Una puerta de vidrio es el acceso a una dimensión desconocida. Un pasadizo secreto que une dos mundos como en una película de ciencia ficción. Fabricio Recavarren espera en el ingreso de su casa y dice que allá a la izquierda, luego de subir la escalera junto al portón de ingreso, atravesando los juguetes de los hijos, está el portal mágico. Un enorme escudo de Estudiantes de La Plata que reza “Museo Pincha Heriberto Recavarren” no se presta a la confusión, por más que el camino hacia el dorado obliga a atravesar una jungla de dinosaurios de plástico coloridos en desuso, pelotas de niño y espacios mundanos de una vivienda familiar. El enorme tesoro llena los ojos futboleros. Dan ganas de zambullirse.
Más de medio millar de camisetas de juego y miles de artículos de todo tipo en un espacio perfectamente ordenado, ubicado de modo tan preciso que apenas quedan hendijas para que circule el aire. “Me quedó chico ya...”, dice Fabri. Y aclara: “Mi idea es extenderlo un poco porque ya no tengo lugar”, mientras señala en silencio la sala contigua. Entre las casacas, entradas de partidos icónicos, viejos carnets de socios, sillas y butacas del viejo estadio o la venda que alguna vez usó Juan Sebastián Verón, apenas se puede caminar en un bloque que no tendrá más de cuatro metros cuadrados. Fabricio es un custodio de la historia de Estudiantes de La Plata, un apasionado, uno de esos fanáticos del fútbol que cargan el gen de la pasión extrema. Un tipo normal que un día labura en el servicio penitenciario y al otro está persiguiendo pepitas preciosas de los 125 años de vida del Pincha. Puede ser una remera de la Bruja; o un ticket de ingreso para el legendario partido contra el Manchester United.
“En su momento las camisetas las fui contando, pero ahora medio que me perdí... Tendría que hacer un registro de todo. En camisetas, arriba de las 600. Después, en artículos, debe haber 1500 más entre banderines, entradas, de todo”, repasa de memoria. Las casi 2 mil publicaciones del Instagram que le creó a su museo privado –que lleva el nombre de su viejo, ex jugador del club platense– no alcanzan a hacerle justicia al espacio. “Yo venía guardando cosas, pero arranqué fuerte en el 2004 o 2005. Un compañero de trabajo me regaló un repasador del año 68 de Estudiantes, del Topo Gigio con la Copa del Mundo. Era una cosa antigua, de la abuela, y ahí dije ‘qué buenas las cosas antiguas’ y empecé a buscar, me empecé a meter, a comprar, y bueno... No paré”, relata dibujando una comisura en su rostro.
El “no paré” no es un término metafórico, es una estricta realidad. Armó un circuito de búsqueda virtual que revisa con precisión militar a diario. Movilizó su vida en torno a un hobby que ya traspasó las barreras. Comenzó con las cosas arrumbadas en la casa de sus viejos, le destinó un pequeño espacio en el primer territorio marital y una vez que diseñó su vivienda lo primero que enfocó en su cabeza fue en crear un pequeño museo donde pasar las horas ociosas. “Estoy mucho acá, disfruto de esto”, reconoce; aunque aclara: “¡No, no se usa nada! He llevado alguna que otra vez a la cancha, pero por miedo que me quemen con un cigarrillo, me tiren un vaso encima o se manchen, nunca más”.
— ¿Cuánto dinero invertiste acá? ¿Esto tiene un precio? ¿Existen los precios en el mundo del coleccionismo?
— No, en realidad no. La plata que tengo acá... No sé. No lo sé porque son cosas que ya llevo 20 años coleccionando. Vas comprando día a día cositas, banderines, entradas, lo que sea. Acá o afuera, porque compro mucho afuera. No tengo la cuenta, pero tampoco quiero hacerla la verdad. No hay valores. Te puede pedir lo que el vendedor pretende y después está lo que el comprador quiere pagar. No es que una camiseta del año 80 valga “equis” y una de los 90 valga... No, no hay. Y también varía mucho de acuerdo al club. Algunos obviamente valen mucho más, otro menos porque tienen menos coleccionistas. No hay rango de precios estipulados.
— ¿Cuándo empezaste a armar este espacio?
— Cuando arranqué vivía con mis viejos y en mi habitación, en un placar, le fui destinando un lugar a las camisetas y los artículos los tenía guardados en una caja. Cuando me casé y nos mudamos a un departamento le destiné un lugarcito en el living. Quedaba justo un sector, un cuadrado, y ahí arranqué. Fue el primer museo digamos, que los amigos venían a casa y se encontraban al costadito con el museo. Era mucho más chiquito. Y cuando nos mudamos acá, ya quería una habitación destinada al museo.
— ¿Qué fue lo que más te llenó de tener el museo?
— Tengo guardado un mensaje de Sebastián Verón, que lo contacté y él sabía de mi colección. Le mandé un video, me felicitó y demás. Lo guardo como un tesoro porque para nosotros es el jugador y dirigente más preponderante de la historia.
— ¿Hiciste locuras por conseguir cosas?
— Y sí, he viajado para buscar camisetas. Me he metido en lugares raros. O incluso tenía a los nenes dormidos y apareció algo que habían publicado en redes. Los cargué dormidos en el auto como estaban y me fui a buscar la camiseta. Locuras he hecho bastantes. Porque en el coleccionismo si aparece una camisetas y no estás en el momento, hay otro coleccionista que está antes que vos y se la lleva.
— ¿Y te pasó desde el lado emotivo que venga algún familiar de un jugador y te diga prefiero que lo tengas vos?
— Sí, han aparecido familiares de jugadores o dirigentes que me contactaron y me regalaron cosas que vos decís... Te dejan helado. Son cosas que no ibas a encontrar en otro lado y que te lo den porque tenés un museo. O te escriben y te dicen: ‘Fabricio, vi lo que tenés ahí y te quiero regalar esto que era mi papá; o esto que era de mi abuelo’.
— ¿Como qué?
— Y, mirá, carnet de dirigentes o banderines antiguos de la década del 50 que tenían en la casa. Un camiseta por ahí son cosas que aparecen, pero un banderín del 50 no aparece, son cosas que generalmente no están. La verdad que es increíble.
— Se ven mil cosas exhibidas, pero hay algo que llama más la atención y está exhibido de modo especial que es el saco celeste, ¿de quién es? ¿qué significado tiene?
— El saco es de Hugo Spadaro, lo tenía la familia y me lo dio. Estudiantes en el 69 gana la Copa Libertadores, la segunda Libertadores, y va a jugar la Intercontinental con Milan a Italia. Este traje es de la gira por Europa. Disputó la final Intercontinental y creo que jugó algunos partidos más, aprovecharon y se quedaron. Este traje celeste es un tesoro, porque además tiene todo el escudo bordado con hilos dorados. Después también hay una campera de Bilardo del 82 que se la compré a un hincha caracterizado de acá de La Plata, que se la había regalado el Doctor. También hay un buzo de entrenamiento de los 80, medallas, un poco de todo...
Ese ambo celeste pastel intenso es hipnótico. Entre la fila de colores rojos y blancos que predominan en el ambiente se apodera de la atención de cualquiera que cruce la puerta. Montado sobre un maniquí, es una gema estética del deporte, una obra única, verdaderamente artesanal, imposible de replicar. El escudo que emula al histórico banderín está bordado a mano, con las imperfecciones perfectas del trabajo humano único e inigualable. Una combinación de hilos dorados, rojos y blancos se montan sobre la hoja de roble, la insignia que el club adoptó como propia hace casi una década como símbolo de fortaleza y perdurabilidad. El escudo se complementa con el hilado dorado de “Argentina” sobre una fina línea celeste y blanca. En época de producción en masa, esta prenda es un eslabón perdido.
— ¿Cómo se hace para corroborar la veracidad de las prendas?
— Hoy en día es más fácil porque con el correr de los años uno se va entrenando y vas sabiendo distinguir, vas aprendiendo de otros coleccionistas. Esto era así, la etiqueta era de tal modo, o las costuras; o las costuras del número. Generalmente si viene directamente de algún ex jugador o algún familiar del jugador, ya es como que viene de otro lado y te quedas más tranquilo, confiás de la procedencia.
— ¿Hay algún método? ¿Buscas en fotos?
— Sí, se investiga. Es un proceso de investigación con videos, con diarios, con revistas. Lo que más se complica es de los años 70 o 60, que no había tanto. Más para atrás también. Entonces tenés que buscar alguna foto en particular donde se vea de un lado, si la franja central es roja, cómo era el cuello. Te vas fijando los detalles.
— ¿Cuántas horas dedicas a buscar cosas para el museo o investigar?
— Y... Bastante, bastante. Busco cosas por Internet o me meto en las redes para ver si aparecen camisetas. Como te decía, si alguien publica algo y capaz no lo viste en el momento, perdiste. Tenes que estar constantemente con el teléfono, la PC, viendo, buscando, metiéndote un ratito a ver qué apareció. Eso es rápido. Me pasó que apareció un cuadro, un lindo cuadro de Estudiantes del 67 que tenía las imágenes de los jugadores y al lado los autógrafos de todos. Lo vi, le escribí a la persona y me dijo: “Lo vendí”. Y hacía 20 minutos lo había publicado. Tenes que estar constantemente, porque me ha pasado de perder muchas cosas y después te lamentás. Pero son las reglas del juego.
— ¿Te quedó alguna espina de algo que se te escapó?
— Con alguna entrada de las finales. Me faltan las entradas de las finales Intercontinentales de Estudiantes. Me faltan las de Milan (1969) y Feyenoord (1970) acá en Buenos Aires, que se jugaron en La Bombonera. Después de Manchester tengo de acá y de allá. Las de Milan y Feyenoord tengo la de los partidos de allá. En dos oportunidades se me escaparon esas entradas, que para algunos es un papelito pero para mí son importantísimas porque son historia pura. Todavía las sigo buscando. Se me escaparon dos veces y me pongo mal a veces.
— Y dentro de tu colección, ¿qué es lo que más orgullo te da tener?
— Lo que más soy de tocar y palpar son las camisetas. Tengo camisetas importantes, lindas, que para la historia de Estudiantes son reliquias. Como por ejemplo tengo una de la primera final con Palmeiras del 68 de la primera Libertadores que gana Estudiantes, de Carlos Pachamé. Después tengo una de Verón del Mundial de Clubes con Barcelona. Y la camiseta más importante en lo sentimental que tengo es la de mi viejo, para mí es el tesoro más grande del museo. Lo perdí hace tres meses, así que imaginate que es súper importante para mí esa camiseta.
— Tenés muchas cosas que conseguiste en el exterior también...
— En la década del 60, Estudiantes jugó muchos partidos en el exterior. Me meto mucho en páginas de compra y venta, en subastas extranjeras. He conseguido muchas cosas. Traje camisetas de varios lados, de Japón. Había una camiseta de una gira de Estudiantes en el 90 por Taiwán. Artículos también de Holanda, banderines del partido con Feyenoord. De Italia... De muchos lados, porque Estudiantes jugó en muchos lados y siempre algo de Estudiantes en alguna parte del mundo hay.
El coleccionismo en el mundo del fútbol creció exponencialmente en los últimos años a la luz de los sitios de compra/venta y las redes sociales como espacio de intercambio; al mismo tiempo que las réplicas se desarrollan cada vez con mayor perfección. Fabricio es un verdadero custodio de la historia de Estudiantes, pero también del fútbol argentino. Infobae es uno de los escasos privilegiados que tienen acceso a este espacio, que para algunos es simplemente la habitación de una casa, pero para otros es uno de los museos más interesantes del país; al menos que se conozca, ya que muchos coleccionistas eligen resguardar sus objetos en la intimidad. Pero Fabricio decidió abrir las puertas al menos de modo virtual, compartiendo imágenes en sus redes con más de 11 mil seguidores.
— ¿Alguna vez pensaste que acá hay un pedazo de la historia?
— Por ahí a veces caigo cuando publico un video o me hacen una nota. Y coleccionistas de otros equipos de acá o de afuera te escriben para decirte: “¡Lo que tenés ahí!”. Ahí caigo un poco y digo: “La verdad que es importante”. Pero como que no le doy mucha importancia a eso. Es una pasión, primero porque soy enfermo del club, fanático. Es un hobby que me gusta. Pero además es ir guardando la historia de tu club.
— ¿Mucha gente te pide venir a visitarlo?
— Claro, pero está en mi casa y obviamente por motivos de seguridad... Muchas veces me escriben por Instagram: “Fabricio, ¿puedo ir a verlo? ¿En qué horario está abierto?”. Le digo que es mi casa, que es particular, y no puedo hacer ingresar a gente que no conozco por motivos de seguridad. Trato de explicárselo a la gente.
— ¿Y cómo sigue esto? ¿hasta dónde?
— Mirá, cuando arranqué hace 20 años no sabía que iba a llegar 20 años después a seguir coleccionando. No tengo una meta. Tengo que tratar de conseguir las camisetas y artículos que me faltan. Hay un montón de cosas de Estudiantes, porque es un club que jugó muchos partidos amistosos, muchas giras. Banderines, afiches, entradas, un montón de cosas que me gustaría tener. Entonces no sabría decirte. Hubo chicos que se han cansado. Me dicen: “Me cansé, empecé a vender la colección”. Yo, por el momento, gracias a Dios, no me cansé. Me gusta. Tengo dos varones. Ojalá el día de mañana mis hijos puedan continuar con esto si les gusta. Y si no quieren continuar, por lo menos que lo cuiden. Pero no me pongo a pensar. Es día a día, conseguir cosas y disfrutarlas. Yo disfruto mucho estar acá, es mi lugar.
EL MUSEO DE ESTUDIANTES DE LA PLATA
Fotos y videos: Diego Barbatto
Edición audiovisual: Agustín Brescia