Reinaldo es correntino, tiene 55 años y vive desde hace 23 en Gainesville, un pueblito que queda a 80 kilómetros de Atlanta. En la puerta del hotel The Westin Peachtree, mientras espera por ver a Messi, el “Dibu” Martínez y compañía, dice que acaba de llegar desde Puerto Rico, adonde fue a acompañar a su mujer en plan familiar. “Ana, la patrona, es nacida en Nueva York pero de padres puertorriqueños y para ver a la Selección en la Copa América tuve que negociar un viajecito de una semana hasta San José”, dice, sonriente, con una bandera de River con la leyenda “Goya” sobre su espalda.
Esta noche será uno de los aproximadamente 20.000 argentinos que alentarán al seleccionado campeón del mundo en el partido inaugural de la Copa América, ante Canadá, desde las 20 de aquí, las 21 de la República Argentina.
En la previa del debut del equipo donde juega el mejor futbolista del mundo, aquí no se respira clima de sede de Copa América. Solo los argentinos que hacen guardia en la puerta del búnker albiceleste y los cientos de compatriotas que comenzaron a llegar a esta ciudad desde diferentes lugares del mundo le ponen clima futbolero a la vigilia.
“Esta es una ciudad afutbolera. Solo le dan bola al básquet y al fútbol americano. Al soccer, que es lo que vendría a ser nuestro fútbol, solo le prestan atención los hinchas de Atlanta United”, afirma Fernando, un porteño hincha de Ferro que vive aquí desde hace cinco años.
En la casa de Atlanta United, justamente, el colosal Mercedes Benz Stadium, Argentina dará el primer paso en busca del bicampeonato de América. Lo hará en el marco del Grupo A, que también comparte con Chile, su rival del martes 25 en Nueva Jersey, y con Perú, el adversario al que enfrentará el sábado 29 en Miami.
“Ojalá que los muchachos le puedan regalar a Di María la despedida que se merece de la Selección”, comenta, casi a modo de ruego, César Leiva, un rosarino hincha de Newell’s que confiesa haber recibido con “mucha tristeza” la noticia de que Inter Miami será el último club en la carrera de Messi. “Tenía la esperanza de que El Enano se pusiera alguna vez la rojinegra”, se lamenta, con una camiseta de la Selección que lleva el apellido Heinze en la espalda.
En las calles de Atlanta -al menos en las que recorrió este enviado- no se observan carteles ni banderas ni señales que den cuenta que aquí comenzará la edición número 48 de la Copa América.
Ajeno a ese desinterés, el seleccionado dirigido por Lionel Scaloni llega al comienzo del torneo con el objetivo de volver a ser campeón para transformarse en el más ganador de una competencia que ya conquistó quince veces, la misma cantidad que Uruguay. Brasil comparte el podio con nueve consagraciones.
Para Messi, esta Copa América representará la oportunidad de obtener su cuarto título con la Selección Mayor tras haber ganado el Mundial de Qatar 2022, la Copa América de Brasil 2021 y la Finalíssima en 2022.
Al margen de ello, el capitán quiere que el último baile de su amigo Di María sea con una nueva vuelta olímpica. La búsqueda del título, por parte del grupo, radica en el hambre por seguir ganando, sí, pero también en el deseo de todo el plantel de regalarle a “Fideo” una despedida a lo grande del seleccionado: el zurdo del Benfica, uno de los tres históricos del equipo junto a Messi y a Nicolás Otamendi, ya anunció que no seguirá jugando en el seleccionado. Y, más allá de que a todos les gustaría que siga hasta el Mundial de Estados Unidos, México y Canadá 2026, son respetuosos de su decisión.
En la puerta principal del estadio Mercedes Benz, dos amigos oriundos de Córdoba capital mantienen una discusión sobre el fútbol de esa ciudad. Uno es de Talleres y se mofa del de Belgrano porque -asegura- no sabe lo que es ganar un título. “Nosotros dimos la vuelta en la Conmebol ‘99 “, lo desafía. Y el de Belgrano le responde con dureza: “Ustedes son la gallina cordobesa. ¿Cómo vas a perder una final con Patronato, culiao?”. Se refiere, el hincha de Belgrano, al choque decisivo que el conjunto entrerriano le ganó a Talleres 1-0 por la Copa Argentina 2022, en Mendoza.
Por ahora, la pasión y las chicanas aquí solo las ponen los hinchas argentinos. Que lucen orgullosos sus camisetas blanquicelestes y se la pasan cantando “dale campeón, dale campeón”, con el pecho inflado. Los estadounidenses sonríen pero casi desentendidos de la situación, como quienes asisten azarosamente a un hecho simpático e infrecuente para ellos.