La primera edición del Six Kings Slam nos ha brindado una última oportunidad, a modo de regalo extra, de ver a Rafa Nadal enfrentarse a su mayor rival en cuanto a enfrentamientos directos, Novak Djokovic, y al que muchos consideran su heredero, Carlos Alcaraz.
El partido ante Alcaraz ha dejado una imagen para el recuerdo: los dos tenistas saltando en la red y haciendo un sprint al unísono antes de empezar el partido. Un ritual clásico de Rafa y que Alcaraz ha incorporado a su rutina pre-partido.
Es llamativo el impacto que ha tenido Rafa, pese a que él nunca ha querido ser un modelo a seguir. Cuando le preguntaron qué les diría a los niños que sueñan con ser como él en todas partes del mundo, Rafa siempre fue claro: “Que no sueñen con ser Rafa Nadal, que sueñen con disfrutar del día a día que es lo más importante”.
A lo que añadía: “Yo nunca tuve sueños tan ambiciosos. Cuando era pequeño nunca pensé en ser Agassi, Sampras o alguno de los que veía por televisión en aquella época. Me preocupaba de entrenar bien cada día, de disfrutar de mi infancia con mis amigos. Dentro de la pista de tenis intentaba esforzarme al máximo. Es lo único que me preocupaba, pero intentaba divertirme. Un niño tiene que disfrutar pensando en el siguiente día y nada más”.
Nadal no pretende animar a los jóvenes a que no tengan ídolos, o a que no se parezcan a él (otro gesto más de humildad que habla de su grandeza).
Lo que nos está diciendo es más bien lo siguiente:
- Disfrutar del camino te hará no frustrarte si no consigues tu objetivo, sea cual sea (y disfrutar no implica no sufrir, y si no que se lo digan a Rafa…)
- Busca tu esencia, aquello que te hace único y diferente.
- Controla tus expectativas (las que te pongas y las que otros te pongan). No te exijas metas demasiado altas porque te pueden llevar a la frustración. Ni demasiado bajas porque te llevarán a acomodarte.
Si en algo es bueno copiar a Rafa es en su equilibrio mental: levantarnos cuando nos veamos casi hundidos (o cuando quieran hundirnos) y bajarnos un poquito cuando nos veamos tocando el cielo (o cuando otros nos coloquen allí).
No puedo estar más de acuerdo con Rafa en su planteamiento, pero creo que sí es importante tener referentes y querer parecernos; por qué no, a Rafa, o a aquellas personas que consideremos dignas de admiración y de copia.
Cuando las psicólogas Penelope Lockwood y Ziva Kunda pidieron a un grupo de estudiantes universitarios que hicieran una lista con los logros que esperaban cumplir en los siguientes diez años, los resultados fueron comunes y corrientes. Sin embargo, a otro grupo de estudiantes les pidió primero que leyeran una noticia del periódico que hablaba sobre los increíbles méritos logrados por un compañero de la universidad. Cuando hicieron su lista, los miembros del segundo grupo apuntaron mucho más alto que los primeros. Tener un modelo o referente aumentó sus aspiraciones.
No sería alocado pensar que Rafa siempre tuvo grandes aspiraciones desde pequeño. Al igual que Carlos Alcaraz. Y también tuvo referentes, sí. Él mismo ha reconocido en varias ocasiones que Carlos Moyà fue uno de sus ídolos de la infancia y el propio Charly se convertiría en su mentor cuando Rafa comenzó a despuntar en la isla y, más tarde, en su entrenador.
Sin embargo, cuando los récords de precocidad no paraban de llegar a la vida de Rafa, ya se encargaba su tío Toni de mantener sus pies firmes en la tierra. Y es que la labor de los padres (o familiares en el caso de su tío Toni) juega un papel clave a la hora de gestionar expectativas y buscar referentes.
¿Qué podemos hacer como padres/entrenadores para que nuestros hijos/pupilos encuentren esos referentes tanto en el deporte como en cualquier otra disciplina?
Lo primero es tener clara una cosa: esos mentores no seremos nosotros. Sí, los padres somos el primer referente de nuestros hijos, pero la idea es que no seamos el primero y el último. Necesitamos que otras personas cubran ese espacio. El padre de la humorista Lizz Winstead nos dejó un buen ejemplo de ello cuando vio que su hija hizo pública su opinión política –contraria a la de su padre-, y le dijo a su hija: “He metido la pata. Te crie para que tuvieras una opinión formada y se me olvidó decirte que tenía que ser la mía…”.
¿Estamos dispuestos como padres a que nuestros hijos piensen diferente a nosotros? ¿Debe ser su aspiración cumplir nuestras expectativas o crear las suyas propias?
Si como padres o entrenadores queremos animar a nuestros hijos a que sean únicos, ampliar su mirada y que se conviertan en la mejor versión de sí mismos, debemos ser valientes y permitir que encuentren sus propios referentes en diversos ámbitos para que se enriquezcan más. Y, por supuesto, animarlos a cuestionarse todo, incluso aquello que les decimos nosotros…
Encontrar un mentor no siempre es fácil, pero podemos hallar inspiración en pequeñas acciones, como, por ejemplo, a través de los libros, leyendo las biografías de grandes personalidades, como la del propio Rafa Nadal, o simplemente viendo sus partidos, observándolo desde que entra a la pista hasta que sale de ella. Viendo cómo Rafa da todo lo que tiene en cada punto. Los niños son muy malos escuchando, pero muy buenos imitando. El aprendizaje por observación es maravilloso.
No nos parezcamos a Nadal, seamos Nadal. Seamos esa persona que da el 100% en cada pequeña cosa que hace. Haciendo esto, quién sabe si quizá algún día acabemos superando a nuestros maestros, como hizo Rafa con el propio Moyà, o como quizá haga algún día Alcaraz con Nadal.
¿Acaso no consiste en eso la evolución?