Lionel Messi había invitado a que levantaran la copa a Ángel Di María y Nicolás Otamendi, los otros dos capitanes que habían usado la cinta en la final contra Colombia. Se acercaron a sus compañeros como había patentado el diez rosarino: con pasos cortos, definidos y rítmicos. Cuando alzaron la copa entre los tres, los otros futbolistas se subieron al festejo, llovieron papelitos y los argentinos que invadieron el Hard Rock Stadium estallaron. La foto que quedará para la posteridad fue la antesala a una celebración especial. Después de ese primer festejo con el trofeo, los jugadores decidieron rendirle homenaje a un entrañable miembro de la delegación. Marcos Acuña lo subió a sus hombros. Alguien le dio la copa y todos los rodearon para celebrar la obtención del cuarto título consecutiva, la segunda Copa América al hilo. El hombre al que todos estaban alabando es un utilero.
Se llama Mario Di Stéfano pero en el predio de Ezeiza, el lugar que él define como su segunda casa, todos lo conocen por su apodo, Marito. Nació en 1960, es sobrino del ex presidente de Racing Juan Di Stéfano y se ligó al fútbol aunque de la línea de cal para afuera: el destino lo llevó al vestuario más valioso, el de la Selección. Es utilero de la Albiceleste desde hace casi 26 años, una de las personas que día a día se encarga de darle todas las comodidades necesarias a los futbolistas. Trabajó 9 años y medio en las juveniles de los equipos nacionales y 16 en la mayor. La experiencia lo llevó a tener incontables anécdotas y una relación de confianza con los jugadores. Es uno de los más queridos en el seno del plantel. Incluso durante el último Mundial llegó a compartir la habitación en la Universidad de Qatar con Emiliano Dibu Martínez.
Marito había sido uno de los protagonistas de la noche en el estadio NRG de Houston, Texas, donde el equipo comandado por Lionel Scaloni venció a Ecuador para clasificar a las semifinales de la Copa América. Luego de 97 minutos muy disputados, la Scaloneta se impuso desde los doce pasos. La serie de penales había arrancado con un lanzamiento fallido de Lionel Messi y recién se definió con la quinta ejecución a cargo de Nicolás Otamendi. Apenas convirtió el defensor, los argentinos se desahogaron y en medio de la euforia, sucedió una inesperada reacción que revolucionó las redes sociales: el utilero sujetó por detrás al DT para festejar el triunfo. “Dame un beso”, le dijo todavía sobrepasado de alegría y lo saludó besándolo en la boca.
El momento fue registrados por las cámaras de televisión y el entrenador fue consultado al respecto en la rueda de prensa. “Fue en chiste. A Marito lo conozco de toda la vida. Me vino a saludar y bueno... Es lo que hay. No la vi la foto, pero Marito es un amigo, un tipo entrañable. Estaba muy contento”, comentó cuando le dijeron que las imágenes se habían viralizado. “Yo la verdad no me di cuenta dónde me dio el beso. Son cosas que pasan cuando estás alegre. Pero no fue consentido, ja”, bromeó después.
La de anoche es una de las tantas historias que quedarán en la memoria para Mario Di Stéfano, que entre otras cosas, por ejemplo, recuerda como si fuera ayer el día que conoció a Messi: “Fue el 16 de junio de 2004. Cuando llegó era un pibe re introvertido. No hablaba, se tocaba la nariz. Le decía que viniera a tomar mate. Cuando al jugador le pasa algo, al primer lugar al que va es a la utilería”.
En una entrevista con el programa Cómo te va por D Sports Radio expresó el cariño que siente por la Pulga y contó que es como un hijo para él. “Es un pibe de otro planeta, se ha corrido de lugares, ha sacado a la seguridad, lo hace siempre. Fuimos a jugar un partido por las Eliminatorias en Uruguay y un nene lloraba y giró la cabeza y dijo ‘tráiganlo’. Él atrae”. Y comentó que “todas las selecciones te piden camisetas de Messi y los otros muchachos. Muchos jugadores se acercan a nuestro vestuario”.
Siempre lleva tres juegos de camiseta para cada jugador. Eso lo aprendió luego de una mala experiencia en el Mundial Sub-20 de Nigeria en 1999 en el que se le “quemaron sesenta camisetas en el secarropas”. Conoce todos los detalles de los futbolistas, como cuánto calza cada uno y en el banco siempre tiene una prenda disponible ante alguna eventualidad, algo clave para que el jugador no pierda tiempo afuera de la cancha. “Tuve problemas con Pablo Zabaleta en el Mundial 2014, le di el tercer juego porque estaba sangrando y tuve que ir a buscar una al vestuario, a lavar la camiseta del primer juego. Eso es algo que no se hace y me lo enseñó Bilardo, que me dijo ‘en el banco tiene que estar siempre el utilero porque si el jugador necesita cambiar los tapones, botines o lo que sea, al primero que busca es el utilero’. Vos no te podés ir’”, recordó.
La labor del utilero es sacrificada y reveló que “en el momento que trabajamos con Marcelo Bielsa, era terrible. En la hernia de disco tengo un pellizco. No me quiero operar y si explota que explote, me quiero morir en mi ley. Voy a cumplir 63 años. Me desvivo por esto. El predio de AFA es mi segunda casa. Amo la Selección. Yo no me quiero jubilar. Hasta que me dé el cuerpo le voy a meter. Si llego al 2030 con 70, lo voy a hacer. Llevo el agua, que no me paguen, pero quiero estar”.
“El utilero es el cura. Vienen a un confesionario. En 2012 me ofrecieron un montón de plata para que cuente cosas. Ni loco hablo. En 1997 José Pékerman nos dijo que cuidemos la confidencialidad porque ‘hay cosas que los jugadores les van a contar a ustedes que no las saben ni el padre’”, rememoró.
Si a Messi lo considera un hijo, al otro prócer del fútbol argentino lo considera “un hermano”. A Diego Maradona lo conoció en 1995 en Racing “porque mi tío, Juan Di Stéfano era el presidente de Racing y Diego era el DT. Después en 2001, cuando José Pekerman era el mánager de la Selección, me dijo que vaya Ad honorem para vestir a Diego en su despedida”.
Otra historia inolvidable fue con Juan Román Riquelme en los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008. Marito estuvo a punto de no viajar porque tuvo a su madre enferma, pero terminó yendo por pedido de los jugadores. “Iba a ir solo Patricio, pero me agarra el profe Salorio (Gerardo) y me dice que los pibes me querían llevar. Les dije que ‘no podía porque se me estaba muriendo mi vieja’. Hasta que me llamó Julio Grondona y me dijo que me sintiera orgulloso que estaban pidiendo por mí, que lo hiciera por los chicos pese a mi situación”, recordó.
Después de charla con su madre terminó viajando junto a la delegación y, al llegar a China, Riquelme, que era el líder de ese equipo que dirigió Sergio Batista y que también tuvo a Messi y el Kun Agüero, tuvo una actitud que hasta el día de hoy lo emociona. “En un momento Román me pide que la llamara a mi vieja que quería hablar, y le dijo que me llevó porque íbamos a ganar la medalla de oro y a la vuelta él mismo le iba a colgar la medalla a ella, que se acordara. Cuando volvimos tras haberle ganado la final a Nigeria, lo primero que me preguntó Román fue dónde estaba mi vieja para darle la medalla. No lo podía creer”, reveló con la voz quebrada.
El buen clima interno y la química en el plantel se potenció en la Copa América 2021, durante los 45 días que la delegación estuvo en la burbuja por las restricciones sanitarias a causa de la pandemia de COVID-19. En esa época fue el cumpleaños de Messi, que dejó una linda anécdota: “Vinieron todos los chicos a la utilería a buscar cosas para regalarle. Envolví una botella de vino, la llevé y me puse a bailar con la botella ‘Quién se ha tomado todo el vino’, arriba de la cama del Kun, que compartía la habitación con Leo”.
Aunque tiene sus favoritos, la relación es uniforme con todos los integrantes de cada convocatoria y no dudó al señalar a los más divertidos. “A Nico Otamendi le digo ‘ATR Perri’, lo vuelvo loco. Lo banco y voy atrás. Cuando lo veo dormido le pego una ‘cachetada’, sino no es Otamendi. Siempre llevo un parlante en los baúles o sino Rodri De Paul lo trae. Los parlantes no pueden faltar”, añadió sobre la intimidad.
Marito no imagina una vida sin su trabajo actual: “Me desvivo por esto. El predio de AFA es mi segunda casa. Amo la Selección. Yo no me quiero jubilar. Hasta que me dé el cuerpo le voy a meter. Si llego al 2030 con 70, lo voy a hacer. Llevo el agua, que no me paguen, pero quiero estar”.