“Estamos todos muy emocionados, tachando los días, como cuando nos faltaba poco para empezar a prepararnos para un torneo con la Selección. Es la misma sensación, algo muy especial…”. Desde Málaga, España, donde se afincó hace cuatro años con su familia, Rubén Wolkowyski hace un alto en su agitado día laboral y deportivo para contar cómo vive estos días hasta el ansiado reencuentro con sus “hermanos de camiseta”. Los ya míticos campeones olímpicos tendrán su ansiada celebración con el público, el 2 de noviembre, en el estadio de Parque Roca, 20 años después de la mayor gesta de la historia del deporte, aquella medalla dorada en Atenas 2004. La locura que generó este momento, entre los protagonistas y la gente, hace que la ansiedad sea mayor. “Nunca pensamos que se iba a generar semejante boom. Cuando nos dijeron que las entradas (15.000) se habían agotado en dos días no lo podíamos creer. No vemos la hora de vivir esa noche tan especial”, cuenta.
El Colo impacta. Aún hoy. A la distancia, con las fotos recibidas, nada parece hacer creer que tenga 51 años. Algo similar a lo que sucede con casi todos los integrantes de la Generación Dorada, que en la mayoría de los casos se siguen entrenando y hasta jugando, ya sea al básquet o algún otro deporte descubierto post retiro. Y no es casualidad… Por algo fueron lo que fueron.
El chaqueño, por caso, una mole de 2m08 y 127 kilos que sigue con su rutina de gimnasio y además volvió a las canchas hace unos meses, en este caso para cumplir el sueño de jugar con su hijo, Tomás, un alero-ala pivote de 24 años y 1m99, que se lo pidió personalmente cuando se lesionó un pivote del equipo principal del club Salliver de Fuengirola y al entrenador se le ocurrió la idea de tentar nada menos que a un campeón olímpico.
La familia ayudó a convencerlo y ahora ambos, desde hace pocos meses, integran este equipo que milita en la Primera Nacional, la quinta división española. “Volví a jugar justamente para poder disfrutar de compartir una cancha con mi hijo. Es impagable. Además, me gusta el estar entrenado, en forma, y jugando, si puedo. Me divierto”, explica en charla con Infobae.
El Colo, junto a Mariana, su esposa, Tommy y Florencia, jugadora de vóley de la Universidad de Charlotte, se mudaron a Málaga, donde tenían a su suegro y amigos, en el 2019, antes de la pandemia, un momento en el que la pasó mal porque se contagió el coronavirus. “Tuve miedo. Mucho. Como nunca. Lo que pasé fue un antes y un después en mi vida”, asegura.
Hoy la realidad es otra, asentado en la hermosa Costa Azul. “Me vine por la calidad de vida y para acompañar la carrera deportiva que mis hijos habían elegido. Ellos llegaron primero y nosotros vinimos atrás. Y estamos muy bien, hoy no pensamos en volver al país, salvo que en algún momento Argentina se transforme en el lugar que todos soñamos”, reflexiona.
Wolkowyski se dedica hoy a lo que más sabe, el básquet. Tiene una academia en el club Marbella y es el director de su deporte en el colegio más grande de esa ciudad, donde trabaja con un amigo de siempre, otro basquetbolista como Claudio Farabello. “Ya tenemos casi todas las categorías para jugar de forma federada”, informa.
Pero, claro, la charla inevitablemente vuelve al encuentro del 2 de noviembre. “La idea de juntarnos viene desde hace años, para vivir y recordar cosas increíbles que vivimos juntos. Y, además, porque extrañamos. Hemos hecho algunas juntadas, pero nunca los 12 (olímpicos) como ahora. Hace un año y medio veníamos buscando la forma de hacerlo y justo Ale Cassettai (NdeR: histórico jefe de equipo de la camada) nos trajo esta idea, con una empresa que podía encargarse. Pero, la verdad, nunca pensamos que iba a ser un boom, lo que iba a generar, por eso queremos agradecemos el apoyo de la gente… Estamos muy contentos y emocionados con todo lo que está pasando”, cuenta.
El Colo explica cómo el grupo fue viviendo todo desde que salió la noticia. “A mí y a todos nos sorprendió lo que se generó. Realmente dudábamos de que se fuera a llenar el estadio y cuando nos dijeron que se había completado en dos días no lo podíamos creer. Es increíble la conexión que hay con la gente, pese al paso de tantos años”, revela.
Cada día no puede evitar pensar en el reencuentro. Y, a la vez, imaginar cómo será esa noche. “Trato de imaginarme el estadio, la gente, el recibimiento… Será algo muy lindo, emocionante. Seguramente vamos a lagrimear un poco, cuando uno se pone más viejo, más emocional se pone”, se sincera.
-¿Y el picado será tan competitivo como aquellos entrenamientos que se hicieron famosos por lo duros que eran?
-¡No!, tanto no. Va a ser un lindo picado, muchos estamos en forma, pero no es la idea que sea competitivo. Estarán nuestros hijos, varios invitados, y también habrá un show, para divertirnos nosotros y la gente y que ellos lo disfruten con nosotros. Va a ser más una celebración con nosotros y la gente que una competencia.
Desde ahí la banda partirá a Mendoza para pasar cinco días en soledad, como “otro viaje de egresados para seguir disfrutando de esta hermandad que tenemos”. Que 20 años no es nada.