“Tenía muchas ganas de volver a jugar en Argentina y me emociona más que nunca el cariño y la conexión con la gente. ¡Seguimos adelante con la misma ilusión!”.
En la foto se acomoda la cinta de capitán en su brazo izquierdo, con la concentración de un orfebre y la camiseta aún sin transpirar. La imagen, por habitual, no deja de cautivar por la simbiosis entre los colores y el personaje, hechos los unos para el otro.
El posteo de Lionel Messi luego de otra noche mágica en el Estadio Monumental, de sus tres goles a Bolivia en el triunfo 6-0 de la selección argentina por las Eliminatorias, habla. Hablan también sus compañeros y amigos, que en la publicación comentan con cariño, admiración, hasta fanatismo. “Cabra”, escribe Gerónimo Rulli. “El mejor de todos los tiempos”, lo endulza Di María. Hasta una promesa en ascenso, como Franco Mastantuono, le dedica el emoji de la cabeza estallando ante su talento perenne.
Messi tiene 37 años, aunque los desmienta. Su magia no será eterna, a pesar de los deseos de todos los amantes del deporte. Engaña a su edad biológica, casi tanto como al arquero Rodrigo Viscarra en el 1-0: le mintió un remate al segundo palo con el cuerpo y definió al primero. Después montó un recital, con las asistencias a Lautaro Martínez y Julián Álvarez, y los goles a pura velocidad casi de otra época, de otro Messi, de aquel de la cabellera frondosa y la gambeta supersónica.
“Disfruto de esto, soy feliz donde estoy, con mis compañeros a pesar de la edad. Cuando estoy acá hago boludeces como un pibe porque me siento cómodo con el plantel y dentro de la cancha”, confesó tras su show. Quizá sea cuestión de que se cree esa juventud a contramano de los designios del tiempo.
James McAvoy, en el personaje de múltiples personalidades que encarnó en “Fragmentado”, creía que tenía fuerza sobrenatural cuando “la Bestia” ganaba la luz dentro de la “horda”. Y, en efecto, su cuerpo la exhibía desafiando la realidad. Tal vez el caso de Messi sea similar; cuando viste de albiceleste vuelve a ser el niño al que quería “robarse” España, el juvenil introvertido de habilidad demencial que multiplicaba codazos de asombro en los encuentros de La Masía. Se convence de que su talento no envejece.
Pero envejece, como todos. La naturaleza es implacable. Por eso la cautela en cada palabra cuando escucha los tambores del operativo clamor, cuando sus propios compañeros hacen esfuerzos para clavar los frenos a la hora de contarlo en la aventura del bicampeonato en el Mundial 2026; cada vez que la pregunta se hace presente en cada convocatoria a la Selección.
“Vengo repitiendo, no me puse ni fecha ni plazos, simplemente disfruto de todo esto. Me emociona más que nunca estar acá y sentir el cariño de la gente, porque sé que pueden llegar a ser los últimos partidos”, deslizó con nostalgia en su función estelar en Núñez, antes de dejarle otra pelota de hattrick al utilero Marito Di Stéfano para que se la cuide en Ezeiza.
“Él está pensando mucho en el día a día. No sabe qué puede pasar mañana. Por eso no piensa más allá”, le comentó a Infobae alguien que lo conoce mucho, más allá de las últimas señales positivas que taparon las anteriores, que no habían sido precisamente auspiciosas.
Es que los tres goles a Bolivia llegaron luego de que se perdiera la doble fecha de septiembre por la lesión ligamentaria en el tobillo derecho que sufrió en la final de la Copa América ante Colombia. Atravesó el tercer parate más extenso de su carrera (61 días). Una vez que sus piernas recobraron ritmo, resurgió el monstruo. Con el Inter Miami obtuvo el Supporter’s Shield (trofeo que se le otorga al equipo con más puntos de la temporada) y va por la MLS. Ahí se afinca la mesura, la postura de no mirar mucho más allá del árbol. El bosque puede esperar.
“Me queda el final de temporada, empezar el año, hacer una buena pretemporada, que el año pasado no la tuve, porque tuvimos muchos viajes de un lado a otro. Era lo que necesitaba el club en ese momento, pero no fue una buena pretemporada, estaba con la cabeza pensando en la Copa América también y por ahí me cuidé de más, y eso a veces es peor. Quiero terminar bien el año y ojalá se nos dé el objetivo también ahí. Voy paso a paso y disfruto el día a día”, subrayó la Pulga el martes, inyectándole cordura a una ilusión mundialista que envuelve a los fanáticos... Y también a su espíritu competitivo.