La trágica historia de la buceadora Audrey Mestre y las dudas sobre su muerte mientras intentaba batir un récord

La atleta francesa buscaba dejar su nombre en lo más alto cuando una serie de negligencias, que despertaron varias hipótesis, terminaron con su vida

Guardar
El trailer de Back to the abyss

¿Quién no jugó cuando era un chico a ver cuánto tiempo aguantaba la respiración debajo del agua? ¿Y hacer una carrera con un amigo a ver quién llegaba más rápido a tocar el piso de la pileta y volver?

Sin embargo, de ese inocente juego de niños a la práctica de uno de los deportes extremos más letales del mundo hay un inmenso recorrido. Años de práctica y arduos trabajos corporales y mentales que sólo un puñado de atletas logra soportar. Para tener una idea de las cosas a las que se someten los apneistas, hay que remarcar que todo depende de cuánto está dispuesto a arriesgar cada uno de ellos. La apnea es un desafío con uno mismo en el que está en juego la valentía o la imprudencia de cada uno en llegar lo más lejos posible.

Audrey Mestre fue una de las deportistas más reconocidas en este universo submarino. La francesa estaba destinada a practicar disciplinas acuáticas, sobre todo después de alzarse con una medalla de oro en natación (25 metros libres) a los 3 años. Pero pocos iban a imaginar que el lugar donde ella era feliz, también iba a terminar siendo su tumba.

Su historia de amor con el buceo comenzó a los 13 años, cuando la oriunda de Saint Denis, alentada por su abuelo y su madre, empezó a dar sus primeros pasos. Su facilidad por sumergirse era tal que para los 16 ya mostraba orgullosa su licencia de buceadora recreativa.

Poco a poco fue enamorándose de este deporte, hasta que en 1996, con 22 años, terminó de aferrarse a él tras conocer personalmente a Francisco Pipín Ferreras, el apneista cubano reconocido mundialmente por batir diferentes récords. Para ese entonces, Mestre no quería perderse la oportunidad de verlo y decidió viajar al evento de buceo libre (sin tanques de oxígeno y a fuerza de pulmones) que Pipín había organizado en Cabo San Lucas, México.

Casi sin quererlo, la atracción que ambos sentían por este deporte acuático los unió. Después de una amena charla, y una invitación a un entrenamiento personalizado al día siguiente, que ella aceptó sin titubeos, Mestre ya estaba dentro del equipo de buzos de seguridad del cubano. La conexión fue tal que ese mismo año no sólo los llevó a practicar juntos la disciplina sino también a convivir en Miami.

Cabe destacar que, a partir de allí, la francesa comenzó a interesarse por el buceo libre (denominado No Limits), una modalidad que se basa en descender a grandes profundidades sin un tanque de oxígeno para luego subir con la ayuda de un globo que lleva al atleta de vuelta a la superficie rápidamente.

Audrey viajó a conocer personalmente a Ferreras
Audrey viajó a conocer personalmente a Ferreras

Ferreras no se equivocó al ver las habilidades de su pareja durante el entrenamiento que habían compartido y, ya como su entrenador, en 1997 Mestre batió su primer récord cuando el 29 de mayo se sumergió a 80 metros de profundidad en la isla Gran Caimán. No satisfecha con eso, al año siguiente rompió su propia marca al descender a 115 en la categoría mixta con su novio, que ya estaba pronto a convertirse en su marido.

Tras cosechar otros grandes registros a nivel individual, colectivo y mixto, el 2002 iba a marcar el año de Audrey Mestre.

Para abril iba a conseguir su primera hazaña en Fort Lauderdale (Florida, Estados Unidos) al alcanzar 130 metros de profundidad en apenas 1 minuto y 56 segundos. Cabe destacar que durante todo el descenso, el apneista va acompañado de un trineo que lo conduce por un cable y el desafío extremo se centra en los movimientos técnicos, la concentración y el esfuerzo por soportar la intensa presión a la que se someten los atletas al bajar durante tantos metros.

“No creo que yo tenga nada en especial, sólo la suerte de vivir con una persona extraordinaria en quien confío y que me transmitió sus 15 años de conocimiento y experiencia como profesional”, reconocía Mestre tras volver a la superficie aquel día.

“Me sorprendió haber logrado los 130 metros hoy, pero pienso que puedo ir mucho más profundo en el futuro con el mar en mejores condiciones”, consideraba en declaraciones a la prensa, recogidas por Sportalsub.

Sin embargo, mientras hablaba con los medios, la estadounidense Tanya Streeter, que venía escalando en sus performance, se preparaba para destronarla tiempo después al superar la barrera de los 130 y elevarla a los 160 metros.

Fue entonces cuando todo se volvió oscuro.

Ferreras se convirtió en su entrenador
Ferreras se convirtió en su entrenador

Decidida a vencerla y volver a dejar su nombre en lo más alto, Mestre se propuso batir el récord del mundo absoluto: el 12 de octubre del 2002 protagonizó su última inmersión.

Con 28 años, se presentó en República Dominicana con el objetivo de alcanzar los 171 metros de profundidad. Todo estaba listo y, según los reportes de aquel entonces, ingresó en las aguas de Bayahíbe (en la costa del Caribe) a las 18:30 GMT, la última vez que la vieron con vida.

Durante el descenso, alcanzó la marca que se había propuesto sin grandes problemas después de haberse preparado para ello durante cuatro meses, pero al momento de regresar a la superficie, algunos camarógrafos y reporteros que se habían hecho presentes en el lugar para capturar la hazaña en vivo comenzaron a notar gestos extraños entre los expertos. La espera se hacía larga y empezaban a temer lo peor.

Una serie de eventos desafortunados le provocó la muerte. En lo que respecta al globo elevador, al que los apneistas se aferran para regresar, tuvo un fallo técnico que le impidió subir con rapidez. Habitualmente, el máximo previsto que puede pasar un atleta bajo el agua es de tres minutos, de hecho su marido se había sumergido a 162 metros en 3 minutos y 12 segundos. El cuerpo de Mestres llegó a la superficie después de 8 minutos y 41 segundos, una eternidad (el récord de apnea estática, incluso, estaba fijado en 1995 en 7 minutos y 35 segundos).

Pero, ese no habría sido el único error. Según los reportes, la falta de buceadores auxiliares (solo dos cuando regularmente son entre 10 y 12) y un equipo médico de reanimación poco preparado, terminaron de provocar la muerte de una de las mejores apneistas del mundo, que llegó al hospital Doctor Canela acompañada de su marido y sin signos vitales.

En octubre del 2002 se produjo el trágico descenlace
En octubre del 2002 se produjo el trágico descenlace

Tres semanas después de su fallecimiento, la IAFD (Federación Internacional de Buceadores Apneistas), entidad encargada del evento, prefirió guardar silencio y sólo se pronunciaron para comunicar que no iban a dar a conocer las causas de su muerte, sembrando un manto de dudas sobre el caso.

Ese año, mientras incluían a Audrey Mestre en el Women Divers Hall of Fame, las sospechas sobre su fallecimiento comenzaron a florecer con un apuntado inesperado: Pipín Ferreras, quien en ese momento era el presidente de la IAFD.

Si bien las investigaciones oficiales calificaron la muerte como accidental, las voces anónimas señalaron a su marido, mientras que para ese entonces se conoció que atravesaban problemas de pareja con un posible divorcio en camino. Al mismo tiempo, los medios franceses que cubrieron el caso llegaron a considerar que el cubano estaba celoso de los logros de Mestre, quien en tan solo cuatro años de haber comenzado a practicar ese deporte ya se había convertido en una de las referentes.

Entre las informaciones que trascendieron, se conoció que Francisco Ferreras fue el último que estuvo en contacto con el globo elevador, ya que él había sido el encargado de la verificación del aparato.

Para contrastar esa información, Pipín publicó “En el abismo azul: una historia de amor y obsesión”, un libro en el que contó su versión de lo que ocurrió aquel día. Además, al año siguiente, el cubano decidió realizar la misma inmersión que la que había hecho su esposa a modo de homenaje. El recorrido, en el que superó su marca personal por ocho metros (de 162 a 171) fue inmortalizado por el reconocido director, guionista y productor James Cameron, material que luego iba a utilizar en un proyecto (The Dive) que estaba ideando para recrear la historia de Mestre, pero que finalmente abandonó en 2012.

Desde aquel entonces, hasta ahora, las polémicas continúan vigentes y se hacen notorias sobre todo en las redes sociales oficiales del cubano. “¡De acuerdo! Entonces, si tú estabas a cargo de su tanque y no le permitiste a nadie acceder a él, ¿qué sucedió?”, es uno de los tantos comentarios que aparecen en sus posteos de su cuenta de Instagram.

Hoy las cenizas de Mestre vagan por las aguas de Miami, donde solía entrenarse junto a Ferreras.

Pipin Ferreras entrena en 2024 una inmersión
Guardar