Entrevista a Federico Coria: el peso del apellido, su transformación personal y el renacer en el tenis

En este mano a mano, el oriundo de Venado Tuerto explica, entre otras cosas, cómo la suspensión, algo que se presentaba como un obstáculo, terminó convirtiéndose en motivación. Su recorrido, aspiraciones y planes para el futuro

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Federico Coria durante su reciente
Federico Coria durante su reciente actuación en el Challenger de Villa María

Supo sobrellevar el peso de ser un Coria para dejar de ser el hermano y cobrar vida propia. Transitó caminos difíciles y al rencor por la denuncia y la suspensión lo convirtió en el motor que cambió su vida personal y tenística. Federico Coria recorrió el challenger de Buenos Aires y el de Villa María buscando puntos, premios y su destino. Perseguido por la sombra de su hermano famoso, a quien veía más como ídolo, un día se encontró con una suspensión por la denuncia de un colega al que no nombra, pero dice: “Si hoy lo veo, le tengo que agradecer porque lejos de desmoronarme, logró generar en mí todo esto que puedo ser ahora”.

- ¿En qué momento estás de tu carrera?

- Si me preguntabas cuando terminó la Gira Sudamericana, a comienzos de temporada, como dice ahora el piberío, estaba en “el prime”, el mejor momento. Pero eso quedó hace muchos meses atrás y en estos últimos tiempos no he tenido grandes resultados. Es como que no pude seguir con la inercia de ese arranque de año tan bueno, jugando dos ATP acá en Argentina y ganándole a los mejores del país, porque salvo a Fran (Cerúndolo) pude vencer a Tommy (Etcheverry) y a Seba (Báez), también a Norrie y a Ofner, eso me dio cierta comodidad en el ranking y me dejó la vara muy alta pero, después, no pude seguir teniendo esos grandes resultados para superar la barrera del número 49, mi mejor ranking (2023), que era el objetivo que teníamos.

- ¿Y en el aspecto personal?

- Me encuentro que estoy más grande (se ríe), por terminar una casa con mi mujer, con quien me voy a casar en diciembre, y me gustaría ser papá el año que viene. Así que no me puedo quejar, para nada. Hace cinco años que vivo en un sueño de una realidad total. Yo me imaginaba que en mi carrera tenística me la iba a pasar nadando en el 150 (del ranking), porque a los 25 años estaba más para dar clase con mi papá, en Venado Tuerto, que para pensar en esta realidad. Y, después, se me fueron dando las cosas de una manera increíble, que hasta el día de hoy me sigue sorprendiendo, y ya van cinco años que puedo estar dentro de los mejores 100 del mundo.

Coria explicó cómo influyó la
Coria explicó cómo influyó la carga de su apellido y contó los cambios en su forma de entrenar

- ¿Por qué no te tenías confianza?

- Pensé que era lo que me había tocado, que era un chico rápido, pero que era defensivo y que jugaba bien por momentos, pero que, bueno, no tenía la intensidad necesaria ni un buen físico. Yo intentaba jugar lindo, porque quería jugar como Guille -su hermano-, pero no era lo mío. Había cosas que no las entendía en ese momento y las comprendés de más grande. Esa llama de competencia antes no la tenía. Me acuerdo que, cuando yo era chico, Guille me decía que iba a ser muy difícil que yo pudiera jugar al tenis profesionalmente, porque yo era muy bueno, muy boludo. Ya conocemos cómo era Guille dentro de la cancha. Y, a mí, me pasó un poquito con la suspensión, creo que ahí prendió esa llama que yo no sabía que la tenía y que pensé que nunca se iba a encender.

- ¿Te enojaste en ese momento de la suspensión?

- Sí, sí, porque sentí que alguien me quería sacar algo muy mío, todo lo que mamé del tenis. Que me suspendan de un deporte al que amo tanto hizo que se despertara eso que estaba dentro mío, un Federico Coria totalmente diferente. Y empecé a poder levantar la cabeza, tomar fuerzas y jugármela de verdad por ser un tenista profesional.

- ¿Le guardás rencor a quien te denunció por ese momento vivido?

- (El sujeto es tácito, en todo momento evita nombrarlo) Es que en realidad, hoy, con la película completa, me doy cuenta de que me terminaron ayudando. Porque yo creo que si no hubiese pasado eso, no sé si hubiese despertado tanta ira dentro mío y tantas ganas de decir “¡che, no, mi carrera no se puede terminar con una noticia así!” Yo, el día de mañana, si mis hijos buscan en internet Federico Coria no puede quedar esa noticia de que fui suspendido por no reportar un intento de soborno. Entonces, eso me dio mucha fuerza. Me acuerdo de haber estado días muy cansado, sin ganas de entrenar y de sólo pensar en esa gente tomaba fuerzas para volver a entrenar. ¿Comprendés? Es por eso que no le guardo rencor -continúa lo tácito-, porque en definitiva me terminó haciendo un bien y me ayudaron a lo que vino después.

- ¿Y qué vino después?

- Mirá, esta gente fue parte de un motor para cumplir todo esto que me llegó, desde jugar “Olimpíadas” y la Copa Davis, capitaneada por mi hermano y con mi viejo en la tribuna. Todas esas cosas que nunca me animé a soñar.

El "Mojarra" Coria explicó el
El "Mojarra" Coria explicó el origen de su apodo. En la imagen, festejando un punto en el Challenger de Buenos Aires

- ¿Y cómo es que se produce ese cambio?

- En esos meses de la suspensión yo estaba arrancando mi relación con Flor -su novia- y aparece el Gringo (Andrés Schneiter), que se ofrece desinteresadamente y sin yo pagarle un peso, con una mentalidad totalmente diferente a lo que yo venía acostumbrado, que no es ni mejor ni peor, sino una manera de vivir diferente el tenis, porque considero que todos los entrenadores que tuve a lo largo de mi carrera fueron muy buenos, pero él cae en un momento muy especial mío. Me dijo que si yo le hacía caso, iba a ser top 100.

- ¿Con eso alcanzó?

- ¡No! El Gringo tiene una manera muy dura de ser, te dice lo que ve -“tu derecha es una cagada, con tu revés la empujás, físicamente sos un desastre”- y todo lo que él crea, con una sinceridad brutal. Fue muy directo, pero porque te quiere cuidar y no porque quiera lastimarte. También empecé a trabajar la parte física en SportLab para que el Gringo pudiera trabajar conmigo. Me ayudó a ordenarme fuera de la cancha, con la mentalidad que necesito dentro de la cancha y a comer una manzana en vez de un chocolate y me hizo comprender que debía alejarme de esa fantasía de jugar con drops paralelos. Porque mi sueño siempre fue jugar a lo River, que sería jugar a lo Guillermo Coria, pero, lamentablemente, me toca más jugar a lo Boca o Estudiantes, luchando. Y todo se fue dando resultado de una manera muy especial y empujado por el motor del que hablábamos un poco antes. Nunca había soñado llegar a ser Top100, era imposible pensar que Federico Coria estuviera entre los 100 de todo el mundo, pero de ese huevo nació la mojarra y ahí empezó la mojarra lo que es mojarritas y luchar.

- ¿Por qué la mojarra?

- La mojarra es ese amigo que en una mesa salta y dice: ”¡Eh! ¿viste lo que te dijo?” (y lanza una carcajada). Cuando éramos chicos yo tenía un entrenador al que lo tocaba de atrás y me iba corriendo, nunca me podía agarrar. Entonces, un día me dijo: “Sos una mojarra”. Es el pececito que come, pica y se va rápido. Después, lo trasladamos a la cancha, eso de que yo era muy de traer pelotas y empecé a usar ese apodo para los jueguitos durante la pandemia, porque no quería ponerme Fede Coria. Entonces, la mojarra fue mutando, cuando jugué la Copa Davis era el jugador 84 en debutar, así que fue La Mojarra 84. En Roland Garros le pusimos “Lemoj”, en Brasil fue “La Mojarrinha”, pero lo del V-log nació de mostrar las locuras del Gringo, que me parece un personaje muy gracioso. Es algo muy lindo que se me armó, algo muy lindo que no lo quiero abandonar.

Firmando autógrafos en Villa María
Firmando autógrafos en Villa María (Foto: Omar Rasjido / Prensa AAT)

- ¿Fue una carga llamarse Coria?

- En los aeropuertos, en Argentina ni qué hablar, cuando presentaba el pasaporte y leían Coria y te ven con las raquetas empiezan a preguntar “¿sos algo del Mago?”. O te dicen “ya no miro más tenis desde que se retiró el Mago”. Es muy groso que se lo reconozca tanto, no cómo tenista, sino por cómo jugaba. Eso tan lindo, a mí me fue comiendo un poco la cabeza, porque yo quería lo mismo. Pero recién lo pude resolver cuando entendí que era más importante ganar y hacer carne esa frase que dice “ganá hoy, jugá bien mañana”, eso fue algo que también me costó mucho laburo entender. A mí me llenaba más tratar de tirar dos o tres reveces paralelos o un drop parecido a los de mi hermano que ganar, pero una vez que entendí que tirándola para arriba o pegándole mordida con el marco el punto vale igual, empecé a tener mejores resultados.

- Entonces, superaste la carga del apellido, de ser un Coria

- Llevó mucho laburo, pero ahora que lo veo desde otro lado, ahora que soy más grande, me doy cuenta de que, en su momento, me hicieron mirar para el costado para que vea que muchos colegas, compañeros y amigos tenían otras presiones mucho más duras que las mías. Hay un tema muy delicado del que no se habla tanto, pero que es la presión de los padres. Tener la presión de un viejo que hasta te castigue cuando perdés, y eso que nosotros somos un país que, por suerte, no es tan agresivo. Pero cuando vas a algunos países de Europa, sobre todo con las chicas del este, que pierden y las fajan los viejos, eso es duro. O los chicos que no tenían recursos para viajar. Me acuerdo de jugadorazos, que se les complicaba económicamente para ir a alguna gira o un torneo. Yo tenía la posibilidad de ir a todos los torneos, mientras que otros chicos no, porque no les alcanzaba la guita. Gracias a Dios, mis viejos me hicieron ver todo eso que pasaba a mi costado y me decían que yo debía tratar de lidiar con eso que me pasaba y que me fijara que hay cosas más duras. Pero bueno, cada chico a esa edad lo va llevando como puede. Y a mí me costó laburo, pero después lo fui dando vuelta y, en vez de rezongar, empecé a decir “qué bueno que el nombre de Guille sea tan reconocido a nivel mundial”.

- Si no creías en vos, si te veías “tirando canastos” junto a tu papá, si tuvieras la posibilidad de viajar en el tiempo y encontrar al Fede Coria de 8 o 9 años, ¿qué le dirías?

- ¡Uf! Es profunda la pregunta y qué difícil para responder, porque la verdad es que hoy tengo una vida soñada y tengo la gente que quiero tener. Entonces, me daría miedo decirle algo… (piensa, se reclina hacia adelante) Le recomendaría que no sea tan inocente (ahora se tira hacia atrás). Que no hay que confiar en todo el mundo. Le diría que sea como es, que nunca cambie su manera de ser, que no le dé vergüenza nada y que trate de transmitir esa alegría, porque le van a pasar lindas cosas en el futuro y que siga haciéndole caso a mi viejo. Cuando me ponía en penitencia, siempre era ir al frontón, en ese momento me enojaba, pero hoy lo entiendo y me digo “¡qué buena penitencia tuve!” Pero, volviendo a lo mismo, no sé si hoy estaría disfrutando de mi vida como estoy, si no me hubiesen pasado ciertas cosas.

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