En Wilde hay una familia que vive cada calentamiento de la selección argentina en esta Copa América como si fuese un partido. El ritual de unirse al frente de la televisión durante la hora previa al inicio del juego tiene un enfoque en particular: el arquero juvenil Mateo Morro, el único sparring del plantel. “Quiero ir a la Copa América”, lo escucharon soñar despierto varias veces cuando todavía eso no estaba en los planes. Y hoy, a la distancia, disfrutan de verlo rodeado entre los monstruos que buscarán la 16ª copa de la historia ante Colombia.
Entre los 26 futbolistas de Lionel Scaloni que buscarán guiar a la Albiceleste a lo más alto del torneo por segunda vez consecutiva hay un proyecto que acompaña desde hace un tiempo al equipo y también es parte del proceso: ayuda en cada entrenamiento de arqueros, colabora en los calentamientos como si estuviese jugando el partido y es uno de los mimados de los ídolos. Este futbolista que cumplirá 19 años el próximo 1 de agosto tiene una historia digna de contar.
Inesperadamente, la Selección mayor se convirtió en un trampolín para su trayectoria. Cuando estaba en la Quinta División de Independiente fue citado para acompañar al plantel durante una gira por Asia y eso decantó meses más tarde en su primer contrato profesional con el Rojo, pero también en su salto a la Primera como uno de los guardametas suplentes de Rodrigo Rey.
Morro es otra de las apariciones de la factoría que el legendario Pepé Santoro montó en Avellaneda, la línea que continúa el legado de Oscar Ustari o el propio Emiliano Martínez, por citar los casos más emblemáticos. Llegó al club de sus amores en el 2013, con apenas siete años y empezó a construir un perfil que algunos se animan a comparar con el propio Dibu: “Podría ser un estilo como el de Dibu Martínez el de él, porque juega bien con los pies, es atajador abajo de los palos y tiene personalidad... ¡Desde chico que le habla a los delanteros en los penales”, le contó entre risas a Infobae meses atrás su hermano Nicolás, uno de los primeros en ponerlo debajo de los tres palos.
Ya cuando era un pequeñito mostraba sus extrovertidas credenciales en el club Wilcoop, de su barrio natal en Wilde, al que todavía visita casi todas las semanas: “Él jugaba para una categoría más grande porque la de él todavía no estaba. Se dormía en el banco de suplentes. Yo dejé de jugar a los 13 años y me puse a dirigir la 2005 al año siguiente. Era una categoría muy buena, pero nos faltaba un arquero y lo mandé al arco. Quería atajar, se tiraba y literalmente lo peloteaba yo. Técnicamente ya empezó a agarrar solo, innato, una locura tremenda verlo atajar. Todos se reían porque era un show, como ahora que en la cancha habla, pero ya lo hacía en ese momento. No era normal que un chico hablara tanto y él no paraba. El primer año ya salió valla invicta y después estuvo seis años seguidos con la valla invicta”, había recordado su hermano ocho años mayor, quien actualmente se desempeña como defensor en Dock Sud.
Hoy tiene la oportunidad de compartir desde los entrenamientos a las diversas rondas de mates con su ídolo Martínez, de quien ya sumó la camiseta a su colección personal. En esta extensa concentración que lleva el plantel en Estados Unidos, cuentan puertas adentro de la Selección que Morro se unió también a los más jóvenes como Alejandro Garnacho –otro de los que le obsequió tiempo atrás su casaca del Manchester United– y Valentín Carboni. Aunque con éste último lo une una historia en particular: son de la misma categoría y se enfrentaron en muchas ocasiones de juveniles, uno para el Rojo y el otro en Lanús. Las divisionales 2005 de ambos clubes eran de las más destacadas del país y eso los llevó a través de los años a confrontar en múltiples finales. El tiempo los trajo, ahora, como compañeros de Aventura en esta Copa América desde roles distintos.
Aunque seguramente que la escena que más guardará en su memoria fue televisada para millones de espectadores en el mundo: saltó a la cancha desaforado cuando Martínez fue héroe contra Ecuador en los penales. “Te amo”, le repitió llorando a su ídolo, devenido hoy en compañero y también en consejero.
Lo cierto es que el nombre de Mateo era conocido por aquellos que siguen las juveniles del Rojo, pero las chances para él no aparecían. Para colmo, la pandemia del 2020 frenó de cuajo la actividad, pero cuando reapareció por el club tras la habilitación sanitaria del Gobierno todos se sorprendieron por un cambio clave: “Siempre fue un arquero muy bueno técnicamente, pero tenía el problema que no crecía. Por lo general empezaba atajando otro arquero que quizás era más alto, pero él se terminaba ganando el puesto todos los torneos. Y en la pandemia creció una locura. De medir, ponele, 1.60 pasó a 1.85. De la noche a la mañana. No lo podían creer cuando lo vieron después de la pandemia”.
Mientras se destacaba en la Quinta, fue Damián Albil quien hizo el nexo para que se transformara en sparring de Argentina. El ex arquero del Rojo, devenido entonces en entrenador de porteros tanto en Avellaneda como en Ezeiza, lo recomendó para cubrir la vacante que había quedado ante el crecimiento de Federico Gomes Gerth, el arquero de Tigre que acompañó al plantel campeón del Mundo en Qatar, fue parte de la Sub 20 y hoy se desempeña en el Académico Viseu de Portugal. Pero Albil se alejó y el llamado por parte de Scaloni y su grupo continuó porque el perfil de compromiso que mostró en cada convocatoria lo ubicó en una zona de reconocimiento por parte del cuerpo técnico.
Esta varita mágica que tocó sobre su cabeza cuando todavía había dudas sobre los pasos a seguir en su camino, a centímetros del mundo profesional, significó el giro en su trayectoria. Morro llegó a la Sub 20, se convirtió en el arquero titular de la Reserva del Rojo (donde fue campeón) y alternativa de Rey en el banco de suplentes de primera ante alguna circunstancial baja del uruguayo Diego Segovia. En total, durante los primeros meses del 2024, se sentó entre los relevos de Carlos Tevez o el interino Hugo Tocalli en cinco ocasiones, aunque lógicamente no sumó minutos.
Entre medio, llegó su primer vínculo legal con el club de sus amores: firmó hasta finales del 2026, con la opción de renovar por una temporada más. “Me formé en Independiente como jugador y también como persona. Es mi segunda casa y pasé mi vida entera acá. Soy hincha desde que nací…”, se confesó en aquel día especial de su vida. Ni los llamados de potencias de Europa o de la MLS para llevárselo libre pudieron doblegar su deseo de convertirse en ídolo del club que ama. Y esa historia recién está empezando a construirla...