Los más memoriosos hinchas de Independiente y futboleros de ley tendrán en su cabeza la imagen de un futbolista moreno altísimo que pasó por las filas del Rojo en el segundo semestre de 1999. Fue después de la Copa América disputada en Paraguay que Luis Guadalupe fue contratado por el elenco de Avellaneda que por entonces era dirigido por César Luis Menotti y se preparaba para disputar la Copa Mercosur, en la que el hoy empresario e influencer convirtió un tanto histórico frente a Corinthians. En diálogo exclusivo con Infobae, el peruano contó por primera vez con lujo de detalles cómo fue su paso por Argentina. La discriminación que sufrió de chico, su fe en Dios y la respuesta a Andrés Ducatenzeiler, quien hace un tiempo lo señaló como el jugador al que más insultó en una cancha.
“Después de años voy a hablar. Desde el 99 que no hablo con ningún periodista argentino. Es la primera vez que que hablo de lo que me sucedió. De por qué no me fue tan bien, ¿no?, que la gente sepa realmente que siempre me quedé con esa espina”, es el adelanto de la nota a través de videollamada en la que en pocos momentos el Cuto deja de mostrar su sonrisa, la que lo caracteriza en las redes sociales. En su cuenta de Instagram ostenta más de 200 mil seguidores luego de haber sufrido un hackeo y arrancar de cero. Ese percance no significó nada a comparación de las barreras que la vida le fue poniendo desde que era pequeño, hermano menor de un total de siete y criado por su madre, que hacía malabares para salir adelante.
Se inició con la pelota en la Academia Deportiva Cantolao, club peruano que organizó torneos internacionales en los que llegó a jugar Lionel Messi cuando todavía estaba en las infantiles de Newell’s. Y paradójicamente su primer viaje fuera de Perú fue a Argentina, para disputar un campeonato en Paraná cuando tenía diez años. Becado al 100% debido al potencial que le veían, participó de una gira por Europa con la categoría 76. Pero recién el despegue se dio en uno de los equipos más grandes de su país, Universitario de Deportes, donde se terminó de forjar el sueño de ser futbolista profesional. Debutó en el año 1995 con apenas 18 años y jugó hasta los 39.
-¿Cuáles fueron tus orígenes en Perú?
-Mi sueño siempre fue sacar a mi familia adelante. Creo que esa fue mi motivación. Vengo de una familia muy humilde. Mi madre ha sido padre y madre para mí. Encontré en el fútbol un camino para poder cumplir mis sueños. Una vez cumplido mi sueño, pude cumplir también mi segundo sueño, que era comprarle una casa a mi madre. Eso es lo que siempre me mantuvo, esa fe, esa fortaleza de luchar en la vida. Mucha gente no sabe lo que uno tiene que que superar. La pobreza, el racismo, que la gente te vea raro porque desde muy chico siempre fui muy grande para la edad que tenía (NdeR: mide 1,96). Siempre sobresalía del resto de mis compañeros, entonces me daba cuenta de que tenía algo especial.
-¿Cómo fue ese día a día en tu infancia y en qué momento empezaste a tomar noción de que existía la discriminación?
-Mi mamá siempre me llevaba a las casas donde ella trabajaba. Lo extraño era que ella trabajaba en la casa de sus hermanos y la de mi abuelo. Ella cocinaba, limpiaba, planchaba, lavaba y hacía todos los quehaceres para su papá, mi abuelo, y para sus hermanos. Ella los atendía y yo estaba sentadito ahí esperando a ellos terminaran de comer para recién sentarnos en la mesa nosotros dos. Esas cosas me marcaron mucho y cuando fui creciendo dije “no quiero que mi mamá pase por esas cosas”. Entonces le pedí a Dios que me dé la posibilidad de ser futbolista profesional. Vengo de una familia en la que llevamos el fútbol en la sangre y las cosas se me empezaron a dar. Pero en el proceso pasé por momentos duros, el racismo, que te insulten o te discriminen por tu tamaño.
-¿En Argentina sufriste algún tipo de discriminación?
-Sinceramente yo pasé un momento muy bonito en Argentina. Yo me imaginé otra cosa, lo del racismo y cosas como esas. Pero no, no pasé ningún tipo de inconveniente allí. Al contrario, tuve un recibimiento muy bonito del plantel. Todos los que estuvieron en el 99 me trataron muy bien, incluso el Flaco Menotti, que en paz descanse, y el Profe Signorini.
-Estaban Gabriel Milito, el Cuchu Cambiasso, Forlán...
-Exacto. Y Sebastián Pena, Cristian Díaz, el Avión Ramírez, Caldera (José Luis Calderón)... Era una banda muy interesante. Uno también se hacía respetar. Yo era consciente también de que mi tamaño era imponente. Fui a la defensiva, pero después me di cuenta que el grupo era un buen grupo y de hecho en lo personal me quedé con esa espina de no poder seguir.
-¿Cómo llegaste y por qué creés que no funcionaste en Independiente?
-Fue fundamental que saliera campeón en Universitario y me recomendó Gustavo Grondona, que jugaba conmigo y era hijo de Don Héctor, presidente de Independiente. Era muy joven todavía. Llegué a préstamo por un año con opción de compra. El problema fue que llegué a Argentina después de jugar la Copa América en Paraguay y el plantel ya estaba haciendo la pretemporada en Argentina (NdeR: el 10 de julio fue el último partido de la selección peruana y el 28/7 debutó en Independiente por Copa Mercosur). Cuando llegué, creí que con mi físico iba a ser suficiente para jugar en Argentina, pero me costó. No te imaginas lo que me costó, una barbaridad, porque el plantel estaba volando con los trabajos en Villa Domínico. No sabes lo que eran los entrenamientos. Unas pasadas infernales con la cancha pesada por la lluvia. Esto lo cuento por primera vez, nunca me gustó justificarme. Si tengo que decir por qué no me fue bien, fue por el aspecto físico. Yo jugaba de lateral y a veces Menotti me ponía de volante. De lateral, había que pasar siete u ocho veces al ataque en un tiempo, entonces yo terminaba muerto. Un día Menotti me llamó para hablar y me dijo que no me veía bien. Me preguntó si me pasaba algo o estaba incómodo. Yo le dije la verdad, que me estaba costando mucho en el aspecto físico. Ahí el Flaco llamó al Profe Signorini para decirle que me hiciera un trabajo diferenciado del resto. Desde ahí empecé a mejorar con los trabajos del Profe, me sentía con más oxígeno. No tenía esa impotencia del ahogo de no poder más, que hacía que me bloqueara. Cuando me empecé a poner a punto, los resultados no se estaban dando y Menotti rescinde su contrato.
-Te diste el gusto de hacer el gol de la victoria en tu debut en Independiente, que significó la primera victoria de Menotti en Brasil. ¿Ese es tu mejor recuerdo?
-Sin dudas fue el momento más feliz que tuve en Independiente. Ese Corinthians fue campeón de Brasil ese año. Yo estaba en el banco, Menotti gira y me llama. El partido iba 1-1, me dijo que quería que jugara de volante, que fuera y viniera. Vino ese centro y anoté ese gol que para mí significó mucho. Era mi primer gol a nivel internacional y jugando en Brasil. Fue con el que ganamos el partido, imagina la alegría que sentí al ver que todos me felicitaban en el camerino. Quedó en la historia.
-¿Con Enzo Trossero te diste cuenta de que no ibas a tener lugar?
-Lo que me gustó de él fue que fue muy frontal y muy sincero conmigo. Me agarró un día después de un entrenamiento y me dijo que no iba a estar en sus planes, que la decisión de quedarme o irme era mía. Ahí Héctor Grondona me mencionó que Universitario iba a jugar Copa Libertadores al año siguiente y me sugirió que volviera allí y después viera qué hacer. Pero que la decisión era mía. Lo analizamos con mi familia y decidí volver a casa. Me fui muy agradecido con los hinchas y los dos comandos técnicos también. Uno que me llevó y el otro que me dijo cómo eran las cosas. También con mis compañeros, chicos muy respetuosos. Mi paso por Independiente me ayudó a darme cuenta de la realidad en la que vivimos muchos futbolistas peruanos, que creemos que estamos en un nivel alto, pero la diferencia con Argentina es abismal.
-¿En esa época también te manejabas con otros dirigentes? Hay uno que es más famoso por las redes hoy. Fue presidente de Independiente, hace poco te nombró y no de buena manera (NdeR: dijo que había sido el futbolista del Rojo al que más insultó en su vida). Andrés Ducatenzeiler, no sé si lo escuchaste, si tuviste trato y cómo te cayó su declaración...
-Lo tomo con toda la humildad del caso. Cuto Guadalupe se tiene que preocupar cuando no hablen de él. Por los lugares donde pasé, siempre he dejado huella. Me quedo con ese gol que le hice a Corinthians, que quizás para él no significó mucho, pero para las estadísticas sí. Y también con lo que dejé como persona, como ser humano. Lo más lindo del futbolista es cuando trasciende como persona. Me comporté educadamente en un club que me abrió las puertas y antes lo había hecho con Franco Navarro y el Trucha (Percy) Rojas, que sí dejaron huella en Independiente. Guadalupe solamente dejó un bonito gol, en Brasil y contra el campeón. Quiero pensar que no habrá sido la intención de esta persona decir esto. Nadie sabe lo de nadie, entonces la gente no sabe y puede opinar. Yo puedo decir que jugué en el fútbol argentino, en el mejor equipo, en el más copero, y pude hacer un gol. Un pequeño gol del que los hinchas de Independiente se acuerdan. Quizás no dejé otra huella como otros compatriotas, pero algo dejé. Eso a mí me da tranquilidad. Sobre su comentario, como dice un tema musical, “la crítica es lo que me mantiene”.
Tras su retorno a Universitario, Luis Guadalupe tuvo dos experiencias en Europa: militó tres años en el Mechelen de Bélgica y tuvo un paso más breve por el Veria de Grecia (con un nuevo regreso a la U en medio). Cosechó 16 presencias en la selección incaica y el epílogo de su carrera fue en su país: Juan Aurich (dos ciclos), León de Huánuco, Real Garcilaso, Universidad César Vallejo y Los Caimanes. Colgó los botines en 2015 y, aunque no acudió a un psicólogo para afrontar esta nueva etapa de su vida, sí reconoció que fue difícil reinventarse. A los dos años abrió un restaurante que tiene temática futbolera y la invitación a un show televisivo en el que bailó hizo que se potenciara su fama a nivel local e internacional. Hoy conduce “La fe de Cuto”, programa que va por YouTube.
-¿Te tengo que presentar como influencer, empresario o cómo? Tenés muchos seguidores en las redes y te siguen en todas partes del mundo, hay que asumirlo...
-Sí, sí. Me cuesta esa palabra porque no estoy acostumbrado. Prefiero más la palabra referente que influencer. Me suena más original y natural. Yo hago contenido más orgánico. Cuando tenía 100 mil seguidores, me hackearon y me pidieron 3.000 o 5.000 dólares para devolverme la cuenta. Y no, le dije a mi representante que empezáramos de cero. En mis redes, muestro quién es Cuto Guadalupe, no soy de hacer TikTok y esas cosas. Soy una persona que supo reinventarse gracias a su fe. Me cuesta decirlo, pero en Perú soy una persona muy querida. Y fuera de mi país también. En Miami durante la Copa América, nunca imaginé que chicos argentinos iban a señalarme ante sus padres porque me conocen por las redes con los comerciales que hago. Imagina lo que sentí cuando vi que me pedían una selfie.
-Encontrar rápido una nueva faceta y actividad te ayudó a sobrellevar el retiro del fútbol, ¿verdad?
-Es una buena pregunta. Es algo por lo que pasan todos los futbolistas, terminen bien o mal económicamente. Psicológicamente es duro. Yo nunca necesité un psicólogo, mi psicólogo ha sido mi mi madre y, mi motivación, Dios. Cuando te retiras, sientes que no sirves para nada. Mucha gente dice que los futbolistas lo único que saben es patear una pelota, entonces automáticamente piensas que es así y te vas haciendo daño. Cuando se acerca el final de la carrera, te entra una depresión terrible que no quieres levantarte de tu cama, no quieres hacer ningún tipo de ejercicio. Por eso es que muchos futbolistas uno los ve que se retiran y están gordos, otros descuidados o se descuidan por completo. Entonces es ahí donde tiene que entrar esa fortaleza mental, algunos siguen el proceso con tratamiento profesional y otros, como mi caso, no. Yo recibí ese aliento de mi familia para salir adelante, eso me ayudó a reinventarme y pensar que podía hacer otras cosas también. Que no solo tenía que seguir la carrera de entrenador, ser empresario o periodista deportivo. Y se me fueron abriendo varias puertas.
-¿En qué momento hiciste el click para rediseñar tu forma de vida?
-El haber estado en “El Gran Show”, que es un programa de baile número 1 en Perú, cambió mi vida por completo. Ya estaban las redes y ahí empezó todo. La gente conoció a un Cuto Guadalupe en otra faceta y eran un programa que iba los sábados para toda la familia. Además, se veía en todas partes del mundo, cuando viajaba, me identificaban con el show. Ahí me fui dando cuenta de que ese era el camino. Y adecuarse a la actualidad también. Llegó la propuesta para mi programa, que ya lleva tres años y medio. Tengo mi restaurante, represento a muchas marcas internacionales y estoy muy activo en las redes.
-¿Tenés contacto con algún ex compañero de Independiente?
-Hace muchos años, en una final de la Copa Libertadores, pude encontrarme con Forlán. Pensé que no se iba a acordar de mí, pero me vio y me dijo “para ti no pasan los años”. Increíble.
-¿Qué consideración tenés sobre Luis Advíncula, que no está pasando por un buen momento en Boca?
-Sabes que yo lo recibí en 2009, cuando estaba en el Juan Aurich. Él tenía 18 añitos. Profesionalmente lo considero mucho, lo considero como un hijo. Me encanta cómo ha evolucionado, lo que ha logrado, ganarse un nombre en Boca, en el fútbol argentino y a nivel mundial también. Pero el fútbol es así, se puede ser héroe y al día siguiente villano. Es una persona que se deja llevar mucho por la emoción, entonces a veces uno quiere hacer cosas para ganarse a la hinchada cuando él ya no necesita eso. Cuando ves esa falta infantil de un jugador de selección (por sus expulsiones ante Cruzeiro en Sudamericana y Vélez en Copa Argentina) piensas qué le pasó. Él tiene algo como futbolista que también me pasaba a mí, que a veces se bloquea. Entonces confunde las cosas y se sale del partido con una falta tonta que no era necesaria y que ni un juvenil haría. Así como ha cometido un error, tengo la certeza de que va a salir adelante. Luis se ganó el cariño de todos los hinchas de Boca, ahora tiene que levantarse y seguir, porque así es la vida. A veces las cosas pasan por algo y esto le sirve para pisar tierra. De vez en cuando el ego y la vanidad nos juega en contra; él no puede perder la humildad que tiene. Conozco a su familia, sus padres y sus hijos. Ahora tiene que levantarse y demostrar de qué está hecho.
-¿Cómo ves el presente y futuro de la selección peruana?
-Se nos vienen momentos duros. Venimos de una generación nueva. Muchos ya están terminando su ciclo. El caso de Paolo Guerrero, que es un un futbolista que ha dado la vida por por la selección, un referente al que se lo va a extrañar mucho, así como en su momento a mi sobrino Jefferson Farfán. Ahora les toca a los Oreja Flores, a los Polo, que son chicos. E ir pensando en el trabajo que viene realizando el Chemo Del Solar, proyectar al futuro, a largo plazo. No es una casualidad lo que se está dando. La de hoy es nuestra realidad, no tenemos más, entonces hay que darle la oportunidad a los jóvenes para que jueguen. Acá les llaman jóvenes a los que tienen veintitantos años, pero en Argentina debutan chicos a los 16. Hay que darles roce desde esa edad para que se preparen para lo que viene. La generación que se fue dejó la vara muy alta y necesitamos futbolistas con hambre de gloria. Hay muchos futbolistas que son conformistas, que ni siquiera aspiran a jugar en el extranjero. Si analizas, en Perú hay muy pocos futbolistas que salen al extranjero porque están muy cómodos acá. El reflejo del nivel de los equipos se refleja en los campeonatos internacionales como la Sudamericana y la Libertadores, ahí es donde tienes que medirte para saber de qué estás hecho. Si no te preparas para la alta competencia, es muy difícil que el entrenador te vea para la selección. Ahí están los mejores y para obligar a que Fossati, un entrenador con experiencia, te vea, debes demostrarlo durante todo el año, no en un partido.