La revolución de Mikel Arteta en el Arsenal: de discípulo de Guardiola a disputarle el trono en la Premier League

Su ciclo ha llevado a los Gunners a construir un equipo de jugadores jóvenes y talentosos que, contra todo pronóstico y perseguidos por el Manchester City, aspiran a conquistar la liga inglesa esta temporada

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Mikel Arteta lleva tres años en el Arsenal, actual líder de la Premier League (@arsenal)
Mikel Arteta lleva tres años en el Arsenal, actual líder de la Premier League (@arsenal)

Cuando hace más de tres años el Arsenal Football Club decidió apostar por Mikel Arteta como entrenador, la gran mayoría de sus hinchas sintió un profundo optimismo. A Pep Guardiola, en cambio, no le quedó más remedio que decirle adiós a uno de los mejores ayudantes que tuvo en su carrera como DT. Era cuestión de tiempo. Incluso, Arteta ya había estado cerca de ser el sucesor inmediato de Arsène Wenger, prócer en el norte de Londres, cuando a mediados de 2018 llegó a su fin ese fabuloso ciclo de más de dos décadas en el que la institución ganó 17 títulos y alcanzó la fama a nivel mundial por su elegante estilo de juego. Finalmente, el elegido fue Unai Emery, cuyos 18 meses en el cargo resultaron caóticos dentro y fuera de la cancha. La reestructuración del área deportiva se había tornado turbulenta y el equipo lucía desorientado. Sin experiencia probada como entrenador, Arteta asumió el desafío de desempolvar la grandeza del club en el que había transitado el ocaso de su trayectoria como futbolista profesional; convirtiéndose en capitán y un jugador emblemático dentro de un equipo que pudo cortar una sequía de nueve años sin trofeos para Wenger. Llevaba poco más de tres temporadas como asistente técnico de Guardiola en el Manchester City cuando decidió regresar al Emirates Stadium, donde también atravesó momentos difíciles, pero recibió el apoyo total de la directiva para paulatinamente convertir al Arsenal nuevamente en la gran sensación de la Premier League. Aunque el progreso iba haciéndose cada vez más evidente, ni los propios Gunners podían imaginar que este equipo joven y talentoso iba a posicionarse como puntero en Inglaterra.

Mikel Arteta y Pep Guardiola se preparan para verse otra vez la caras como entrenadores del Arsenal y el City este miércoles. Sus equipos, líder y escolta de la Premier League respectivamente, están a tres puntos de distancia en la tabla de posiciones (los Gunners además tienen un partido menos) y se enfrentan por primera vez en el marco de la liga inglesa durante la vigente campaña. Hace poco más de dos semanas, tuvieron un duelo muy ajustado en casa de los Citizens correspondiente a la FA Cup, que terminó con triunfo del local por la mínima diferencia (1-0). Fue una batalla táctica entre dos elencos de una misma entidad que dejó de manifiesto que la brecha de nivel entre ambos no es tan grande como en los últimos años, lo que aumenta la expectativa de cara al próximo choque en el norte de Londres. Ningún pronóstico consideraba a los dirigidos por Arteta como aspirantes al título al iniciar el curso, pero transcurrida más de la primera mitad de la campaña siguen en la pelea por alzar el trofeo que Guardiola conquistó en cuatro de los últimos cinco años.

Los Gunners han evolucionado notablemente desde que el ex ayudante de Pep asumió el cargo. A Unai Emery lo despidieron en noviembre de 2019, entre cánticos en su contra y sin el respaldo de los referentes del vestuario, en medio de una racha de siete partidos sin ganar en todas las competiciones y con una notable carencia de argumentos futbolísticos para salir a flote. Era un contexto poco auspicioso para un inexperto Mikel Arteta, quien ya sabía lo que significaba desembarcar en el norte de Londres en tiempos de crisis. Su etapa como jugador del Arsenal había iniciado en peores condiciones: Arsène Wenger lo fichó en el último día de la ventana de transferencias del verano de 2011, justo después de una estrepitosa derrota por 8-2 ante el Manchester United en Old Trafford –la derrota más dura de su historia en la Premier League– y para cubrir la baja de Cesc Fábregas, que se había marchado al Barça.

El Everton había rechazado múltiples ofertas por Arteta pero no hubo posibilidad de retenerlo cuando supo del interés de los Gunners. No había ni siquiera tiempo para completar los exámenes médicos, pero hizo todo lo posible para que se concretara el traspaso. Tenía 29 años y había sufrido una lesión en el ligamento cruzado apenas dos años antes, pero pidió a los directivos del Arsenal que confiaran en él y hasta resignó dinero, ya que firmó un contrato sin ningún tipo de bonificaciones para acelerar las negociaciones. Era la gran oportunidad de cerrar su carrera futbolística en uno de los clubes más grandes del mundo.

Mikel Arteta fue jugador y capitán del Arsenal durante los últimos años de Arsène Wenger en el club (REUTERS)
Mikel Arteta fue jugador y capitán del Arsenal durante los últimos años de Arsène Wenger en el club (REUTERS)

Sus lágrimas fueron inevitables cuando jugó su último partido en el Emirates Stadium, dándole cierre a una carrera que comenzó en La Masía como volante ofensivo pero que lo vio triunfar como un pivote de una calidad técnica superior, un mediocentro con capacidad para dictar el ritmo de sus equipos, que vistió la camiseta de clubes como Paris Saint Germain o Glasgow Rangers antes de instalarse en Inglaterra. Siempre fue un líder natural y un ejemplo a seguir para sus compañeros. En su tercer año como jugador del Arsenal ya ejercía la capitanía y fue uno de los referentes del equipo que se proclamó campeón de la FA Cup 2013/14 para cortar una seguidilla de nueve años sin conquistar trofeos. Comenzó a estar menos vigente que antes pero colaboró con pequeños aportes para revalidar este título copero y finalmente colgó las botas al cierre de la campaña siguiente.

Arsène Wenger le ofreció quedarse para trabajar en la academia de Hale End, pero prefirió sumarse al cuerpo técnico del Manchester City como ayudante de Pep Guardiola, que no había obtenido ningún título en su temporada de estreno en el fútbol inglés. Tras la llegada de Arteta, que llevaba varios años allí y conocía a la perfección la liga, el Manchester City ganó la Premier League con récords en cantidad de puntos (100), diferencia de puntos con el segundo (19), mayor cantidad de victorias (32), más goles a favor (106), mejor diferencia de goles (+79) y más victorias consecutivas (18), entre otros.

Nos conocimos cuando yo tenía 15 años, era mi ídolo. Él era al que intentaba emular si quería ser jugador del primer equipo en Barcelona y construimos esa relación a partir de ahí. Y luego fue raro, porque cuando yo todavía jugaba y él era el técnico del Barcelona y del Bayern Múnich, me llamaba para pedirme consejos sobre equipos ingleses. Un día me lo dijo muy claro: ‘El día que esté en Inglaterra, sueño con hacer lo que hice en Barcelona en esta liga en la que todo el mundo dice que es imposible de hacer y me gustaría contar con tu ayuda y experiencia para ayudarme a lograr ese sueño’. Así que eso fue todo”, confesó recientemente Mikel Arteta en una entrevista con Jamie Carragher para Sky Sports.

Mientras fue el ladero de Guardiola, el City ganó dos títulos de la Premier League, una FA Cup y dos veces la Copa de la Liga, definitivamente posicionándose como el equipo más dominante del fútbol inglés. Solamente la salida de Emery pudo interrumpir esa sociedad. Arteta, pese a tener solamente 37 años, no podía perderse la oportunidad de probarse como director técnico al más alto nivel, reencontrándose con su antiguo público y algunos de sus ex compañeros como Dibu Martínez o Mesut Özil. Por su retiro del fútbol profesional con el cañón en el pecho bajo las órdenes de Wenger, su desembarco generó cierta nostalgia en los aficionados de una institución que suele convivir con la idea de que todo tiempo pasado fue mejor y la sensación constante de que los pasos en falso pueden arruinarlo todo; pero que tienen mucho aprecio por sus ex jugadores y siempre están hambrientos de gloria.

Mikel Arteta fue ayudante de Pep Guardiola en el Manchester City (REUTERS)
Mikel Arteta fue ayudante de Pep Guardiola en el Manchester City (REUTERS)

Hubo un breve interinato de Freddie Ljungberg antes de que Mikel Arteta tomara las riendas de un Arsenal que se convirtió en una marca global durante el ciclo de Arsène Wenger, artífice de la última revolución de un club que ha allanado varios caminos en la historia del fútbol y siempre mira hacia adelante. En sus últimos años como mánager, se transformó en el chaleco antibalas de una directiva parsimoniosa que puso en jaque la jerarquía de un club fundado a fines del siglo XIX, una institución con su propia cultura y tradiciones fuertes, que más de un siglo después de su creación fue comprada por un empresario estadounidense llamado Stan Kroenke. Aquel fue un movimiento más dentro de la corriente que permitió a la plutocracia internacional apoderarse de los equipos más emblemáticos del mundo, aunque la imagen de la familia Kroenke se tornó muy negativa para los hinchas, que experimentaron una sensación de estancamiento en los años finales de Wenger y no veían salida con Emery.

Los despachos habían visto desfilar a nombres como Ivan Gazidis, Raúl Sanllehí o Sven Mislintat, todos con posiciones y criterios diferentes, quienes fracasaron en su afán de sostener la competitividad de élite instalada durante la etapa wengerista. Hubo varios mercados de transferencia ineficientes, sin cohesión entre la estrategia y la política deportiva, lo que provocó una inevitable inestabilidad dentro de la cancha. El gran desafío de Mikel Arteta era reedificar ese equipo que alguna vez había capitaneado y modificar la cultura dentro del vestuario; lo hizo con algunas decisiones que resultaron impopulares pero altamente efectivas para transformarse en el actual líder de la Premier League y hacer una campaña de puntos histórica con el equipo más joven de la liga inglesa (24,6 años de edad promedio).

Su ciclo comenzó de forma auspiciosa, con solamente seis derrotas en 29 partidos jugados en todas las competencias para completar la temporada 2019/20, con una racha de nueve partidos sin perder antes del estallido de la pandemia de COVID-19 que interrumpió el curso. No pasó de los dieciseisavos de final de la UEFA Europa League y quedó en el 8° lugar en la tabla de posiciones de la Premier League (el equipo 11° estaba cuando tomó el mando), pero terminó consagrándose campeón de la FA Cup tras eliminar al Manchester City de su amigo Guardiola en semifinales –el único partido que le ganó– y luego de vencer al Chelsea en la definición. Luego, ganó la Community Shield imponiéndose al Liverpool por penales. Fueron victorias muy estimulantes para un equipo en plena transformación. ‘Trust the process’ (Confía en el proceso) se convirtió en el mantra de cabecera de su incipiente ciclo.

Mikel Arteta ganó una FA Cup y una Community Shield en su comienzo de ciclo en el Arsenal (REUTERS)
Mikel Arteta ganó una FA Cup y una Community Shield en su comienzo de ciclo en el Arsenal (REUTERS)

Estos éxitos, conseguidos con una filosofía de juego más reactiva y adaptándose a los recursos que encontró en el club, le dieron crédito para depurar el vestuario de jugadores como Mesut Özil, David Luiz, Pierre-Emerick Aubameyang, Alexander Lacazette o Willian, referentes con contratos muy jugosos pero de rendimientos apáticos; y así darles lugar a futbolistas más jóvenes, talentosos y hambrientos como Ben White, Gabriel Magalhães, William Saliba, Thomas Partey, Martin Ødegaard, Gabriel Martinelli y algunas joyas de la academia de Hale End –uno de los mayores legados de Arsène Wenger– como Bukayo Saka, Emile Smith-Rowe o Eddie Nketiah. Su plan consistía en rodearse de jugadores permeables a su poder de convencimiento.

También ha edificado poco a poco un nutrido y amplio cuerpo técnico que está al servicio de sus ideas, con distintos especialistas como el encargado de los balones detenidos, Nicolas Jover, quien cuando llegó proveniente del City encontró un equipo que en las cinco temporadas anteriores no había logrado marcar más de 10 goles en una sola campaña y venía de anotar solamente tres, pero en su primera temporada los llevó a cosechar 13 tantos por esa vía. O los asistentes de técnica individual, Carlos Cuesta y Miguel Molina, dos jóvenes españoles que Arteta puso a trabajar más en el detalle del desarrollo de sus futbolistas. Su mano derecha en el staff es Albert Stuivenberg, entrenador neerlandés que llegó a ser asistente de Louis van Gaal durante dos años en el Manchester United (2014-2016), clave para definir la salida de Aubameyang y en la metamorfosis de Granit Xhaka, de jugador resistido a líder total. Stuivenberg es tan influyente como Arteta lo fue para Guardiola en el City.

Mikel Arteta realizó una minuciosa labor en distintas áreas en London Colney, cambió hábitos para eliminar la toxicidad dentro del club y el progreso fue manifestándose poco a poco. Incluso hubo un periódo donde parecía que las exigencias de la frenética industria del fútbol iban a devorarlo y, justo antes de su primer aniversario en el cargo, el lema Arteta Out (“Fuera Arteta”) estaba en su apogeo: el equipo llevaba siete partidos sin victorias en la Premier League, con cinco derrotas y dos empates. Su estilo de juego notablemente pragmático, poco dominante y de transiciones rápidas, quedó inmerso también en una una profunda crisis de creatividad. Hasta ese momento, había probado con algunos dibujos tácticos (utilizaba mayormente un 3-4-3 asimétrico y flexible para maquillar falencias) pero sin afianzar ninguno.

Hasta que llegó el duelo ante Chelsea en el Boxing Day de la temporada 2020/21, un punto de inflexión para el funcionamiento. Hasta ahí, el Arsenal de Arteta había cosechado 14 puntos en 14 partidos y marchaba en el 15° puesto tras conseguir apenas cuatro victorias, una muy importante ante Manchester United en Old Trafford, donde los Gunners no vencían hacía 14 años. Bukayo Saka, que se había desempeñado como carrilero por la banda izquierda o incluso como mediocampista interior, empezó a jugar de extremo derecho a perfil cambiado. Y Emile Smith-Rowe, que había conseguido debutar en el primer equipo con Emery y tuvo minutos con Ljungberg, jugó frente a los Blues su primer partido de titular en la Premier League, siendo la solución definitiva ante la falta de inspiración. Fueron modificaciones que transformaron a un Arsenal que se convirtió en el tercer equipo con más puntos en la Premier League desde la Navidad hasta el cierre de la campaña (47 unidades), por detrás del United (48) y del City (63). Aunque ese gran cierre no logró corregir un pésimo comienzo y el Arsenal no se clasificó para ninguna competición europea por primera vez en 26 años, hubo notables progresos en el funcionamiento.

Ese golpe de realidad deportivo puso nuevamente en el ojo de la tormenta a Stan Kroenke, quien empezó a dar respaldo al proyecto de Arteta y dio un mensaje de compromiso con el club al rechazar una oferta del empresario sueco Daniel Ek, fundador de la empresa de servicios multimedia Spotify, para convertirse en el nuevo propietario del club. Los Kroenke entendieron que estaban a mitad de camino y debían dar un paso adelante para volver a la élite: no solamente rechazaron la venta, también hicieron un gasto neto de £ 106,3 millones en el mercado de transferencias para avalar la decisión de reconstruir un plantel desbalanceado y con líderes nocivos.

La tendencia se repitió en las siguientes ventanas de transferencias, en la que llegaron piezas claves como Oleksandr Zinchenko y Gabriel Jesús, a quienes Arteta conocía de su etapa de como ayudante de Guardiola en el City; como también Leandro Trossard (Brighton) y Jorginho (Chelsea), refuerzos de jerarquía para continuar con el reclutamiento de jugadores de alto perfil que permitan elevar el nivel de competitividad en el vestuario. Edu Gaspar, ex futbolista brasileño que estuvo cinco temporadas en Highbury y fue parte de la última conquista de un título de la Premier League, se convirtió en el primer director deportivo en la historia de la entidad londinense después de haberse sumado a los despachos por decisión de Sanllehi.

Mikel Arteta y Edu Gaspar, ambos ex jugadores del Arsenal, fueron los encargados encarrilar el proyecto deportivo del club (REUTERS)
Mikel Arteta y Edu Gaspar, ambos ex jugadores del Arsenal, fueron los encargados encarrilar el proyecto deportivo del club (REUTERS)

La gestión de Edu y Arteta ha redefinido la política deportiva que se había instalado con Emery, recuperando un viejo axioma de Wenger: “No compramos superestrellas, las hacemos”. El Arsenal comenzó a pujar por grandes objetivos, pero en su mayoría son jugadores con proyección y en condiciones de dar un salto a la élite, que preferentemente provienen de equipos con estilo de juego similar al Arsenal para reducir el margen de error y acortar los tiempos de adaptación. Según datos del Observatorio de Fútbol (CIES), los Gunners son el tercer equipo con mayor gasto neto de las últimas 5 temporadas (€ 544 millones de libras) solamente por detrás del Chelsea (€ 749 millones) y Manchester United (€ 670 millones). Una suma de buenas decisiones, con plena confianza en el proceso, han permitido edificar el equipo más competitivo del Arsenal en el siglo XXI.

Las inversiones le han permitido a Mikel Arteta desarrollar un modelo de juego más acorde a las aspiraciones y la historia del club. Al inicio de su ciclo, cuando recién había iniciado la limpieza del plantel de esos jugadores sobrepagados, veteranos y sin ambición, el Arsenal era un equipo que respetaba mucho el sistema y con automatismos demasiado mecanizados. Poco a poco, el técnico vasco se encargó de cambiar la cultura del vestuario y armó un plantel de futbolistas tácticamente inteligentes que han abrazado sus ideas y ejecutan esos patrones de juego con mayor naturalidad, sin perder poder en la toma de decisiones. Su dibujo táctico ahora es tan flexible que actúan más como un equipo de roles que de posiciones. Tiene una estructura que se vuelve indescifrable para los rivales, ya que adopta una fisonomía cuando ataca y otra completamente diferente tras la pérdida de la pelota.

No tiene problemas para progresar por dentro o por fuera; como tampoco para presionar la salida o replegarse en defensa. Su mediocampo, que era una zona de apoyos y desmarques cuando comenzó el ciclo, se ha transformado en el epicentro de la construcción. No hay espacio para la especulación. Su plan consiste en dominar el partido e imponer condiciones de principio a fin. El objetivo es instalarse en campo contrario y sostener ese sometimiento territorial imponiéndose en las segundas jugadas; aunque también han mostrado solidez cuando les ha tocado retroceder rápidamente o resguardarse cerca de su área.

El Arsenal de Arteta parte de un 4-2-3-1 o 4-3-3 pero puede adoptar distintas configuraciones: un 2-3-5 cuando se instala en terreno enemigo o, como sucedió en el último derbi ante Tottenham, conformar un 6-2-2 cerca de su área para defender un resultado en los últimos minutos. No hay un esquema fijo, cada futbolista toma una posición diferente según lo que sucede en el juego, son imprevisibles con el balón en su poder. Uno de los jugadores más versátiles es el ucraniano Oleksandar Zincehenko, quien se siente muy cómodo con la pelota bajo presión y es muy hábil técnicamente. Su punto de partida es el lateral izquierdo pero se convierte en eje de la construcción de los ataques cuando se coloca en la zona medular al lado del mediocentro ghanés Thomas Partey, un jugador físicamente imponente pero también reflexivo y capaz de dar verticalidad al juego desde las espaldas de la primera línea de presión del rival.

Al iniciar sus ataques, los Gunners absorben el pressing con toques cortos, luego Thomas y Zincehenko se encargan de dar ese pase que permite a su equipo encontrar a sus hombres más peligrosos en los espacios que cede el contrario. En los carriles centrales, Martín Ødegaard y Granit Xhaka actúan tanto a distintas alturas como a diferentes velocidades, pero siempre con la premisa de conquistar terreno y generar oportunidades. Ødegaard es el capitán, director de orquesta, quien marca el ritmo en ofensiva; mientras que Xhaka trabaja mucho sin pelota –empuja hacia adelante– y es más un reciclador en esos metros finales. La orientación del juego es generalmente desde adentro hacia afuera para explotar el desequilibrio de los extremos, Bukayo Saka en la derecha y Gabriel Martinelli a la izquierda.

Saka y Martinelli dan la amplitud cuando el Arsenal logra adueñarse del territorio rival, con Ødegaard, Xhaka y Gabriel Jesús (o Eddie Nketiah tras la lesión del artillero brasileño el Mundial) ocupando los carriles centrales. La idea es que los extremos tengan situaciones 1v1 para generar daño con sus gambetas, aunque cada banda tiene sus propios matices. Saka y Ødegaard son socios en la derecha, con Ben White dándoles soporte o proyectándose para generar distracciones. Y en la izquierda Martinelli, Xhaka y Nketiah intercambian posiciones constantemente con Zinchenko protegiendo la zona de un posible contraataque. La defensa pasiva se completa con Partey por delante de William Saliba y Gabriel Magalhães, dos zagueros de técnica exquisita, fuertes en los duelos individuales y extremadamente rápidos cuando les toca correr hacia atrás. Imponerse en los duelos y ganar los segundos balones es vital para reiniciar los ataques y hostigar al equipo contrario. Mikel Arteta ha instalado en sus jugadores un concepto que han definido como “norma del baloncesto” y, básicamente, los obliga a estar atentos para reaccionar ante los cambios de posesión y recuperar la pelota lo más rápido posible, como si se tratara de rebotes en el básquet.

Mikel Arteta ha construido un plantel con jugadores técnicamente dotados y tácticamente inteligentes (REUTERS)
Mikel Arteta ha construido un plantel con jugadores técnicamente dotados y tácticamente inteligentes (REUTERS)

Al ubicar su bloque lo más lejos posible del arco que defiende Aaron Ramsdale, un guardameta con grandes aptitudes con los pies que favorece a practicar ese juego posicional, el riesgo disminuye. Saliba y Gabriel ganan metros para reducir los espacios al rival pero también son rapidísimos si son atacados a la espalda. Esta temporada, con la incorporación de Gabriel Jesus y la profundización de su agresivo sistema defensivo, el equipo ha mejorado mucho en la presión tras pérdida y aplica mucha más intensidad para recuperar la pelota en el último tercio. Y en caso de que tengan que replegarse, hay un trabajo colectivo muy sacrificado para ahuyentar el peligro. Su intención principal es encerrar a su oponente en su propio territorio durante períodos prolongados, pero el Arsenal también es un equipo que sabe sufrir porque tuvo que atravesar momentos de mucha adversidad durante el proceso de conseguir armonía en todas sus líneas. Es un equipo al que Mikel Arteta, antes de inculcarle cualquier automatismo o patrón de juego, le pidió que jugará con compromiso, pasión y agresividad.

Arteta ha construido una mentalidad de acero en un grupo de jugadores en el que prácticamente todos los integrantes son técnicamente muy dotados y tácticamente muy inteligentes. Son atributos que les dan mucha fluidez a su circulación de pelota y la facilidad para salir de situaciones de presión. El Arsenal ha vuelto a tener un estilo de juego elegante, vistoso y dominante, lo que ha generado una conexión especial con su público y convirtió al Emirates Stadium en una fortaleza. Este moderno estadio construido en la gestión de Arsène Wenger siempre fue de primer nivel en términos de comodidades, pero su atmósfera era notablemente fría, era lo más parecido a un teatro en el fútbol europeo. Con Mikel Arteta las expectativas en las gradas se renovaron y los fanáticos transformaron ese frigorífico en una caldera, entendieron que debían apoyar incondicionalmente al equipo más joven y al mánager más novato de la Premier League para que el club pueda desempolvar su grandeza. Había mucha negatividad acumulada después de ver al equipo en tres temporadas consecutivas fuera del Top 4 de la liga inglesa y la decepción fue total cuando el club falló en su intento de sostenerse en las competiciones europeas, pero Arteta eliminó esa toxicidad dándole al equipo nuevo enfoque, con jugadores jóvenes, hambrientos y carismáticos que empezaron a transformar la cultura del club. La unión en la institución del norte de Londres es absoluta: jugadores, cuerpo técnico, directivos e hinchas detrás de un mismo sueño.

Todavía queda mucho campeonato por delante y la diferencia es mínima, pero el Arsenal tiene este miércoles la posibilidad de dar un golpe sobre la mesa ante el Manchester City, vigente campeón y máximo candidato a quedarse con el título. Históricamente, los Gunners son considerados uno de los clubes más grandes del mundo y una marca reconocida a nivel mundial por su propia forma de hacer las cosas. Este club que emergió en las fábricas de armamentos en Woolwich se forjó a base de revoluciones. Adoptó la clase y el prestigio futbolístico en los años ‘30 bajo el ala de Herbert Chapman, y la expansión global y el estilo de juego elegante que agregó Arsène Wenger entre los ‘90 y los 2000, en el ciclo más famoso de su historia. Su magnífica reputación tiene un fuerte lazo con la obtención de trofeos pero más aún con esos valores intangibles que definen cómo se consigue el éxito: Victoria Concordia Crescit (“La victoria crece a través de la armonía”), reza el lema oficial del club.

Ya han pasado casi dos décadas del último título del Arsenal en la Premier League. La última vez fue con Los Invencibles, aquel conjunto de Henry, Bergkamp, Pires y Vieira que salió campeón invicto bajo las órdenes de Wenger. La salida del estratega francés, posiblemente más tarde de lo conveniente, dio paso a un período turbulento que ya ha quedado atrás. Puede que la derrota ante Everton en Goodison Park y el último empate en casa frente a Brentford hayan despertado preocupaciones, aunque los Gunners pueden presumir de lograr la mayor cantidad de puntos de toda su historia (50 unidades) al cierre de la primera mitad de la temporada y aún están en carrera por el título de la Premier League. La conquista del trofeo, que no era el objetivo trazado para este curso, todavía es posible para Mikel Arteta. En el norte de Londres han aprendido a confiar en el proceso y ven que el futuro es prometerdor. La revolución recién ha comenzado.

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