En un rincón tranquilo de Arbúcies, Cataluña, un niño de ojos inquietos jugaba al fútbol como si el mundo dependiera de ello. Keita Baldé, hijo de inmigrantes senegaleses, aprendió desde pequeño que cada oportunidad debía ser jugada como una final. En un barrio multicultural, donde el catalán y el wolof se entremezclaban con risas y balones rodando en la tierra, comenzó a forjarse un sueño: llegar a lo más alto del fútbol.
El destino lo llevó a la cantera del FC Barcelona, la legendaria Masía, cuando apenas era un niño. Su talento desbordaba el campo. Aceleraciones fulminantes, regates imposibles y un instinto goleador poco común para su edad lo hicieron destacar rápidamente. Los entrenadores veían en él a un futuro prodigio, alguien destinado a seguir los pasos de Messi o Iniesta.
Pero Keita, entonces un adolescente, estaba lejos de ser un jugador convencional. En 2010, durante una gira de pretemporada en Qatar, rompió las reglas de la disciplina de la Masía: colocó un cubo de hielo en la cama de un compañero como broma. Lo que en otro contexto habría sido una travesura inofensiva, aquí se convirtió en un símbolo de rebeldía. La Masía no toleraba actos que alteraran su riguroso código ético.
“Era un chico con un carácter fuerte, pero con una energía indomable”, recuerda un ex entrenador. La sanción no se hizo esperar: fue enviado en calidad de préstamo al Cornellà, un equipo mucho más modesto. En lugar de doblegarse, Keita utilizó aquel exilio como trampolín. Sus actuaciones en Cornellà fueron espectaculares; marcaba goles como quien respira: llegó a 47.
“Ese año fue un despertar para mí”, diría más tarde en una entrevista. “Me di cuenta de que el talento no es suficiente; también necesitas disciplina y sacrificio”, añadió. Su padre llegó a alegar que en el culé no entendieron su carácter.
Aunque el Barcelona no lo reincorporó a sus filas tras el préstamo, su nombre ya resonaba en el mercado europeo. Fue entonces cuando la Lazio, club italiano, lo fichó en 2011. Pagó 300.000 dólares por la ficha. El adolescente que alguna vez desafió las normas de una institución legendaria encontró un escenario donde su libertad y estilo irreverente encajaban a la perfección.
A los 16 años, abandonó la comodidad de su hogar en Cataluña para enfrentar la incertidumbre de un nuevo país, un idioma desconocido y la exigencia del fútbol profesional. En las categorías inferiores del Lazio, su velocidad y habilidad para desequilibrar a los defensores pronto captaron la atención. “Es explosivo, como un rayo”, decía de él un entrenador del equipo juvenil. No pasó mucho tiempo antes de que debutara con el primer equipo en 2013, con solo 18 años. En el estadio Olímpico, frente a miles de hinchas romanos, demostró que estaba destinado a cosas grandes. Durante esa temporada, su conexión con jugadores clave como Miroslav Klose y su habilidad para desbordar por las bandas lo convirtieron en una de las promesas más emocionantes de la Serie A.
Después de varias temporadas destacadas en Italia, en 2017 fue fichado por el Mónaco. En el club del principado, Keita tuvo la difícil tarea de llenar el vacío dejado por Kylian Mbappé, quien se había marchado al París Saint-Germain. Aunque las expectativas eran abrumadoras, su capacidad para adaptarse y brillar en cualquier posición ofensiva lo ayudaron a consolidarse en el equipo. Con goles y asistencias cruciales, ayudó al Mónaco a mantenerse competitivo en la Ligue 1 y en competiciones europeas.
Pero la trayectoria de Keita no fue lineal. Entre cesiones al Inter de Milán y luego al Sampdoria, demostró ser un jugador versátil, aunque su inconsistencia en algunos momentos limitó su consolidación como estrella de primer nivel. A pesar de ello, cada vez que entraba al campo, ofrecía destellos de magia: regates imposibles, goles de fantasía y esa aceleración que desarmaba a las defensas más férreas. Fue en el Nerazzurri que conoció a Mauro Icardi y Wanda Nara. Pero es una historia para más adelante...
En medio de su ascenso en el fútbol europeo, Keita tomó una decisión trascendental: representar a Senegal, el país de sus raíces, en lugar de España. En su debut con la selección nacional en 2016, marcó un gol que confirmó su compromiso con los Leones de la Teranga. Fue un momento emotivo que resonó tanto en África como en Europa. “Llevar la camiseta de Senegal es llevar el corazón de mi familia”, confesó en una entrevista.
El punto culminante llegó en la Copa Mundial de 2018, cuando formó parte del equipo senegalés en Rusia. Aunque el equipo no pasó de la fase de grupos, para Keita resultó un hito.
El vínculo de Keita con Senegal iba más allá del fútbol. Consciente de las desigualdades que enfrentaban miles de personas en su tierra ancestral, decidió utilizar su influencia para marcar una diferencia. Durante la pandemia de COVID-19, cuando muchos quedaron al margen del sistema, Keita tomó medidas directas. En 2020, financió alojamiento temporal y alimentos para 200 trabajadores migrantes que habían quedado desamparados en Lleida, España. La comunidad, compuesta en su mayoría por jornaleros africanos, vivía en condiciones precarias, agravadas por la crisis sanitaria.
Keita también invirtió en proyectos educativos y deportivos en Senegal. Consciente de que el fútbol puede ser una herramienta de cambio social, apoyó la creación de academias deportivas donde niños y jóvenes tienen acceso no solo al deporte, sino también a la educación. “El fútbol me dio la oportunidad de soñar, pero la educación es lo que cambia vidas”, comentó en un evento en Dakar.
En colaboración con organizaciones locales, promovió campañas de concienciación sobre temas como la violencia de género, la salud y la igualdad de oportunidades. Su intención, según expresó, es devolver a Senegal parte de lo que la comunidad le dio a su familia. Un rostro que nada tiene que ver con las polémicas en las que hoy se encuentra envuelto.
Keita Baldé y el triángulo mediático con Wanda Nara y Mauro Icardi
La historia reciente de Keita Baldé dejó de escribirse en el terreno de juego para trasladarse a las primeras planas de los medios de comunicación, pero por motivos alejados del fútbol. El futbolista africano quedó envuelto en medio de un escándalo con su ex compañero Icardi y Wanda Nara.
Todo comenzó a finales de 2023, cuando surgieron rumores sobre un supuesto romance entre Keita y la mediática argentina. Ambos se habían conocido años antes en el ámbito futbolístico, ya que Icardi y Keita habían coincidido en el Inter de Milán. Las especulaciones de la prensa aumentaron cuando Wanda publicó en sus redes sociales mensajes crípticos que muchos interpretaron como referencias a una relación con el futbolista senegalés.
Por su parte, Mauro Icardi, de relación tumultuosa con Wanda, no tardó en responder. En entrevistas y publicaciones en sus redes sociales, dejó entrever su molestia y lanzó indirectas que parecían dirigidas tanto a Wanda como a Keita. La situación escaló cuando se filtraron mensajes privados que confirmaban el vínculo entre Keita y Wanda. Finalmente, la propia conductora y empresaria se refirió en las últimas horas al tema, confirmando todo: “La relación con el jugador (Keita Baldé) fue real, yo se lo conté a Mauro, porque estábamos separados. Él me extorsiona con eso, con mostrar los videos”.
La ruptura de Keita con su esposa
En medio del escándalo, Simona Guatieri, esposa de Keita Baldé, confirmó que la relación entre ellos había llegado a su fin. “Fue un año devastador”, declaró en una entrevista. Aunque evitó entrar en detalles sobre los motivos de la separación, señaló que la controversia pública y la supuesta infidelidad habían jugado un papel crucial. Para Simona, quien había estado al lado de Keita durante años, la ruptura fue más que una cuestión personal; fue también un golpe mediático que la expuso a críticas y especulaciones.
“Me casé en mayo de 2022 en el Lago Di Como, una fiesta fabulosa con 200 invitados, sentí que estaba viviendo un sueño, pero ese fue el día del fin. Dos meses después de esta fecha, el esposo de la señora me contactó y me dijo que hubo una reunión en su casa entre mi esposo y su esposa, con evidencia tomada de la cámara interna de la casa”, fue parte de la descripción de lo vivido por parte de Simona.
Cuando comenzaron los rumores de affaire se dijo que la pareja se habría encontrado en un lujoso hotel de Dubai y en su descargo Guatieri hizo mención a esto: “Media hora después de esa llamada me envió la señora que había acompañado a mi marido durante días en Dubai, las fotos de ella junto a mi marido, con chats incluidos entre los dos”.
“Lo que sé es que una mujer que se acuesta con mi marido y luego me manda fotos, ¡no sé cómo llamarla! No les cuento más detalles porque son horrorosos. Lo que me entristece es que, lamentablemente, para hacerles la guerra, se volverá a hablar de esta terrible historia, terminamos en la boca de los leones… y estas cosas saldrán cuando la necesiten”, cerró su versión.
El senegalés, ante el revuelo, decidió usar sus historias de Instagram para dar por terminado el tema y proteger a sus dos hijos. “En estas últimas horas mi privacidad ha sido vulnerada. Sigo recibiendo mensajes y llamadas de periodistas argentinos a mi número privado, en mis redes sociales y en el correo de la agencia. Ya dije lo que tenía que decir hace algún tiempo. Para mí es motivo de gran vergüenza estar asociada a una historia de traición. Los chismes los dejo a aquellos que son capaces de construir una ‘carrera’ sobre ellos y definitivamente no soy yo”, le lanzó el dardo a Wanda Nara. “Lamento que por culpa de terceros que se hacen la guerra entre sí, mi nombre aparece junto al de personas que no respeto. Así que pido amablemente que me dejen en paz”, concluyó.
El destino quiso que hoy juegue en Turquía, al igual que Icardi (ídolo en el Galatasaray). Milita en el Sivasspor, a la espera de volver a ser noticia por sus goles y condiciones, y no por el interminable escándalo mediático.