La llegada de Iker Muniain a San Lorenzo representó uno de los golpes del mercado de pases en Sudamérica. El Vasco, de 31 años, enamorado de la atmósfera del fútbol argentino, de la efervescencia que emanan sus tribunas, se propuso vivir la experiencia. Y encontró su novia en Boedo, tras el coqueteo fallido con River. En la cúpula del Ciclón, claro, el hecho de verse con tamaña bomba entre manos los inspiró a hacerla explotar. La dirigencia y los empleados planificaron una presentación en el Nuevo Gasómetro con toda la pompa, como cuando desembarcó Ándrés D’Alessandro allá por febrero de 2008. Pero el plan se topó con el perfil bajo de Iker.
El mediocampista prefirió encofrar la expectativa y curiosidad por su deseo de jugar en el país en una conferencia de prensa típica, sin fuegos artificiales.”Yo quiero ser uno más”, solicitó, convencido de que no necesitaba el show que la estatura de su figura sugería. “Gracias a esa humildad entró muy bien en el grupo. Lo adoptaron enseguida”, subraya alguien que conoce el día a día de la Ciudad Deportiva del Bajo Flores.
Ex integrante de la selección española, ganador de tres títulos con el Athletic Bilbao, referente y figura en la etapa de Marcelo Bielsa en el País Vasco, tres partidos le bastaron en la Liga Profesional para demostrar que su calidad está intacta. Y en la victoria 2-1 ante Banfield en el NG anotó sus dos primeras conquistas; una de penal; la otra, entrando por el centro del área para aprovechar un centro desde la derecha de Ezequiel Cerutti. El dorsal N° 80 encandiló en su primera aparición como titular. Pero una vez que se apagan las luces, vuelve a ser Iker, el fanático del fútbol que se decidió a protagonizar la aventura. Y eso es lo que más valoran en la intimidad de Boedo.
Si en Muniain habitaba el divismo, se quedó en España. Pero su actitud, aseguran en las entrañas del Gasómetro, no parece ser impostada. Por ejemplo, por el momento prefiere evitar las notas individuales, para que la lupa no se pose sobre él. Eso sí, en la adversidad, optó por dar la cara. Luego del 0-0 ante Defensa y Justicia, que llegó precedido del 0-1 ante Vélez en su debut, a la hora de hablar con los medios, él se propuso como vocero, a pesar de ser un recién llegado. También convocó a una arenga en pleno césped antes del triunfo de la semana pasada: hasta el Chila Gómez recorrió el terreno entre el arco y la piña de futbolistas para escuchar sus palabras de aliento, el juramento para el regreso al éxito.
Lo que más valoraron sus compañeros fueron sus gestos en el día a día, en los entrenamientos o en camerinos; con la pelota quieta. Según pudo saber Infobae, su trato con los empleados, utileros y allegados es amable y fluido. No existe barrera por el nombre. Igual de natural se mostró ante sus colegas. Apenas se confirmó su llegada a San Lorenzo, se abrió el debate sobre la chance de que recibiera, como un símbolo, el dorsal N° 10 que tenía (y aún tiene) dueño: el Perrito Barrios, un producto de las Inferiores que debió sufrir el destierro hasta encontrar continuidad y brillo bajo la tutela de Ruben Insua.
Si llegó a existir alguna posibilidad de roce, el mediocampista ibérico la enterró antes de que germinara: se acercó en una práctica, lo cobijó entre sus brazos y le ratificó “Nahuel, la 10 es tuya”. Y eligió el N° 80. Más: terminó construyendo una gran relación con el enlace y su grupo más cercano, como Iván Leguizamón, Nahuel Bustos y Sebastián Blanco, entre otros jugadores. Pero tendió lazos con todos los sectores del vestuario. El primero que le abrió la puerta cuando pisó la Ciudad deportiva fue el colombiano Johan Romaña. También encontró feeling con Matías Reali, refuerzo como él.
En el club rubrican que habla mucho con los jóvenes, pero no desde un pedestal. Ante el Taladro, hubo una jugada a máxima intensidad en la que Iker y Elián Irala derraparon para disputar el balón y terminaron chocando entre sí. “Nos matamos”, ilustró el volante central. En medio de la entrega y el frenesí del partido, el vasco se dio tiempo para humorada. “Después me dijo ‘chaval, tú no te puedes tirar así'”, narró la secuencia el juvenil, que fue buscado por el fútbol de Arabia Saudita, pero prefirió terminar su desarrollo en Argentina.
Y para terminar el test de adaptación tomó una decisión trascendental en su país adoptivo: le obsequiaron un mate y... lo empezó a usar y a compartir, como un argentino más. “Sí, estuve tomando con los chicos también en el vestuario. Me regalaron un matecito, tengo que aprender a prepararlo”, le contó a ESPN.
Para que cumpliera su anhelo, el volante contó con el respaldo de su familia. Primero, de sus padres, que viajaron con él a la Argentina, estuvieron en la firma del vínculo, pero se volvieron inmediatamente a España y siguieron en debut contra Vélez por TV. ¿La causa? Muniain tiene dos hijos con Andrea Sesma, su ex esposa, de la que se separó en 2021. Y los pequeños quedaron en España. Iker, el varón, hizo su presentación en las Infantiles del Athletic Bilbao ese mismo día. Por eso, los abuelos eligieron el respaldo a los nietos, mientras papá continúa con su carrera y saborea la pasión en un plato generoso.
Es que la zanahora que condujo al vasco a la Argentina, dicho quedó, es la ebullición en las graderías. Por eso, luego de la reunión fundacional con la dirigencia y el DT Leandro Romagnoli, pidió unos días para definirse y un pack de videos de la hinchada, para tomar dimensión del clima en el que se iba a sumergir.
Perfeccionista, hoy es casi un cancionero andante. Lo confirmó su novia, la también deportista (fue campeona en bádminton en su país) Ana Montoya, quien fue captada en la platea entonando los hits durante el 2-1 del sábado y las imágenes se hicieron rápidamente virales.
Lo que no se sabía, hasta que ella lo hizo público, es que su conocimiento del tema se dio por contagio. Hubo un ensayo en continuado, como en un coro. “La canción de “acá está, la más fiel, la gloriosa Plaza Butteler” él la canta todo el día en casa, me la tengo aprendida”, le confió a Olé.
El nuevo hogar de Muniain y Ana está en Puerto Madero, pero no parece ser el definitivo. Es que, si bien no le disgusta la zona, le falta algo. “Está acostumbrado al verde”, le confiaron a Infobae. Es el único “gusto” que todavía no se pudo dar, pero es cuestión de tiempo, de encontrar la casa justa. Mientras, come fútbol, respira fútbol, embriagado por el fervor único por los colores que regala la Argentina y que persiguió a más de 10.000 kilómetros de su casa.