Murió Muchinga, el temible barra que dominó por más de 20 años la tribuna de Chacarita: la procesión en su velatorio que incluyó a Rafa Di Zeo

Había ingresado a la popular en los 80 y con el tiempo se convirtió en dirigente sin perder un ápice de poder en la barra, que delegó en su familia. En 2017 había sufrido un problema de salud y la guerra por su sucesión todavía sigue abierta

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Muchinga, en un festejo de
Muchinga, en un festejo de cumpleaños

Corría la década del 90 y nada se movía por el partido de San Martín si no tenía su venia. Era duro en la pelea mano a mano, hábil para forjar alianzas con los capos de todas las villas de la zona y sobre todo inteligente para seguir mostrándose como un hombre de barrio mientras ganaba poder y negocios en el ambiente del fútbol, esquilmando como todo barra al club que decía amar. Cualquier foto de la tribuna de Chacarita entre los 90 y la primera década de este siglo lo va a tener a Raúl Escalante en el centro del paravalancha. Apodado Muchinga, falleció el viernes tras complicarse un cuadro de salud que arrastraba desde 2017, cuando tuvo un ACV.

Tal era el reconocimiento que logró en el mundo de los barras, que a su velorio el fin de semana concurrieron capos de todas las hinchadas, aún aquellas con las que se había enfrentado. Por el conventillo de Villa Maipú que hizo de hogar y guarida al mismo tiempo pasaron Rafael Di Zeo de La Doce, Daniel Paz, alias el Negro Fiorucci, histórico líder de la barra de Tigre, los capos de Almirante Brown, Defensores de Belgrano y hasta hubo coronas enviadas por barras de clubes del exterior como San Pablo, Colo Colo o Alianza Lima y del Interior como San Martín de Tucumán, Instituto y Belgrano de Córdoba. Y aunque parezca mentira las dos facciones que hoy se enfrentan a muerte por el poder de la popular hicieron una tregua y se juntaron para darle el último adiós. De un lado La famosa banda de San Martín, que era su grupo y ahora está liderado por su hijastro, Chucky Canteros, y Somos Familia, la facción que hace años intenta con suerte dispar alcanzar el poder. A ese punto llega la fascinación por el mundo del delito en las tribunas argentinas.

Muchinga había ingresado a la popular en los 80, de la mano de dos históricos caudillos Funebreros que trabajaban para el peronismo y el sindicalismo: Alberto Turi Ginés y el Mono Oscar Bitz. De ese grupo también formaba parte Alberto Batata Apolonio. Rápido para pegarse a los que tenían poder, Escalante se ganó el ascenso a la primera línea en una batalla feroz contra la barra de Los Andes y la Policía Bonaerense que salió en todos los medios nacionales y su foto, en cuero, peleando aún con el cuerpo atravesado por perdigones de bala de goma, le otorgó la chapa necesaria para subir al grupo de liderazgo que quedó definitivamente entre sus manos a principios de los 90, cuando quienes habían sido sus padrinos se dedicaron directamente a la política y al sindicalismo poniendo músculo para la campaña y el gobierno del presidente Carlos Menem, siempre sirviendo al líder gastronómico Luis Barrionuevo.

Desde ese momento, Escalante manejó Chacarita desde un bar de la calle Gutiérrez. Reventa de entradas, porcentaje de pases de futbolistas, toda la ropa del club, el buffet y lo que se moviera con el color tricolor del popular equipo, pasaba por sus manos con la venia de Barrionuevo, pero sobre todo del vicepresidente Armando Capritotti, que era quien manejaba el día a día de la institución de San Martín. Para mediados de los 90 su nombre era tan popular como el de José Barritta y de esa forma fue uno de los que lideró la barra argentina en el Mundial de Francia 1998. Insólitamente cuando se supo que viajaría un grupo grande de Chacarita bajo su mando, Muchinga hizo con Barrionuevo una conferencia para decir que se los premiaba por su buena conducta y que todo el dinero del viaje había sido conseguido a través de rifas, una forma elegante de llamar a la extorsión lisa y llana a jugadores, empresarios y representantes para que aportaran a la causa. Allá, en tierra gala, se alojaron en la zona de Montparnasse y revendieron junto a los otros barras los tickets que tenían para el partido debut de la selección de Daniel Passarella contra Japón. La plata antes que el fútbol, como marca la ley barra.

Al regreso su poder siguió creciendo y de eso tomó nota Barrionuevo, que empezó a ver cómo Muchinga creía que podía imponer condiciones. Entonces le armó una línea interna liderada por su chofer, Miguel Ángel Juárez, alias Lolo. Todo terminó como terminan esas cosas en el mundo barra: Lolo fue asesinado el 23 de marzo del 2000 con dos balazos en el estómago. La investigación dijo que había sido un crimen pasional por la pelea por una chica. Cosas que suceden en el mundo del fútbol. Tras ese hecho, el club se resignó a que liderara Escalante, pero él entendió que debía alinearse al poder real. Y así siguió hasta que en 2003 tomó una decisión errada que empezó a minar su mando.

El plantel de Chacarita posa
El plantel de Chacarita posa con una camiseta alusiva a Muchinga

Chacarita visitaba a Boca el 31 de agosto de ese año. Días atrás, Mauricio Macri había ganado la primera vuelta de la elección para jefe porteño, pero tenía que ir al balotaje contra Aníbal Ibarra. Mostrar que no podía gestionar la seguridad en su propio estadio era una estrategia para golpearlo electoralmente. Además, todavía estaba latente una venganza barra por la emboscada de La Doce en un amistoso de 1999, que terminó con varios hinchas del Funebrero con heridas de consideración. Y en medio del partido ante la orden desde la popular, se vivió un caos. El juez de la causa, Mariano Bergés, lo acusó y Muchinga se fugó hasta que logró que la Cámara del Crimen le diera una eximición de prisión que el magistrado le había denegado. Así terminó presentándose y con el tiempo esa causa languideció. Pero en el lapso en que estuvo fuera de la popular, le creció una línea interna con base en Villa Loyola dominada por dos pesos pesados en el mundo del delito: Luis Gómez y Héctor Satanás Mannino. La guerra fue feroz pero, como siempre, la ganó Muchinga.

Así siguió liderando un buen tiempo más la barra hasta que decidió entrar a la política del club para quedarse con negocios formales y controlar desde afuera con su hijastro Chucky los informales. Desde 2012 se integró a la Comisión Directiva como vocal, empoderó a su mujer Angélica Molina en la institución y la Pyme familiar empezó a funcionar aún cuando su hijastro cayó preso por narcotráfico y tuvo que delegar el poder en otras personas de Villa Maipú. Todo parecía sólido hasta su problema de salud en 2017 que lo dejó mal. Y que hizo que desde otros barrios creyeran que podían tomar el poder armando la facción Somos Familia, en la que había, aunque parezca mentira, familia política del propio Escalante como su cuñada.

Esa guerra continúa hasta hoy con resultado incierto, aunque la alianza de su ex mujer con su hijastro por ahora sigue firme en San Martín. Algo que se vio ayer primero por la mañana, cuando antes de ir al cementerio el cortejo fúnebre pasó por el estadio para el último adiós. Y después por la tarde cuando el plantel posó en el partido contra Tristán Suárez con una camiseta con la leyenda “La banda de Muchinga” y después en el centro de la popular, en el paravalanchas que tantas veces fue suyo, no se ubicó nadie, sólo una corona, para homenajear a Muchinga y recordarle al mundo del fútbol que aunque pasen los años, ellos, los que lucran con la pasión, siempre están.

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