Los padres de los varones se quejaban porque ella, con apenas 8 años, dejaba en ridículo a sus propios hijos. Hoy las que se quejan, por lo bajo, son ellas. O no tanto por lo bajo. Mientras Caitlin Clark (22) encabeza una revolución en el básquet femenino de Estados Unidos, algunas de sus colegas no lo pueden soportar. No sólo hablan y tiran mala onda sino que además, si pueden, la golpean, la maltratan. “Realmente lo que ella está generando en el básquet femenino es impresionante. Pero, a la vez, no puedo ver y escuchar lo que le hacen. La negatividad que existe sobre ella. Todo por celos, por envidia, es difícil de creer”. Lo dijo Charles Barkley, una de las pocas superestrellas de la historia que no tiene pelos en la lengua y expresó lo que muchos ven y no se animan a decir. Lo de esta chica, en su primera temporada en la WNBA, es para los libros de historia. Está batiendo todos los récords y, además, vendiendo miles de entradas, triplicando audiencias y subiendo la popularidad y el interés en el básquet femenino. Sin embargo, especialmente en la cancha, hay bronca. De las rivales. De varias de ellas. Insólito.
Venía tranquila la temporada de Clark. Con destellos, sí, con algunos grandes partidos también, pero en el último mes fue una explosión. Y una continuidad de la revolución que había empezado a causar en el básquet universitario, jugando para Iowa. Fue soñado el final de carrera en la NCAA y ahora esta primera campaña en el profesionalismo. Especialmente en estos nueve juegos, en los que su equipo, Indiana Fever, ganó siete y ya está en zona de playoffs, como el sexto equipo de mejor récord con marca de 18-17.
En esta racha promedia 24.5 puntos y 9.2 asistencias. Números desorbitantes para la liga. Hay que tan solo decir que ya tiene siete doble doble (al menos 20 tantos y 10 pases gol) en apenas 34 juegos en la WNBA. La mejor de la historia, nuestra querida Diana Taurasi (hija de madre argentina), logró 9, pero en 559. Caitlin, un base de 1m82 y 22 años que tiene un imponente combo de habilidades, se caracteriza por el tiro y su capacidad anotadora. Por eso no sorprende que haya sido la jugadora que más rápido llegó a los 100 triples, apenas en 34 juegos.
En el anteúltimo partido logró su segundo triple doble. Nunca una rookie siquiera había logrado uno. Así con todo. Como la noche en la que fue la primera jugadora con al menos 30 puntos, 5 triples y 12 asistencias. Justo fue ante su archirrival, una de las que no se bancan esta revolución, Angel Reese, con la misma que había tenido problemas en la NCAA. Aquella noche, en el triunfo ante ella y Chicago, sumó 30 puntos, 12 asistencias.
Fue, además, el partido con el promedio de entradas más caras (334 dólares). Porque, claro, lo suyo no es sólo en la cancha en su primera temporada en la NBA femenina. También en la taquilla y los ratings. Indiana ya batió el récord de convocatoria y un partido suyo fue el de mayor cantidad de hinchas (20.333) en 17 años. El promedio de sus partidos son 16.757 hinchas de local y 14.858 de visitante. El resto de la liga, apenas 7.723. Los seis partidos más vistos de la temporada la tuvieron a ella (el #1 fue de 2.25 millones de personas).
Es ella y el resto
Si hablamos de juego, Clark revoluciona con su estilo y combo de habilidades. En su carrera universitaria promedió 27.7 puntos (32.3 en la última temporada), 7.9 asistencias y 7 rebotes en su carrera universitaria, números que hablan de sus variadas virtudes. Conocida por su capacidad de anotación y manejo del balón, Clark fue apodada la “tiradora invisible”, por un festejo que popularizó diciendo que sus defensoras “no la pueden ver”. Su habilidad para desempeñarse en momentos cruciales también fue impresionante. Clark tuvo una actuación clave en partidos decisivos, demostrando su valía al lograr un triple-doble con más de 40 puntos en el Torneo Final de la NCAA y llevando a su equipo, las Hawkeyes, a la Final Four con un rendimiento estelar.
Su juego es distinto y por eso viene siendo comparado, sin exageraciones, con estrellas de la NBA como Steph Curry, Damian Lillard y Trae Young debido a su increíble rango de tiro y habilidades ofensivas. Justamente el hombre que cambió el básquet en la última década y media la ve parecida a él. “Realmente siento que su forma de jugar, la distancia y el nivel de dificultad de sus tiros son, obviamente, muy parecidos a la forma en que yo juego”, admitió en una entrevista en la cadena CBS. “Su capacidad de tiro es su superpoder, pero el resto de su juego está tan pulido como eso, así que es algo que hay que ver”, añadió Curry. Los 162 triples en una misma temporada universitaria que marcó Curry en 2008 es otra de las marcas que batió Clark.
Hablamos de un talento especial que se destacó no sólo en el básquet. También practicó softball, vóley, fútbol, tenis y hasta golf, siempre dejando claro que tenía una habilidad particular para el deporte. Aunque seguramente haya sido el fútbol donde más se desarrolló, entre los 8 hasta los 16 años, cuando decidió focalizarse en el básquet, luego de que ESPN la ubicara primera en el ranking nacional de jugadoras a nivel secundario.
El paso clave se dio a los 12 años, cuando se sumó a las All Iowa Attack del secundario Dowling Catholic, donde jugó hasta que se graduó. Su padre, consciente del diamante en bruto que tenía, hizo todo para favorecer su talento, acompañándola a entrenamientos y partidos, además de llevarla a ver partidos de sus referentes. En ese sentido ella tuvo dos. Una fue Maya Moore, figura de las Lynx en la WNBA, a la que podía ir a ver porque su padre manejaba las casi cuatro horas que separaba Iowa de Minnesota. Y el otro resultó Harrison Barnes, jugador NBA salido del mismo secundario que llegaría primero a la Universidad de North Carolina y más tarde haría -hasta hoy- una valiosa carrera en la mejor liga del mundo.
Clark brilló en los cuatro años en los que estuvo en esa high school. Lo hizo desde el primer año, en el que promedió 15.3 puntos, 4.7 asistencias y 2.3 robos, dentro de un equipo que ya empezó a dar que hablar, ganando 19 de los 24 partidos. Ya su segunda temporada trepó a 27.1 puntos (segunda máxima anotadora del estado), 6.5 rebotes, 4 pases gol y 2.3 recuperos. Estuvo en el quinteto ideal estatal y fue la mejor jugadora de la Metro League de Central Iowa, tras ser la líder de un conjunto que ganó 20 de 24 partidos.
En esos dos primeros años esa pasión convivió con la del fútbol, hasta que le aconsejaron decidirse por uno y terminó resolviendo jugar sólo al básquet, aunque sus amigos y familiares aseguran que tomó algunas cosas del fútbol. Jugaba de volante ofensiva y allí aprendió el juego de equipo, la habilidad para mirar toda la cancha y pasar la pelota hacia compañeras con ventaja, como sigue haciendo hoy, más allá de su condición de devastadora anotadora. “Francamente, y no estoy tratando de alardear sobre esto, creo que ella probablemente podría haber tenido el mismo tipo de talento en el fútbol que en el básquet. Ella podría haber estado en equipos nacionales juveniles de Estados Unidos”, reconoció su padre Brent.
Ya concentrada en el básquet, explotó en su tercer año y el 4 de febrero del 2019 anotó 60 puntos en un partido, segunda marca en la historia del femenino 5 vs 5 en el estado. Una campaña top que le permitió ser seleccionada la mejor jugadora de Iowa. Ya en la última trepó a 33.4 puntos, 8 rebotes, 4 asistencias y 2.7 robos, otra vez siendo la máxima anotadora del estado, sólo quedándose corta en la conquista de un título, ya que perdió en la final regional. El diario local la eligió como la mejor deportista estatal y fue llamada a competir en los dos más prestigiosos eventos, el McDonald’s All American Game y el Jordan Brand Classic.
A los 18 años, Clark era una estrella nacional y por eso tuvo decenas de ofertas universitarias, de las que quedaron sólo tres en pie: la de Notre Dame, la preferida de sus padres, la de Iowa State y la de Iowa. Aseguran que ella eligió la última básicamente para quedarse cerca de casa y jugar para una entrenadora (Lisa Bluder) que tenía un estilo de juego que le gustaba y una fama acreditada de potenciar a las armadoras. Su impacto fue inmediato. En su primer partido universitario anotó 27 puntos y semanas después logró su primer triple doble. Aquella primera campaña la terminó como líder del equipo en puntos, asistencias, canastas de campo y triples. Una locura.
En su segundo año empezó a sumar récords individuales y siguió siendo la líder en distintas categorías (como puntos y asistencias), además de llevar a su equipo al título de las Big Ten, siendo elegida la mejor jugadora. Sin embargo, en el campeonato nacional, las Hawkeyes cayeron por sorpresa en segunda ronda en uno de los raros malos días de Clark.
En su tercera temporada ya causaba sensación en todo el país. Los estadios se llenaban para verla y la audiencia en televisión se disparaba. Mientras seguía batiendo marcas y, tras ganar el título de las Big Ten, llevó a su equipo a la final del campeonato nacional, pero cayó derrotada ante la Louisina State de Angel Reese, conocida como la Barbie de los Pantanos, otra estrella de la NCAA. Justamente de la cual se vengaría hace apenas días y un año después de haber sido humillada por su rival con algunos gestos y actitudes que fueron muy criticadas en el ambiente. Clark se fue ganadora, sin alardes, pero logrando 41 puntos y 9 triples en una esperada revancha.
En el camino batió dos récords históricos, el primero entre mujeres, al superar los 3.667 puntos que Lynette Woodward había metido hasta terminar su carrera universitaria, en 1981. Y cuatro días después también se quedó con la marca entre los varones, rebasando los 3667 del legendario Pete Maravich, quien los había alcanzado 54 años atrás. Una noche, la del 3 de marzo, que volvieron a potenciar al básquet femenino, que volvió a estar en todos los portales y canales de TV. Para estar en el estadio se pagaron tickets de 5000 dólares.
El fenómeno Clark se expande a medida que logra nuevas hazañas. O récords. En la NCAA la cadena Fox le puso una cámara que la seguía durante todo el partido y retransmitía la señal por TikTok. ESPN le pidió a una de sus reporteras que se dedique en exclusiva a cubrir su información. Las audiencias televisivas se dispararon y por primera vez la Locura de Marzo, como se conoce a la parte final del campeonato universitario nacional, despertó más interés en la rama femenina que en la masculina. Por caso, un partido de los Hawkeyes batió esta temporada el récord de asistencia de básquet femenino con 55.646 espectadores y el precio de una entrada para verla aumentó un 250%.
La fiebre por Clark llegó también a la pantalla, con audiencias de partidos de hombres. Con su talento, juventud e imagen desenfadada, Clark es un imán para las marcas y le llueven los contratos de patrocinio. Nike la aprovecha. La noche del récord preparó camisetas con la frase “you break it, you own it” (lo rompes, te pertenece), aprovechando que desde hace tres años la ley permite que las y los jugadores universitarios puedan facturar por imagen. La remera no salió a la venta, pero se pudo reservar por 40 dólares. Sí, reservar, hasta que batió la marca de Maravich, días después. Clark es la atleta universitaria que más vende, incluso superando a estrellas del fútbol americano, claramente el deporte #1 en el país. Caitlin ya tiene acuerdos con Gatorade, State Farm, Buick, Topps, Hy-Vee y H&R Block. Según el portal On3, el valor de su nombre e imagen supera claramente el 1.500.000 de dólares.
En la WNBA su contrato es magro, de apenas 74.000 dólares, algo estipulado por escala salarial, pero no hay dudas que superará largamente el 1.200.000 en patrocinios. Clark está ayudando a revolucionar el básquet femenino. En la cancha y afuera. Un eslabón más en la cadena de la esperada igualdad.