Llegó a Europa sin debutar en River, brilló en Alemania, le dio un giro a su vida tras un viaje “inmersivo” y se mudó a Miramar: “Tenía ganas de otra cosa”

El Rayo Menseguez se destacó en el Wolfsburgo, que lo compró sin que haya llegado a Primera. Tuvo una buena etapa en San Lorenzo y retornó al Millonario, pero ahora se alejó del fútbol: “Se me hizo fácil venir acá y estar tranquilo”

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El cambio de vida del Rayo Menseguez

El testimonio del Rayo Menseguez es valiente en un repetitivo deporte de cassettes. Despojado de las invisibles obligaciones mediáticas del futbolista, abre su corazón para mirar los engranajes dentro del jugador. Los hilos que no se ven. En un mundo de palabras prefabricadas, ser sincero refleja en el horizonte un costo alto. Debió transformar su vida antes de abrir su boca en público. Está sonriente desde la paz que transmite la imagen de su videollamada en Miramar. Hablará de las presiones, los vínculos familiares que mutan cuando el deportista camina por la pantanosa selva del éxito, de cómo el proceso de una separación puede afectar en un partido, de perder los objetivos de vista. El ex Wolfsburgo, River y San Lorenzo cuenta, al fin y al cabo, la verdadera vida del jugador en un mundo que exige ser robótico: sin alteraciones sentimentales, inmutables y en constante gloria; una fábula.

Pero primero hay que entender el contexto. Llegó con 15 años desde Córdoba a la pensión de River después de brillar en un torneo ante los ojos de los captadores. Lloró y sufrió el desarraigo hasta que logró sobreponerse. Y antes de cumplir su primer sueño, cumplió el segundo: se fue a préstamo al Wolfsburgo de la Bundesliga que acababa de comprar a Andrés D’Alessandro, al mes se ganó la titularidad y se sostuvo cuatro temporadas en un club que por entonces se animaba a dar batalla en Alemania. Todo fue veloz.

Luego tuvo un fugaz paso por la Premier League (West Bromwich) mientras transitaba otras cinco temporadas en San Lorenzo y se preparaba para cumplir su primer sueño: jugar en River Plate, club al que llegó tras una lesión que lo tuvo dos años inactivo. Le hizo un gol a Boca y fue campeón, más allá que no se asentó. Y aquel, dice, fue su “retiro” al menos mentalmente, más allá que su vida deportiva se extendió por Argentinos Juniors, Aldosivi y Juventud Unida de Gualeguaychú. A siete años de su último partido, dio un giro “de 180 grados” tras un viaje “inmersivo” y una mudanza a Miramar, en la costa argentina.

Juan Carlos Menseguez festeja un
Juan Carlos Menseguez festeja un gol en el Wolfsburgo en 2006 (Foto: Friedemann Vogel/Bongarts/Getty Images)

— ¿Por qué decidiste vivir en Miramar?

— Cuando me retiré, la idea era ser director técnico. Me fui capacitando e inclusive ya había armado el cuerpo técnico. Tuve reuniones con presidentes de algunos clubes y optaron por otras opciones. Uno llegaba a casa y sentía lo mismo: la frustración o los vaivenes que a veces tiene como jugador de fútbol. Cuando juega, cuando no juega, cuando pierde... Entonces es como de nuevo, era repetir esos vaivenes y que después repercuten en toda la familia y terminan opacando un día lindo. Terminás tirándolo por la borda. En ese momento justo nos fuimos de viaje con mi mujer, como buscando encontrar algo. Y en ese viaje me sucedió algo que dije: “Por acá no va”. Quiero una cierta estabilidad emocional y disfrutar de otras cosas que quizá uno se dice “bueno, voy a disfrutar cuando tenga 60 años, voy a hacer esto, voy a hacer lo otro, voy a dedicarle tiempo a mis hijos”. Y la verdad es que me di cuenta que ahora quería disfrutar de mis hijos, ahora que son chicos. Quería compartir momentos con la gente que quiero. Ese fue todo un cambio. Uno está acostumbrado a competir, a tener metas a corto, mediano y largo plazo, buscar ser un referente –en este caso como DT–. Me di cuenta de que tenía ganas de otra cosa. Obvio que para lograr ese cambio tuve que mover adentro mío un montón de cosas, porque no es fácil. Si no hubiese sentido que me estaba defraudando. Hubiesen pasado un montón de cosas que pasan cuando vos la única identificación que tenés es ser jugador de fútbol, o el técnico, o el personaje...

— Me dijiste que hiciste un viaje, que en algún momento catalogaste como “inmersivo”. ¿Qué significa?

— Mi mujer siempre fue una, pongámosle, buscadora espiritual... De hacer reiki, memoria celular y todas esas terapias alternativas. Justo estaba teniendo charlas ahí en un grupo y me dice “hay un viaje a República Dominicana al que nos podemos sumar”. Y justo me había pasado todo esto y le dije ‘dale, vamos’. En esas charlas a mí me cayó una ficha. Ellos lo llamaban viajes de inmersión, porque son como cinco días dedicados a meditar, a charlar de conciencia, evolución y todo eso. Para mí fue durísimo, porque cuando llegué ahí yo estaba con aspiraciones de ser DT, a un camino de corto, mediano y largo plazo, imaginándome... Y de repente hubo un par de cosas que se dijeron que a mí me hicieron mucho sentido. Pero a su vez iba en contra de todo lo que yo estaba haciendo. Fueron cinco días muy intensos, en los que en un momento le decía a mi pareja “vámonos, no estoy para esto”. Cuando volví, ya me tranquilicé y todo eso que había movido el viaje era como que decía “ah, bueno, no es tan loco lo que me pasó en el viaje”. O sea, se puede vivir de otra forma, no solamente siendo jugador de fútbol o técnico. Ahí empecé a mover fichas, primero chiquititas, con respecto a no sé, en mi familia. Después tomé la decisión de no ser técnico. Hubo cosas que me fueron liberando al punto que surgió también venirme a vivir a Miramar. Estábamos justo en pandemia, medio que justo se abría y queríamos estar cerca del mar, de la naturaleza, y conocía porque cuando jugué en Aldosivi hice amigos... Sería eso lo que pasó: quizá va otra persona y no le pasa nada, o no le mueve algo. Y a mí me hizo un cambio, un giro de 180 grados.

— Pasaste de estar buena parte de tu vida en la exposición, en la exigencia y decidiste frenar absolutamente toda la maquinaria, ¿fue duro ese cambio drástico de vida?

— No, no... No es que vine de un día para el otro. Pasó un año en el que yo hice un montón de cambios a partir de ese viaje a Dominicana. Tuve un año en Buenos Aires de mucho movimiento interno y externo, en el que me liberé de un montón de cosas y empecé a no necesitar tanto del afuera. Cuando me di cuenta de que nada de lo que había afuera me iba a llenar, sino que era yo, ahí cambió todo. Ahí fue cuando fui liberando un montón de cosas y se me hizo fácil venir acá y estar tranquilo.

— ¿Hoy estás trabajando o estás buscando el espacio?

— Sí... Estoy tratando de hacer cosas con la gente que uno quedó vinculado. Los amigos que quedan del fútbol. Trato de generar ahí negocios, ingresos, pero no es algo que me demande mucho tiempo. Quizás una cuenta pendiente es que empiece a dedicarle un poco más de tiempo, pero estoy bien así por ahora. Lo que hago, lo hablo directamente con las personas que tengo afinidad, no hace falta viajar o seguir abriendo vínculos, porque tampoco me interesa una carrera como representante. Simplemente quizás en algunas cosas puntuales, si tengo la conexión, ser intermediario.

El Rayo era un desconocido por entonces. Eran los primeros años de un mercado que empezaba a globalizarse definitivamente. Wolfsburgo había sorprendido para quedarse con la reciente figura del fútbol argentino, el Cabezón D’Alessandro, y poco antes había fichado a un goleador como el Granadero Diego Klimowicz. De repente, los alemanes habían decidido llevarse a una promesa de la Reserva millonaria. Un Menseguez que no había ocupado líneas de los diarios. Un nombre que no sonaba. Era el inicio de una moda que hoy es norma, la de llevarse a las promesas cada vez más jóvenes.

— Pasaste de la Reserva de River a pegar el salto a la Bundesliga y afirmarte en el Wolfsburgo en apenas meses, ¿eso impacta? ¿Es difícil de asimilar?

— El mundo de River es muy grande. Yo me crié a los 15 años, que llegué de Córdoba a la pensión y es una evolución gigante. Me acuerdo que el primer año fue de llorar y extrañar mucho a la familia, de irme todo el tiempo, de que mis viejos vinieran todo el tiempo. Ese es el gran desarraigo con respecto a Córdoba y eso fue lo que me sirvió después a la hora de irme a Alemania. Aparte fue “voy a cumplir mi sueño”. Si me lo imaginaba en la cabeza, decía “jugar en Europa”, “jugar en la selección argentina”. Con 19 años estaba llegando a una liga competitivo de Europa. Ahí Andrés D’Alessandro fue clave porque me llamaba todos los días y me decía “vení que acá vas a jugar”. Me conocía de River, de que muchas veces entrenaba con ellos en el primer y me decía “vas a jugar, venite, venite”.

— Eso de saltar de la Reserva de River y asentarte en Alemania de repente, ¿te marea un poco? No tuviste un proceso intermedio, de golpe pegaste el salto a Europa.

— Creo que River tiene un nivel muy grande, muy exigente. Ahí te vas dando cuenta de que las clave es la humildad. Eso lo vas mamando ahí en River, porque al jugador de River se le van dando cosas mucho antes de que llegue a jugar. Cosas importantes para las que quizás otro jugador tiene que llegar a Primera.

— ¿Cuáles?

— En River sos muy mimado. Tenes muchos beneficios por estar ahí. A nosotros nos pasaba cuando íbamos a la Selección Sub 17 y, no sé, teníamos por decirte en ese momento celulares y ninguno tenía celular. Los de River teníamos todo. Te hablo pequeñeces. Entonces uno estaba acostumbrado. Si bien en Europa era todo perfecto, porque prácticamente no hay error. Todo muy minucioso. Todo es la perfección. Desde que llegás y entrás con las zapatillas para que no se ensucie el piso del vestuario. Todo tiene su forma y su mecanismo. Me sucedió muy rápido que llegué, jugué al mes, debuté y ahí jugué de titular todo el campeonato. Fue todo una locura.

El Rayo también tuvo un
El Rayo también tuvo un breve paso por el West Bromwich Albion de la Premier League (Foto: Mark Thompson/Getty Images)

Un pibe de 19 años que hasta unos días antes estaba en Buenos Aires de repente está sentado comiendo en Alemania y el técnico decide probar su temperamento: “Debuto contra el Bayern Múnich. Nos estábamos levantando de la comida en la concentración y el técnico agarró a Andrés (D’Alessandro) y le dijo ‘¿Juan se animará a jugar mañana?’. En ese momento los laterales del Bayern eran Willy Sagnol y Bixente Lizarazu, de la selección de Francia campeona del mundo del 98. Andrés me dijo, vení Juan... Y el técnico, como cargándome, me dijo ¿te animás a jugar? Y yo le respondí que sí, como que era algo normal. No pensé que me iba a poner. Al otro día fui de titular y de ahí no me sacó más. Después de eso me re quería el técnico y siempre estuvo ayudándome, utilizándome. Fue muy rápido”.

— Queda la sensación que no tuviste ni tiempo de pensar lo que estaba pasando...

— Hoy, a medida que fue pasando el tiempo, y con la experiencia del camino recorrido, te digo que era un nene, un atrevido. Me ponías a cualquiera ahí adelante, para mí era un desafío y estaba buenísimo. Me marcaban Sagnol o Lizarazu, estaba Oliver Kahn. Gente que uno veía por TV. Y yo decía, sí, como si nada. Es lo ingenuo de un niño. Después a veces es malo cuando vas tomando noción. Me pasó después que decía “che, estoy jugando contra éste”. Y eso en un momento me jugó en contra, porque era “me va a marcar este, sé que por acá me va a costar, tengo que buscar por este lado”. En cambio de chico al principio entraba a la cancha y no me importaba quién me marcara. Sabía que tenía que encarar para adelante y era atrevido. Después quizás uno va racionalizando más. Por lo menos en mi caso, me pasó. En un momento me costó, e inclusive tuve que ir al psicólogo para desbloquear esto.

— ¿Hubo un momento puntual que vos recuerdes que empezaste a racionalizar demasiado, que se cortó esa inconsciencia?

— Cuando vuelvo a San Lorenzo... Cuando vuelvo a Argentina y voy a San Lorenzo. Si bien me pasaron cosas que son mucho más emocionales, me pasó que entraba al estadio y sentía que las piernas me pesaban. No te digo que era por racionalizarlo, sino más emocional. En mi caso no sé, de muy chico tenía, inconscientemente, que mantenía a mi familia. Diferentes cosas que uno no se da cuenta y se va cargando la mochila, tomando decisiones y a veces ocupa roles... A mí me pasó, por ejemplo, que por momentos tuve el rol de padre de mis hermanos, estaba ocupando un rol que no era el mío. Cuando vuelvo a Argentina me costó mucho. Hasta me influía físicamente.

— Pero encima inclusive en San Lorenzo eras chico, tenías 23 años...

— Sí, era joven. Pero bueno, pasó eso. Ahí fue cuando me empezó a caer la ficha. ¿Qué onda? Estoy ocupando un rol que no es el mío. Me cargaba toda la presión que es inconsciente. Porque vos decís “bueno viejo, no labures más, yo voy a mantenerlos de por vida”. Inconscientemente te ponés en un lugar y es como que se empiezan a intoxicar las relaciones porque, no sé, mi mamá capaz tenía cuidado de decirme algo. O yo no podía decir que no porque tenía que proveer. Entonces es como que los vínculos se van distorsionando. O yo decirle a mi hermano “che, andá al colegio”. Todo eso sin darnos cuenta, porque yo no dudo el amor de mis viejos, era todo en pos de que estemos siempre bien. Pero eso generó algo en mí y después repercutió en el cuerpo a la hora de jugar los partidos. Hasta que con un psicólogo lo pude tratar. Me acuerdo que fueron un par de sesiones, dijo pasa esto, esto y esto. Cuando logré verlo, lo solté y ahí es como que ese peso que sentía en las piernas se fue. Y empecé a sentirme bien de nuevo.

El Rayo pelea la pelota
El Rayo pelea la pelota en un San Lorenzo-Boca: ese día anotó el tanto del triunfo 1-0 en el Clausura 2008 (Fotobaires)

— ¿Lograron sanar en el círculo familiar esas relaciones, reubicarlas?

— En realidad te diría que más o menos se ordenó en este último cambio mío. En ese momento que hubo ese cambio de no ser técnico y todo eso. En ese cambio tuve que hablar con diferentes personas, sobre todo de mi familia, de decirles cómo funcionaba, era así, me parece que para el bien repactar cuál es el vínculo que tenemos, que es madre e hijo, hermano-hermano, papá e hijo. Y eso fue muy liberador, muy lindo, porque hoy con mi vieja es una relación como cuando era chiquito. Y eso lo había perdido, con el correr del jugador de fútbol se había perdido un poco.

— Hablás de esto y pienso también lo difícil que debe ser manejar para un chico que llega al Wolfsburgo que de repente se encuentra con mucha guita, con un contrato que capaz le asegura varios años de vida cuando recién viene de la Reserva. Incluso te escuche decir que tuviste como un “autoboicot” en Alemania.

— Creo que nadie está preparado, salvo que vengas de una posición económica muy buena. Cuando empieza a suceder, que empezás a ganar mucho dinero, primero se te acercan muchas personas que supuestamente saben de manejar dinero. Y si a uno justo no se le acercan personas que realmente te quieren ayudar, quieren el beneficio tuyo y te quieren dar un orden, ahí también es complicado. Y después, si vos no tenés bases sólidas, de humildad, de un cierto entorno que te contenga, eso te puede distraer muy fácil. A mí lo que me sucedió fue que mis metas, que yo tenía como jugador de fútbol, un poco las perdí de vista. Bah, un poco no, las perdí de vista porque siempre tuve el objetivo de jugar en Barcelona, en la selección argentina, no sé, jugar a un gran nivel. Y a medida que empecé a jugar en el Wolfsburgo, como que bueno, ganaba buena plata, tenía buen auto, buen pasar y como que esas ganas de seguir por más un poco se me apagaron. Un poco no, bastante. Entonces no era el mismo chico con esas ambiciones de niño que decía “vamos por todo”.

— Y después, para colmo, tuviste un proceso de mucho tiempo fuera de las canchas por lesión. ¿eso lo vinculás más a lo emocional que a algo verdaderamente físico?

— En realidad tuve una sola lesión muy grave que fue osteocondritis en la rodilla y por la que estuve dos años para volver a jugar... Y bueno, justo ahí me divorcié... Y fue muy traumático. O sea, casualmente, creo que esos dos años fue lo que tardó en firmarse la separación, el divorcio. Creo que fue más o menos el mismo tiempo. No está bueno y obvio que repercute. Creo que todo lo emocional termina repercutiendo en el cuerpo.

— ¿Y hay espacio en el fútbol para plantear estas cosas? Decir que estás en un mal momento, con la cabeza en otro lado...

— Quizás ahora hay más contención. La verdad, no lo sé. Cuando planteaba mi cuerpo técnico, que iba a ser DT, me gustaba tener un coach. Y desde ya lo abordaba el director técnico, era estar muy atento a estas cosas. Inclusive había seleccionado un ayudante de campo que me parecía excepcional y hasta 100 veces mejor que yo tácticamente. Porque yo quería mucho delegar en esa persona para poder estar atento a todas esas cosas. A mí realmente me gustaba la parte emocional, estar atento a los detalles, porque a mí me habían pasado un montón de cosas en el fútbol que hicieron que bajara mucho mi nivel. Y también lo vi en compañeros. En River hablábamos con Emiliano (Díaz) de llevar a un coach, por ejemplo. Eso ayuda mucho al deportista, que pueda abrirse, hablar, descargarse. Tiene que descargar porque sino todo eso lo lleva a la cancha. Ojo, yo tenía compañeros que me decían “agarro, dejo la mochila afuera y entro a la cancha”. Pero a mí no me resultaba.

— Te escuché decir que cumpliste tus dos sueños que eran jugar en River y Europa. Se te dio al revés, primero en Europa. Y cuando llegaste a River te tocó atravesar críticas porque te llevó Ramón Díaz. ¿Cuesta convivir con que te estén pegando de afuera sin saber lo que estás pasando?

— La verdad, no era de consumir mucho la TV o el periódico. Sabía obvio que a Emiliano lo liquidaban y a todo lo que venía cercano a él. Pero yo confiaba mucho en quién soy como persona y quién soy como jugador de fútbol. Después, Cavenaghi y Teo (Gutiérrez) tuvieron un año espectacular, yo no tuve lugar. Jugaron muy bien y salimos campeones, estuvo buenísimo. En los momentos que me tocó jugar, me sentía bien. Y tuve la suerte de debutar con un gol, que para mí eso fue un sueño cumplido. Y en el torneo de verano, que le hice el gol a Boca. Después de estar dos años lesionado, digo que prácticamente ahí me retiré como jugador. Ese fue el cierre de mi carrera. Porque era el lugar donde en el que quise jugar primero.

"Fue un sueño cumplido", sobre
"Fue un sueño cumplido", sobre el debut con gol en River ante Estudiantes (Fotobaires)

— Viendo que te despojaste un poco de tu vida como futbolista, que la dejaste atrás, ¿te quedaste con recuerdos de esa época o regalaste todo?

— No tengo nada en mi casa, pero porque se los regalé a mis hijos. O sea, yo tengo dos hijos con mi ex mujer y dos hijos con mi actual mujer. Y les regalé todo a mis otros dos hijos. Y ahora el otro día, el que ya tiene ocho años, les decía a los hermano “mandenme una camiseta para mí”. Así que la otra vez le trajeron camisetas porque no tenía nada. En un momento les dejé todo a ellos.

— ¿Y la exposición esa que te da el fútbol, el reconocimiento, la fama, la centralidad, se extraña cuando desaparece?

— No, no extraño. Inclusive me sentía muy incómodo. Obvio si me piden firmar un autógrafo o hacer un video lo hago. A veces me piden un video hoy en día, y yo le digo “¡si no me conoce nadie!”. Pero bueno, se lo mando igual. Una vez me reía porque mi hijo de ocho años me decía “si vos no sabés jugar a la pelota”. No, papá jugó al fútbol. “¡Qué vas a jugar!”, me decía. No sabía que había jugado. Después mis hijos más grandes le mostraban videos y miraba la tele como diciendo “ah, es verdad que jugás”. Claro, él agarró toda la parte en la que yo ya no jugaba a la pelota y en estos últimos cuatro años no es que yo estoy todo el tiempo hablando de fútbol. Entonces no sabía, me decía “están jodiendo”. Y ahí cuando se entera me dice “ah, con razón la otra vez te pidieron una foto”. Me dice “te decían Rayo, Rayo...”.

El gol del Rayo Menseguez en un Superclásico ante Boca
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