Recuerdos y anécdotas a 40 años del título que inició un ciclo inolvidable de Argentinos Juniors

Cuatro décadas atrás, el “Bicho”, dirigido por Roberto Saporiti, lograba su primera estrella. Al año siguiente se consagraría campeón de la Copa Libertadores

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El plantel campeón en el programa "Todos los goles"

La liturgia del toque. La obsesión por el buen trato del balón. Una idea que se les fue inculcando a los pibes de las inferiores. Y esa vocación por el juego asociado, de pelota al piso, que es la marca de fábrica de Argentinos Juniors. Le faltaba coronar con un título. El que se le había negado un par de veces. Sobre todo, cuando la magia de Diego hizo volar el sueño hasta las nubes más altas. Y llegó a su manera, con esos modos que le venían desde los orígenes, en aquella tarde del 23 de diciembre de 1984, venciendo a Temperley por 1-0 para soltar el grito de campeón.

Las ucronías en el fútbol. Apasionantes y desafiantes. Apenas habían pasado tres años del famoso partido con San Lorenzo de la última fecha del torneo ‘81. Al Bicho de La Paternal lo condenaban al descenso dos de los tres resultados. Se quedó con la victoria salvadora que abre la pregunta: ¿Hubiese existido el brillante campeón ‘84 si descendía aquella tarde? Nadie puede saberlo, pero la respuesta más probable sea que no. A partir de mantener la categoría, más allá de la irregularidad del ‘82, comenzaron a sentarse las bases, con el rodaje de los chicos de inferiores, de un equipo que quedó en el recuerdo.

La piedra basal la colocó Ángel Labruna, quien asumió a principios del ‘83, con un plantel que había naufragado entres luces y sombras en la temporada anterior, pero que su ojo sagaz, había detectado como de un gran potencial. Adrián Domenech fue pieza clave y así lo recordó: “Su llegada fue algo extraordinario. Hacerle una pregunta de fútbol a él, era como abrir el diccionario. Y le sacamos el jugo, porque lo consultábamos todo el tiempo. Fue una persona importantísima. A mí, y a varios compañeros, nos dio un plus que no teníamos, metiéndonos el protagonismo en la cabeza. Así fue como en el Nacional ‘83 eliminamos sucesivamente a Boca y River, perdiendo muy cerrado en la semifinal ante Independiente. La muerte de Ángel en septiembre de ese año fue un golpe durísimo”.

El equipo que salía de
El equipo que salía de memoria: Jorge Olguín, Adrián Domenech, José Luis Pavoni, Enrique Vidallé, Carmelo Villalba y Sergio Batista. Abajo: José Castro, Mario Videla, Pedro Pasculli, Emilio Commisso y Carlos Ereros

El equipo quedó a cargo de su histórico ayudante, Rodolfo Talamonti, con resultados variados. A fines de noviembre y ya con la vista puesta en el ‘84, los dirigentes fueron en busca de un hombre cuyo credo futbolístico tenía puntos de contacto con el de la institución: Roberto Marcos Saporiti. Era un técnico joven, que había estado a un paso de ser campeón con Talleres y más tarde formó parte del cuerpo técnico de la selección en el Mundial ‘78. En diálogo con Infobae, recordó cómo fue su llegada: “El equipo andaba bien, pero de pronto les tocó una muy mala racha. Fue el mismo Rodolfo Talamonti quien le dio mi nombre al presidente, Domingo Tessone, y el que lo terminó de reafirmar, porque era del barrio y amigo de él, fue Carlos Bilardo. Tuvo un gran gesto, recomendándome por mis antecedentes”.

Las diferencias futboleras separaron a dos hombres que habían tenido una estrecha relación durante muchos años. En todo su bagaje de grandes anécdotas en tantos años de fútbol, Saporiti desgranó un par imperdibles vinculadas al Narigón: “Teníamos una gran amistad. Yo estaba con él cuando la conoció a Gloria, su esposa, una noche que fuimos a bailar a un boliche que estaba frente a la cancha de River. Una lástima que después llegó aquel gran debate, que nos separó, por distintas maneras de ver el fútbol. Una tontería. Éramos como hermanos, lo mismo con el Flaco Menotti. Por eso es la famosa historia de aquella cena del año ‘76, que armé en mi casa, y donde estuvimos los tres con nuestras esposas. Debatieron toda la noche con una altura impresionante. Yo disfrutaba, mientras las mujeres se aburrían y se dormían (risas). Fue un hecho histórico y una lástima todo lo que vino después, cuando el Narigón se sintió ofendido y traicionado por una declaración mía acerca de la selección, cuando él era en DT”.

Menotti y Bilardo. Saporiti cuenta
Menotti y Bilardo. Saporiti cuenta que hubo una cena compartida, donde todo era armonía, luego llegaría el distanciamiento (Marca)

Para afrontar el ‘84, Argentinos Juniors decidió hacer una potente pretemporada en Necochea, como evocó Saporiti: “Había una excelente base técnica, a la que teníamos que adosarle algunas cosas. Me junté con los dirigentes y les dije que hacían falta jugadores con más trayectoria y, sobre todo, con experiencia en ganar campeonatos. De esa manera llegaron Carlos Morete, Jorge Olguín, Juan José López, Emilio Commisso y Enrique Vidallé. Tenían una personalidad extraordinaria y, a partir de ellos, fuimos mentalizando al plantel desde la pretemporada, que cada partido iba a ser como una final, porque le podíamos pelear el título a cualquier rival”. Vaya aquí una mención para Carlos Morete, uno de los más grandes goleadores del fútbol argentino. Tenía una larga trayectoria y aceptó sin problemas ser suplente cuando la delantera se asentó con otros tres compañeros. Con ese título del ‘84 se convirtió en el único futbolista argentino en ser campeón con cuatro equipos distintos, ya que se había consagrado con River Plate (1975), Boca Juniors (1981) e Independiente (1983).

Jorge Olguín tenía ya más de 10 años en el fútbol profesional. Era un excelente defensor, que sabía mucho de vueltas olímpicas, porque las había dado con San Lorenzo, Independiente y la selección nacional en el Mundial ‘78. Así nos recordó cómo fue su llegada a Argentinos Juniors: “Se dio una muy buena mezcla entre los chicos que tenía el club y los jugadores, con cierta experiencia, que nos incorporamos al comenzar ese año. Las inferiores de Argentinos Juniors siempre se habían destacado, con valores juveniles muy buenos, y varios de ellos estaban allí. Al incorporarme, me di cuenta que teníamos un excelente material, como para aspirar a cosas importantes”.

Para Saporiti, la pretemporada fue fundamental. Para la puesta a punto en el plano físico, futbolístico y para lograr amalgamar al plantel. En su opinión, dos integrantes de su grupo de trabajo fueron claves: “De aquel título de Argentinos Juniors le debo al 50% a los jugadores y el otro 50% a dos hombres que fueron fundamentales: el profe Álvarez y el doctor Avanzi. Esas dos personas fueron claves, porque manejaron la armonía del plantel”.

El penal de Olguín contra
El penal de Olguín contra Temperley que le dio el título

La temporada ‘84, como las dos anteriores, arrancó con el Nacional. Un torneo corto y por zonas, donde Argentinos Juniors mostró su potencial, ganando su grupo invicto. Quedó eliminado ante Talleres en los cuartos de final. La propuesta ya se estaba plasmando. Y en esa dirección van las palabras de Olguín: “Tuvimos la posibilidad de llevar adelante una idea muy clara que traía Roberto Saporiti, que nos conocía a la mayoría de los jugadores y tenía un pensamiento muy similar al del Flaco Menotti. Al principio le costaba encontrar el equipo que él necesitaba. Por eso fuimos trabajando pacientemente durante el desarrollo del campeonato, donde perdimos muy pocos partidos. Nos fuimos conociendo y complementando a medida que transcurría la competencia”.

En paralelo a los play off del Nacional, se inició el torneo de primera división. En la sexta fecha se dio un partido clave. Los Bichitos perdían 1-0 ante Huracán en cancha de Ferro y al terminar el primer tiempo, se lesionó Juan José López. En su lugar ingresó Emilio Nicolás Commisso, dándole mayor dinámica y velocidad a la mitad de la cancha. Fue una clara victoria por 4-1, el Nene no salió más del cuadro titular, que empezó a salir de memoria, salvo por algunos momentos cuando entraba Morete por Ereros desde el arranque, pasando Pasculli a la punta izquierda.

Además de buenos jugadores y resultados positivos, otro pilar fundamental para el éxito fue la armonía y solidaridad dentro del plantel. Saporiti pone un ejemplo claro sobre esta situación: “Los entrenamientos eran en la vieja cancha de Argentinos Juniors, que no estaba habilitada para los partidos. Era casi toda tierra y poco pasto (risas). En una práctica se lesionaron los dos volantes por derecha, el Panza Videla y el Negro Jota Jota. Entonces puse allí a Miguel Lemme, que lo hizo muy bien. Al terminar el primer tiempo, el Checho Batista me apartó para hacer un comentario. Siempre con personalidad, pero respetuoso, para manifestarme que no era nada contra su compañero, pero le costaba porque el Cabezón se cerraba y se le acercaba mucho. Él necesitaba amplitud. Inmediatamente vino el propio Lemme y me dijo: ‘¿El Checho estuvo incómodo? No hay problemas, acá lo fundamental es que el esté bien. ¿Por qué no lo pone a Corsi en mi lugar?’ El equipo antes que la individualidad. Fantástico Lemme. Una muestra de lo que era ese plantel”.

Al concluir la primera rueda, Argentinos Juniors estaba segundo, apenas a un punto de Estudiantes. Había perdido solo dos partidos (River y San Lorenzo) y conseguido muy buenas victorias, como la goleada 3-0 frente a Boca en un lluvioso miércoles feriado. Llegaba la hora de reafirmar todo lo bueno. Peleando palmo a palmo con dos equipos ya asentados como Ferro Carril Oeste y los Pinchas.

Mario Videla la tarde de
Mario Videla la tarde de la consagración ante Temperley

La fecha 28 fue un mojón inolvidable de la campaña. El domingo 21 había diluviado y la jornada se postergó para el lunes por la noche. En Caballito, dio una exhibición de fútbol goleando al brillante Independiente, ese año campeón de América e Intercontinental por 4-1 con dos goles de Pasculli, uno de Ereros y el restante de Commisso. Al perder Estudiantes ante Chacarita en San Martín, quedó como el único líder.

Era un equipo sin demasiados secretos tácticos. Basaba su estilo en la correcta cobertura de espacios, un notable manejo en la mayoría de sus hombres y una permanente vocación ofensiva. Saporiti detalló un movimiento que fueron aceitando con el devenir del certamen: “A Olguín lo conocía muy bien de la selección y sabía de todas sus virtudes técnicas. Por eso lo quería, pero no de lateral, sino de marcador central, para poder sumarlo en determinados momentos a la mitad de la cancha, para jugar 3-4-3. Quedaban Villalba, Pavoni y Domenech atrás, Videla, Batista, Olguín y Commisso en el medio, con Castro, Pasculi y Ereros arriba”.

En la jornada 33, igualó Con San Lorenzo y Ferro le dio alcance al superar a Atlanta por la mínima. Esa situación se iba a mantener en las semanas siguientes, sin poder despegarse uno del otro. En la anteúltima, Argentinos Juniors rescató un empate en el difícil compromiso ante Unión en Santa Fe, mientras el cuadro de Caballito no pasó de la igualdad en cero ante Independiente, que había regresado de Japón, el día anterior, post consagración en la Copa Intercontinental.

Era el momento de la definición. El domingo 23 de diciembre se cerraba el torneo. Argentinos Juniors con 49 puntos recibía a Temperley, mientras que Ferro, con la misma cantidad, visitaba a Estudiantes con 47, que alentaba la remota esperanza de ganar, que perdiesen los Bichitos y forzar un triple empate.

Los nervios y la ansiedad viajaban desde Caballito a La Plata ida y vuelta sin parar. Había pocas situaciones e imprecisiones en las dos canchas. El primer grito de la tarde se pintó de verde, cuando Gargini remató y su disparó se metió en la valla de Islas, tras desviarse en Agüero. Ferro estaba 1-0 y era el campeón. La noticia enmudeció a los hinchas de Argentinos Juniors, que habían llenado la cancha en esa tarde increíblemente fresca y desapacible, que desmentía al calendario.

Fue apenas un instante, porque enseguida, el árbitro Carlos Espósito marcó penal para los Bichos. Allí dijo presente la experiencia y serenidad de Jorge Olguín para hacerse cargo del momento: “Me tocó estar allí, en ese momento tan importante para la historia del club. Cada vez que tenía que ejecutar un tiro libre o un penal, trataba de hacerlo con la mayor firmeza y seguridad. Y así lo hice aquella tarde, con un remate fuerte y al medio, donde el arquero nada tuvo que hacer porque se jugó a un costado. Fue la merecida coronación para un equipo que, a esa altura, ya estaba completamente consolidado”.

Se fueron al descanso en los estadios. Con esos resultados había que disputar un partido desempate. Pero a poco de reanudar, llegó desde La Plata el grito más esperado por los hinchas de Argentinos Juniors, cuando Sergio Gurrieri convirtió el empate para Estudiantes. Se festejó casi tanto como el de Olguín. El equipo seguía tocando, haciendo circular la pelota, frente a un rival que casi no atacaba. Solo hubo un sobresalto, cuando los celestes, vestidos de blanco, metieron un contragolpe que Vidallé salvó, con su rapidez, arrojándose a los pies de Guaita.

La radio, gran protagonista de aquellas tardes sin fútbol en directo por televisión, anunció el final en cancha de Estudiantes. El delirio se pintó de Rojo, aunque no todo fue fiesta, como nos contó Domenech: “La gente se metió en la cancha. El árbitro era Carlos Espósito, con quien tenía confianza y, como capitán, me llamó: ‘Adrián, yo tengo que informar de esta situación y aún quedan varios minutos por jugar’. Le respondí que los íbamos a sacar. Era una ingenuidad. Convencía a dos y otros diez invadían (risas). La emoción pudo más y nos ganaron por cantidad. En un momento divisé a mi hermano y le di toda la ropa para que la guardase. A la noche fuimos a Canal 9, donde se hacía el programa más visto que era Todos los goles. Estuvimos casi todos los muchachos allí como cierre de un día inolvidable”.

Claro que sí, Adrián. Era el día soñado por todo el pueblo de Argentinos Juniors. El que amoldó su paladar al buen juego. Y ahora lo coronaba con el merecido título de campeón, con el detalle de no haber disputado ningún partido en su estadio. “Ese equipo está entre los tres mejores del fútbol argentino de los últimos 40 años sin ningún lugar a dudas. Porque a la enorme riqueza técnica y gran personalidad que tenían los jugadores, le agregó el plus de haber ganado todo”. Imposible no coincidir con esta definición de Saporiti. Y con el canto de la hinchada, que se sintió más fuerte que nunca: “Son los Bichitos, fútbol y toque. Los Globetrotters de La Paternal”.

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