Estaba todo dado para que sea la fiesta de uno y terminó siendo la del otro. Un domingo que va a quedar en el recuerdo: 5 de mayo de 1996. Boca volvía a hacer de local en su estadio luego de cinco meses y la Bombonera mostraba una cara diferente. Los viejos palcos ya eran un recuerdo. Ahora lucía unos modernos, como antesala de las reformas que anhelaba Mauricio Macri, el nobel presidente del club. El equipo, conducido por Carlos Salvador Bilardo, no lograba continuidad, alternando actuaciones alentadoras con otras decepcionantes. Para ese día, Diego Armando Maradona no iba a estar disponible por una lesión, pero si otras figuras renombradas como Claudio Caniggia, Juan Sebastián Verón, Carlos Navarro Montoya, Carlos Mac Allister y José Basualdo. Enfrente, el Gimnasia de Carlos Timoteo Griguol, que estaba prendido en la lucha por el título con un cuadro sólido y efectivo. Todo lo que había soñado Boca, se lo llevó el Lobo, en la tarde consagratoria de un delantero rápido y certero, que un año más tarde pasaría a vestir la azul y oro, hasta convertirse en uno de sus máximos ídolos: Guillermo Barros Schelotto. Convirtió tres goles, todos en el primer tiempo, y fue una pesadilla para el fondo Xeneize. El 6-0 se recordará por siempre. Fue lapidario y tuvo como condimento, un tanto anotado por el Alberto José Márcico de penal. El Beto había emigrado al asumir Bilardo como entrenador, por antiguas e irreconciliables diferencias. Encontró un nuevo lugar en el mundo en Gimnasia, de la mano de su viejo maestro Timoteo. No gritó el gol, por respeto a la gente de Boca. Fue el quinto. Antes también había señalado Albornoz y la cuenta la cerró Mario Saccone.
Casi exactamente un año más tarde, el 9 de mayo de 1997, Boca tuvo un pequeño desquite. Le marcó seis goles a Gimnasia en la Bombonera, en un partido que no tuvo la repercusión del anterior. El visitante repitió 7 de los 11 de aquella tarde, mientras que en el local solo uno, pero quien se convirtió en la figura de la noche: el Manteca Sergio Martínez. Fue el autor de cuatro goles en 28 minutos. El Lobo abrió el marcador por intermedio de Sava, pero con dos tantos de Diego Latorre, Boca se fue al vestuario en ganador. A partir de los 15 de la segunda etapa, llegó la ráfaga del implacable goleador uruguayo, que tuvo el detalle curioso de no gritar ninguna de sus cuatro conquistas, enojado con el público de Boca, que le venía recriminando por su bajo nivel en partidos anteriores.
¿Cuántas veces enfrentó Maradona a Gimnasia con la camiseta de Boca? Solamente una. El partido estaba fijado para el fin de semana del sábado 30 de septiembre y domingo 1 de octubre de 1995. Debió postergarse porque justo allí, Diego cumplía su sanción por el doping positivo detectado en el Mundial de Estados Unidos y su regreso estaba pautado en el famoso partido en Corea del Sur contra la selección de ese país. Se reprogramó para el jueves 9 de noviembre en una repleta cancha de Velez, donde el Lobo hizo de local. Maradona fue clave en el único gol de la noche, al habilitar magistralmente a Mac Allister, quien envió el centro que Scotto mandó de cabeza a la red. Cuando salía del campo de juego, al ser reemplazado, se dirigió a saludar a Carlos Timoteo Griguol, de quien siempre había hablado en forma elogiosa. Boca mantuvo el invito y estiró a cinco unidades su ventaja en la tabla, en la recta final de la competencia. Parecía un campeonato ganado, para coronar aquel regreso del 10 con el mechón amarillo. Entre una merma de rendimiento, problemas internos y la arremetida de Velez, la ilusión fue desencanto. El Fortín terminó 6 puntos por arriba.
El Metropolitano de 1978 tuvo muchas curiosidades. Una de ellas fue que debió detenerse durante un mes y medio por la disputa del campeonato Mundial. Antes y después del parate, Boca se desmarcó del resto como el gran candidato. En el tramo decisivo, parecía el segundo campeón, por la distancia que le había sacado a Quilmes, su perseguidor. El 8 de octubre visitó a Gimnasia en La Plata en un partido que se le presentó muy favorable desde el inicio. A los 3 minutos Gatti le atajó un penal a Della Savia y a los 6 ya estaba en ventaja con gol de Mastrángelo. Se fue al descanso ganando 2-0 y a poco de regresar, el Lobo se quedó con 10 por la expulsión de Pellegrini. Sin embargo, a partir de allí, llegó la reacción. Y a despecho de quedarse con 9 jugadores por otra tarjeta roja (Casanueva), gracias a dos tantos de Fornari, se impuso por 3-2, quitándole a Boca dos puntos clave. Al mismo tiempo, Quilmes superó en su cancha a Independiente sobre la hora por 1-0 y le dio alcance en la cima de las posiciones, como preludio del título que obtendría a fines de ese mes.
Ese fue el último enfrentamiento entre Boca y Gimnasia por muchos años. El Lobo descendió al año siguiente, donde no se cruzaron por estar en distintas zonas, y regresó para la temporada 1985. Se volvieron a ver las caras el 28 de julio en el Bosque. Después de un primer tiempo muy parejo y disputado, donde el visitante se imponía por la mínima con el tanto de Ivar Stafuzza, el complemento fue un vendaval de goles en azul y oro. Dos de Carlos Tapia y los tres restantes de Ramón Centurión, en apenas 6 minutos. Llegado de Unión de Santa Fe, esos fueron sus primeros y esperados gritos oficiales en el club. Parecía que era el artillero que Boca necesitaba, pero luego malogró tres penales consecutivos y el público comenzó a reprobarlo. La situación se le había hecho cuesta arriba y, justamente ante Gimnasia, en las revanchas, llegó a su punto culminante. A poco del final, con el score igualado en cero, convirtió un gol que festejó de cara a la popular local, haciendo un gesto obsceno. Cuando se dio vuelta, en momentos en que la Bombonera ardía en su contra, detectó que el árbitro lo había anulado por posición adelantada. El desenlace es el que se puede imaginar: fue su último partido con esa camiseta.
En el torneo Apertura 2006 protagonizaron un escandaloso y recordado partido. Comenzó el 10 de septiembre, en el estadio Ciudad de La Plata. Boca tenía un paso arrollador y había ganado todos los puntos disputados, con Alfio Basile como entrenador. El primer tiempo concluyó con triunfo de Gimnasia por 1-0 con gol del Tanque Silva, pero el juego nunca se reanudó. El árbitro Daniel Giménez lo suspendió al ser amenazado por el presidente del Lobo, Juan José Muñoz, que ingresó a su vestuario. Se reanudó dos meses más tarde, el 8 de noviembre, cuando la realidad era distinta. Boca, ya con Ricardo La Volpe como técnico, seguía siendo el líder del torneo, pero seguido de cerca por Estudiantes. Este fue el motivo por el que la barra de Gimnasia amenazó a sus futbolistas, intimidándolos para que no hicieran ningún esfuerzo y perdieran, para que el rival de toda la vida no pudiera recortar distancia. La situación fue conocida por todos. Por eso, los jugadores Xeneizes, no festejaron ninguna de sus conquistas con las que se impusieron 4-1, en medio del bochorno y de una página negra de nuestro fútbol.
El domingo 26 de noviembre de 1989 quedó en el recuerdo de los hinchas de Gimnasia. La Bombonera siempre fue un lugar complejo para el Lobo y esa tarde se dieron el gusto de ganar allí luego de 20 años. Fue por 3-2, con una gran actuación de Roberto Depietri, la figura del equipo en esa temporada. Boca presentó una alineación alternativa, reservando a sus titulares, para la Supercopa, que iba a obtener tres días más tarde ante Independiente en Avellaneda. Ese día atajó Estaban Pogany y, a partir del cotejo siguiente, retornó el Mono Navarro Montoya, quien no iba a faltar a ningún partido oficial por torneos de AFA en los siguientes cuatro años y medio.
Una de las tantas virtudes que supo tener el Boca de Carlos Bianchi era su seguridad para sostener un resultado, una vez que pasaba el frente en el marcador. El 12 de agosto de 2000, recibió a Gimnasia en la Bombonera por el torneo Apertura. Ariel Pereyra de penal puso en ventaja a los visitantes, pero los Xeneizes fueron dando vuelta la historia, hasta ponerse 3-1, con goles de convertidos por símbolos de aquel equipo: dos de Martín Palermo y uno de Juan Román Riquelme. A falta de un minuto, Facundo Sava alimentó la ilusión del Lobo. Y en tiempo de descuento, en un inhabitual descuido de la defensa boquense, llegó el empate, surgido de un lateral. Primero una peinada en el primer palo y luego el cabezazo de Pereyra, para el delirio del público llegado desde La Plata en la tercera bandeja y la incredulidad del resto del estadio.