La carrera de Michael Jordan en la NBA es de esas que todos conocen. A 40 años de lo que fue su estreno con la camiseta 23 de los Chicago Bulls, la historia que se inició de la mano de grandes actuaciones individuales y con la frustración de un equipo que recién pudo conseguir su primer anillo de campeón en su séptimo año en la liga, tuvo su desenlace con el título de ser considerado el mejor basquetbolista de todos los tiempos.
Pero antes de transformar el básquet profesional para siempre, MJ tuvo un paso que pocos recuerdan por uno de los escenarios más relevantes del deporte mundial. Con la camiseta número 9, la misma que luego repetiría en Barcelona 92, el escolta fue el gran protagonista del equipo de los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 que ganó la medalla de oro en su casa.
Para clasificar a la cita olímpica, Jordan y compañía viajaron a Venezuela para participar de los Panamericanos de Caracas el año previo. Con un récord de 8-0, aquel plantel que tuvo a 10 de 12 jugadores que luego llegaron a la NBA, se quedaron el título y el boleto para los Juegos en la ciudad californiana. Su Majestad terminó como el máximo anotador (17.3) en un torneo que sirvió como antesala de lo que el público angelino iba a disfrutar.
La historia cuenta que bajo la conducción de Bobby Knight, por entonces entrenador de la Universidad de Indiana y conocido por tener un carácter fortísimo con sus dirigidos, casi como si sus planteles fueran parte de un entrenamiento militar, Jordan terminó siendo la estrella del equipo, pero antes lo puso a prueba. El técnico lo hizo llorar en una práctica cuando lo señaló por su bajo rendimiento, según contó su compañero Sam Perkins (jugó con MJ en el baloncesto universitario).
Además de eso, Knight diagramó una serie de partidos contra figuras de la liga profesional con el objetivo de que sus jugadores se pongan a punto de cara a la competencia olímpica. Nombres de la talla de Charles Barkley, Karl Malone y John Stockton, elegidos dentro de los mejores 75 jugadores de la historia de la NBA, fueron cortados y quedaron fuera del roster que defendió la bandera estadounidense en los Juegos Olímpicos.
Fueron ocho los duelos de exhibición en diferentes ciudades de EEUU como Milwaukee, Phoenix, San Diego y varias más. El registro indica que el equipo que tenía a Jordan, Pat Ewing y otros jóvenes ganó siete de esos enfrentamientos. En el primer cruce, quien sería elegido en el 3° lugar del Draft en 1984 por los Chicago Bulls puso en jaque a los veteranos de la mejor liga de básquet del mundo: anotó 16 puntos para la victoria por paliza (128-106). Esa situación obligó a que jugadores de la talla de Kevin McHale, Magic Johnson, Larry Bird y Robert Parish, tanto de los Boston Celtics como los Lakers, las franquicias que dominaban la competición en la década, se sumarán para los siguientes partidos. Es más, en un duelo de la serie, no hubo límites de faltas y las crónicas de la época marcaron el rigor físico que tuvo que soportar el escolta de 1.98 metros.
¿Cuál fue la respuesta de Jordan? Acciones espectaculares y varias demostraciones que podía desafiar la gravedad con las volcadas que luego llevarían su selló. Una vez que se terminaron las pruebas y antes de comenzar a buscar el oro en los Juegos Olímpicos, el entrenador dejó una frase que marcó a la opinión pública en EEUU. “Es el mejor atleta, es uno de los mejores competidores, es uno de los jugadores más habilidosos y todo eso para mí lo hace el mejor jugador de básquetbol que yo haya visto jugar. Será el mejor jugador de la historia del baloncesto”, dijo Knight.
Después de la inauguración en el famoso Coliseo de LA, el 29 de julio fue el estreno en el Grupo B contra China y la victoria fue amplísima (97-49). Algo similar sucedió con el resto de los encuentros de la zona, que tuvo una seguidilla con triunfos frente a Canadá (89-68), Uruguay (104-68), Francia (120-62) y España (101-68), la cita en la que MJ marcó su mayor cantidad de puntos en la fase inicial (24).
Ya en los cuartos de final, el rival fue la Alemania Occidental de Detlef Schrempf, un tirador que se volvió a encontrar con Jordan en la NBA. Es más, fueron rivales durante las Finales de 1996, en lo que fue el cuarto título para el 23 con los Chicago Bulls, el primer luego de su primer retiro tras el asesinato de su padre James. El cruce fue, tal vez, el más duro de todos los Juegos Olímpicos, inclusive para la figura del Team USA y el marcador lo demostró: fue un ajustado 78-67 con 14 puntos para el número 9, que llegó a perder seis pelotas.
En el cruce de semis, el rival volvió a ser el conjunto canadiense y el resultado fue el mismo que el de la fase de grupos con una victoria por amplio margen (78-59), pero con un goleo más bajo que el habitual para EEUU, el tirador Chris Mullin -otro que fue figura de la NBA en los 90′s- fue factor clave con sus 20 puntos. Ya en la definición por la dorada, luego que los españoles sorprendieron a la Yugoslavia de Drazen Petrovic, Jordan terminó como el mejor anotador (20) en el 96-65 para el seleccionado local.
Pero antes del encuentro por el primer lugar del podio olímpico, sucedió algo que marcó la personalidad de Su Majestad. Como lo relató en su propia biografía (“Knight: My Story”), el técnico estaba alistando los puntos que iba a repasar con el equipo antes de salir al juego y encontró una nota en el medio del pizarrón donde estaba escribiendo sus anotaciones. Allí había un pedazo de papel, de esos clásicos de los bloc de notas que decía: “Entrenador: no te preocupes. Aguantamos demasiadas cosas como para perder ahora”.
En el libro, que fue publicado en 2002, Knight escribió lo siguiente: “Todavía tengo el papel”. Además, relató cómo vivió aquel momento previo a la disputa contra España por la dorada. “Y no tengo ninguna duda sobre su autor. Para entonces, ya sabía cómo era la letra de Michael Jordan. Miré esa nota y todo el mundo estaba mirando. Michael tenía la cabeza agachada, pero no pudo resistirse a mirar para ver lo que iba a hacer. Todo lo que dije fue: ‘Está bien, vamos a jugar’”. La crónica cuenta que el primer tiempo del N° 9 del equipo de EEUU fue superlativo y encaminó la victoria para él y el resto de sus compañeros.
Tras la celebración del oro, tuvo poco descanso. En unas semanas se sumó a su nuevo equipo. Unos perdedores Chicago Bulls lo esperaban. Y el cambio fue inmediato. Se hizo dueño del vestuario luego de pocos partidos, el público comenzó a comprar los tickets para verlo en el viejo Chicago Stadium y se puso en marcha una marca indeleble para el mundo del básquet y el deporte. Todavía nadie lo sabía, pero una leyenda con el 23 en la espalda estaba por nacer.