La pasión futbolera de Jairo: su amistad con Carlos Bianchi y el día que perdió la chance de tirarle un caño a Maradona en París

El artista repasa los puntos de contacto entre su prolífica carrera y la pelota. De la premonición de una figura de Francia antes del Mundial de México 86 a la “sala de tortura” en la que ve los partidos de Boca junto a su familia

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Jairo junto a Carlos Bianchi en París
Jairo junto a Carlos Bianchi en París

El pasaje Rivarola. El que cruza como un tajo delicadamente arquitectónico y simétrico a una manzana del barrio de Congreso. La cocina de mi abuela materna, siempre con la radio encendida, para estar al tanto de cualquier tema y entre ellos, la música. Por eso me veo allí, sentado a la mesa, en el momento que me decía: “Escuchá. Canta Jairo”. Era un símbolo, el hacer silencio y prestar atención a esa voz privilegiada, en medio de ese irrepetible calor de hogar.

Esa sensación vuelve aflorar en el encuentro con Jairo, con la sonrisa franca y la calidez de un distinguido anfitrión, que nos recibe en su hogar, donde están las marcas de una vida plena, rodeada de éxitos y el roce con las celebridades, pero sin que el protagonista haga alarde, aunque haya sido un conquistador de Europa con las mejores armas del arte. Todos saben de su brillante carrera, pero es menos conocida su vinculación con el fútbol, con pasiones y vivencias, a ambos lados del océano.

Uno de ellas ocurrió en 1981, cuando ya era una figura querida y reconocida en Francia. Allí se dio una escala de la gira de su amado Boca Juniors, a días de haber bordado una nueva estrella, con los destellos de Diego Armando Maradona: “Yo estaba esponsorizado por RTL, la radio más grande de Francia, que era el mismo del PSG, por lo que conocía a todo el mundo en el club. Además, vivía a cuatro cuadras del campo de entrenamiento y muchas veces iba a allí. Se hizo un amistoso porque se retiraban dos futbolistas históricos de clubes de París, se armó un combinado y contrataron a Boca. Como compartíamos el mismo auspiciante y yo rompía mucho diciendo que era fanático (risas), me llamó el presidente del club para invitarme a dar el saque de honor. Ni lo dudé. Lo invité a Astor Piazzolla, que no era futbolero, pero que estaba muy interesado en el fenómeno Maradona, que despertaba una locura en Europa con la sola mención de su apellido. Antes de comenzar, pasamos por los vestuarios y nos sacaron una foto a los tres. Recuerdo que estaba el Chino Benítez. Vino y me dijo: ‘Voy a hablar con Diego y cuando des el puntapié inicial, él se acerca un poquito y le metés un caño. Total, nadie lo va a saber y quién te quita un túnel a Maradona en el Parque de los Príncipes’. Pero cuando llegó el momento, se la levanté, la mató con el pecho y el estadio se vino abajo. Al retirarme, el Chino que estaba en el banco, me hacía el gesto inconfundible con la mano, marcándome que había arrugado (risas). Antes de salir del campo de juego, escuchaba como el público gritaba ‘Jairo, una canción. Jairo, una canción’. Fue maravilloso. Nos ubicamos con Astor y su esposa en el palco oficial, que está muy cerca del campo de juego. Él solo tenía ojos para Maradona y se vivió algo muy especial. Diego hizo una jugada espléndida justo enfrente nuestro: la dominó con el pecho y en el aire, antes que tocara el piso, con tres dedos, metió un cambio de frente para Perotti, que convirtió un gol. Cuando estás en otro país y pasa algo que te conmueve, reaccionás en tu idioma, de manera espontánea y de acuerdo a la cultura que uno tiene, o al medio en el cual se mueve. Piazzolla se levantó y le gritó enloquecido: ‘Sos Nijinsky, pibe. Sos Nijisnky’ (risas), como si fuera el gran bailarín”.

El programa de Mirtha Legrand con Jairo, Maradona y Piazzolla
El programa de Mirtha Legrand con Jairo, Maradona y Piazzolla

Aquella de septiembre del ‘81 fue una cumbre de argentinos triunfadores, con esas tres figuras en el Parque de los Príncipes. Sin embargo, ellos se habían encontrado, por primera vez dos años antes: “Yo los conocí a Maradona y a Piazzolla el mismo día, al ser invitados al primer programa de la temporada ‘79 de Mirtha Legrand. A mi me convocaron por el éxito que estaba teniendo en Francia, pero no era fácil venir en ese tiempo, sabiendo que ese país era uno de los mayores opositores a las dictaduras latinoamericanas, en un tema que era corriente allá. Recuerdo que se grabó antes, no fue en vivo, porque la mayoría de las cosas tenían que pasar por el filtro de la censura. Con Astor se dio la curiosidad de que ambos vivíamos en París, pero no nos habíamos visto nunca. Sin embargo, me impactó que conocía todo lo que yo hacía. Diego era muy joven, para la época del Mundial juvenil de Japón”.

Un año antes, había sido la consagración de Argentina como campeón del mundo por primera vez en su historia. A Jairo le tocó vivirlo a lo lejos, pero con el corazón mirando al Sur: “En Francia había muchas protestas porque nuestro país era el organizador del torneo, pero como hincha fue un momento único. Era una época en la que trabajaba mucho y los partidos los veía como podía, porque, además, comenzaban muy tarde para el horario europeo. El 6-0 a Perú lo terminé escuchando por radio, ya de madrugada, al llegar de un concierto y tener que salir bien temprano hacia otra actuación. La final contra Holanda la vi en Madrid, con Juan García Caffi, uno de los integrantes del Cuarteto Zupay y un tío de mi esposa, que era español. Cuando nos empataron me quería morir, pero este hombre me dijo: ‘Tú no te preocupes que vais a ganar. Es más, te digo el resultado: será por 3 a 1′. Y acertó. Tenía la bola de cristal (risas). Salimos a festejar por las calles y éramos muchos, pero no tantos como cuando fue el de México ‘86. Allí vi todo el Mundial en Francia, donde sabían que yo no actuaba los días que jugaba Argentina, esa era la prioridad (risas). Yo cumplo años el 16 de junio, pero no lo festejé ese día, sino el domingo 22, porque la invitación incluía ver el inolvidable partido contra Inglaterra. Nunca me voy a olvidar la imagen de Astor Piazzolla arriba de un sillón después del gol maravilloso de Diego. De allí fui a actuar a Marsella, al día siguiente fue la semifinal con Bélgica y luego abordé un avión para encontrarme con la familia, en una casa que teníamos en Madrid. Cuando terminó la final con Alemania, nos tomamos todos un tren y partimos a festejar, incluida mi esposa que era española, a la Cibeles, donde ella se arrojó a la fuente. Más tarde la seguimos en la Plaza Mayor, donde estaba lleno de argentinos”.

Jairo recuerda en su casa de Olivos sus múltiples contactos con el mundo del fútbol
Jairo recuerda en su casa de Olivos sus múltiples contactos con el mundo del fútbol

París estaba rendida a sus pies. Aquel chico tímido brillaba gracias a su talento en esa meca del arte mundial, donde iba a conocer, y hacerse amigo, de un compatriota que también era amado por lo franceses, a fuerza de hacer goles en todas las canchas que pisó: “En 1977 me contrataron para cantar en Francia por primera vez y nada menos que en el Olympia de París. Fui por dos semanas, para un espectáculo puntual de música argentina junto a Susana Rinaldi, pero me quedé por siempre, ya que se dio una repercusión increíble con el público, que enseguida me adoptó. Estando allí se produjo el inicio de la amistad con Carlos Bianchi, que andaba muy bien y era el goleador de la liga. Él era una figura enorme allí, primero en el Stade de Remis y en ese momento ya, en el Paris Saint Germain. Era muy querido por la gente. Por la calle todos le decían Carlos con gran aprecio. Vino a verme al teatro junto con Margarita su esposa y luego pasaron a buscarme por el hotel. Me ayudaron mucho, llevándome a todos lados, porque yo no conocía a nadie. Por supuesto que lo fui a ver varias veces a la cancha, en ese PSG que no era lo que es hoy, porque es un club muy joven. El de ellos fue un hermoso gesto y se los sigo diciendo hasta el día de hoy: fueron un gran ejemplo para mí, porque me demostraron su extraordinaria capacidad de adaptación: es muy difícil vivir en un país que no habla tu idioma. Yo no era un artista que atrajera demasiado a los argentinos estando allá, no era Mercedes Sosa (risas). Carlos es una estrella en el mundo futbolístico de Francia”.

Sentado en el living de su hermosa casa, Jairo se apasiona al hablar su vínculo con el fútbol. La cadencia de su voz, que remite a la placidez de un valle, es volcán cuando aparecen esos recuerdos con forma de la número cinco: “Me invitaban seguido a los partidos con el combinado de las estrellas con fines benéficos, que los hacíamos como preliminares de la Primera División. Compartí cancha con jugadores extraordinarios, incluso con el Príncipe Alberto de Mónaco que era un desastre (risas). En marzo del ‘86, después de uno de esos encuentros, fuimos todos a comer y nos acompañó Roger Piantoni, que era una gloria del fútbol de ese país, destacándose en el Mundial ‘58, en el que salieron terceros. Unos días antes, Francia le había ganado 2-0 a Argentina, un amistoso previo a la Copa del Mundo y le pregunté como veía a nuestra selección, que era muy cuestionada. Su respuesta fue: ‘Es cierto que perdió, pero tuvo 20 minutos excelentes y si logra que sean por lo menos 40, no le va a ganar nadie’. Quedé impactado por su sabiduría”.

Su pasión con el fútbol comienza desde que tiene memoria, cuando cierra los ojos y se remonta a aquellos tiempos de la infancia, en la década del ‘50, en su querida provincia: “Crecí en una ciudad del interior de Córdoba y me hice hincha de Instituto, entre los cuadros de la provincia y de Boca, a nivel nacional, en un tiempo en el que el fútbol era inaccesible para nosotros, porque no existía la televisión. A los ídolos los veíamos en la matinée del cine del pueblo, con imágenes de varias semanas atrás. El club más cercano era Central Norte de Cruz del Eje y recuerdo la conmoción cuando vinieron Boca y River a disputar amistosos. Poder ver a quienes admiraba, como Rojitas, el Beto Menéndez, Silvero o Simeone, era fantástico. Apenas pisé Buenos Aires, me instalé en una casa de familia en la zona de Palermo, donde todavía había varios potreros y me prendía siempre. Una de las primeras cosas que hice fue ir a conocer La Bombonera, que es algo maravilloso para cualquier ser humano del planeta, por la mística que posee”.

Astor Piazzola y Jairo con Diego Maradona: encuentro en Paris
Astor Piazzola y Jairo con Diego Maradona: encuentro en Paris

Aquel chico que iba a cantar, con apenas 14 años, al canal 12 de Córdoba, rebosaba de ilusiones. Una de ellas era poder estar en la Capital y se le dio pronto, porque la emisora fue premiada y concurrió a la entrega de los Martín Fierro, como parte del equipo. Allí cantó por primera vez ante el público, en el hotel Savoy, donde lo detectó el director artístico del 13 y lo contrató para el programa Escala Musical: “También estaban Sandro y los de Fuego, Los Gatos Salvajes, en el incipiente rock nacional y un día hizo su debut el Flaco Spinetta, que cantó “Sabor a nada” de Palito Ortega. Para esa época vi mi primer partido en una cancha en Buenos Aires y fue en Racing, que enfrentó a Chacarita. Se dio por un amigo, que tenía mi misma edad, unos 14 años y era fanático él y toda su familia de la Academia. Quedé impactado. Como esta gente seguía yendo, tuve ocasión un tiempo más adelante de observar al famoso equipo de José. En ese tiempo, conocí muchos clubes, como Lanús, Huracán o Independiente, yendo a cantar para los bailes que se organizaban y convocaban mucha gente”.

Un par de discos grabados entre fines de los ‘60 con regular repercusión lo hicieron abocarse de lleno a trabajar como ilustrador, dejando la música en un segundo plano, hasta que llegó la oportunidad de viajar a España y poder dedicarse al canto, su gran pasión. No era una decisión fácil, pero fue la que cambió su vida: “En cuanto llegué a Madrid, a los dos días, fui al Santiago Bernabéu a ver un partido oficial. El Real empató 1-1 con Valencia, donde actuaba un argentino que había estado en Platense, Oscar Valdez, que luego jugó en la selección española. Me hice socio del club y frecuenté junto con quien sería mi esposa mucho tiempo la pileta, ubicada en una esquina del estadio. El presidente que sucedió a Santiago Bernabéu, era Luis de Carlos, primo de mi suegro, porque lo que mi vinculación con la institución era ineludible. No era una buena época a nivel fútbol, si bien peleaba los torneos, le costaba salir campeón”.

Foto de la mesa de Mirtha Legrand, Maradona sentado frente a Jairo
Foto de la mesa de Mirtha Legrand, Maradona sentado frente a Jairo

Ha visto mucho fútbol a lo largo de su vida, pudiendo disfrutar de los más excelsos cracks del planeta. A la hora de elegir, no tiene dudas sobre las máximas estrellas argentinas: “Para mí no existe la discusión entre Maradona y Messi, porque siempre los puse en un mismo plano. Han sido los más grandes de todos los tiempos y es un privilegio que sean argentinos. Fue maravilloso ver campeón a la Selección en Qatar, un acto de justicia. Me gusta mucho sentarme a ver fútbol, miro en televisión todo lo que puedo, sobre todo la Champions, a mi querido Real Madrid y por supuesto cada partido de Boca. Tenemos un lugar especial, donde nos sentamos con mi hijo y mi nieto, todos boquenses. Cada uno respeta su lugar y lo llamamos ‘sala de tortura’ (risas), porque a veces nos hace sufrir demasiado…”

Y queda flotando en el aire la última carcajada que regala Jairo, mientras nos mostraba con orgullo esa sala, donde comparte el rito frente al televisor. Además de los sillones, allí se agolpan, respetuosas, varias guitarras de todo tipo y época. Las que fueron marcando el sendero exitoso del chico cordobés, que llegó a lo máximo. Me basta con saber que es la nostalgia un motor incansable para los recuerdos futboleros de este hombre que va a morir enamorado de los colores azul y oro.

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