“Tengo mucho dolor, porque están en la pelea por el título tres clubes que me dieron mucho. Yo jugué en todos y sí me decís por donde me inclino, te digo que no podría decidirme, porque los tres son grandes amores, ya que dejé parte de mi vida en Talleres, Vélez y Huracán”. De esta manera, se presenta Humberto Pipi Váttimos, uno de los dos futbolistas de la historia de este deporte que vistieron la camiseta de los candidatos a ganar la Liga Profesional. El otro que tiene la marca registrada es Daniel Willington.
La historia del Pipi Váttimos es la de una persona que nunca bajó los brazos, a pesar de circunstancias difíciles que tuvo que atravesar en su vida. Con los botines puestos, fue un futbolista que siempre cumplió. Su trabajo fue en silencio, yendo y viniendo por la banda derecha del campo de juego. Debutó en 1988 en Lanús. Luego, pasó por Talleres de Córdoba, Vélez, Deportivo Mandiyú de Corrientes, Huracán, Platense y Quilmes. En este último club, sufrió una pubalgia que lo tuvo a maltraer durante seis meses, hasta que decidió colgar los botines en el 2000. Posteriormente, siguió ligado al fútbol. Se recibió de entrenador, aunque nunca le interesó esta profesión, y decidió finalmente ser representante de jugadores para manejarle la carrera a Marcelo Barovero, Carlos Araujo y a Franco Mendoza.
En su vida personal, pasó momentos muy complicados. Una vez que se retiró, se radicó a Pilar, porque en Lanús, donde vivía, intentaron secuestrar a unos de sus hijos. “Fue en la época que estaba de moda los secuestros. Me cruzaron dos autos, pero no pudieron. Mi familia la pasó muy mal y nos fuimos del barrio”, recordó en diálogo con Infobae sobre aquel difícil momento.
Con el paso de los años, Váttimos dejó de ser agente de jugadores cuando Barovero pasó a ser arquero de River Plate, en julio de 2012. “En ese momento, hubo cosas que no me gustaron, y hoy menos. Yo digo las cosas como las siento y no me importa el qué dirán. El fútbol argentino hoy no me representa”, sentencia el ex defensor derecho.
En junio de 2021, el Pipi Váttimos ganó el partido más difícil de su vida. Porque estuvo 31 días en coma inducido, tras haber contraído Covid-19. “La pasé muy mal, estuve al borde de la muerte. Perdí una vesícula. También el 30 por ciento de la vista de un ojo y tengo una cicatriz en el pulmón. Ese virus me dejó secuelas”, revela el ex futbolista.
Por estos días eligió otro rumbo para su vida y tiene una concesionaria de autos en Pilar. Además, trabaja junto a su familia en otros emprendimientos, aunque todavía no pudo recuperar la pasión por la pelota: “El fútbol me sacó las ganas de ir a las canchas. Solamente voy a ver a River Plate por mi hijo”, explica.
- ¿Qué es de tu vida, Humberto?
- Estoy disfrutando de la familia. Tengo una concesionaria de autos. Uno de mis hijos tiene una barbería y el más grande, que está casado con la hija mayor de Oscar Ruggeri, se dedica al plástico. Todos se dedican a negocios personales que formé en familia.
- ¿Desde cuándo estás alejado del mundo del futbol?
- Desde que se vendió Marcelo Barovero a River Plate, ya que yo era su representante. Tuve a Carlos Araujo y a Carlos Mendoza que eran los tres que manejaba. Después de ahí, me corrí. Pasé por algunos problemas personales en cuánto a mi salud, tuve Covid y casi me muero. A partir de ese momento, tomé conciencia y disfruto más de mis hijos y de mi mujer.
- ¿Estuviste al borde de la muerte?
- Sí, la pasé muy mal, estuve al borde de la muerte. Estuve 31 días en coma inducido. Perdí una vesícula, el 30 por ciento de la vista de un ojo y tengo una cicatriz en el pulmón. Ese virus me dejó secuelas. Yo era de hierro, y con esto me llevé una pared por delante. Era de ir muy poco al médico, salvo que sufra alguna enfermedad complicada. Hoy, me siento que no soy indestructible y tengo un poco de temor en cuanto a mi salud. Pero estoy bien con mi familia y es mi fuerte, ya que me aferré a ellos y más que nada con la ayuda de Dios, como buen creyente que soy, que me permitió seguir estando de pie.
- ¿Te cambia la vida y la forma de ser cuando pasas por esa circunstancia de estar al borde de la muerte?
- Sí, se valoran más las cosas, ya que uno toma un poco más de conciencia. Antes de que me agarre Covid estaba jugando al fútbol, entre tres y cuatro partidos por semana, y ahora no juego, salvo algunos que sean a beneficio. Eso entendí de la vida, que Dios me dejó vivo por algo, y desde ese lado, mi intención es ayudar. No quiero otra cosa en esta vida que ayudar a los que más lo necesitan, y estar al lado de mi familia hasta que Dios quiera.
- ¿Por qué renunciaste a ser representante de futbolistas?
- En ese momento hubo cosas que no me gustaron, y hoy menos. Yo digo las cosas como las siento y no me importa el qué dirán. El fútbol argentino hoy no me representa. Siempre estuve orgulloso de ser jugador de fútbol, de la profesión que elegí, pero hoy hay cosas que no me gustan. Veo penales mal cobrados, equipos a los cuales ayudan, y a mi todo eso no me gusta. Por eso, hoy en día no veo un fútbol sincero, leal. El VAR lo pusieron para inclinar a los que quieren ayudar. Son pensamientos personales que se pueden compartir o no. Yo digo lo que siento. Después, cada uno está en opinar lo que quiera. Yo pienso esto realmente del fútbol, ni más ni menos. Hay cosas que uno no entiende
- ¿Cómo cuáles?
- Por ejemplo, como existen equipos de fútbol fundidos y cuando llega la época de elecciones, se presentan quince listas. Eso implica lo que estoy diciendo, porque no agarraría algo que está fundido, salvo que lo quiere ayudar. Yo no veo que los quieran ayudar, sino fundir.
- ¿Está sucio el fútbol en todos los ámbitos que lo rodean?
- Sí, tal cual, y eso es lo que a mí no me gusta. Yo sé que hay que comprobarlo, pero a mí no me hace falta. No me van a cambiar la opinión por más que me pidan pruebas de lo que estoy diciendo. Pero que las hay, las hay, y todos lo piensan. Yo pasé por momentos así, y por eso no continué en el fútbol; son cosas que me pasaron.
- ¿Quisiste ser entrenador de fútbol alguna vez?
- Sí, hice el curso, pero debido a estas cosas me incliné para la representación. Luego decidí no hacer más nada en el fútbol, y eso que soy consuegro con Ruggeri y mi hijo más grande está casado con una de sus hijas. Pero el fútbol me sacó las ganas de ir a las canchas, solamente voy a ver a River Plate por mi hijo.
- ¿Es el club de tus amores?
- Sí, soy de River, pero no pude cumplir el sueño de jugar ahí. Siempre defendí la camiseta que me puse y le quise ganar a River, pero soy hincha desde chiquito, porque mi primo me llevaba al Monumental y aprendí a amar ese club. Aparte de ser el fútbol que me representó toda mi vida.
- ¿Futbolísticamente naciste en Lanús?
- Sí, aunque haya nacido en Capital Federal. Me crie en Lanús e hice las divisiones inferiores en ese club. Salvo en el año 2000 que tuve una dificultad personal.
- ¿Qué te pasó?
- Quisieron secuestrar a uno de mis hijos en Lanús y me mude a Pilar, donde vivo. Intentaron agarrarlo, pero no pudieron. Me cruzaron dos autos y mi familia la pasó muy momento. Tras ese episodio, me vine a Pilar y me olvidé de esa situación. Alquilé el primer año y luego compramos una casa. Por suerte, todos trabajamos por acá.
- ¿Por qué dejaste el fútbol en su momento?
- Dejé en el 2000. Iba dejar un tiempo antes, pero ese año me llamó Quilmes y peleé en los tres ascensos. En el anteúltimo partido contra Defensa y Justicia hice un gol en el clásico, me agarré pubialgia y no pude seguir jugando. Ahí tomé la decisión de dejar el fútbol. A los seis meses, se me fue la pubalgia y me llamaron equipos para volver, pero no quise, ni tampoco deseaba que me insulten en las tribunas (risas).
- ¿Te costó el post retiro?
- No. Yo estoy con mi señora desde los 15 años, primero en Lanús y luego en Pilar. Formé una familia ejemplar y no tuve problemas al dejar el fútbol porque me dediqué a ellos. Con mi esposa, siempre pensamos en un proyecto de vida para tener cerca a mis hijos y lo estamos logrando. Siempre supe que todo tiene un principio y un final. Así que acepté que en algún momento se terminaba el fútbol y me dediqué a negocios personales.
- Se va a definir al campeón del fútbol argentino entre Talleres, Vélez Sarsfield y Huracán, tres equipos donde dejaste una huella…
- Sí. Tengo mucho dolor porque están en la pelea tres equipos que me dieron mucho. Yo jugué en todos, y si me decís por donde me inclino, te digo que no podría decidirme porque los tres son amores grandes, ya que dejé parte de mi vida en Talleres, Vélez y Huracán. Mi hijo, el barbero, es hincha de Vélez y cuando vio el último partido, sufrió bastante. En Huracán jugué tres años y medio, y le debo mucho. Además, tengo un hijo cordobés y con el corazón en Talleres. Me dieron todo, y fue una etapa importante en mi vida, porque había fallecido mi papá y me trataron de maravillas. Por eso, no puedo inclinar la balanza para ningún lado. Justo lo hablaba con mi señora en los últimos días. “La pucha, los tres equipos míos están peleándose y no me puedo inclinar por ninguno”. Así que es doloroso, pero lamentablemente habrá un ganador.
- ¿Qué te dejó tu paso por Talleres?
- Muchísimo. Talleres me compró a Lanús en un momento difícil de mi vida. Primero, le dije que no, porque mi papá se estaba muriendo de cáncer. Insistieron, hablaron los presidentes de ambos clubes y se enteraron de mi situación, me compraron igual. Me fui en un momento difícil de mi vida, no cobraba y nos la pasábamos comiendo fideos. Y me trataron de maravillas los dirigentes, compañeros y me aferré mucho al club. Por suerte, anduve bárbaro y me vendieron junto al Turco Apud a una empresa con la condición de que me dejen otro año más. Me quedé, y les debo todo, por eso tengo un hijo cordobés (risas). En Talleres jugué una semifinal. Con Huracán la final de 1994 y la perdimos, pero son cosas que no puedo olvidar.
- ¿Qué balance haces de tu paso por Vélez?
- Fui en 1990, integrando uno de los mejores equipos de la historia. A partir de ahí, arrancó la etapa de Vélez que se terminó consolidando con Carlos Bianchi. Integré el famoso equipo en el que estaban Ruggeri, Ricardo Gareca, Ubaldo Fillol, el Pacha Cardozo, Alejandro Mancuso. En el banco estaban Cristian Bassedas, el Turu Flores, Mauricio Pellegrino que terminaron consagrándose campeones. El entrenador primero fue Roberto Rogel, y luego Héctor Veira.
- ¿Cómo era el Bambino Veira como entrenador?
- Un fenómeno, un crack, veía el futbol lindo. Te motivaba mucho. Recuerdo que te tiraba las pecheras y te decía “esta es suya, esta tuya y adentro”. No te daba muchas indicaciones, pero sí era un motivador como pocos. También, tuve otros técnicos gloriosos como Roberto Saporitti, un crack. En Huracán a Enzo Trossero, siendo una de las mejores campañas de la historia. Tuve la suerte de tener buenos grupos y buena gente.
- ¿En Huracán fuiste ídolo total?
- Sí, tuve la suerte de andar muy bien. Lástima que no pudiéramos ganar la final, porque si no seriamos consagrados. Hay gente que no entiende varias cosas. En nuestro mejor momento, nos vendieron a Gabriel Amato que era el goleador. Cosas que no se entienden, negociados que no se entienden. Después, paga el pato la gente que se queda. Pero lo que hicieron puertas adentro nadie dice nada.
- ¿Es cierto que la barra brava del Globo los fue apretar?
- Sí, pero nunca llegaron a mayores. No los quiero defender. Tampoco era como decían. Muchas veces nos vinieron a decir “hay que poner huevos”, pero no fue una apretada. El hincha quiere ganar siempre. Si perdés la final, te insultan o te dicen que fuiste para atrás. Lo que no entienden es que uno debe seguir laburando el resto de su vida. También pasa que vienen a pedirte plata. Pasó, hoy pasa y mañana pasará. No me vinieron a poner un revólver en la cabeza, pero sí me pidieron plata y además me dijeron “hay que ganar, hay que ganar”.
- Te fuiste mal de Huracán…
- Me fui cuando perdimos la final del Clausura 94 contra Independiente. Nos acusaron a los más grandes de ir para atrás, pero no vieron otras cosas, como la equivocación del técnico Héctor Cúper. Para mí se equivocó en el planteo inicial en esa final. Yo digo lo que pienso, luego se puede compartir o no. Puso diez defensores para jugar esa final y no compartí esa idea. Él era el técnico, no yo. Ellos tuvieron la suerte de embocar el primero de un tiro libre donde planifica mal Marcos Anguila Gutiérrez. El gol fue de Daniel Garnero. A partir de ahí, nos hicieron cuatro y la sacamos barata. Fuimos los dos mejores equipos del campeonato. Luego, pasé por Platense hasta colgar los botines en Quilmes.