Un deportista puede trascender por sus éxitos y popularidad. Pero estar presente en la memoria también por sus valores lo enaltece, tal es el caso de Luis Rubén Di Palma. El recordado arrecifeño es uno de los máximos ídolos del automovilismo nacional, aunque también se destacó por sus gestos solidarios y ética con sus colegas, priorizando en casos una relación de amistad o camaradería a lograr un título. Tuvo golpes, pero siempre supo rehacerse. Fue el primer representante de un clan con tres generaciones de pilotos cuyo bien de familia parece interminable.
El Loco Luis, como se lo conocía a Di Palma, nació el 27 de octubre de 1944. De aquel chico que casi tuvo que criarse solo, que fue mecánico de su vecino Carlos Alberto Pairetti, a competir contra éste en el TC, donde debutó en 1963.
El 31 de mayo de 1964 logró su primer triunfo con 19 años, siete meses y cuatro días, en la VL Vuelta de Arrecifes, ante su gente. “Ganar justo en Arrecifes fue algo increíble. Pensar que hay mucha gente que nunca pudo ganar cerca de su ciudad y a mí se me dio a meses de mi debut. Eso me ayudó a conseguir publicidad. No nos sobraba plata, pero sí teníamos para presentar el auto bien armado en todas las carreras”, recordó Luis. Durante 54 temporadas mantuvo el récord de ser el ganador más joven de la popular categoría, que recién batió Juan Tomás Catalán Magni (otro arrecifeño), con 18 años, seis meses y 30 días, pero siendo piloto invitado de Juan Manuel Silva en los 1.000 Kilómetros de Buenos Aires en 2017. Además, Luis se dio el gusto de ganar con las cuatro marcas en el TC.
Su época más gloriosa fue sin dudas en la década del setenta. Con autos construidos por Oreste Berta, nada menos, logró cinco campeonatos: TC (1970 y 1971), Sport Prototipos (1971 y 1972) y Fórmula 1 Mecánica Argentina (1974). En esta categoría repitió campeonato en 1978, pero ya no estaba con el Mago de Alta Gracia. Luego llegaron otros dos títulos nacionales, ya con su propio equipo, en el TC 2000 (1983) y el Supercart (1993). Además formó parte de la Misión Argentina en las 84 Horas de Nürburgring en 1969, con los Torino que pusieron a la industria argentina bien arriba. De hecho, de los tres “Toros” que largaron, el que terminó la carrera fue el auto que más vueltas dio (334) en la clasificación general y terminó en el puesto cuarto.
Luis era intenso, con mucha adrenalina y corría con lo que fuese. Entre 1970 y 1972 participó de los 1.000 Kilómetros de Buenos Aires con el Berta LR, un prototipo argentino que se midió con los Porsche y Ferrari, que eran referencias del Mundial de Endurance. Tuvo buenos parciales, pero sin poder concretar en aquellas carreras en el Autódromo Oscar y Juan Gálvez. También en las 24 Horas de Le Mans en 1973, Di Palma compitió junto a su amigo Néstor Jesús García Veiga. Con una Ferrari 365 GTB/4 fueron 29° en la clasificación general y 10° en su clase. Sumó dos ediciones del Rally de la República Argentina con un Audi Quattro en 1983 (abandonó por un despiste) y en 1984 (desertó por una falla en el motor), fechas válidas por el Mundial de la especialidad.
Sin ser un técnico o ingeniero y sin haber cursado el colegio secundario, supo prepararse sus autos y hasta fue uno de los pioneros con las energías alternativas al punto de poner en pista un Torino con motor impulsado a GNC en una carrera del Supercart, en Buenos Aires en 1990. El auto tuvo fallas mecánicas, pero su apuesta fue un hito.
Quiso mucho a su Arrecifes, donde llegó a ser precandidato a intendente para las elecciones de 1999. Era un apasionado por los motores y la velocidad. También le gustaban las motos y lanchas. “Corro porque me gusta y lo siento. Aunque me gusta más volar. Soy mucho más feliz arriba de un avión que de un auto de carrera”, aclaraba y por eso piloteaba ultralivianos, aviones y helicópteros, donde con uno de ellos perdió la vida en un accidente en Carlos Tejedor (Buenos Aires) el 30 de septiembre de 2000. Tenía 55 años y en sus días finales trabajaba a destajo para poner en pista otro Torino para el TC. En su epílogo dentro de la octogenaria categoría, logró su último triunfo el 13 de setiembre de 1998, en Buenos Aires. Muy emocionado en el podio dio un mensaje que sonó a despedida, pero también demostró su grandeza: “A la juventud le pido que no se apure, que todo llega”. Eran los tiempos en los que cinco Di Palma largaban una carrera de TC: Luis y Andrea como acompañante y como competidores, José Luis, Marcos y Patricio.
Logró 103 victorias en total. Fue un notable piloto, entre los diez mejores de la historia de pista en nuestro país. Tenía espíritu combativo y siempre se brindó por el espectáculo. Muy áspero, pero con códigos. Nunca se puso el casete para declarar. Carismático y adorado por el público está a la altura de Juan María Traverso, aunque el "Flaco" nunca fue preparador de autos. A su vez Luis era un líder natural que arriba y abajo del auto fue clave en el nacimiento y fortalecimiento de categorías como el TC 2000 (trabajó mucho para su organización y televisación), la Fórmula 2 Codasur, el Club Argentino de Pilotos y el Supercart.
Afirmaba que "a mí me interesa ir solo una vuelta primero por carrera. Eso sí, que sea la última". También que "si vos tenés algo, como lo tengo yo, es probable que la gente te envidie un poco, pero si vos hacés que te tengan envidia, es mucho peor". En tanto que sus afectos siempre fueron lo más importante: "Más que nada me gustaría ver a toda mi familia realizada. Cada uno en lo suyo, pero feliz, como cuando me subí al primer auto a los 19 años y empecé a ser Di Palma, el corredor. Desde ese entonces hice lo que me gusta y viví como siempre lo soñé". Antes de partir manifestó que "yo estoy viejo, pero tengo cuatro hijos con mi sangre, con el apellido Di Palma, que darán lucha por mucho tiempo en el automovilismo. Eso me basta para sentirme satisfecho y orgulloso".
El recordado periodista Alfredo Parga contó una vez una gran anécdota: “Una vez Luis me dijo ‘si hubiese sido Reutemann, le hubiese tirado el auto encima a Piquet’ (por la definición del título de la Fórmula 1 en 1981). Yo lo miré y le dije que no le creía, ya que no era una mala persona y deportista para llegar a ese extremo. El Loco sólo me lo había dicho por un impulso y ambos sabíamos que una actitud tal en pista, no era genuina en él”.
Pero, para conocer más a fondo su vida, qué mejor que el testimonio de sus hijos. Infobae habló con ellos: “Lo que más me marcó fue su humildad. Siempre me decía ‘el día que tengas un taller saludá desde al que prepara los motores hasta al que limpia el piso’. Nos educaba con el ejemplo”, sostuvo Patricio. “Chocamos varias veces porque ambos somos de fuerte personalidad y como buen Di Palma nunca nos guardamos nada. Pero nunca me cerró la puerta y cuando me equivoqué y le pedía disculpas, él estaba ahí”, agregó el “Negro” Di Palma.
"Era muy laburante y antes de su muerte estaba armando un Torino para TC. Quería correrlo él, pero cuando se enteró que yo me había quedado sin auto, me dijo 'correlo vos y luego armamos otro para mí'. Cuando falleció me tuve que hacer cargo de la preparación y ahí aprendí a tener mi propio taller. También, cuando terminé de armar ese auto luego lo corrí y gané en Buenos Aires en 2003. Fue increíble porque la marca (Torino) estuvo 28 años sin ganar y la última victoria había sido con mi viejo", recordó el campeón de la Clase 3 de TN en 2005.
“Por ser el más grande agarré la época de sus campeonatos en el TC, el Sport Prototipos y la Fórmula 1 Mecánica Argentina (F1 MA). Él vivía el automovilismo de forma más amateur. Durante toda su vida mi viejo ayudó a mucha gente, incluso a colegas. Hasta llegó a perder campeonatos con tal de evitar romper una buena relación. Por ejemplo, era muy amigo del “Nene” García Veiga. Ambos compartían equipo y llegaron a definir un campeonato de la F1 MA en 1973. En la última fecha en Comodoro Rivadavia mi papá le dio el nuevo motor que había preparado Berta que era un Tornado con inyección, con 20 caballos más… Luego en 1980 peleaba con Maldonado en la Fórmula 2 Nacional. A Yoyo se le rompió el motor y mi viejo le dio uno de los suyos y perdió otro título. Y en 1986 el abuelo de Agustín Canapino le rectificaba motores de ultralivianos y le dijo que ‘su hijo estaba estudiando, si le daba una chance en su equipo’. Mi viejo se la dio. Ese chico era Alberto Canapino (uno de los chasistas más importantes del país). Era su primer trabajo y le preparó el VW 1500 que ganó en la primera carrera del año del TC 2000 en Balcarce”, afirma José Luis, que fue campeón de la Fórmula 2 Nacional en 1986 y de la Fórmula 3.000 Británica en 1994.
“Tuvo menos plata que la que pareció. Pero nunca ahorró. Recuerdo que nos decía a modo de broma ‘para qué voy a guardar la plata, capaz que me pasa algo y no quiero dejársela a ustedes’. La disfrutó, se dio todos los gustos en vida y lo tuvo muy merecido”, cuenta el padre de Josito y Stefano.
“Extraño mucho sus consejos. A veces no le dábamos bola con la preparación de los autos, luego nos dábamos cuenta de que estábamos equivocados y volvíamos a pedirle que nos diera una mano. Él siempre estaba”, destaca.
"Era una persona muy generosa. Conmigo recuerdo que siempre me hacía regalos, pero nunca me trajo una muñeca, siempre eran autitos, ja, ja", recuerda su hija Andrea con una sonrisa. "Pero también fue muy generoso y solidario con mucha gente. En las carreras del Supercart iba y les alineaba los autos a sus competidores. A todos los empleados que tuvo los ayudó para que pudieran tener su casa propia. Cuando se inundó Pergamino (1995) agarró su helicóptero y se fue a ayudar a la gente (rescató a más de 70 personas). Llegó antes que las autoridades locales", cuenta emocionada.
"Pasó solo casi toda su niñez. Y mi abuela lo abandonó cuando tenía cinco años. Mi abuelo era custodio de Perón y era patrulla motorizada. No estaba nunca en casa. Aparte puso una parrilla en Arrecifes y mi papá se pasaba todo el día allí. Con el correr de los años pudo haber sido un resentido, pero nunca mostró rencores por nadie. Todo lo contrario. Mucho de ello es por haber tenido a su lado a mi mamá, una gran mujer que le perdonó todo", resalta su hija Andrea. Luis se casó con María Cayetana Lo Valvo, sobrina de Ángel Lo Valvo, el campeón de TC en 1939.
“Se fundió varias veces, pero se rehizo en lo económico porque era muy emprendedor. Como nunca dejó de correr, en los momentos difíciles, mucha de la plata que agarraba por los patrocinantes en sus autos la ponía en negocios como transporte de camiones, una fábrica de ultralivianos, concesionario de motos y hasta una empresa de volquetes. Supo reinventarse y arreglárselas para salir adelante”, explica la madre de Juan Cruz Federici Di Palma, que también es piloto.
“Era muy innovador. Fue el primer piloto que tuvo un motorhome en el país. Él viajaba mucho por las carreras y si bien la que más estaba con nosotros era mi vieja, mi viejo hizo todo lo posible para que no nos faltara nada. Recuerdo con mucho amor las vacaciones en familia cuando nos íbamos a Embalse Río Tercero (Córdoba). Agarraba la casa rodante y en un tráiler llevaba cinco motos para nosotros”, describió con nostalgia.
"Hoy le digo a mis hijos que su abuelo fue un ídolo del automovilismo, pero principalmente una gran persona. Nos enseñó a ayudar a los demás y ese es el mejor legado que nos dejó. La gente se lo reconoce. Por ejemplo, acá en Arrecifes usamos mucho la cuenta corriente en los comercios. Cuando falleció mi papá fuimos a pagar sus deudas y nadie nos quiso cobrar. 'Cómo te vamos a cobrar con todo lo que hizo tu viejo por nosotros', nos decían".
“Lo mejor que me dejó es el apellido, si no, yo no hubiese sido piloto”, bromea Marcos. “Fue un gran tipo que se hizo de abajo y lo más importante que nos dejó es su vocación por el trabajo. Fue incansable”, dice.
“En la época que logró su último título (Supercart en 1993) ya corríamos con él. El sábado previo a la última carrera la gente de su rival, Hugo Olmi, empezó a entregar invitaciones para celebrar su campeonato, ya lo daban por hecho… Pero el ‘viejo’ Di Palma todavía tenía con qué pelear y se lo ganó”, recordó. “Cuando ayudaba a otros pilotos con sus autos yo lo quería matar, le decía que ‘estaba loco, que nadie iba a darle un mano’. Después me di cuenta que mi viejo nunca necesitó de ningún secreto técnico en los coches para ganarles a los demás, le sobró talento para hacerlo”. A propósito aseguró que su padre “fue uno de los cinco mejores pilotos de la historia a nivel nacional, sin dudas”.
Desde hace más de dos décadas Luis Rubén Di Palma no está de forma física. Pero pasó a la inmortalidad en el corazón de la gente porque es un icono popular del automovilismo y el deporte argentino. Era el de la sonrisa contagiosa, ese padre que hizo todo por sus hijos, el campeón con sobrados laureles, solidario con todos y un colega con valores de fierro. Hace 60 años el “Loco” comenzó a escribir su gran historia y sigue siendo resistente al olvido.