-¿Volviste a dormir de noche, Christian?
-Sí. Y me di cuenta lo que significa. Cuando te preguntan cuál es la felicidad, poder descansar bien por las noches es una buena respuesta. Es estar en paz.
-¿Era literal que tomabas pastillas para poder dormir?
-Sí, era verdad. En esas situaciones uno se respalda en los especialistas y el ansiolítico te ayuda. No lo recomiendo, pero supongo que muchísima gente lo necesita por distintos problemas. Para mí era fundamental. Ahí me sentí reflejado en Iniesta, cuando una vez dijo que había tenido un episodio depresivo y él esperaba la noche para tomar la pastilla y poder descansar. Yo de día debía estar entero, fresco y lúcido. No me podía permitir no dormir. Vos tenés que apagar la computadora porque la cabeza gobierna el cuerpo. Es una máquina que posiblemente te haga descansar bien si está todo en orden. Pero si tenés muchas voces adentro, mucho ruido como tenía yo, necesitás de la medicina. Desde chico, cuando soñamos con ser futbolistas, sólo creemos en el disfrute del juego. En el camino después conocés distintas emociones. La ansiedad, los miedos, la incertidumbre. Uno convive con esa inestabilidad emocional.
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El mundo íntimo de Bassedas, la oficina dentro de su casa, es un gran collage. Una computadora, algunos libros, lapiceras. No hay fotos de su pasado glorioso como futbolista, de sus éxitos en el Vélez de Bianchi ni de sus partidos en la Selección de Passarella. Tiene una réplica de la Copa Libertadores que levantó en el 94, pero no la Intercontinental que el equipazo del barrio le arrebató al del imperio de Milán. Sólo aparece una imagen con sus hijos, con la V azulada en el pecho. Aunque parece más la foto de un padre cualquiera que la de un ex jugador. “Uno no puede vivir con lo que hizo. Uno tiene que vivir con lo que es”, dice Christian y lo avala con hechos. Allí hay otros personajes estrella. Un muñequito de Mick Jagger, con otros productos del merchandising de Los Rolling Stones, la banda que lo llevó a viajar por el mundo. Y en primera línea aparece Rocky, la creación de Sylvester Stallone que fue fuente de inspiración en sus días oscuros. “Es verdad esa frase de la película que dice ‘no importa cuán duro te pegue la vida, lo importante es que resistas y avances’. Es extraordinaria. Esa serie me marcó. No es solamente la superación del boxeador. Trata también del amor cuando habla con su novia o con su mujer. Hay sentimiento en el deportista, más allá de ganar o perder”. El cerebro en la cancha siempre buscó tener profundidad en sus pensamientos. Más aún después de la angustia que vivió como Director Deportivo de Vélez el año pasado, cuando el equipo peleó contra el fantasma del descenso. El sabe que puso en juego el amor del hincha.
-En la entrada al club está la foto del campeón del mundo y ahí estás vos. ¿Tuviste miedo de que se manchara el póster?
-¡¿Y qué te parece?! Vos estás en ese póster. Somos los 11 muchachos que llevamos esa camiseta a lo más alto. Pero posiblemente hubiesen quedado diez...
-¿Te diste cuenta ahora que ya pasó la locura o en ese momento lo vivías al extremo?
-El futbolista convive con la derrota. Siempre lo supe. Es una profesión que te lleva al límite. La diferencia es que nunca había vivido esta situación. No fue un año saludable. El problema es que cuando no parás la cabeza lo único que conseguís es dañarte, en vez de orientarte a una reacción. Era gestionar en la total adversidad. Sólo me hace bien haber llegado al objetivo final: recuperar el corazón de Vélez. Fue un proceso que hasta me hizo repensar algunas ideas. Todos estamos acostumbrados a hacernos una imagen nítida del tipo exitoso. Cuando te enfocan las luces del éxito el traje te queda precioso. Te ves apuesto al espejo. Te gusta tu peinado. Ahora me cambió un poco esa visión... Nadie puede discutir lo que es Gallardo, Bianchi, Russo o lo que fueron Menotti o Bilardo. Aunque me parecen admirables también los tipos que tienen batallas duras y las enfrentan. No es joda pelear el descenso. No sé qué profesión es más dura que la del entrenador, un presidente o un director deportivo cuando las cosas van mal.
-¿Redefiniste la visión sobre el exitoso?
-Hay tantísimas personas a las que considero exitosas. Y no son solamente a las que les tocó ganar. Hay muchos hombres y mujeres muy inteligentes, muy cultos, que se viven superando. Yo siempre tuve una mirada bastante particular del éxito. Nunca me interesó ver a Cristiano Ronaldo como un modelo de tipo. Siempre he diferenciado al futbolista de la persona. Sí admiro a Messi porque es el más humilde de todos los genios vivientes. Valoro su sencillez, su simpleza. Pero es tan amplia la respuesta. No puedo definir solamente como exitoso a un futbolista que ganó. Si ves el documental de Di María, él es exitoso. Y lo digo porque tiene amor, tiene sentimiento. Se le caen las lágrimas cuando habla del papá y de la mamá. Por su esencia es exitoso, ¿me explico? A partir del hogar que tuvo tiene una formación que me sensibiliza. Si además termina junto a Messi representando el mejor ejemplo de resiliencia, de superación y de apetito constantemente en busca de su sueño, eso para mí es el éxito. Pero no está solamente ligado a que fue campeón de América y del mundo.
-De acuerdo con vos. ¿Pero no creés que no se hubiera filmado la serie si Di María no salía campeón del mundo?
-Puede ser. Pero debería ser un jugador de serie igual. Porque Di María es una persona que enseña. Es un espejo en el que los jóvenes se pueden identificar. Esa copia sería mucho mejor para la sociedad. O sea, podría haber un montón de documentales de gente que no ha ganado en el fútbol pero que sí gana constantemente en la vida. No sé... Para mí una persona exitosa es una educada, bondadosa, agradecida, laburadora. Pero entiendo que vos no podés salir a la vida, pegarte un cartel y decir “soy un tipo exitoso”. En definitiva, yo no sólo pongo arriba al que ganó.
-Sabés que hay una mirada lineal: sale en la foto el que gana. Si Vélez descendía, el exitoso no iba a ser el que acompañó a los chicos.
-Por supuesto que lo sé. Las reglas de juego las tengo claras desde que era pichón. Y no creo que se puedan modificar. No puedo ser hipócrita: el fútbol es ganar. Y por más que detrás haya una persona íntegra, decente, sabia, que valga la pena, si te toca caer, te lo reconoce sólo tu familia y tus amigos. No te destacan absolutamente nada en el fútbol si te toca lo peor. Sólo digo que no estoy de acuerdo.
-¿Por todo esto que decís pusiste al Gallego Méndez a la altura de Bianchi, de Gareca? Dijiste algo así como que salvarse del descenso para Vélez era un campeonato del mundo.
-Esa pregunta me permite aclarar qué quise decir. Fue después del último partido. Tenía que ver con la emoción de renacer como club. O sea, fue una frase en medio de una felicidad absoluta, de un profundo desahogo. Entiendo que no es comparable para la gente de Vélez después haber tocado el cielo con las manos ganándole al San Pablo en la Copa Libertadores o al Milan en la Intercontinental. Esos momentos fueron únicos e irrepetibles. Lo sé porque los viví en carne propia... Igual, no me arrepiento. Como hincha, a Sebastián lo pongo en el podio porque vino a ofrecer su corazón. Y no es un hecho menor cuando tenés que enfrentar esa situación. Ahí también voy a las respuestas anteriores. Un tipo que hizo lo que hizo por amor absoluto a su camiseta, que nos ayudó a levantarnos, porque él fue el jefe del vestuario, ¿cómo lo definís? Para mí no hay otra manera de ubicarlo en la historia de Vélez, sabiendo que Willington, Bianchi y Chilavert son los tres máximos ídolos del club. Lo repito: el Gallego tiene un lugar en lo más alto, al igual que el Flaco Gareca.
-¿Cuando se fue Gareca sin poder levantar al equipo sentiste que se había ido la bala de plata?
-Ahí se olfateaba que la situación estaba jodida de verdad. El Flaco para mí era y es el número uno junto a Bianchi. Carlos es lo más en Vélez. Pero yo adoro a Gareca por su ascendencia, su manejo de vestuario, su idea de juego, su convencimiento. La historia no funcionó. Posiblemente él ya hacía mucho tiempo que era un seleccionador. Y era un momento que requería ir de cero a mil. Era clave el día a día. Tampoco quiero buscar muchas más explicaciones ni excusas. Sólo creo que como gestión fue la correcta. Yo desde mi lugar tengo que traer al mejor entrenador posible en un momento así.
-¿La charla con Bianchi te orientó en esos momentos de cierto desconcierto?
-Fui a verlo más que nada para recibir el abrazo de un maestro. Porque ahí, más allá de que te querés abrir, tenés que resolver vos. Sí surgen las preguntas en una charla. ¿Vos qué harías en este momento? ¿Qué jugador traerías? ¿Qué pensás que le falta al equipo?
-¿Eso te generó desesperación? ¿En otro contexto tal vez no hubieras ido a sacarle al Gallego Méndez a Unión?
-Mirá: el pasado es inmodificable. Las decisiones se toman en el momento que se toman y como las sentís... Ahí no tenés el diario del lunes. Acá fuimos cómplices los dos. Yo mataba por cuidar los intereses de Vélez. No puedo pretender que la gente razone o interprete como yo en ese momento. Ahí la cabeza era yo. Y para salvar a mi club hacía cualquier cosa. Además, la verdad, tampoco me pareció cualquier cosa. Son decisiones que había que tomar.
-¿Vos cómo te evaluaste ya pasado el tiempo?
-Quizás esto suene vanidoso de mi parte, pero ¿sabes qué? Yo fui el tipo más lúcido y que gestionó de la mejor manera el mercado de pases más determinante en la historia de Vélez. Y eso yo sé cómo fue. Fueron 17 días el mercado de pases de invierno, sólo 17 días. Era matar o morir. La batalla era hasta el final.
-¿Cómo fue ese mercado? Es el de Aquino, Brian Romero, Elías Gómez, Pizzini. Es también el de Bragarnik...
-Eso es una mentira absoluta. A Christian lo conozco de su época de hincha de Vélez. Yo futbolista y él en la tribuna. Siempre tuvimos una linda relación. Después creció y se transformó en el número 1 como empresario. Tiene jugadores y técnicos en todos los clubes del mundo prácticamente. Yo lo quería tener cerca porque queríamos a Brian Romero, que estaba en Tijuana... Al Gallego le gustaba, a mí me gustaba. Entonces, agilizar la negociación era importante y favorable. Lo destaco porque fue un buen gesto: Bragarnik jamás cobró comisión en Vélez. Y eso que hoy en día vos con cualquier agente estás prácticamente obligado a aceptar sus honorarios. Si no, no te traen al futbolista. Esa fue su parte. Pero después nosotros, por Elías Gómez, como sabíamos que se nos iba a ir Pancho Ortega, fuimos a hablar con Ponzio y Patanian a River... Pizzini estaba en Talleres y lo representa Walter Tamer. Emiliano Papa lo conocía de su paso por Independiente, como a Elías de Central, y lo fuimos a buscar. Aquino es netamente un acierto nuestro...
-Aquino fue el refuerzo más preponderante. ¿Cómo fue exactamente esa elección?
-Yo fui Director Deportivo de Olimpia de Paraguay. Jugamos 2 ó 3 clásicos contra Cerro Porteño. Y Aquino era el talentoso de ese equipo de Chiqui Arce. El Tevez de ellos. Ese estilo de futbolista, el mismo físico. Nosotros en Vélez necesitábamos un líder futbolístico y fuimos por él. Uno tiene que colgarse esa medalla. Y punto, porque también uno ha errado... Después, ¿quién más vino? Yeison Gordillo, que tampoco es de Bragarnik. A ver, que se entienda: Christian es un amigo, pero uno sabe lo que trabajó esos días. Tenés que seducir al futbolista, convencerlo de que venga a un hermoso club. Esas eran mis palabras textuales. Pero debían saber que había un clima y una atmósfera complicada, que estábamos peleando abajo y que la pelota iba a quemar. Después, aunque de esto no quiero hablar más, destaco que estos muchachos desde el primer día mostraron un compromiso hacia la camiseta que fue encantador. Potenciaron el vestuario y nos mejoraron como equipo. Tengo un agradecimiento eterno principalmente por esos 14 partidos. Cuando terminé la gestión y ya me iba, les dije: “Ojalá puedan disfrutar el verdadero Vélez”. Por eso el presente que tienen hoy, con el equipo puntero, me alegra muchísimo.
-¿Comprobaste que es más difícil pelear por no descender que por ser campeón?
-Ninguna duda. Ahora, mirá vos qué hijo de puta que soy: agradezco haberlo vivido para saber de qué estoy hablando. Pero no lo quiero vivir nunca más.
-¿Había que vivirlo? ¿Antes te parecía una frase hecha?
-Todo hay que vivirlo. Por eso, antes de opinar del otro hay que saber qué está viviendo el otro.
-¿Y qué es entonces pelear por el descenso en Argentina? Y más que un equipo acostumbrado a ganar.
-Vélez es un grande. Lo viví intensamente, como viví siempre también las conquistas que hemos tenido. Aunque no hay comparación con el miedo a perder. Cuando vas a jugar una final, si perdés el resultado es una inmensa tristeza, una inmensa frustración. Ahora, si perdés cuando jugás por el descenso no es una inmensa frustración ni una inmensa tristeza. Es la muerte.
-Para vos, además, no era lo mismo ser el Director Deportivo de Vélez que de otro equipo.
-Sinceramente digo que se me iba la vida. Se me iba el corazón con Vélez. Están muy cerquita el éxito y el fracaso. Aun cuando yo, sin ser un filósofo, pienso que fracaso es no levantarte y pelear la situación. Fracaso hubiera sido abandonar la batalla. Si yo me iba, si huía, hubiese sido un fracasado. Yo salía en cualquier foto. Entonces, termina siendo una historia de vida, aunque más resonante que otras. Realmente dura.
-¿Quiénes te bancaron?
-La mejor ayuda de todas es la familia. Pero ahí sos vos. Los tuyos son el gran sostén que tenemos, que tengo. Mi mujer es el mejor contrato que hice en mi vida. También tengo hijos adultos y fuimos al frente. Más allá de convivir con esa sensación de angustia, de tristeza, de miedo, de dramatismo. Cuando la vida es a todo o nada, ¿qué hago? ¿Me quedo en la cama? ¿Vivo en el psicólogo? ¿Leo los tuits para ver cómo me asesinan? ¿O voy para adelante? Uno no lo quiere, pero la mala enseña. No quiero pasar más por eso. Aunque la vida viene como viene. Y lo que viví fue un máster. En mis 51 años, nunca estuve tan preparado para todo como estoy ahora.
-¿Es mucho más cruel el fútbol en tiempos de redes sociales?
-Es insoportable. Hoy en día los futbolistas son mil veces más valientes que en mi época. Tienen que convivir las 24 horas con una crueldad desmedida. No hay límites. Por eso muchas veces también actuábamos como padres. No es fácil sobrellevar la carga de una situación angustiante cuando vos tenés 18, 19 ó 20 años... Nosotros en nuestros tiempos de jugador teníamos el puntaje del diario nada más. Que encima eran periodistas recibidos, hacían la crónica del partido, firmaban lo que escribían, se hacían cargo. Y generalmente acertaban. Sólo eso. ¿Hoy hasta dónde llega la crítica? Yo no me puedo levantar una mañana, agarrar el teléfono, filmarme y decirle cualquier barbaridad a otra persona. ¿Por qué? ¿Qué derecho tengo? ¿Quién soy para opinar con tanta violencia? Esa es una batalla perdida. Por eso es fundamental que hoy el futbolista en el club pueda tener un coaching personal, un psicólogo deportivo o una psicóloga. De hecho a veces me gusta más que sea una mujer. Me parece que va como si fuera la madre. Ahí puede encontrar otro tipo de contención.
-Antes no comprabas el diario y te escapabas. O no salías a un restaurante. ¿Hoy cómo le sacás el teléfono al jugador?
-Nooo. Los chicos nacieron con el teléfono. Es parte de ellos. Pero necesitan abstraerse de esa locura. ¿Y quién cuida a ese pibe? Se levanta de la cama y ya siente el hostigamiento a veces. A todos nos repercute, pero más a un joven. Tenés que aprender a convivir con esta nueva vida, aunque me parece muy dañino. Siempre los futbolistas fuimos juzgados, ¿pero hasta dónde? Y es hasta el final. ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a contestar? Si lo hacés, entrás en un mundo de violencia verbal horrible. Jamás me voy a violentar verbalmente ni físicamente con nadie. ¿Qué creo yo? Que la educación lamentablemente ha involucionado. Estoy hablando de los valores que te dio tu papá, tu mamá, tu abuelo, tu abuela. Con saber que al que estás hiriendo puede ser tu hermano, tu hijo, tu amigo... No hace falta que uno haya ido a la escuela secundaria o el terciario. Ser educado no es saber cuál es la capital de Finlandia.
-¿Se puede mejorar esas cosas en las que todos estamos de acuerdo? Las redes sociales, cómo se descuartiza al perdedor...
-Yo trato de aportar mi punto de vista, diciendo que todos deberíamos ser más tolerantes, más bondadosos, más empáticos. Pero nadie puede cambiar el mundo. John Lennon decía que imaginemos a todas las personas viviendo la vida en paz. Podrás decir que soy un soñador, pero no soy el único. Alguna gente se tomó el tiempo de herirme en esa situación enviándome mensajes a mi teléfono personal... Tengo claro que no hay marcha atrás. La lealtad es un valor constante en mí.
-Dijiste que el fútbol es cada vez más para valientes. Y tal vez para cierto grado de inconsciencia.
-Hay que pensar, pero bien. Lo que pasa es que el tipo x que me escribe, ¿qué hizo por el club? Yo sé que hasta el último minuto me jugué la vida. Lo que sudé. Y las noches de insomnio que pasé, la mala sangre que me hice y los pensamientos catastróficos que he tenido... Por otra parte, comprendo y acepto el enojo del hincha normal en ese estado. Porque también sufrió como nunca. El tema es que el fútbol se ha transformado en un circo mediático donde todos quieren participar de algún modo. Vos decías valiente y un poco inconsciente. Propongo ser valiente y consciente. No podés abstraerte. Yo me respaldé en profesionales. Mi analista Manuel pasó a ser un padre para mí en su acompañamiento. Me respaldé también en el deporte a morir. Escuchaba muchos reels que hablaban de ser estoico, de ser resiliente. Leía frases que tenían que ver con estar fuerte. Todo eso es entrenar la cabeza. Si vos te ponés solo en el paredón te quedás sin piernas. Estás en el fusilamiento y te matan. Hoy miro para atrás y digo qué contento estoy conmigo. Siempre dejé el corazón y anduve con la v azulada en el pecho. Por eso hoy, en paz, soy un hincha más de Vélez.