Una Selección suele mostrar vaivenes en su rendimiento por la falta de tiempo de trabajo. Porque tiene competencia salteada. Por el rendimiento fluctuante de los jugadores. Es difícil en un fútbol tan parejo sostener un alto nivel en el tiempo. El campeón del mundo desvanece esa idea. Argentina juega como un equipo de club. Hace tres años que se repiten nombres, que va en línea ascendente, que conviven dentro y fuera de la cancha como si estuvieran todos los días juntos. Quedó lejana aquella frase histórica de Bilardo cuando, atormentado por la dificultad para entrenar, decía que “Burruchaga tira un centro desde Nantes y lo cabecea Ruggeri en Madrid”. Scaloni puede variar roles o esquemas tácticos sin que se dañe el funcionamiento. El que entra se acomoda al instante. El que sale mastica su dolor sin afectar el humor del grupo. Para ese convencimiento ganar la Copa América en el Maracaná fue determinante. Se rompió la pared, como patentó Di María. La confianza liberó el talento y se llegó a ser el mejor equipo del mundo. Desde ahí, Argentina pareció saber el final de la película. Fuera una final contra Brasil o contra Francia. Hay una idea de juego, aunque más que nada se ve una excelente mezcla de futbolistas, un gen competitivo descomunal, inteligencia y una mente positiva. Hubo un tiempo, lamentablemente, en el que se sospechaba que siempre algo iba a pasar para que Messi estuviera triste en la última foto del torneo. Aun cuando se tratara de una camada extraordinaria. Hoy Leo puede debutar en una Copa América después de un año un tanto sabático en la MLS y tirar dos pases para ganar el difícil partido del debut.
El club más competitivo de Messi ahora es la Selección. Respetuosamente, se entrena con el Inter de Miami para levantar las últimas Copas con Argentina. No es literal. Pero así ya se enfocó en el PSG, donde se preparó para ser campeón del mundo. Unico como es, el 10 fue su versión más completa a los 35 años. El ayudó a todos, porque el mejor hace mejores a los demás, y el resto lo ayudó a él. Siempre tuvo un equipo detrás. Se podría ver una contradicción donde en realidad aparece un complemento. Los nuevos compañeros son de una generación que tenían a Leo en el póster. Pero a él pareció hacerle bien que lo bajaran de ahí se arrugarle la foto. Lo obligaron a hacerse ver como el líder maradoniano que explotó en la Copa América que se peleó con la Conmebol. Así también disfrutó de cada convocatoria, ya con un halo positivo en la gente y en la prensa. Ya nadie cuestionó porque acá no jugaba como en España. Cuando tuvo alguna caída de tensión apareció el resto, como el 2-0 contra Canadá. Messi, el que en una época decían que gambeteaba como nadie pero no entendía tanto el juego, inventó dos asistencias de un 10 que tiene la cancha en la cabeza. Las dos veces soltó la pelota con calidad y visión extrema... Falló dos mano a mano de los que no suele errar, pero no hubo que llorarlo. Primero le tiró una diagonal excelente Alexis Mac Allister, uno de los jugadores más inteligentes del mundo, para asistir a Julián Alvarez. Después, el pase de Leo lo transformó en asistencia Lautaro Martínez, el otro 9. Tan equipo es la Selección, que en ese segundo gol tocaron la pelota 8 de los 11 jugadores. Fueron de atrás hacia adelante, de izquierda a derecha, de derecha al centro. Hasta participó el arquero...
Dibu Martínez es otro jugador determinante. Una especie de Fillol con buzo verde y perfil alto. Tiene una cabeza tan ganadora que se agrandó cuando sacó la primera pelota, al final del primer tiempo, porque sabía que no había podido ayudar al equipo en el debut del Mundial con Arabia Saudita. Recordó ese partido y no la atajada eterna a Kolo Muani contra Francia. Su psicólogo también debería sumarse al staff de la Selección... Pero no es sólo cabeza sino reflejos en el momento que Canadá desbordó por los costados. Y buena salida con los pies: él habilitó a Messi en uno de sus ataques de todos los compactos del partido. Es un arquero que siempre va a más. Cuando era suplente de Armani y parecía un futbolista complementario del plantel, anunció por televisión que se iba a quedar con el arco de Argentina. Ahora, después del partido, se quejó por el estado del campo de juego y dijo que era una diferencia en contra con respecto a la Eurocopa. Le atribuyó al césped la jugada que no pudo definir Di María. El construyó una barrera de contención con Cuti Romero, que jugó en su versión de mejor 2 del mundo. Fue el más parejo del partido. El ataca a los delanteros. Sale jugando con la categoría de Juan Simón pero en el uno contra uno tiene la agresividad de Passarella... El retroceso, algunas filtraciones, son puntos para mejorar por el equipo pensando en las instancias finales de la Copa América. Proyectar al último día no es un exceso de confianza ni camiseteo: en las últimas cuatro Copas América la Selección jugó hasta el último día.
Cuando hubo que reordenar al equipo también jugó Scaloni, el gerente activo de este grupo ganador. Primero, en su rol de líder que debe tomar decisiones, sacó a un caudillo como Nico Otamendi para hacer jugar a Lisandro Martínez, el 6 del próximo Mundial. Eligió a Julián Alvarez en vez de Lautaro para tener presión en la salida y también una ayuda a los mediocampistas para que quedaran descolgados en el retroceso Messi y Di María, los grandes. El cambio de Paredes por Enzo Fernández pareció responder más a la vuelta al mejor nivel del volante del Chelsea después de la operación. Después, cuando el partido pedía contener atrás, armó línea de 5 y puso a Mac Allister en el centro. Ese ajuste permitió solidez atrás sin resignar ataque. El entrenador no tiene rebusques tácticos ni se hipnotiza por ningún sistema. Y aunque suele decir que el fútbol es un juego, que mañana sale el sol ganes o pierdas, retocó pese a que iba arriba 1-0 y el rival no era una potencia. Que Scaloni esté conectado, sin medir sus propias energías, es otra buena señal para la Selección. Con sus elecciones fue determinante en el ciclo. Algunas resultaron hallazgos, como la citación de De Paul en la Copa América 2019. Otras fueron relevantes, como el cambio de titulares fijos en el Mundial, cuando sacó a dos jugadores suyos como Paredes y Lautaro Martínez. Y hubo otra inolvidable, cuando sorprendió con Di María por izquierda contra Francia. Al fin de cuentas, Scaloni es el conductor responsable de esta Selección que juega como un equipo de club.