Bielsa divide en la Argentina. Hace más de 20 años se generó la grieta, tal vez otro invento nacional. Hay quienes se ubican del lado de la vida del Loco y repiten sus frases como dogmas. Y otros hasta son capaces de sospechar que sentarse en una heladerita es una jugada de marketing. Tan propensos a sentenciar entre ganadores y perdedores, por momentos pareciera imposible soltar ese Mundial 2002 que se padeció de madrugada. El resultadismo a veces actúa como bloqueador de la memoria. Más allá de gustos, de estilos de juego, esa Selección había llegado a Corea-Japón como la gran candidata. No tenía rival. Recién un tiempo después se comprobó que el equipo fue el mejor un año antes. En el mes de la competencia -lo relevante para levantar la Copa- se bajó el nivel futbolístico como consecuencia de una preparación demoledora y demasiados jugadores tocados por lesiones. Entonces apareció la disputa interna. No en el plantel, que lloró en el vestuario más triste de sus carreras. Afuera empezó el debate, aun cuando Grondona decidió que siguiera el entrenador por factores económicos que se impusieron sobre la convicción. Allí Bielsa, atormentado por la derrota, perseguido por no poner a Bati y Crespo juntos, se alejó de la unanimidad. Al volver al país hubo una conferencia de prensa sangrienta para esos tiempos, porque dos décadas después los límites se han corrido, si es que existen. El DT se peleó con un experimentado periodista y patentó una frase. “Usted es un enemigo que me enaltece”, disparó cuando aún respondía con la mirada en el interlocutor. Hoy, sin la disputa personal, sólo apuntando la frase a la capacidad de su creación, Bielsa es el enemigo que honra...
Argentina es el candidato de todos. La sentencia no tiene que ver con el camiseteo local sino con la rigurosidad. Es el campeón del mundo, juega como un equipo de club, se despojó de la presión de competencias anteriores, tiene a Messi y a sus compañeros comprometidos con su última Copa América. Y si bien a los brasileños hay que ganarles sin que se den cuenta, como solía enseñar Carlos Bianchi, han perdido juego hace largos meses. Pueden despertarse porque tienen fenómenos arriba, por supuesto, aunque el competidor de antemano parece ser Uruguay. No por la chapa del 3-1 inicial con Panamá, un partido en el que fue un equipo de Bielsa puntualmente en el primer tiempo. En los primeros 45 tuvo intensidad pese a los 30 grados de Miami, voracidad ofensiva, llegadas a repetición con un Darwin Núñez errático, amplitud por derecha con un buen 4-8 como Nández y un golazo de Maxi Araujo. El Loco, que siempre dividió el análisis de los partidos en pequeños segmentos, deberá revisar el video de la segunda mitad. De los 5 a los 20 hubo un cuarto de hora que no lo dejará dormir. Panamá, con la potencia del solitario Fajardo y la media distancia de José Luis Rodríguez, le quitó la posesión, lo dominó y le tocó la cara... Ya en el final, por jerarquía, variantes tácticas, ritmo y roce internacional, Uruguay le tiró las estrellas. En ese mini tsunami, Darwin Núñez clavó una volea infernal mientras la gente en el Hard Rock pedía por Luis Suárez, como si no supiera que el Loco es anti demagogia. Su imagen positiva, además, le debería hacer menos difícil manejar el final del ídolo. Su festejo en el 2-0 respondió a la baja de tensión del equipo, no al canto del hincha. Lo gritó como si fuera un gol de Newell’s.
El Loco no eligió Uruguay sólo porque le gusta caminar por Montevideo. Analizó la calidad de los jugadores, el carácter, el escudo. Y el punto donde podrían llegar con su capacidad para mejorar a los futbolistas. Ese valor, el más preponderante en el rol docente, suele menospreciarse. Generalmente se mira cuántos títulos ganó un entrenador y no a cuántos jugadores potenció. Bielsa en ese aspecto tiene una doble carta a favor: sus dirigidos lo valoran como nadie, desde sus enseñanzas tácticas hasta personales; y a él, suene bien o mal, no le interesan demasiado las opiniones no calificadas según su percepción. Uruguay tiene otra gran camada. Está Fede Valverde, el fenómeno del Real Madrid, que aportó algunos pases con su enorme lectura de juego y su pegada. Darwin Núñez, el del Liverpool, con 25 años cumplidos el mismo día que Messi, hoy se hace indiscutible por encima de Suárez y Cavani, dos delanteros por siempre en el póster. En el arco aparece Rochet, con el que todavía tiene pesadillas Demichelis. Y así, otros nombres en la alta competencia. Contra Panamá, cuando se complicó, miró al banco y tenía a De La Cruz, hasta hace algunos meses el mejor del fútbol argentino. El ex River participó de los dos goles que destrabaron el juego. Más determinante aún con el tiro libre que ejecutó a la cabeza de Viña. Bielsa, a diferencia de los DT que creen que están obligados a hacer los 5 cambios que lamentablemente permite el reglamento, hizo los tres ajustes que necesitó. Hasta él, que suele vivir a mil, en un momento les pidió a sus jugadores tranquilidad. Tal vez en el atardecer de su carrera deje de lado cierta inflexibilidad que a veces lo perjudicó.
Fiel a su estilo, Bielsa se alejó del cartel de candidato. Respondió que se verá con el andar de la Copa. Puertas adentro cree que quedaron lejos los triunfos contra Argentina en la Bombonera y frente a Brasil en el Centenario. Pasaron entre siete y ocho meses. Aunque marca la capacidad del equipo y que pueden ser aún mejores con casi 20 días de preparación para jugar en Estados Unidos. Ahora, después de mucho doble turno bielsista, les puede exigir físicamente lo que pretende de sus equipos. Cuentan quienes conocen la intimidad del día a día que hay un grupo unido. Se repiten conceptos y se repiten nombres, una decisión que acorta los tiempos y agranda la confianza. De los 11 titulares que le ganaron a Panamá, hubo 9 que le habían cortado el invicto a la Selección de Messi y Scaloni. Y hubieran sido 10 si arrancaba De La Cruz en lugar de De Arrascaeta. Esa noche, en la cancha de Boca, el Loco disfrutó de sus saludos al cuerpo técnico de Argentina. Primero saludó a Aimar, a quien en el 2002 consideraba el mejor jugador del mundo y puso de titular en el partido trascendental contra Suecia. “Pablito, amigo mío. Te veo triunfar, hermoso”, aplaudió. Después llegó el encuentro con Scaloni, surgido de Newell’s como él. “Felicitaciones. Un muy buen equipo, de autor, en su primera experiencia”. Tal vez el mejor elogio para el técnico de la Selección. No sólo porque se lo haya dicho un referente para él, sino porque una gran virtud de Bielsa es armar equipos de autor como este Uruguay.