Viaje a las obsesiones de Emiliano Martínez: del detrás de escena del día en el que se convirtió en Dibu a su competitividad extrema en las prácticas

El arquero, de 31 años, volvió a ser vital en un nuevo título de la selección argentina, blindando su valla en cinco de los seis partidos de la Copa América y brillando en los penales contra Ecuador

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Dibu Martínez recibió el premio
Dibu Martínez recibió el premio al arquero menos vencido de la Copa América (REUTERS/Agustin Marcarian)

Hay una palabra en el diccionario de Lionel Scaloni que aflora permanentemente en las conferencias de prensa: competir. Y probablemente uno de los protagonistas de la selección argentina que mejor interpreta esa palabra es Emiliano Martínez. La sentencia parece alocada, hasta absurda, teniendo en cuenta que el capitán del campeón del mundo y el bicampeón de América es ni más ni menos que Lionel Andrés Messi, el rey del rubro. No obstante, competir para el arquero del Aston Villa representa una obsesión. Trabaja y vive para superarse. Y no tiene empacho en hacerlo público.

“En los partidos de la gira previa al torneo dije que el mejor Emi iba a estar por venir. Trabajo para eso, me siento cada vez mejor, tomo mejores decisiones en la cancha y siempre cuando me convierten un gol me corrijo muchísimo”, declaró, por caso, luego de regalar dos atajadas clave en la semifinal frente a Canadá. El guardameta formado en Independiente, de 31 años, tuvo su clímax en el torneo en los cuartos de final, cuando se erigió como la figura en la definición por penales, conteniendo los disparos de Ángel Mena y Alan Minda. Sin embargo, seguramente, hay un detalle de esta conquista en Estados Unidos que lo dejó más conforme que en los otros hitos que marcó con el seleccionado (ya ostenta cuatro vueltas olímpicas): que cosechó cinco vallas invictas en seis encuentros, el “gol” de los arqueros, dentro del imaginario Dibu.

Son famosos los “juegos psicológicos” de Martínez en los remates desde los 12 pasos. Vale recordar que es asistido por un profesional que lo apuntala y le brinda herramientas con las que modeló este perfil invulnerable para los ejecutores y delanteros. Yendo a lo sucedido contra Ecuador, por caso, supo, una vez más, penetrar en las mentes de los pateadores hasta fragilizarlos.

Antes que nada, arengó a la gente en las tribunas previo a la serie. Cuando llegó el turno de Mena, al que derrotó, tomó la pelota, le dio un beso y la arrojó cerca del punto penal cuando vio que el árbitro uruguayo Andrés Matonte se acercaba. Luego señaló a Messi, quien había fallado su intento al picar la pelota, que rebotó en el travesaño. Y antes del atajadón a Minda, se dirigió otra vez a tomar el balón para besarlo segundos antes de la advertencia del juez, gambeteando al filo de la ley. Después, la imagen conocida: tapada exigida y plástica y el meneo estreno para la gente. Show, pero con una misión.

Sin embargo, también apela al “inflador anímico”, tal como supo patentar el Bambino Veira hace tres décadas, para el frente interno. Sin ser uno de los referentes más longevos (en ese club están Messi, el ahora retirado Di María y Otamendi), su palabra deja huella. Se pudo apreciar en el umbral de los últimos dos partidos. En los videos de los entrenamientos que comparte la AFA en sus redes, dejó dos mensajes marcados con tinta indeleble.

“Uno más y estamos en la final. Uno más”, soltó, mirando a la cámara, un día antes de la semi ante Canadá. “Una más y somos campeones de América de vuelta... Bicampeones”, expresó alzando su dedo índice recubierto por el guante de arquero cuando se avecinaba el cruce contra Colombia. Una arenga, sí, pero también una declaración de confianza irrompible para los adversarios, que son los que lo tienen que batir, y lo ven gigante, mucho más que los 195 centrímetros oficiales de su altura.

“Estuvo todo el torneo más agrandado que miga de pan en agua”, ilustró con una sonrisa alguien que tuvo varias veces contacto con él durante el desarrollo de la Copa. No habla de soberbia. Se refiere a la fe. Esa que cedificó y alimentó desde que se juramentó volver a la selección argentina en la que había brillado como juvenil y que lo catapultó a Europa.

Copa América 2024 - Argentina Ecuador - Penales

Porque, es últil recordar, fueron sus actuaciones en el combinado Sub 17 las que llamaron la atención del Arsenal. En aquel Sudamericano de 2009, por ejemplo, le atajó dos penales a Brasil. También descolló en la victoria 2-0 ante Uruguay por la fase de Grupos, triunfo gracias a los goles de Sergio Araujo y el Keko Daniel Villalba. Tal fue su nivel que Diego Polenta, hoy experimentado defensor, se cruzó luego en la platea con parte de la delegación argentina y soltó un par de insultos de impotencia al aire por el enojo que le había causado que su equipo no hubiera podido quebrar la oposición de aquel osado portero.

Luego de su desembarco, de su obstinación para no claudicar en su aventura en Inglaterra pese a no dominar el idioma y estar lejos de su familia, llegó la larga pelea por conseguir un lugar, que lo llevó al periplo a préstamo por Oxford United, Sheffield Wednesday, Rotherham United, Wolverhampton, Reading y el Getafe de España. Recién cuando en 2020 se lesionó el titular del Arsenal, Bernd Leno, se pudo hacer valer. Y su actuación hechizó al Aston Villa, que invirtió 21 millones de euros para subirse a caballito de su personalidad en pos de volver a jugar la Champions League.

En el medio, en aquel peregrinar en pos de obtener rodaje y probar su mérito, un aguijón le sirvió como incentivo extra. Fue cuando le pidió a Omar Souto, histórico Gerente de Selecciones Nacionales, un par de entradas para ver a la Albiceleste en un rol que hoy sonaría extraño: como espectador, en una de las plateas del Monumental. “Yo te las consigo, pero prometeme que la próxima vez que vayas a la cancha te voy a ver como arquero de Argentina, no te quiero ver sentado en la tribuna”, le devolvió el Omar, muy querido por las estrellas, a las que conoce desde cuando llegaron como adolescentes al predio de Ezeiza. Algo se movilizó dentro de Dibu. Cuando finalmente fue citado por Scaloni, buscó a Souto y se estrecharon en un abrazo conmovedor, de objetivo cumplido. Pero en realidad fue apenas el primer escalón de la historia reciente.

Franco Armani, quien en silencio, al igual de Di María, acaba de retirarse de la selección argentina, fue muy importante en los cimientos de la era Scaloni. Basta con evocar aquel penal atajado ante Paraguay en el empate por la Copa América 2019, cuando todavía el ciclo buscaba firmeza, y un tropiezo en fase de grupos podía derrumbar el bosquejo de la etapa. Iba a ser titular en la Copa América 2021, la que marcó el fin de 28 años de sequía de alegrías para la Albiceleste, el puntapié de la racha de festejos de La Scaloneta. Pero la estrella de River se contagió de COVID-19. No sólo eso, en las pruebas, aún habiendo transcurrido el tiempo de recuperación, seguía dando positivo.

En consecuencia, Scaloni echó mano a Martínez para aquel duelo por Eliminatorias frente a Chile en junio de 2021. Sí, debutó en la Mayor en un partido oficial. Nada de una prueba de fogueo. Y el arquero se planteó esposarse al arco. Su nivel fue creciendo al ritmo de su seguridad. Cuando Armani ya estaba en condiciones de regresar, había un nuevo sheriff en la ciudad. El Gringo se propuso sostenerlo, haciendo gala de su intuición, esa que, por ejemplo, lo llevó a tirar al campo en el tiempo extra de la final del domingo a Paredes, Lo Celso y Lautaro Martínez para que elaboraran el gol de la consagración. El tiempo no sólo le dio la razón: cinceló un verdadero monstruo.

Pero el día en el que Emiliano se convirtió en Dibu tiene una fecha remarcada con color flúo. Los fanáticos la recuerdan bien. No fue algo azaroso, el animal competitivo que habita en el portero así lo planificó. El 6 de julio de 2021, Argentina y Colombia dirimieron el pasaje a la final de la Copa América en los penales. Y el guardameta determinó que era la oportunidad para transformarse en indiscutido. Así lo sentía, así lo contó después de la gesta a sus más cercanos en el combinado nacional. Con su trash talk, el “mirá que te como, hermano” y sus habilidades para olfatear dónde podía ir el remate (en base al trabajo de investigación de Martín Tocalli, entrenador de arqueros), tapó los disparos de Yerry Mina y Edwin Cardona y alcanzó el status de ídolo. Hoy a todos les resulta natural ver a multitudes de niños usando el buzo de arquero con el dorsal 23 y queriendo usar guantes para jugar al fútbol. Hace tres años era poco probable romper la hegemonía de minicasacas N° 10 de Messi. En ese partido se terminó de ganar la confianza del capitán, que entendió que en la valla tenía otro as en esa estructura construida para no depender de él, sino convertirlo en la “frutilla del postre”.

Dibu y la bandera argentina
Dibu y la bandera argentina pintada en su pelo. Emblema hasta en el look

“Ese día estaba enfocado en atajar dos penales, que era lo que había prometido. Sabía que si atajaba dos la serie estaba ganada. Lo mismo pasó en las series posteriores. Pero si se enfoca al 100%, es capaz de atajarlos todos. Algún día lo va a hacer”, aseguró la misma fuente, que lo ha visto en decenas de entrenamientos y se ríe al describir que con sus compañeros, aún en otro clima, de camaradería, compite. Es una máquina de competir.

“En las prácticas es como en los partidos. Puede joder, pero no quiere perder a nada, ni que le hagan un gol en un ejercicio. Lo mismo cuando compiten en los penales”, no sorprende la voz que abre la puerta de la intimidad de la Selección. Hay mucho de evolución, de trabajo detrás. Pero también un componente innato. Lo contó el Ruso Rodríguez, hoy golero de Argentinos Juniors, que era una de las máximas promesas de Independiente cuando Dibu despuntaba en Inferiores.

“Cuando estás en la pensión, tres años de diferencia es un montón. Él venía cuando estábamos jugando al Truco los más grandes y nos decía que nos iba a ganar a todos. Capaz que después perdía todos los partidos, pero te decía: ‘Te voy a ganar, te voy a ganar’. De chiquito ya tenía esa personalidad., ese caradurismo. Tenía esos rasgos. Algunos dicen que está loco”, declaró en 2023, como para rubricar que el grandilocuente aporte de Emiliano Martínez a la gloria de la selección argentina lejos está de ser una casualidad...

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