanes heridos autóctonos de la zona. Roque Yapura es el coordinador del lugar. Nos explica que muchos lugareños intentar cazar tucanes para cortarles el pico y hacer con él algún tipo de remedio. Creencias de algunos médicos y médicas tradicionales de la zona.

Más allá hay un tapir en un corral. Hay monos. Hay un puma. Hay gatos monteses y hay tortugas. Hay más aves, también. Kallpa -que significa fuerza vital- descansa en la sala veterinaria del recinto. Mañana será el día en que lo liberemos. En que lo liberen, más bien, en que se libere. Pero estar acá con él da la sensación de que somos parte de su encierro, y seremos parte de su libertad.

Llegó hace unas horas desde Buenos Aires. Lo trajo en su bodega un avión de Aerolíneas Argentinas y desembarcó junto a decenas de turistas en San Salvador de Jujuy. Luego, una camioneta. Luego, este descanso que vemos, y su curiosidad y la nuestra. Un cóndor en la tierra a punto de echarse a volar. Pienso, como animado por el vértigo, en el poema de mi amiga Julieta Correa, esa especie de itinerario de datos ciertos de la naturaleza:

“Vultur gryphus es el nombre científico del Cóndor Andino / La ley 6.599/98 -una Ley Provincial y un Decreto- protegen su vida: lo declaran Monumento Natural (...)/ el cóndor es grande y negro,/ con plumas blancas alrededor del cuello y en las alas./ Su cabeza es pelada y rojiza pero cambia de color según su estado de ánimo/ (esto me encantó): es un pájaro sensible/ a diferencia de la mayoría de las aves de presa,/ el macho es mayor que la hembra./ Los ojos de él son marrones/ los ojos de ella rojizos”.

Y más datos en el poema: es una de las aves voladoras más grandes del planeta y de las que vuela más alto (hasta los 6500 metros de altura). Para bajar, en cambio, planea por cientos de kilómetros casi sin mover las alas. También -y esto lo leo en un artículo científico- parece que el cóndor es un ave que tiene un solo amor en toda su vida: escoge una pareja y nunca se separa, a menos que la muerte lo haga por ellos. Me gusta ese cruce de datos descolocados: los biológicos en un poema y los sensibles en un paper. Es que -me dirán más tarde, con los pies en la tierra- el cóndor representa el puente entre lo de arriba y lo de abajo, lo sagrado y lo mundano, lo que nos es dado entender y lo que no.

Kallpa es un cóndor macho juvenil. Lo encontraron con varias plumas faltantes. Después de casi un año de tratamiento, volvió a su habitat natural.
Kallpa es un cóndor macho juvenil. Lo encontraron con varias plumas faltantes. Después de casi un año de tratamiento, volvió a su habitat natural.

Pero antes de volver a su tierra Kallpa pasó casi un año en la provincia de Buenos Aires. Allí, en el Ecoparque ubicado en Temaiken, se lo curó hasta que pudiera volver a volar. Los responsables de su sanación fueron los biólogos y veterinarios del equipo de la Fundación Bioandina. Su presidente es Luis Jacome, un apasionado de los cóndores que es además Director del Proyecto Conservación Cóndor Andino y trabaja hace décadas en su recuperación y liberación. Con Kallpa ya lleva 288 cóndores rescatados, de los cuales fueron liberados 177. Para algunos de esos animales fue imposible recuperar la facultad de volar. “Algunos vuelven a la vida silvestre, otros se mueren por la gravedad de las heridas, y otros quedan en cautiverio porque las heridas no les permiten ser liberados. Con ellos formamos programas reproductivos en cautiverio y criamos a los pichones para liberarlos luego. El 100% de los que criamos en cautiverio son para liberar”, explica Jacome.

El caso de Kallpa fue relativamente sencillo porque se trata de un espécimen joven y fuerte, y porque pudieron reemplazar las plumas faltantes por plumas del mismo tamaño y forma. Por eso, todos son optimistas y creen que cuando se abra la jaula todos lo podremos ver volar.

“El gran conflicto que hay es entre los carnívoros silvestres y los animales domésticos”, explica Roque Yapura luego de llevarnos a recorrer el predio del CAFAJu. “Los carnívoros silvestres matan al ganado doméstico, ya sean ovejas, llamas, cabras… Y para evitar eso la gente de la zona mata a los animales silvestres, y adentro del animal muerto les echa un insecticida que se llama Furadán, para que los otros animales silvestres que se acerquen a comer del bicho se intoxiquen y también mueran. Lo hacen sobre todo para matar a los pumas, que son a quien más temen, pero de esos animales comen todos, incluso los cóndores, por eso es que se intoxican y caen del cielo”, dice.

“La gente además no entiende que ellos rocían el Furadán en el animal y luego cuando llueve todo ese veneno se va al agua y entra a las napas y es el agua que ellos mismos levantan para cocinar, tomar, y demás. En síntesis, con esa práctica se están intoxicando todos”, completa.

Roque Yapura, biolpgo y Coordinador del CAFAJu, es quien recibió a Kallpa luego de su recuperación, y el encargado de llevarlo a la cuesta de Lipán para ser liberado.
Roque Yapura, biolpgo y Coordinador del CAFAJu, es quien recibió a Kallpa luego de su recuperación, y el encargado de llevarlo a la cuesta de Lipán para ser liberado.

Roque trabaja hace años como Coordinador del CAFAJu. Muchas veces aparece un puma en algún lugar urbanizado y lo llaman de inmediato para que lo atrape y libere en zonas despobladas. Parte de su trabajo, explica, es enseñarle a la gente a lidiar con la fauna silvestre de Jujuy, explicar que un mono no puede ser mascota, que un puma no busca gente para atacar, y que el veneno hace caer los cóndores del cielo. Cada tanto, además, tiene días de gloria como este, días en que él mismo tiene que manejar la camioneta por el camino zigzagueante rumbo a la Cuesta de Lipán, en dirección a la Quebrada de Humahuaca, donde son liberados todos los cóndores, desde la misma piedra a casi cuatro mil metros de altura.

“Es un orgullo formar parte de un equipo técnico tan comprometido con la recuperación de estos ejemplares y de otros animales también. Liberar un cóndor es algo espiritual porque intervienen las comunidades aborígenes, que entienden mejor que nosotros lo que es la conexión entre la tierra y el cielo y lo que el cóndor representa en ese vínculo. Por eso lo sahuman, le ponen incienzo, hacen todo un ritual que es parte de una cultura milenaria que llega al día de hoy”, dice. Es lo último que dirá. Luego será la liberación y Roque ya no sabrá más qué palabras decir. Pero antes de ese silencio, apenas antes: esto, la libertad.

Noemí Martínez prende inciensos. Corre viento en la cuesta y se mezclan confusamente la brisa con la falta de aire. Los autos pasan por al lado y miran extrañados a este grupo de gente que componemos: algunos pobladores locales, una referente de los pueblos originarios de la zona, un biólogo, un camarógrafo, este periodista, dos funcionarios de gobierno, un agente de seguridad. No mucho más. El camino de montañas da vueltas hasta la cumbre y luego baja para terminar en Salinas Grandes, por lo cual pasan constantemente micros de turistas. Una van con al menos ocho personas a bordo pasa especialmente lento. Los pasajeros miran la escena y se ve que hablan entre ellos porque la camioneta para y de pronto a nuestro pequeño grupo se suman ocho turistas italianos. Su guía se informa sobre lo que estamos por hacer y se los traduce. Todos -seis mujeres y dos hombres- lanzan un grito de emoción. Piden permiso para presenciarlo y se les concede.

Noemí Martínez, referente local encargada de los rituales de liberación de los cóndores andinos.
Noemí Martínez, referente local encargada de los rituales de liberación de los cóndores andinos.

Noemí sigue prendiendo inciensos y haciendo preparativos. En un momento mira a Roque y le dice “es ahora”. Roque busca el canil de la camioneta, ayudado por uno de los dos funcionarios de gobierno. Llevan la jaula hasta el centro de un círculo armado con rocas y plantitas, pequeñas macetas traidas especialmente hasta la cuesta para la ocasión.

Antes de liberar a Kallpa, Noemí nos habla. Toma una vasija enganchada a una cadena y comienza a tirarnos agua, a purificarnos para que no contaminemos el momento. Después le preguntaré por qué es ella la encargada de la ceremonia, y después me dira: “Nuestros abuelos suelen decir que en realidad el espíritu te elige. De alguna manera estas aves llegan aquí para ayudarnos a liberarlas pero también para soltarnos nosotros”.

Antes de liberar a un cóndor, se prenden inciensos, se sahuma el lugar y se hacen ofrendas a la naturaleza. Luego, se festeja comiendo frutas.
Antes de liberar a un cóndor, se prenden inciensos, se sahuma el lugar y se hacen ofrendas a la naturaleza. Luego, se festeja comiendo frutas.

Ahora Noemí nos sahuma, nos purifica, nos habla del cóndor y de su conexión celestial con los Andes y con su gente. Y nos pide que hagamos silencio, que cuando Kallpa salga, con toda su fuerza vital, podamos recibir su saludo y no nos movamos para obtener la mejor foto, que elijamos un lugar y desde ahí veamos todo. El guía traduce al italiano, los y las italianas asienten con emoción. Y entonces sí, Roque abre la puerta de la jaula y Kallpa da un salto hacia afuera.

Son los primeros momentos de la libertad, y es como ver a alguien reencontrarse con su gran amor años después. No sé cómo sonríe un cóndor, ni el poema ni el paper me lo dijeron. Kallpa da algunos pasitos hacia la cuesta de la cuesta. Se detiene en una roca y de pronto pasa lo inesperado: Kallpa ya no mira la tierra que se despliega sobre él, ya no mira la cartografía de su hogar ni las montañas que conocía, no. Ahora Kallpa se da vuelta y nos mira a nosotros. Se escucha un “ohhhh” con tonada italiana. Los italianos ahí son tan forasteros como lo soy yo, pero hay algo en la sorpresa del turista que habilita. Y entonces yo también lanzo una especie de “oh”. Todos estamos pronunciando el sonido de la sorpresa y de la fascinación tan solo por ser mirados. Son unos segundos y después vuelve a darse vuelta y ahí sí se concentra en él. Kallpa abre las alas al máximo y siente la corriente de aire, como si chequeara que sus plumas están allí, firmes. Mueve un poquito las alas, pasa el peso de un pie al otro y después sin mirar atrás salta hacia al vacío pero no cae, o lo hace apenas unos segundos y vuelve a subir, como una “u” minúscula alargada, y planea por el cielo de Jujuy hasta que se pierde de vista. Todos achinamos los ojos para verlo durante más tiempo, pero un cóndor puede volar hasta 200 kilómetros diarios y Kallpa ya no está con nosotros sino sobre nosotros.

Kallpa unos segundos antes de echarse a volar y reencontrarse con su familia.
Kallpa unos segundos antes de echarse a volar y reencontrarse con su familia.

“Lo que vimos es lo que todos vimos: se dio la vuelta y nos agradeció, nos habló y nos dijo: ‘Gracias’. Para nosotros es como un regalo”, dice Noemí cuando le pregunto por la media vuelta. “Siento realmente que todos necesitamos esta emoción. Todas las personas: tanto la gente que lo transita desde lejos, como los que lo hacemos desde cerca. Dicen muchos escritos que la energía vital yace ahora y aquí, en la Cordillera de los Andes, en esta cuesta. Y que nosotros, como pueblos indígenas originarios, debemos también ayudar a nuestros hermanos más allá de que sean -como decimos- de otro color. Somos seres humanos y todos nos necesitamos. Somos hermanos y de verdad esto es ese abrazo que vienen a darnos ellos, los cóndores, ese abrazo de hermandad que necesitamos todos”, completa.

Y tal vez serán las ganas o tal vez la fantasía, pero unos segundos después volvemos a ver a Kallpa alto en el cielo pero ya no solo sino en un grupo de cuatro dando vueltas a nuestro alrededor. “Nos vino a saludar con su familia”, dice Noemí, más emocionada que antes. “Esto no es algo normal, es muy excepcional”, dice, con la voz quebrada. A su lado, las italianas son un mar de llanto. Roque es también un hombre y un llanto. Y yo pienso, como cada vez que veo volar, a dónde iría si pudiera yo también pararme sobre la cuesta. A dónde, si alguien nos recuperara.

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