Hoy vive el sueño por el que peleó desde pequeña, luego de sortear todos los obstáculos, de que incluso su caso impulsara una campaña nacional para que el género no fuera un impedimento para disfrutar del fútbol. Juana Cangaro es una de las heoínas de la selección argentina Sub 20 que logró la clasificación a octavos de final del Mundial de la categoría por primera vez en la historia. Pero, para lograrlo, debió transitar un largo y arduo camino, que la depositó en la Albiceleste y en un grande como River Plate.
Juana tenía apenas seis años cuando descubrió su gran pasión. Era 2012, y mientras otros niños se entretenían con muñecos o videojuegos, ella solo quería una cosa: patear una pelota. La escena era común en Jáuregui, una pequeña localidad de la provincia de Buenos Aires. Pero esa energía, ese deseo de jugar al fútbol, la llevó más allá de los límites de su barrio. Su familia pronto entendió que la pequeña Juana no solo jugaba por diversión; había algo en su forma de moverse en la cancha, en la manera en que sus ojos seguían el balón, que anunciaba que esto era más que un pasatiempo.
Cuando la familia se mudó a Mercedes, la decisión fue inmediata. Juana necesitaba un equipo. Fue así como llegó al Club Paso a Paso, un conjunto que jugaba en modalidad mixta. Allí, con tan solo seis años, Juana se encontró rodeada de varones. “Al principio era la única nena”, recordaría años después, sin dramatismos. No le importaba serlo; su único interés era jugar, sin importar el contexto o los desafíos. No fue la primera vez que enfrentaría la discriminación de género, pero tampoco sería la última.
Con el tiempo, Juana se destacó en el equipo mixto, demostrando que no solo podía competir con los chicos, sino que podía ser la mejor entre ellos. Para ella, el fútbol se convirtió en una extensión de su vida cotidiana, un espacio donde no importaba nada más que la pelota y la adrenalina que sentía cada vez que corría tras ella.
A los 9 años, Cangaro pasó al Club Estudiantes de Mercedes, esta vez en un equipo exclusivamente femenino. Sin embargo, ese paso al fútbol formal traería consigo su primer gran obstáculo. En una liga que no permitía competencias mixtas, le prohibieron ser fichada por ser mujer. Fue un golpe duro. “Mi mamá me dijo que no podía jugar y yo no entendía nada”, confesó con sinceridad en una entrevista años después. La incomprensión de una niña chocaba de frente con la rigidez de un sistema que aún no aceptaba que las mujeres tuvieran un lugar en el fútbol.
Juana había comenzado a recorrer un camino lleno de desafíos, pero cada pequeño traspié, cada negativa, la impulsaba a seguir adelante con más fuerza. La negativa del club no se quedó en el vestuario. Pronto, su familia decidió que era hora de alzar la voz, y así nació #DejenJugarAJuana, una campaña en redes sociales que cobró vida rápidamente.
Lo que comenzó como un reclamo local, un grito de ayuda para que Juana pudiera jugar al fútbol en Mercedes, pronto se volvió una causa nacional. Los medios más importantes del país se hicieron eco de la situación. La imagen de una niña a la que se le negaba el derecho a jugar al fútbol por el simple hecho de ser mujer, despertó indignación y solidaridad. En cada rincón de Argentina, la gente comenzaba a conocer su historia, y el apoyo no tardó en llegar.
“Yo era muy chica y no entendía por qué no podía jugar. Me decían que no escuchara lo que decían los demás, que siguiera jugando”, recuerda hoy con una madurez que contrasta con aquella época. Toda Mercedes se unió en torno a su causa, y más allá de las fronteras de la ciudad, desde varios puntos del país empezaron a apoyar el reclamo. Las redes sociales explotaron con mensajes de apoyo, y la campaña #DejenJugarAJuana no dejó de crecer.
El impacto fue tal que incluso el intendente de Mercedes se vio obligado a intervenir. Firmó un decreto que declaraba de interés municipal la inclusión de Juana en el torneo, un gesto que simbolizaba el apoyo de la ciudad a su pequeña luchadora. Pero ni siquiera ese respaldo fue suficiente. A pesar de la presión social y mediática, las autoridades de la Liga Mercedina de Fútbol no cedieron, y Juana no pudo participar en la competencia.
“Aprendí a seguir luchando por mis sueños y a salir adelante”, dijo más tarde. Era increíble cómo una niña de tan solo 9 años ya había absorbido una lección que muchos tardan décadas en entender. Juana no pudo jugar en su ciudad, pero la semilla de su lucha estaba sembrada. Lejos de rendirse, decidió redoblar su esfuerzo y enfocarse en lo que vendría: demostrar que su lugar estaba en el fútbol, sin importar las trabas que le pusieran en el camino.
Este evento marcó el inicio de una lucha que trascendería su propio caso. Juana Cángaro se convirtió en símbolo de una batalla mucho más grande: el derecho de las niñas a jugar al fútbol, a competir en igualdad de condiciones, a ser vistas no como una excepción, sino como parte integral del deporte.
El salto a River Plate y un duro golpe
La campaña #DejenJugarAJuana había puesto a la joven mercedina en el centro de la escena nacional. Fue entonces cuando llegó una oportunidad inesperada: su historia hizo eco en River Plate. No lo dudaron ni un segundo. Juana, con apenas 10 años, fue invitada a realizar pruebas en el club. Era 2016, y todo sucedió rápidamente. “No podía creerlo”, recordaría después. En tres días de pruebas intensas, Juana demostró lo que llevaba en las venas. El resultado fue claro: quedó seleccionada.
Para Juana, el fútbol siempre fue un refugio, pero también una carrera llena de sacrificios. Entrar a River significaba un compromiso total, y eso implicaba viajar constantemente desde Mercedes a Buenos Aires. Son más de 100 kilómetros, y Juana nunca viajó sola. Fue su madre, Mercedes, quien asumió el rol de compañera y aliada incondicional. A pesar de los kilómetros, los entrenamientos, el cansancio, nada las detuvo. “Mi mamá hacía lo imposible”, dijo Juana en varias entrevistas, reconociendo el esfuerzo y sacrificio que la familia hacía para que ella pudiera seguir su sueño.
Pero el camino no fue fácil. Cuando Juana había logrado consolidarse en las categorías formativas del club, la vida le asestó el golpe más duro que podía imaginar: la muerte de su padre. Era su mayor apoyo, el hombre que siempre la acompañó desde sus inicios en el fútbol. Para una niña que apenas comenzaba su adolescencia, la pérdida fue devastadora. Juana tuvo que enfrentarse a un duelo profundo, pero al mismo tiempo, no quería abandonar lo que tanto amaba. “Fue muy difícil, pero sabía que él quería que siguiera adelante”, confesó.
Las largas jornadas de entrenamientos en River Plate, las distancias, los viajes interminables en colectivo entre Mercedes y Buenos Aires, todo parecía más pesado sin la presencia de su padre. Su madre asumió el papel de pilar fundamental. Cada vez que Juana flaqueaba, ella estaba ahí para levantarla. Era Mercedes quien se encargaba de que su hija pudiera cumplir con todos los compromisos, sacrificando sus propios días para que Juana pudiera continuar entrenando con el equipo.
Esa dolorosa pérdida, lejos de derrumbarla, la fortaleció. Juana sabía que la única manera de honrar la memoria de su padre era seguir luchando por su sueño de convertirse en futbolista profesional. Fue esa mentalidad, esa fuerza interna, lo que la ayudó a no perder el foco, incluso en los momentos más oscuros.
Poco a poco, Juana fue subiendo en las categorías del club millonario. Desde la Sub-14 hasta la Reserva, su progreso era constante. Cada paso que daba en River la acercaba más a su gran objetivo, pero sabía que el camino aún era largo. Su determinación, su habilidad en la cancha y su espíritu de lucha pronto captaron la atención de los seleccionadores nacionales. Así llegó la primera convocatoria para la Selección Juvenil Argentina, donde comenzó a jugar en la Sub-17.
Para una chica que venía de un pueblo pequeño, que había enfrentado la discriminación y el dolor de la pérdida, estar en la Selección Nacional era un sueño que comenzaba a hacerse realidad. Sin embargo, Juana no se conformaba. Quería más. “Quiero ser profesional, jugar en Primera y seguir representando a mi país”, decía cada vez que le preguntaban por sus objetivos.
En 2023, con 18 años, ese sueño finalmente se hizo realidad. Tras varios años en las categorías formativas, Juana Cangaro debutó en la Primera División de River Plate y firmó su primer contrato profesional, consolidándose como una de las grandes promesas del fútbol femenino argentino. Todo ese esfuerzo, los sacrificios de su madre, el dolor por la pérdida de su padre, encontraron su recompensa.
El crecimiento y reconocimiento
A medida que los años pasaban, Juana se iba consolidando como una de las jóvenes promesas del fútbol femenino argentino. Su nombre, que había resonado por primera vez gracias a la campaña #DejenJugarAJuana, comenzó a ser conocido no solo por su lucha fuera de la cancha, sino por su indiscutible talento dentro de ella. Después de su ingreso a River Plate en 2016, su carrera despegó rápidamente, moviéndose entre las categorías juveniles con la misma velocidad y precisión que demostraba en cada uno de sus partidos.
Los entrenadores del club vieron algo especial en ella. Como lateral derecha, no solo destacaba por su capacidad para defender, sino también por su facilidad para sumarse al ataque, desbordando por las bandas con una energía que parecía inagotable. Su estilo de juego, firme y sin concesiones, comenzó a llamar la atención. Cada vez más, el nombre de Juana se pronunciaba entre los cuerpos técnicos, y su trayectoria era seguida de cerca.
En 2022, Juana tuvo la oportunidad de ser parte de uno de los momentos más importantes en su carrera hasta ese momento. Fue convocada para disputar el Sudamericano Sub-17 con la Selección Argentina Juvenil, un torneo que no solo le brindó experiencia internacional, sino que le permitió codearse con las mejores jugadoras jóvenes del continente. A sus 16 años, ya vestía la celeste y blanca, y su familia, que había sido su pilar desde el principio, la acompañaba en cada paso.
Después de su paso por la Sub-17, Juana continuó su meteórico ascenso. En las categorías formativas de River Plate, se destacó en la Sub-16 y la Reserva, donde su equipo finalizó segundo en la tabla de posiciones en 2022. Ese mismo año, fue parte del plantel que ganó el primer torneo oficial de Sub-16 organizado por la AFA. Estos logros consolidaron su posición en el equipo, pero la jugadora mercedina sabía que el verdadero sueño aún estaba por cumplirse: debutar en Primera.
El 10 de marzo de 2023, ese anhelo se hizo realidad. Cangaro debutó oficialmente en la Primera División de River Plate, jugando en la primera fecha del Torneo Apertura. Era un día que nunca olvidaría. Atrás quedaban los años de lucha, los viajes interminables y los desafíos personales. “De a poco se van cumpliendo mis objetivos”, dijo con la humildad que la caracteriza, pero con la satisfacción de quien ha trabajado sin descanso para llegar a donde está.
Ese mismo año, firmó su primer contrato profesional con el club de Núñez, un logro que pocas futbolistas alcanzan a tan temprana edad. El contrato, que la vincula con River Plate hasta diciembre de 2026, es una muestra de la confianza que el club de Núñez depositó en ella, y del compromiso de Juana con el equipo que la vio crecer. “Es un orgullo poder firmar con River. Todavía me quedan muchos sueños por cumplir, pero este es un paso muy importante”, declaró emocionada en esa oportunidad.
El reconocimiento no solo llegó desde River. La Selección Argentina la seguía de cerca, y en abril de 2023 fue convocada para disputar el Sudamericano Sub-20. En ese torneo, el equipo argentino logró algo histórico: clasificar al Mundial Sub-20 después de 12 años de ausencia. Para Juana, ser parte de esa hazaña fue un logro personal y colectivo. “Siempre quise jugar un Mundial, y haber logrado esta clasificación es un paso enorme para todas nosotras”, dijo al finalizar el torneo, con la vista puesta en lo que vendría.
“No quiero quedarme acá, quiero seguir creciendo, mejorando cada día y, algún día, representar a Argentina en la mayor”, confesaba con esa mezcla de ambición y humildad que siempre la ha caracterizado. Y lo cierto es que, con cada paso que daba, Juana Cángaro demostraba que estaba destinada a lograr mucho más.
Proyección internacional
El año 2024 marcó un punto de inflexión en la vida de Juana. Luego de años de sacrificio y perseverancia, la joven futbolista mercedina llegó a disputar el Mundial Sub-20 de Fútbol Femenino en Colombia. A sus 18 años vistiendo la camiseta de la Selección Argentina, con la número 4 en la espalda, ocupando su posición habitual como lateral por derecha. El elenco albiceleste avanzó de fase tras sumar una victoria, un empate y una derrota. En el horizonte asoma un importante desafío, Alemania.
“Sabemos que va a ser un partido muy difícil, pero estamos listas para pelear hasta el final”, dijo Juana sobre el choque contra las germanas, que se disputará el próximo jueves en Bogotá.