"Inclusión, que nadie se quede afuera" reza la bandera de 48 metros de largo y 2,5 metros de alto, que cuelga del Puente Colgante de Santa Fe. Y busca ser un modo más de expresión, un camino para concientizar sobre la importancia de la inclusión de más de 5 millones de Argentinos que actualmente sufren de capacidades diferentes.
La bandera, que permanecerá en el puente por siete días, promete ser la clave para sensibilizar a la sociedad sobre las barreras ideológicas y contribuir a la construcción de una sociedad que no discrimine ni margine, con el fin de brindar a todos los individuos igualdad de oportunidades para su desarrollo tanto personal como profesional.
La iniciativa tuvo sus orígenes por primera vez el 3 de diciembre de 2016 en el Obelisco y, de la misma manera que en el puente colgante, fue expuesta en el centro de la ciudad porteña durante 5 días consecutivo
Un claro ejemplo de la iniciativa radica ni más ni menos, en la propia presidenta de la asociación Cilsa -organizadora del proyecto-, Silvia Carranza. Dicho organismo está compuesto en su mayoría por personas con discapacidad motriz, quienes trabajan incansablemente el concepto de inclusión por más de 50 años.
Carranza fue diagnosticada, con tan solo siete meses de vida, bajo el cuadro clínico Poliomielitis, a la que se le sumo un grave cuadro de Meningitis. Este parte médico la llevo a estar por más de 90 días bajo asistencia de un pulmotor el cual le salvó la vida. A la edad de seis años, luego de varios obstáculos e imprevistos médicos, logró mantenerse en pie gracias a la asistencia de dos prótesis, un corsé y dos muletas. Silvia detalló su experiencia escolar luego de ser discriminada en dos instituciones por su condición motriz.
"En el Colegio de la Inmaculada Concepción iba a ser abanderada, pero comenzaron las cirugías. Cuando volví, el abanderado ya era otro. Pero al obtener el mejor promedio de la escuela primaria, me otorgaron una beca del Rotary Club de José León Suárez. Eso me puso muy feliz, porque con ella, no solo iba a cursar la secundaria en un colegio privado, sino que me permitía viajar en un micro", afirmó Silvia al relatar una de las etapas más complicadas según su experiencia personal.
Fue en dos instituciones de Villa Ballester (Instituto Santa Ana e Instituto Holters Schule) donde aseguró sentirse discriminada al intentar inscribirse para continuar sus estudios secundarios. Fue eje de respuestas justificadoras tales cómo: "El aula estaba en primer piso, por lo tanto corría riesgos de caer, entre demás pormenores", recordó Carranza.
Pero estos obstáculos no le impendieron en lo más mínimo, llegar a ser la mujer que es hoy. Su interés por el deporte siempre estuvo activo y presente en su vida. El básquet, su mayor pasión, no solo le permitió ser quien es actualmente sino que la vinculó con quien iba a ser el futuro padre de su actual hijo Federico. Tanto ella como su familia se han establecido como pilares y guardianes del concepto de lucha, flameando diariamente la bandera de la inclusión e igualdad social en materia de discapacidad.
"Fue todo un desafío decidir tener a Fede. Me preguntaba, ¿Cómo me manejaré con un hijo? Pero como yo veía a muchas amigas mías con discapacidad que los tenían, dije por qué no. Lo que sí sé y me quedo tranquila es que a Federico le ofrecimos todo el resto de oportunidades en la vida convencional. Después él hizo su propia elección. Porque prefiere más jugar al básquet en silla de ruedas que de manera convencional".
Silvia como millones de argentinos que actualmente sufren alguna discapacidad operatoria, encuentran en este proyecto un medio de manifestación y expresión de necesidad. Pese a que las políticas inclusivas se desarrollan constantemente y los cambios en el área son cada vez más prometedores, resulta fundamental que entidades gubernamentales como privadas, continúen el desarrollo de inclusión y equidad social, para lograr una mejor calidad de vida, sin obstáculos.
LEA MÁS: