“Estoy a punto de que se me caiga una lágrima, hubo un montón de cosas. Pero antes que eso se me viene la familia a la cabeza, el premio es para ellos”.
Juan Francisco Rago, 35 años, 1.85 metro, se llevó todos los flashes del cruce de 16avos de final de Copa Argentina en Mendoza. El experimentado arquero cumplió con el vaticinio del entrenador Walter Perazzo, quien en la previa del choque había asegurado que si Temperley llevaba a River a los penales se iba a quedar con la serie. Y, tras el 1-1, el guardameta les tapó los remates a Esequiel Barco y Héctor David Martínez para rubricar el 5-4 y hacer historia.
El augurio del ex delantero de Boca y San Lorenzo tenía sustento. Rago, clase 88, venía de atajar un penal en la llave contra Sarmiento de Junín. Y Morfeo le había dado una señal. “Lo digo con toda la humildad. Había soñado que íbamos a llegar a los penales e iba a atajar dos”, sorprendió. El dictado de la noche fue acertado: se arrojó dos veces a la derecha para ponerse la capa de héroe. Pero además estuvo cerca de tapar otros disparos, como el de Nicolás Fonseca.
“Era un gran rival, y no teníamos que regalar nada, sabíamos que teníamos que jugar de contra, con garra”, subrayó sobre el plan que tuvo éxito gracias al empate agónico de chilena de Fernando Martínez.
De dilatada trayectoria en el fútbol de Ascenso, el oriundo de Mar del Plata atravesó todas las categorías. Pero en los cinco años en Atlanta dejó su huella en gran nivel y, tras una escala en Agropecuario de Carlos Casares, estaba listo para tener su experiencia internacional a principios de año. Incluso rechazó ofertas concretas, como la de Ferro, ante esta chance que le surgió en Paraguay, que duró apenas 15 días.
En efecto, una carrera esforzada casi cae por la borda. “Estaba firmando mi contrato con el Sportivo Ameliano y noté que me cambiaban las condiciones acordadas de palabra. Me dijeron que sí, que las cambiaban, pero esa actitud me demostró que los dirigentes no eran confiables ya de arranque”, contó en una entrevista radial en enero, días después de retornar a la Argentina rodeado de incertidumbre. No obstante, no dudó.
“Les dije que deshiciéramos la operación, y Temperley apareció con una buena oferta. Y aquí estamos”, concluyó la historia, que hoy tuvo su capítulo más destacado. De ahí la emoción. Del camino recorrido, no siempre tapizado por alegrías. Del tránsito por Barracas Bolívar, Alvarado, Ferro Carril Oeste de General Pico, Güemes de Santiago del Estero y Central Córdoba de la misma provincia. En ese vestuario exultante habrá caído: las lágrimas valieron la pena.