Departamento en Caballito. Gabriela, la cumpleañera, mamá de Mateo Kawaguchi, uno de los socios fundadores, cuenta antes de que lleguen sus invitados: "Los chicos se forman, hacen cursos de panadería, de cocina, pero una vez que terminan su formación, no consiguen nada. Nadie los contrata". Ahí está la razón de ser de Los Perejiles, el emprendimiento de jóvenes con síndrome de Down que realiza catering de pizzas. "Se trata de darles un trabajo a los chicos".
La cocina se divide en dos. Por un lado, dos de sus integrantes cortan el queso en pequeños trozos hasta llenar un enorme recipiente. Por otro, Mauricio dobla las servilletas con una dedicación absoluta y Leandro, el más charlatán del grupo, esparce la salsa de tomate encima de las masas que más tarde serán pizzas. Todos bajo la coordinación de Leandro López que también se encarga de reforzar las funciones de la cocina.
"En la previa del evento, les pregunto si quieren ser mozos o cocineros. Fuimos trabajando con ellos para que puedan cumplir el doble rol", le dice a Infobae Leandro López que, además, es profesor de educación física, psicomotricista y acompañante terapéutico. El proyecto, de hecho, comenzó en su casa. Allí cocinaban todo y luego lo trasladaban a los eventos que tenían.
En junio del año pasado empezaron a trabajar. Una foto en Facebook, que luego compartió Juan Carr, se viralizó y se transformó en un fenómeno imparable. Con menos de un año, ya cubrieron más de 200 eventos, hasta volaron para trabajar en distintos puntos del país. Las pizzas de Los Perejiles y su servicio de catering es muy requerido. Leandro López Padros, uno de sus integrantes, explica el nombre: "Quería algo que sonara gracioso. Y yo dije '¡Perejiles!'. Somos perejiles, pero no tontos".
El coordinador los arenga. Los invitados no dejan de llegar y ya empiezan a salir del horno las empanadas iniciales. Humita, jamón y queso, caprese. En ese momento llega Mateo, el hijo de la cumpleañera. Lo reciben con abrazos y se pone el uniforme. "Menos hablar y más trabajar", grita Leandro y se ríe. Son amigos, salen juntos, van al cine o a comer afuera, pero cuando se trata de trabajo, saben cuáles son las reglas.
Los Perejiles tienen 4 fundadores: Leandro, Mateo, Mauricio y Franco. Todos jóvenes entre 20 y 25 años. A su vez, 9 chicos más, entre hombres y mujeres, se dividen de acuerdo al lugar y al tamaño del evento a cubrir. Para el corto plazo, tienen pensado lanzar su propia marca de cerveza artesanal y ofrecerla como una alternativa en sus servicios. También, cuando se acerque la primavera, inaugurarán un food truck que recorrerá distintas ferias gastronómicas.
Cuando ya están los 60 invitados, las pizzas salen del horno. De muzzarella, con cebolla, de rúcula y jamón crudo. Una detrás de otra. Casi 50 pizzas que los comensales disfrutan cuando la reciben de manos de los chicos. "A mí me gusta más ser mozo que cocinero porque cuando llevamos las pizzas, hablamos con los clientes. Contamos chistes", dice Leandro.
El trato con el cliente, que los contrata a través de su cuenta de Facebook, es diferente. Ellos entienden que así debe ser. "Lo que se da es un trato más humanizado. No es solo 'te sirvo la pizza', sino que hay un diálogo. Parece una reunión de amigos. Si bien sabemos que es un trabajo y cumplimos las reglas, se da este ida y vuelta lindo entre el comensal y los chicos", detalla el coordinador.
Es darles la posibilidad de trabajar porque, en general, las empresas no los contratan. "Hay una incapacidad de las empresas de no saber lo que realmente los jóvenes pueden hacer", continúa. A pesar de la comprensión, los chicos saben que el servicio debe ser de calidad. Gabriela, la madre de Mateo, cuando termina su cumpleaños, pregunta cómo estuvo todo. Dice que, más allá de la situación amigable que se genera, las pizzas deben ser ricas y la entrega eficiente. Y lo es.
Leandro López, el coordinador, remarca una y otra vez que los padres les den libertad a sus hijos. El consentimiento excesivo, dice, suele ser la principal barrera para la realización personal del chico. De ese se trata Los Perejiles. De alimentar clientes, pero, sobre todo, de alimentar su ilusión. De ser protagonistas de sus vidas.
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