Del cielo al infierno. De la luz a la oscuridad. De la vida más plena a codearse con la muerte. En pocos años. Y cómo salir de una pesadilla, con ayuda y voluntad. Esta es resumida la historia de Willie Cauley-Stein, una figura del básquet estadounidense que llegó a la NBA por la puerta grande y se fue en silencio, por la puerta chica, tras una crisis que incluyó muertes, depresión y drogas. Un combo que habitualmente es letal y que en este caso, por suerte, no terminó en tragedia.
Se trata de un pivote de 2m13 que, entre 2013 y 2015, se convirtió en una estrella nacional del básquet universitario. Figura de una universidad top, como la de Kentucky, debutó promediando 23.6 puntos y 8.3 rebotes, con apenas 19 años. Se despidió tras su tercer año, con medias de 25.9 y 8.9, lo esperaba la NBA. Sacramento Kings lo eligió nada menos que en el sexto lugar del draft y lo firmó por 15.5 millones de dólares y cuatro años.
Para Willy no fue fácil la adaptación a la mejor competencia del mundo. No tuvo el impacto esperado, pero pudo lograr un lugar fijo en la rotación de los Kings, un equipo que por aquellos años no le escapó a su historia de derrotas en masa. Sin embargo, en su cuarta y última campaña en Sacramento, tuvo su mejor temporada, que coincidió con la del equipo (récord de 39-43). Fue titular en los 81 partidos del equipo y tuvo sus mejores números: 11.9 puntos, 8.4 rebotes, 2.4 asistencias, 1.2 robos y 27.3 minutos.
Sin embargo, los Kings decidieron no renovarle el contrato y terminó firmando uno, con Golden State Warriors, muy por debajo de sus expectativas. Encima, un mes y medio después, en medio de su descanso, su vida comenzaría a dar un giro inesperado. Tres de sus amigos fueron baleados -uno de ellos murió- en plena madrugada en una casa que él había alquilado. Cauley-Stein no estaba en Sacramento, porque acababa de firmar el nuevo acuerdo, pero eso sería un quiebre en su vida. Allí comenzaron los problemas de salud mental. Fue un click. La situación empeoró cuando su abuela, una figura materna para él, fue diagnosticada con cáncer de huesos, pocos meses después. Todo parecía una película de terror, justo para el comienzo de la nueva temporada con los Warriors.
“Así se desató un espiral de problemas en mi vida. Tratar de lidiar con eso y jugar al mismo tiempo, en un equipo nuevo, con un mal contrato, y con la noticia del embarazo de mi esposa, pasaron a ser demasiadas cosas, muchos cambios. Así fue como empecé a tomar pastillas para el dolor, en realidad para intentar escapar de una realidad que me costaba soportar”, explicó en una entrevista con Kyle Tucker del sitio The Athletic.
El deterioro de su abuela, las responsabilidades en su casa y las obligaciones como profesional lo vencieron. “En un momento tomaba tantas pastillas que estaba dormido todo el tiempo. O cuando estaba despierto, realmente no estaba presente. Hasta perdí la oportunidad de despedirme realmente de mi abuela”, confesó.
El 25 de enero, Golden State se cansó y, sin decir nada, lo traspasó a Dallas Mavericks, apenas seis meses después de su fichaje. Willie intentó ponerse bien, lo logró por momentos y los Mavs, todavía confiando en su potencial y capacidad de recuperación, le firmaron un contrato de 10.4 millones por tres años. Pero cada vez jugó menos y peor. Le costaba jugar, no podía con su alma. No sabía que, más allá de su depresión y adicción, había algo más grave por detrás.
La muerte de su abuela fue un designio, casi como un pedido de auxilio. “Lo sentí como un último gran abrazo suyo”, admitió. Seis días más tarde, entendiendo que debía pedir ayuda, se internó en un centro de rehabilitación. Los Mavs apenas informaron que dejaba el equipo por problemas personales, esperarían hasta enero para cortarle el contrato.
Willie sabía que tenía un problema, pero desconocía el mayor que se ocultaba detrás de su caso. El creía que era un adicto a un opioide, no a una droga mortal. Cauley-Stein pensaba que estaba usando Percocet, un analgésico habitualmente utilizado para tratar dolores moderados a severos. Sin embargo, cuando entró al centro y le hicieron los primeros estudios, más tarde descubrió que las pastillas eran falsas. En realidad, estaba consumiendo píldoras adulteradas con fentanilo, una droga que puede ser letal y, en los manuales, se describe como 50 veces más potente que la heroína y hasta 100 veces más que la morfina. A tal punto que es el causante del 70 por ciento de las sobredosis en Estados Unidos. Una sustancia que está haciendo estragos en las calles de las principales ciudades de aquel país.
En 2023, por caso, se incautaron más de 115 millones de pastillas en la nueva droga que está arrasando en el país. Y casos como el suyo, de gente comprando pastillas en el mercado negro y que acaban siendo mortales, los hay a miles. Se cree que el 70% de las 80 millones de pastillas que hay en el mercado están adulteradas con esta peligrosísima droga sintética.
“Yo, realmente, no lo supe hasta que me entregué. Cuando vi los estudios, miré a mi esposa y le dije ‘Dios mío’, porque escucho historias todo el tiempo de chicos que van a una fiesta, nunca habían tomado una droga antes, deciden ingerir un Percocet, resulta ser fentanilo y mueren. De una sola pastilla. Y yo estuve tomando esas pastillas por años. Fácilmente podría estar muerto”, analizó el jugador, padre de tres hijos, quien además señaló a esta adicción como la culpable de haber perdido gran parte de su carrera como basquetbolista. “Las drogas me lo quitaron todo como jugador, pero lo tenía que hacer por ellos. Los equipos NBA decían que no tenía personalidad, energía, que no sentía amor por el juego”, contó quien estuvo 65 días internado en rehabilitación.
Siempre supo que aceptar el problema le cerraría la puerta de la NBA pero, a la vez, podría volver a abrir la puerta de la vida. Y ese camino tomó. Fue la misma competencia la que lo ayudó, como a tantos otros.
El programa de la NBA para adicciones le salvó la vida. Tras los 65 días en rehabilitación salió reconvertido.
Primero conoció el golf, deporte que pasó a practicar habitualmente como hobby. Luego intentó un regreso al básquet, primero en la G-League, con el equipo afiliado a los Rockets (Rio Grande Valley Pipers), jugando 13 partidos con promedios de 8.8 puntos y 5.7 rebotes. Más tarde lo intentó en Italia, con el Varese. Fue justamente nuestro Luis Scola, CEO del equipo, el que aprobó su llegada en julio de 2023. Mostró flashes de su talento, incluso en un partido tuvo 19 puntos y 20 rebotes, pero la experiencia duró poco. Su última parada fue en Puerto Rico, para jugar en Indios de Mayagüez, lugar que abandonó en marzo de este año.
Ahí fue cuando, en su regreso a su país, decidió volver a las fuentes, especialmente a Kentucky. En la universidad está pasando, aseguran, el mejor año de su vida. En el TBT, un torneo de verano, se juntó con cuatro de sus compañeros de 2015, nada menos los gemelos Harrison, Tyler Ullis y James Young. Los cinco formaron parte de La Familia, como se conoce al vestuario de Coach Calipari desde dentro.
Y allí tuvo la oportunidad de revivir el amor que los hinchas de Kentucky sintieron por él. Juntos ganaron el regional de Lexington para delirio del público local antes de caer en las semifinales de Philadelphia ante el que sería el campeón. Fue nombrado mejor jugador defensivo del torneo.
“Fue un recuerdo del pasado”, decía WCS, quien además fue el mejor jugador del partido ante los rivales de Kentucky, Louisville, en cuartos de final. Sueña con volver a la NBA, con otra oportunidad en la mejor competición, pero si no se da, seguirá agradecido por las pequeñas cosas. Y espera que su historia, y haber salido adelante, haya servido al menos para ayudar a alguien. De tantos que terminan muertos o en la cárcel, su historia puede servir. Willie pidió ayuda y lo ayudaron.