Claudio Leonardo Rodríguez, más conocido como el Rata, tiene una de esas historias lindas, y de superación constante, para contar. El oriundo de Santiago del Estero llegó a Buenos Aires con 16 años para cumplir el sueño de jugar en Boca Juniors, el club de sus amores. Cuando le llegó la oportunidad de ir a probarse a la Candela, ex predio de entrenamiento xeneize, tras esperar unos meses, tuvo dos dificultades importantes: el Club Mitre, donde había debutado un año antes estaba intervenido y, además, le tocó unirse al servicio militar.
“Hice los dos meses de instrucción en Bahía Blanca y estaba por irme a Tierra del Fuego, pero al final me mandaron a Buenos Aires, al Edificio Libertad, aunque no podía jugar. En ese momento, gente de la Marina me ayudó para que me autoricen para jugar en Boca, porque ya no pertenecía ni a Mitre ni a mi madre ni a nadie, sino al Estado. Cuando me habilitaron, Carlos Aimar me subió a la Reserva para enfrentar a Rosario Central. El Cai me entregó la camiseta 11 y me dijo ‘jugá como jugás en la Cuarta, nadie te va a decir nada’. Ahí comenzó todo”, explica el santiagueño.
El Rata tuvo un recordado paso por la Primera del club de la Ribera entre 1989 y 1993, donde compartió equipo con figuras de la talla de Gabriel Batistuta, Diego Latorre y Carlos Navarro Montoya. Fue dirigido por Oscar Washington Tabarez, con quién tuvo diferencias en la época de Halcones y Palomas. Luego, lo tuvo a Jorge Habegger en uno de los momentos más difíciles en la historia boquense, y a Cesar Luis Menotti quien llegó para terminar con los problemas de vestuario.
“Cuando regresé en 1993, la situación en Boca ya estaba mal, bravísima. Llego al vestuario en el Hindú club y cuando entro, estaba el grupo dividido. De un lado, el grupo de Carlos Fernando Navarro Montoya, José Luis Villarreal, Hugo Musladini. Del otro lado, estaban Alberto Márcico, Blas Giunta, Carlos Tapia y Juan Simón. Ingreso al vestuario y pregunto: ‘¿A qué grupo voy?’. Me agarró el Mono y me dijo: ‘Vení Claudio, vos venís conmigo’”, revela el ex atacante.
Su apodo era un distintivo en aquella época de Brandsen 805. Delantero ágil, con buena velocidad, esas características lo llevaron a integrar el plantel campeón de la Copa de Oro Sudamericana 93 y de la Recopa Sudamericana 90. Con la Azul y Oro disputó 52 partidos, anotó 8 goles y dejó un buen recuerdo en sus dos etapas. Luego, su carrera tuvo pasos por Universidad de Chile, Alvarado, San Martín de Tucumán, Atlético Tucumán, Nueva Chicago y Douglas Haig hasta que llegó a Bolivia en el 2000 para jugar en San José, Oriente Petróleo y Deportivo Guabirá.
El santiagueño se retiró con 38 años con la camiseta de Atlético Ñuñorco de Tucumán. Desde entonces, vive en Santa Cruz de la Sierra. Fue entrenador de equipos bolivianos del ascenso, trabajó en una casa de delivery haciendo empanadas santiagueñas con “la receta que me dio mi mama “, y se radicó en Bolivia junto con su señora Rosario y sus hijos Claudio, Luciano y Florencia. Hoy, se encuentra alejado del fútbol y trabaja en un restaurante familiar como mozo y da una mano en la cocina.
En diálogo con Infobae, además de repasar su carrera, a los 56 años, confesó la penosa situación que vivió en 2004 cuando fue detenido por supuesta tenencia de drogas. Regresando a su ciudad natal, lo confundieron con una persona de su mismo nombre y apellido que había entregado una encomienda unos días antes con supuesta cocaína. Pasó varios días duros y difíciles en el Penal de Villa La Rosa, y con el paso del tiempo, lo bajaron a preventiva. “Gracias a Dios, se aclararon las cosas y salí libre de culpa y cargo, absuelto. Yo iba de viaje en micro a mi casa, a Santiago del Estero y me pararon. Unos días antes, habían secuestrado una encomienda de un tal Claudio Rodríguez, pero no era yo”, cuenta sobre ese difícil episodio que tuvo que vivir.
- ¿Qué es de tu vida, Claudio?
- Estoy viviendo con mi familia en Santa Cruz de la Sierra. Soy director técnico de fútbol y hace poco dirigí al Royal Pari de Bolivia. El año pasado estuve en el Real Santa Cruz para ver si lo podía sacar de la zona del descenso y lo logré. Quedé a seis puntos de clasificar a zona de Copa Sudamericana. Me fui cuando faltaban once fechas porque no sentí el apoyo del club. En otras palabras, los dirigentes se querían meter mucho en mi trabajo. Entonces, di un pasito al costado. Es el mejor equipo de Santa Cruz, catalogados por todos. Fui elegido tres veces el entrenador de la fecha.
- ¿Estás en la búsqueda de una oportunidad laboral?
- Sí, estuve a punto de llegar a Unión Comercio de Perú, pero no se dio porque pasó algo lamentable: falleció el dirigente que me iba a llevar a trabajar. Cuando iba a viajar, le agarró un paro cardíaco y tuvieron muchos gastos. No se dio por eso, y me parece muy bien, porque el club se tuvo que hacer cargo.
- ¿Siempre estás ligado al fútbol?
- Sí, siempre ligado al fútbol, en su momento como jugador y hoy como director técnico. Cuando dejas de jugar o de entrenar, a pesar de que hiciste una buena campaña, te cuesta volver a dirigir. Pero siempre tengo la ilusión de dirigir en otros países, también. Me gustaría dirigir en el Nacional B y estuve hablando en Mitre de Santiago del Estero, pero todavía no se dio. Es el deseo que tengo.
- ¿Tenés un buen pasar económico para estar un tiempo sin trabajar o necesitas hacerlo cuanto antes?
- Estoy bien. Con mi señora tenemos un restaurante y cuando no dirijo, estoy en el negocio. Ayudó con ser mozo y me pongo el overol, no se me caen las manos. Cuando uno tiene hijos, no se fija cual es trabajo que uno tiene para mantenerlos. Estoy en una etapa en la que tengo que trabajar de lo que sea. El trabajo es trabajo. Si hubiese sido joven, tal vez diría que no voy a atender en el local. Ahora, tengo obligaciones, así que atiendo a los comensales y me meto en la cocina para cocinar. No se gana mucho. Encima, en los clubes bolivianos no son cumplidores con el pago. A mí, el último club de Santa Cruz me quedó debiendo tres meses y no le cobré, porque esto da vueltas y tal vez mañana me llamen, y la idea es mantener el círculo, pero sí debo tener algo para matar el tiempo. Cuando estás sin equipo, lo que mata es la rutina y estar sin trabajo. Me despierto, estoy en mi casa sin hacer nada. Cuando dejé de entrenar, al segundo o tercer día me empecé a fatigar.
- ¿A qué edad te fuiste de Santiago del Estero para probar suerte en Boca Juniors?
- A los 16 me fui para Newell’s de Rosario. Estuve menos de un mes, porque Mitre de Santiago estaba intervenido y no había con quién arreglar. Entonces, no me acostumbré y hablé con la cocinera de Newell’s y le pregunté: “¿Cuál es el micro que va a la terminal para volverme a Santiago? Me quiero ir a mi casa”. Me respondió: “Espera hasta mañana, a ver si mejoran las cosas”. Como no jugaba, ni tenía el pase, tomé el micro para ir a la estación, y de ahí me subí en el tren que me llevaba a Santiago del Estero. Llegué a mi casa, y mi papá no me permitió ingresar. Él estaba de espaldas, me miró y observé al mismísimo diablo. Me dijo: “¿Qué haces acá? Si te escapaste, te volves como viniste”.
- ¿Qué le dijiste?
- La verdad, que como no tenía el pase, me dijeron que me venga nomás. Me respondió: “Espera en la puerta, no entres”. En ese momento, no había celulares. Se fue al trabajo, a la Cámara de Diputados porque trabajaba allí, y llamó al club rosarino para verificar lo que le había dicho. Le dijeron que estaba bien que haya vuelto a Santiago del Estero porque no querían que deje la escuela. Cuando volvió mi papá, recién ahí me hizo pasar a la casa (risas). Empecé a jugar en Mitre nuevamente y me llegó la oportunidad de ir a probarme en Boca. Un conocido me hizo una carta de recomendación y viajé hacia Buenos Aires. Llegué a Boca y no jugaba de delantero, sino de volante por derecha. En la primera prueba, me hicieron esperar e ingresé para hacer un poco de fútbol. Me tocaron el balón en el primer partido y se la pasé al delantero para que haga el gol. Inmediatamente, toca el pito el entrenador y me dice “salí, espérame afuera”
- ¿Estabas sólo?
- No, con mi papá, a quien le dije “nos vamos”. Él me respondió: “Esperemos a ver que nos dice Ernesto Grillo, el técnico”. Esperamos dos horas hasta que él salió del vestuario, lo encaramos y le preguntamos “¿qué hacemos?”. Nos respondió “no pasó nada, voy a ir hablar para que el chico se quede. Jugó poco, pero no hace falta que lo vea mucho, tiene condiciones”. Estuve un año sin jugar en Boca porque no tenía el pase, ya que Mitre estaba intervenido. Al otro año, me tocó hacer el servicio militar en Bahía Blanca. Pero el coronel encargado me destinó a los pocos días a Buenos Aires y no a Tierra del Fuego, y ahí era más fácil todo, por los menos, para visitar a mis compañeros de Boca. Un sábado, me fui para La Candela vestido de soldado porque no tenía plata para el pasaje. Llegué y un directivo me vio y me dijo “no sabía nada de vos. ¿Te queres venir a vivir a La Candela?”. No sabés la felicidad que me dio. Estaba llorando, con ganas de irme a mi casa a Santiago, y de repente esa propuesta me cambió todo.
- ¿En qué te cambió?
- En todo. En el predio de Boca estaba re contra bien. Me levantaba temprano, nadie me puteaba ni me tenían a los tumbos como en la colimba. Me trataban bien, nadie me gritaba. Ahí empezó mi carrera. Llegaba a la Candela del servicio militar y entrenaba solo, pero no podía jugar porque había una demanda con Mitre. Había un artículo que decía que yo no era de nadie, ni de Mitre, ni de Boca ni de mi mamá, sólo del Estado por estar en la colimba. Así que la gente donde yo estaba trabajando en el Edificio Libertad mandaron una carta a Boca y empecé a jugar en la Cuarta División. A partir de ahí, comencé a hacer goles y Grillo me dijo: “Mirá Claudio, lo tenés al Chino Benítez que juega de volante, también. Pero vos haces muchos goles y vas a jugar adelante”. Acepté y empecé a marcar goles.
- ¿Qué entrenador te hizo debutar?
- Carlos Aimar me citó para la Reserva y jugué contra Rosario Central, estando paralelamente en el servicio militar. Recuerdo que llegamos al estadio y el Cai me entregó la camiseta 11 y me dijo “jugá como jugás en la Cuarta, nadie te va a decir nada”. En ese partido fui figura, hice goles, pero al otro partido bajé a la Cuarta División. Disputé dos partidos más en esa categoría y Aimar me volvió a citar para la Primera. Una noche, el Coya Gutiérrez me tenía que pasar a buscar por La Candela y llegó tarde para ir al Hotel Carlton, donde tenía que estar a las 20.30. Pensé que me iban a botar. Arribé al lugar de concentración dos horas después. Aimar estaba afuera, esperándome. Cuando lo fui a encarar, le vi la misma mirada de diablo que observé de mi papá cuando volví de Rosario. El entrenador me dijo: “Nene, andá a comer que está tu comida ahí”. Cuando estaba cenando, vino el Mono Navarro Montoya para saber que había pasado. Después vino el Cai y me dijo “es la última vez que me llegas tarde. Si no tenés dinero para tu pasaje, te tomas un taxi y se te paga todo”.
- ¿Contra que equipo debutaste en Primera?
- Frente a Gimnasia y Esgrima La Plata el 26 de noviembre de 1989. Ingresé en el segundo tiempo, ya que el Coya pidió el cambio, a propósito, para que yo pueda debutar. Así que entré y metí el segundo de Boca en la derrota 2-3. Ese día, recordé todo el esfuerzo que había hecho para llegar a Boca. Yo llegué un día a Buenos Aires desde Santiago y cuando arribé, me dijeron mañana tenes que ir a la AFA, a la calle Viamonte. No sabía cómo viajar, porque llegar a Buenos Aires era un mundo y me preguntaba “¿qué hago acá?”. Pero un amigo me acompañó para ir al centro porteño y es otro mundo Buenos Aires.
-¿Pudiste jugar en el Boca de Oscar Tabárez?
- Al inicio de 1991 jugué de titular y luego estuve en el banco de suplentes. No me hacía jugar, entonces, en la previa a un partido contra River, le pedí estar. Lo hice y estaba Antonio el Turco Mohamed, Gabriel Amato y Ariel Boldrini, una banda tremenda. Le ganamos 3 a 1 a River e hice dos goles. De ahí, me fui a la Universidad de Chile a préstamo en 1992. Cuando regresé en 1993, la situación en Boca ya estaba mal. Llego al vestuario en el Hindú club y cuando entro, estaba el grupo dividido en dos. De un lado, el grupo de Carlos Fernando Navarro Montoya, José Luis Villarreal, Hugo Musladini, y del otro, Alberto Márcico, Blas Giunta, Carlos Tapia y Juan Simón. Cuando llegué ahí, estaba bravísimo el vestuario.
- ¿A que grupo fuiste vos?
-Ingreso al vestuario y pregunto: “¿A qué grupo voy yo?”. Me agarró el Mono y me dijo que yo era del grupo de ellos y me dice “Vení Claudio, vos venís conmigo”. Me fui, me cambié y cuando salimos al campo de juego para entrenar, le pregunto a un compañero: “¿Qué miércoles pasó?”. “No pasa nada con vos, pero anda aprendiendo y te vas a ir dando cuenta de lo que va pasando”, me dijo. Fuimos a la cancha y en los entrenamientos un grupo estaba de un lado y el otro grupo, del otro. Era difícil. Yo con Giunta siempre fui muy agradecido, porque cuando terminaban los partidos, me llevaba en su auto a La Candela en San Justo. Antes, íbamos a comer a Ramos Mejía, donde él vivía. Nunca tuve problemas, pero cuando volví me encontré con esa situación.
- ¿Es complicado vivir una situación así, de ser parte de un plantel dividido?
- Sí. Cuando llego, me cambio y lo veo al Maestro Tabárez. Me dice “otra vez usted acá”. “Sí-le digo- se me venció mi contrato y no tenía opción”. Se dio vuelta y al otro día presentó su renuncia por la situación que atravesaba Boca. Cuando vino Jorge Habbeger como DT, la pasamos mal. No solamente los miembros de los dos grupos, sino todos, porque los hinchas estaban con mucha bronca. Habbeger lo echa a Giunta y se vino Boca abajo.
-¿Es verdad que La 12 lo fue “apretar” al entrenador por esa decisión que tomó?
-Sí, asistieron a La Candela y se le fueron al humo a Habbeger, y no hubo como pararlos. Dio pena porque el profesor nunca dio el brazo a torcer con Giunta y se le vino el mundo de Boca abajo. Con él ganamos la Copa Oro, pero se terminó yendo. A partir de su salida, vino César Luis Menotti y los problemas empezaron a bajar. Les dio chances a otros jugadores y la presencia del Flaco en el vestuario era impresionante. Hablé con César y me propuso que me vaya dos meses a Alvarado de Mar del Plata para jugar un torneo Regional. Era mucha plata y nos fuimos con Musladini. Luego, me lesiono jugando en Necochea, volví a Boca y quedé libre. A partir de ese momento, empecé a deambular por distintos clubes.
- ¿Qué enseñanza te dejó Tabárez?
- El día que asumió el Maestro, yo estaba en Santiago porque mi mamá había tenido un accidente, estaba internada en un hospital. Entonces, me preguntó: “¿Qué grado de medicina estudió?”.
-¿Por qué te preguntó eso?
-No entendía lo que me preguntaba, entonces me quedé mirándolo, y le dije: “¿Cómo dice Maestro?”. Me vuelve a preguntar “¿Qué grado de medicina estudió usted?”. Le respondí: “No maestro, yo no estudié medicina”. Entonces, me dice: “Que estaba haciendo en la clínica, sentado en la silla junto a su papá y a su mamá, en lugar de estar acá con nosotros. Usted no servía para estar ahí, porque no la iba a curar”. Le dije “tiene razón, los que la van a curar son los médicos”. Entonces, me responde: " Exactamente, a usted lo necesitaban para que mandara plata. Nada más. La clínica vale dos mil dólares y usted debía encargarse de mandar el dinero para que su mamá se recupere bien. Para eso sirve usted”. Es una enseñanza de vida que me dio el Maestro Tabárez. Y ahora la aplico con mis jugadores cuando me toca dirigir.
- ¿A qué edad te retiraste?
- Vine a Oriente Petrolero en el 2000 y me lesioné una de mis rodillas, sufrí una rotura de cruzados y lateral. Entonces, estuve ocho meses sin jugar y me recuperé, aunque me seguía doliendo. Eso me fue fastidiando cada vez más, hasta que un día dije hasta acá llegué. Regresé a Santiago del Estero porque me contrata Unión de Santiago, pero le dije que no porque no quería jugar más, y dejé el fútbol. Entonces, volví a Santa Cruz de la Sierra y empecé con el curso de entrenador de fútbol. Me radiqué en Bolivia y me quedé junto a mi familia.
- Sos de los pocos santiagueños que triunfaron en el fútbol argentino. En el estadio Madre de Ciudades no hay una foto tuya y sí de otros que llegaron a la Primera. ¿Eso te molestó en algún momento?
- Sí, la verdad que sí. En su momento me enojé por esa situación. Creo que se comete una injusticia conmigo. El estadio está bárbaro y en un pasillo hay fotos de todos los santiagueños que han jugado en Primera, menos la mía. Incluso hay postales de jugadores de otros deportes. Yo fui uno de los primeros santiagueños en jugar en Boca. Cuando fui la ultima vez al estadio, faltaba mi foto y le dije al presidente de Central Córdoba “fui uno de los primeros santiagueños que se puso la camiseta de Boca. Los hinchas corearon mi nombre y gané dos títulos”. Me preguntó de quién hablaba y le dije de mí. Me reconoció que tenía razón y que solo teníamos que hablarlo. No sé si todavía la pusieron, hace mucho que no voy porque no puedo viajar a Santiago del Estero por laburo.
- En el 2004 pasaste un mal momento cuando te detuvieron por supuesta tenencia de drogas y estuviste preso. ¿Cómo se dio la detención?
- Gracias a Dios se aclararon las cosas, salí libre de culpa y cargo, absuelto. Yo iba de viaje en micro a mi casa a Santiago del Estero y me pararon. Cuando estoy llegando a Santiago, me piden mi DNI donde figura Claudio Fernando Rodríguez. Cuando mostramos los papeles en la frontera, me dicen que espere. Estuve como dos horas y me llevaron a Pocito. Desde allí pasé a Salta, donde empezó una investigación y se dieron cuenta de que hubo un mal procedimiento y que actuaron mal. Cuando salí libre, llevé a cabo una demanda porque se había enterado todo el país. Cuando fuimos a juicio, salí absuelto. Los testigos demostraron durante la investigación que yo no era el Claudio Rodríguez acusado de hacer la encomienda.
- ¿Cómo se dieron cuenta?
- Llamaron a la chica que había despachado la encomienda y dijo que yo no era Claudio Rodríguez, que el de la valija era un hombre grande y canoso, de 68 años y gordo, nada que ver conmigo. Así que salí absuelto, pero lo que pasé no me lo quita nadie y es parte de mi pasado, como una historia de vida. El haber jugado en Boca me abrió muchas puertas hasta que salió el fallo y fui absuelto. Lo importante es que no tuve nada que ver y como era conocido, se hizo público. Pero por suerte salí libre y retomé con mi carrera de entrenador en otro país.