La Scaloneta del futsal: los secretos detrás de la selección argentina que jugará la tercera final al hilo

La Albiceleste se medirá el domingo ante Brasil en busca de la corona en la Copa del Mundo de Uzbekistán, en otro eslabón de un ciclo virtuoso que comenzó con Diego Giustozzi y continuó con Matías Lucuix

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El festejo de la selección
El festejo de la selección argentina apenas consumada la victoria ante Francia (Crédito: FIFA)

“Creamos una mística, somos potencia, hoy en día nadie quiere jugar contra nosotros”.

Pablo Taborda tiene 38 años recién cumplidos; cada uno de ellos fue cincelado con gloria. Es uno de los sobrevivientes de la “Generación Dorada” del futsal argentino, uno de los pilares de esta actualidad de ensueño de la disciplina en el país. El capitán de la Albiceleste, que vivió todo el brillante ciclo, jugará el domingo ante Brasil su tercera final del mundo en Uzbekistán 2024. La frase fue pronunciada en una entrevista con El Gráfico, una vez finalizada la fase de grupos con puntaje perfecto. Pero la pudo haber declarado antes del torneo. O hace tres años, o hace ocho. Es el mismo referente que, antes del condimentado triunfo 3-2 ante Francia en semifinales, cuando no le dejaron elegir el lado azul de la moneda en el sorteo, soltó, espontáneo, sin miedo al posible meme posterior: “Les vamos a ganar igual”.

Esa mentalidad imperturbable; ese espíritu ganador, este desfile en el olimpo, eran impensados hace más de una década. El mojón podría ubicarse, no caprichosamente, a finales de 2013, cuando Diego Giustozzi asumió como director técnico de la selección argentina y generó una “revolución”, tal como él mismo definió. Ese ciclo virtuoso, que continuó con su ex ayudante de campo Matías Lucuix al frente del plantel, acumula dos Copas América y tres finales mundialistas consecutivas, con el hito de la vuelta olímpica en 2016, tras superar a Rusia en la definición.

Ahora bien, ¿cuáles son los secretos de este equipo que somete a las históricas potencias del futsal, al punto de arrebatarles el rótulo, o sentarse en la misma mesa? Los puntos en común con La Scaloneta, desde lo conceptual, son varios; van mucho más allá de ensayar en el mismo templo del deporte, el complejo Lionel Messi de Ezeiza.

Con Giustozzi en las riendas, un jugador con experiencia en Europa y un estudioso en el rol de orientador, Argentina mutó en animador. Hay una camada que se forjó con los preceptos de esa génesis y los continuó derramando ante los integrantes que se fueron sumando con los años: el citado Taborda, Alan Brandi (36 años), el arquero Nicolás Sarmiento (31, uno de los mejores del planeta en su puesto), Cristian Titi Borruto (37, está jugando su quinto Mundial y es el máximo goleador histórico del combinado nacional) y Kiki Vaporaki (34). Hoy, esos nombres guían a los nuevos, y a los no tan nuevos. Pero los lineamientos son los mismos.

Igual sucede en el cuerpo técnico. Lucuix fue asistente de Giustozzi en el título en la Copa del Mundo de 2016. Cuando el DT principal se marchó, asumió naturalmente su función. Y el andamiaje no se resintió. Continuó el preparador físico Esteban Pizzi, y los líderes del equipo que fueron colgando los botines se incorporaron para alimentar esa mística. Santiago Basile se sumó como técnico del Sub 17. Y Damián Stazzone asumió en el elenco Sub 20 y se incorporó como ayudante del coach principal.

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¿De qué se tratan esas pautas que marcan el paso de esta Selección granítica? “Centra el trabajo en el poderío del equipo y no en las individualidades. Por ahí hay equipos con mejores individualidades, pero esta Selección es consciente de que a nivel grupal es difícil que le ganen”, cuenta alguien que conoció a fondo el día a día del finalista en Uzbekistán. He ahí un link a La Scaloneta. Pero habrá más.

La defensa; desde ahí se construye todo. Los jugadores en esa fase tienen una concentración que no tiene ninguna otra selección. Son muy difíciles de vulnerar, por garra, compromiso, oficio”, detalla la misma voz. Esa búsqueda no cercena el talento. De hecho, el plantel cuenta con nombres con potrero, como Ángel Claudino, Borruto o Kevin Arrieta. Aunque la capacidad de desequilibrio individual no exonera a sus cultores del sacrificio. La Selección de futsal exige jugadores completos “que sepan jugar, pero cuando hay que sufrir, que también sepan sufrir”, aporta la fuente.

El pizarrón también trabaja a destajo. “Se ve una obsesión por la táctica, por el estudio pormenorizado de las virtudes propias y ajenas”, suma otra persona que tuvo acceso en continuado al laboratorio. Ese combo se cimentó casi como una patriada del cuerpo técnico y los jugadores en sus inicios, hasta el hito en el Mundial 2016 de Colombia (antes de esa gesta, la mejor posición de Argentina en el certamen había sido un cuarto puesto en 2004). Luego, con ese impulso, la AFA incorporó estructura, apostó. Y la senda continuó tapizada de victorias. Y las victorias potenciaron lo ya potenciado.

“Si bien estamos en un momento de recambio, con muchos chicos nuevos, al crecer tanto el deporte y tener tanto mercado afuera del país, todos los que hoy juegan su primer Mundial son clave en sus clubes, juegan en las mejores ligas del mundo, tienen experiencia internacional y eso antes no pasaba. En 2008 y 2012 eran muy pocos los que jugaban afuera”, ilustró Taborda lo que implicó la bola de nieve luego del golpe sobre el parquet en 2016.

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Detrás del éxito también hay intangibles. “Tienen un hambre increíble. Juegan con mucha seriedad. Van siempre de menor a mayor en los torneos, como que se guardan las cartas para los momentos clave”, aseguran cerca de la comitiva. Ese apetito interminable quedó reflejado en la conferencia de prensa post triunfo ante Francia. Allí, el DT Lucuix habló de un “sueño hecho realidad”, pero remató: “Siento un deseo enorme por ganar esta Copa del Mundo, lo siento como una revancha personal”.

Y bien sabe de revanchas el entrenador, que en el mejor momento de su carrera como jugador y en pleno Mundial de Tailandia 2012, sufrió triple fractura de peroné y nunca volvió a ser él, al punto que, tres años después, decidió retirarse. Pero Giustozzi y la Albiceleste lo cobijaron, y volvió a la Copa del Mundo aunque ya no para salir en camilla, sino para levantarla en 2016. Pero quiere más. Quiere la suya como DT principal, anhela más laureles para Argentina, con la herida de la espina de la final ante Portugal en 2021 abierta. Insaciable.

Y en otro puente con La Scaloneta capitaneada por Messi, hay una palabra que suele escucharse en los dos camerinos casi al unísono: “Familia”. Así se autoperciben los grupos. “Hay muchos que son amigos. Y los que se fueron o se retiraron siempre están dando vueltas en los entrenamientos o pendientes, como por ejemplo Leandro Cuzzolino”, ratifica una de las fuentes consultadas. Hasta en la transición de los técnicos está ese hilo rojo. O, mejor dicho, celeste y blanco. “Diego Giustozzi es un hermano de la vida, tengo la posibilidad de estar en este lugar gracias a él”, supo declarar Lucuix. Una cucharada de esa esencia probará Brasil en el clásico sudamericano que definirá la corona mundial. Podrá ganarle a Argentina, podrá perder; al fin y al cabo son las posibilidades latentes en el deporte. Pero hay algo seguro: como dijo Taborda, no es el rival que hubiera elegido para enfrentar en una final...

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