(Desde Riad) No hay nada inusual en escuchar bocinazos constantemente en las calles y las autopistas de Riad, la capital de Arabia Saudita. Es un sonido tan frecuente como lo son las vueltas en U en las esquinas y los autos pasando semáforos en rojo porque no hay peatones -esas criaturas que en las horas de más calor son ejemplares exóticos- a la vista. Pero este miércoles los bocinazos no fueron la musicalización de la hora pico, ni un gesto de impotencia ante la ruta del Google Maps poniéndose cada vez más roja. Este miércoles las bocinas de Riad sonaron para festejar: Arabia Saudita fue anunciada oficialmente como la sede del Mundial 2034 por la FIFA, y los autos saudíes, incluso varias horas después de la confirmación, lo saben.
No hubo misterio en el anuncio que hace apenas unas horas hizo Gianni Infantino, el presidente de la federación que rige el fútbol mundial. Arabia Saudita era el único candidato para ser anfitrión de la Copa que se jugará dentro de diez años. Y aunque no era inesperado, algo de que el anuncio se hiciera oficial detuvo el ritmo habitual de esta ciudad en la que mirar al horizonte equivale a ver decenas y decenas de grúas porque hay centenares de obras en construcción en simultáneo.
En Boulevard Riyadh City, uno de los centros de convenciones más grandes de esta ciudad, se lleva a cabo hasta este sábado la COP16, que es la 16ª Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD, por sus siglas en inglés). Lo habitual en la COP16 es que las conversaciones sean sobre energías renovables, plantación masiva de árboles, buenas prácticas en el uso del agua, políticas para que el sector privado invierta en que el suelo recupere sus buenas condiciones. Pero este miércoles, al menos por un rato y sobre todo para la población local, la conversación se mudó al fútbol.
Delante de las pantallas gigantes que sirven para informar sobre las actividades programadas en la convención, indicar normas de seguridad o retransmitir algunas de las conferencias más solicitadas, hubo cientos de personas reunidas para escuchar la voz de Infantino. Algunos frenaban al encontrarse con la programación alterada y con una muchedumbre que crecía improvisadamente minuto a minuto. Otros llegaban ya preparados no sólo para el anuncio sino para celebrarlo: de los stands saudíes de esta convención se acercaron con globos verdes y blancos -los colores de la bandera de este país de Medio Oriente, el segundo en organizar un Mundial después de Qatar- y los amucharon con los globos de algún otro stand.
Hubo aplausos mucho más festivos que los provocados por la programación habitual, y un hombre repartiendo de a dos globos entre la gente, uno de cada color. Y sonrisas, muchas sonrisas. Con el sol ya escondido -a esta altura del año, en Riad atardece hacia las 17.30 y el anuncio fue pasadas las 18- y la temperatura en baja, el frío no le hizo suficiente frente al entusiasmo de los que, incluso sin demasiado abrigo, siguieron atentos la palabra oficial de la FIFA. Los abrigaba la expectativa y el infaltable café saudí, muy especiado, que por costumbre se sirve en tazas chiquitas aunque eso implique repetir el ritual de beberlo varias veces en una misma conversación.
En la calle, además de bocinazos, hubo también varones, especialmente jóvenes, que vistieron la camiseta de su Selección que acá se consigue por un precio que oscila entre 70 y 125 dólares, dependiendo del modelo. Esa camiseta que le valió un susto absolutamente inesperado a La Scaloneta en al primera fecha del Mundial del que, finalmente, volvería con la Copa. Y una declaración inolvidable de su capitán: “Que la gente confíe que este grupo no los va a dejar tirados”. Cumplió el capitán, a todos nosotros y, sobre todo y menos mal, a él mismo.
Pero este miércoles la camiseta de esa hinchada que hace dos años y a 600 kilómetros de Riad se preguntaba “Where is Messi?” salió a la calle de su ciudad capital en señal de orgullo por alojar una Copa del Mundo. Y no faltan cómplices para quien quiera lucir su vestuario: en Olaya Street, una de las calles más comerciales de esta ciudad, hay locales que enseguida pusieron un cartel en la vidriera para anunciar que el que vistiera la camiseta saudí obtendría algún descuento. Las cifras eran tentadoras: 20% en una cena, 15% en un local de ropa y otro 20% en un almacén de especias cuyo aroma no tiene nada que envidiarle al emblemático Gato Negro de la calle Corrientes, en el corazón de Buenos Aires.
Los bocinazos no fueron el único estruendo al servicio del festejo en la noche de Riad. Casi tres horas después del anuncio, el cielo de la capital saudí se llenó de fuegos artificiales de los que hacen luces y también ruido: sonaron durante más de cinco minutos, mientras a través de drones iluminados se formaba una Copa del Mundo también en el cielo.
Algunos edificios que dependen del Estado se iluminaron con inscripciones alusivas al Mundial y la bandera nacional, y en la fachada de los rascacielos más altos del Distrito Financiero de Riad podía leerse “2034″, el año en el que se llevará a cabo en este país el certamen deportivo más convocante del planeta.
Mientras Riad celebraba, organizaciones como Human Rights Watch repetían su preocupación. Según Michael Page, director adjunto para Medio Oriente y el Norte de África de esa organización, el torneo puede tener un “inimaginable costo humano”. Varios organismos vinculados a los derechos humanos manifestaron su preocupación por el “abuso de los trabajadores inmigrantes, la libertad de expresión y los derechos de las minorías”.
Ninguna de esas alarmas sonó este miércoles en Riad, una ciudad en la que lo que hizo ruido esta noche fueron las bocinas que le tuvieron más paciencia a la vuelta a casa porque tenían algo para festejar, y los fuegos artificiales de un anfitrión que ya confirmó que para albergar la Copa construirá o renovará once estadios y hará lo propio con al menos 185.000 habitaciones de hotel.
El país que compró un club de la Premier League -el Newcastle- y que convenció a estrellas como Cristiano Ronaldo o Karim Benzema para que mudaran su carrera a estas latitudes va por más. Y lo avisa haciendo ruido, en la calle y hasta en el cielo.