Con una mirada tímida escondida bajo un piluso blanco que acompañan a los numerosos anillos en sus pequeñas manos y un outfit característico por el oversize, Ami Yuasa acudió al encuentro con Infobae en el corazón de Boedo. La bailarina de breakdance que se consagró con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de París arribó a Buenos Aires para conformar el jurado del Red Bull BC One All Star Tour, que pertenece al circuito internacional más importante de su disciplina.
A diferencia de las impactantes producciones que expone habitualmente en las pistas, la atleta japonesa mantiene un perfil bajo. Mide sus palabras y piensa cada frase antes de responder con una espontaneidad ajena a la que improvisa cuando interpreta los trucos que maravillaron al mundo en la capital francesa. Para ella, el breakdance es más que un estilo de baile; considera esa pasión como “un fenómeno cultural que ha dejado una huella imborrable en la historia de la danza urbana”.
Surgido en las calles del Bronx, Nueva York, a finales de la década del setenta, el estilo que se caracteriza por combinar movimientos atléticos con giros, volteretas y otras técnicas complejas traspasó las fronteras hasta convertirse en disciplina olímpica. Y la primera campeona de la historia fue la B-Girl asiática. “Fue una experiencia muy buena, porque estuve desde el comienzo hasta la ceremonia del final. Viví muchas sensaciones positivas en lo que probablemente haya sido mi primera y última experiencia en los Juegos Olímpicos. El breakdance es una disciplina nueva y no sé lo que ocurrirá en el futuro. De todos modos, estoy muy contenta y encantada por todo lo que logré en Francia”, deslizó con una sonrisa sincera. Y agregó: “El resultado fue producto de un gran esfuerzo y mucho entrenamiento. Sinceramente, no me esperaba estar en el podio, porque había muchas chicas que se habían esforzado mucho. Cuando salí a escena jamás me puse a pensar en la medalla, sino en hacer la mejor producción posible. Creo que por eso también pude disfrutar mucho de la performance que interpreté”.
A ella le costó asimilar la conquista. Cuando escaló a la cima del podio, todavía no comprendía que había escrito un capítulo dorado en el evento más importante que reúne a los mejores del planeta. “Entendí lo que había hecho varias semanas después de haber ganado la medalla dorada. En ese momento, cuando conocí el resultado del jurado, me puse muy feliz; pero verdaderamente no me había dado cuenta de lo que había logrado. Me tomó un tiempo procesar y entender todo lo que había pasado en Francia”, reveló con la suavidad que la caracteriza.
Oriunda de Saitama, el choque cultural que le provocó su llegada a la Argentina fue notable. En su primer viaje al país, se sorprendió por el desarrollo que encontró en Buenos Aires, “sobre todo por la cantidad de centros comerciales”. “Me habían dicho que era una ciudad muy grande de Latinoamérica, pero cuando llegué dije: Guau, es enorme”, confesó. Y de inmediato se mimetizó con la gastronomía local. “Lo primero que me dieron de probar fueron mates con alfajores, y me parecieron una delicia. La verdad es que estaba ansiosa por conocer el país de Messi, porque a mi papá le gusta mucho el fútbol”.
A diferencia de la conexión que suelen tener los deportistas de todo el planeta cuando están reunidos en la Villa Olímpica, Ami Yuasa permaneció concentrada en su performance y evitó cruzarse con estrellas internacionales de otras actividades. “No estuve tan atenta al resto de los deportes, porque si bien me gustan, no soy fanática. Estaba muy enfocada en lo mío. No le pedí ninguna selfie a nadie”, subrayó después de meditar la consulta sobre si se cruzó con alguna leyenda.
Tal es así, que en el instante en que la australiana Rachael Gunn se convirtió en meme por las burlas que recibió en las redes sociales por su interpretación, la B-Girl asiática optó por mantenerse al margen del contexto viral que provocó la participante de Oceanía. “Le hablé después de la competición, pero no estuve mucho tiempo con ella porque la conocí allí, en París. Si bien es una colega, no somos muy cercanas. Es difícil conocer cuál es su verdadero sentimiento, porque en el breakdance una se toma mucho tiempo para poder hacerle entender a todo el mundo lo que realmente significa. Hay mucho de arte y de expresiones corporales, en donde una se muestra tal cual es. Es decir: no hay errores, ni nada malo en cada presentación. Me entristeció que muchas personas que no saben absolutamente nada del breaking se hayan burlado de ella. Tuvo mucha repercusión fuera de nuestro ambiente, y eso también me sorprendió. Tal vez, ese impacto que ha tenido lo pueda aprovechar de manera positiva. Lo malo de ello, es que muchos ni siquiera se han puesto a pensar o indagar lo que verdaderamente es el breakdance y simplemente se han enfocado en la producción de una participante”, analizó.
En la misma sintonía, se refirió al caso de Manizha Talash, la bailarina que compitió bajo la Bandera Olímpica de Refugiados y se presentó a la sala de prensa de París con una bandera que contenía el lema “Mujeres afganas libres”. “No la pude ver. Escuché algo de lo que había sucedido, pero no me pude interiorizar. Por eso no puedo dar una opinión profunda sobre esa situación”, deslizó con cautela.
A diferencia de lo que ocurre en las pistas, donde debe improvisar los pasos al ritmo de la música que le ponga el DJ, en su vida privada es extremadamente organizada. “Preparo absolutamente todo. No dejo nada librado al azar. Es mi forma de vivir. Jamás dejo que pase algo, sin que esté premeditado. Hasta cuando me enfermo, tengo todo listo. Programo mis días desde que me levanto hasta que me acuesto. Y eso lo aplico con las comidas, horas de sueño o las producciones que prepare para las competiciones”, reconoció.
Amante de las agujas de tejer, cuando no viaja apela a la creación de indumentaria de invierno con extravagantes modelos de lana. También recurre al chill out o al JayPop para relajarse, aunque en sus tiempos libres también escucha mucho Hip-Hop, porque le sirve como entrenamiento para desarrollar nuevos movimientos. En su corazón siempre está presente su hermana, quien la inspiró en el mundo de la danza. “Comencé a bailar gracias a ella. Tenía 6 años y empecé a hacer coreografías en el estudio al que ella acudía. Allí surgió lo del breaking y empecé a probar trucos como el windmill. Era una niña y quería hacer cosas nuevas. Entonces, comencé a tomar clases y cuando me di cuenta ya era adicta a la disciplina que amo”.
En su sentimiento personal, también lamenta la ausencia del breakdance en la próxima edición olímpica que se disputará en Los Ángeles, aunque reconoce que no le quita el sueño. “En mi caso, no me afecta tanto, porque mientras que siga existiendo el breaking voy a tener mi pasión intacta. No necesito de los Juegos Olímpicos para disfrutar de esta actividad. Fue una gran experiencia la de París y me entristece que las generaciones más jóvenes no tengan la posibilidad de competir en ese evento. Me gustaría que los más jóvenes tuvieran la oportunidad de atravesar una experiencia similar a la que tuve yo. Las Olimpiadas representan un gran impacto a nivel mundial y los participantes tendrían más chances de crecer en sus carreras, porque muchos espectadores observaron el breaking por primera vez gracias a que fue una competencia olímpica. Es una lástima que no estén en 2028″.
Antes de despedirse, Ami Yuasa confesó que hubo un episodio en la Ciudad de la Luz que le provocó un sinsabor del que aún se arrepiente. Es que durante la ceremonia de clausura, se perdió el show que protagonizó Tom Cruise cuando bajó desde el techo del Saint Denis y sorprendió a todos los presentes. “Fue una lástima no haber estado en ese preciso momento. Como con el equipo de Japón teníamos programada la cena de despedida, me retiré antes del estadio y no pude ver ese espectáculo que fue increíble”. Lamentablemente para ella, en Hollywood no habrá lugar para los bailes urbanos; pero es consciente de que en algún lugar del planeta tendrá la revancha de vivir una nueva aventura.