El Club Atlético Temperley anunció la llegada de una de las “promesas del fútbol de Zambia” y la noticia generó impacto en el ascenso. No es la primera vez que arriban jugadores extranjeros, provenientes de lugares con escasa tradición en el deporte más popular del mundo, pero estos casos existen y el Gasolero le dará la oportunidad a David Mulenga, un volante derecho de 18 años, proveniente de la academia New Hope Waves FC del país africano.
“¡Bienvenido, brujo! Es momento de triunfar y cumplir sueños en la familia más grande del sur”, publicó la institución que milita en la Primera Nacional con la presentación de Mulenga. “Entrenará con la Reserva, vivirá en la pensión del club y estará dos semanas a prueba”, anunció Temperley con las imágenes del futbolista oriundo de Livingstone, ciudad ubicada a 478 kilómetros de la capital de Zambia, Lusaka.
La llegada de Mulenga a la Argentina se pudo llevar adelante gracias a la gestión de Martín Shatal, un joven argentino de 19 años que en su visita a Zambia en 2023 se involucró con el New Hope Waves FC, un club de la segunda división de la liga local, y decidió ayudarlo en su crecimiento recaudando fondos para construir un estadio y mejorar las condiciones del campo de juego.
En diálogo con Infobae, Shatal explicó que el futbolista zambiano ya se encuentra entrenando con las inferiores de Temperley, cumpliendo uno de sus sueños, pero que aún está siendo evaluado por los entrenadores. “A David lo conocí en un voluntariado que hice en Zambia para una ONG. Estuve tres meses en el club en el que jugaba. Hacía transmisiones en vivo para Twitch que la veían entre 200 y 300 personas y se armó una comunidad muy grande en Twitter que seguía los partidos. Quien más llamaba la atención entre los jugadores era Mulenga, que llevaba la camiseta número 7, pero jugaba de 10 y era el más rápido y habilidoso. El típico enganche argentino. La gente empatizó con eso, con su historia, que se crio en el club desde los 11 años”, describió el joven voluntario.
La conexión entre Shatal, Mulenga y Temperley se dio gracias a una suma de factores que terminaron con el arribo del jugador zambiano a Buenos Aires. “Estoy en un proyecto de una academia africana que empezaría a traer futbolistas ya formados al país como representante. Tenía que construir un protocolo, en comunicación con las embajadas, de cómo era traer un jugador africano. También se dio la casualidad de que un ex dirigente de Temperley hizo una donación para una colecta que hicimos para la construcción de una cancha en Zambia y en el cartel de agradecimiento pidió que pusiéramos el nombre del club y ahí comenzamos a hablar. La verdad que no me acuerdo quién dio el primer paso para que se diera esta locura”, siguió y aclaró que no tiene ningún vínculo con la institución del sur del Gran Buenos Aires.
El interés de Temperley por el joven proyecto zambiano se dio por varios motivos. Desde la juventud y dotes físicos, como su resistencia y velocidad, hasta su carisma e historia de vida. El combo fue perfecto para darle una oportunidad a David y ofrecerle una semana de pruebas. “Ya pasó la adaptación, lo acompañé en su primer entrenamiento en el club. Entrenó con cuarta, quinta y jugadores de reserva. Puedo decir que estuvo a la altura. Físicamente lo vi muy bien en sus dos prácticas, pero está en un proceso de adaptación, con altibajos. Quiero destacar que desde la dirigencia de Temperley, los chicos de la pensión, la cocinera, todos se están comportando de una manera increíble al incluirlo e intentar hablar con él para que no se quede solo”, destacó sobre los primeros días de Mulenga en el Celeste.
Por otro lado, acerca de su experiencia en Zambia (país ubicado hacia el sur de África), Shatal relató que se esperaba una sociedad mucho más diferente a la argentina en el sentido del trato cotidiano de la gente. “Me abrieron las puertas para compartir contenido, les gustaba que los grabara, pararse frente a la cámara, a los chicos les gustaba ver lo que era una transmisión en vivo y que la gente reaccionara ante eso. Respecto a lo futbolístico me encontré con físicos privilegiados, los jugadores no se cansan pese al sol y al terrible calor que hace. Me sorprendió que después de jugar no tuvieran sed”, dijo.
“En Zambia, del fútbol argentino saben muy poco. Al único club que conocen es a Boca, que es un denominador común. De hecho me encontré con una señora que tenía la camiseta (una blanca de 2016). Alguno que otro conoce a River porque allá hay un club de la segunda división que se llama igual y es de los más importantes. Te nombran a Messi, conocen a Maradona y aman mucho a Di María”, agregó.
La aventura de Martín Shatal en Zambia comenzó en febrero de 2023 y duró tres meses en los cuales vivió experiencias inolvidables. Sin embargo, su idea principal era viajar a Italia para profundizar en el estudio del idioma, pero problemas con su visa le negaron esa posibilidad. Su próximo paso fue registrarse en una red social que conecta voluntarios de todo el mundo con la idea de dejar un legado y la oferta planteada era desempeñarse como profesor de fútbol de la categoría Sub 12, función que no lo sedujo. Tras hablar con los directivos, el joven pudo ayudar de otra manera y se le ocurrió armar una colecta para la construcción de una nueva cancha de fútbol. Pero no todo salió como estaba planeado.
La idea fue exitosa. Se sobrepasaron las expectativas y se triplicó el objetivo para comenzar con las obras y dejar las instalaciones del New Hope Waves FC como nuevas para el mejor desarrollo de los futbolistas. Sin embargo, Martín se volvió a la Argentina y no pudo ver finalizada su misión, ya que el anterior presidente del club, Auldridge Chibbwalu, se quedó con parte del dinero.
“Confié en él, le transferí los fondos y sólo se hizo una parte de los trabajos. Se desmalezó para sacar las piedras, pero no se llevó a cabo lo más importante que era sembrar el pasto. “Esto me llamó la atención y hubo cierta parte del dinero que no se utilizó como debería haberse usado para arreglar la cancha”, cerró el voluntario que cumplió con su legado y ahora busca cumplirle el sueño a una de las promesas que corrió en los potreros de Zambia.