Pensó en retirarse a los 21 años, recibió una carta premonitoria de Vilas y hoy es número 1 del mundo: la historia de Horacio Zeballos

El marplatense gestó una victoria épica junto a su compañero Marcel Granollers frente al binomio polaco compuesto por Hugo Nys y Jan Zielinski, que le permitió escalar a la cima del ranking

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Horacio Zeballos hizo historia. El experimentado tenista de 39 años protagonizó junto a su compañero español Marcel Granollers una maratónica batalla frente al binomio polaco compuesto por Hugo Nys y Jan Zielinski, en un encuentro válido por los cuartos de final del dobles del Masters 1000 de Madrid, disputado en el estadio Arantxa Sánchez.

Con parciales de 4-6, 6-2 y 16-14, la dupla iberoamericana logró sacar los boletos hacia la instancia de los 4 mejores del certamen de la capital europea. Pero lo más destacado fue que el triunfo le permitió al zurdo afianzarse como número uno del mundo.

Nacido el 27 de abril de 1985, el ídolo popular creció teniendo como la figura de Goran Ivanisevic y Thomas Muster como máximos referentes, tal vez porque, más allá de ser buenos tenistas, eran zurdos, como él. A pesar de los esfuerzos, el marplatense no lograba meterse entre los mejores de su categoría, si bien se destacaba por su juego y su llamativo revés, los beneficios de la Asociación Argentina de Tenis no llegaban a alcanzarlo, por lo que debía costear todo con sus propios recursos.

Distante de la imagen tranquila que entrega desde hace varios años, Zebolla –sí, con “Z”, por la inicial de su apellido– se irritaba fácilmente durante las competencias. “Yo era muy calentón, quebraba raquetas y mi papá me había dicho que él no me compraría raquetas nuevas para reemplazar las rotas”, había explicado en una conmovedora entrevista brindada a Infobae. Por esa razón, debía esperar a que las reparaciones caseras pudieran recuperar algunas de sus herramientas accidentadas, en repetidas ocasiones, contra el piso. “Pero un día, Guillermo –por Vilas– se me apareció con 4 raquetas nuevitas y fue el mejor regalo que pudo hacerme”, describió por aquel entonces.

Vilas y el papá Zeballos eran muy amigos, aún lo son, y eso generó que Horacio hijo tuviera mucho contacto con la mejor raqueta argentina. Por aquel entonces, Willy era invitado a participar de los torneos de Leyendas en los grandes eventos del circuito, en los que solía encontrarse con aquel jovencito que participaba de competiciones Juniors. “Guillermo me daba consejos. Me ayudó a ordenarme un poco y a mostrarme el mundo que me esperaba en mi camino”, contempló sobre sus inicios.

En este sentido, el ganador de 19 títulos utilizó en alguna oportunidad sus redes sociales para mostrar por primera vez un mail que Willy le había mandado al padre del tenista en 2003. Hace 20 años, en ese intercambio de mensajes, el dos veces ganador del Abierto de Australia (1978 y 1979) dejó una interesante premonición sobre su coterráneo. “¿Cómo no emocionarme con estas cosas?. “Corría el 2003 y Guillermo se intercambiada mensajes con mi viejo sobre mi carrera. Siempre dándome una mano, desde consejos, a conseguirme el primer contrato con Head, que aún sigue vigente. Como vos decís Guille, ¡De él me ocupo yo! ¡Y así lo hacés! ¡Un maestro!”, fueron las palabras del cinco veces ganador de torneos Masters 1000 que actualmente hace pareja con el español Marcel Granollers.

En ese correo con el papá del deportista, el vencedor de Roland Garros en 1977 sostuvo: “Horacio, muy buen chico tu hijo. Le irá muy bien. Tiene asegurado un lugar dentro de la industria del tenis. Si no llega como tenista, llegará como coach o profe, etc. De él me ocupo yo”.

Ya hacía años que Zebolla alternaba estudios en su ciudad natal con escapadas a Capital Federal, para entrenar con Gustavo Luza en el Buenos Aires Lawn Tenis, en esas cuatro canchas que estaban detrás del estadio y que hoy ya no existen. Pero a los 17, una vez terminado el secundario, tomó la decisión de mudarse definitivamente y, un año más tarde, la de dejar a su padre como entrenador. Las dificultades económicas para conseguir un buen coach y realizar los viajes fueron cubiertas por un sponsor marplatense. La idea era mechar Juniors con profesionales y, a los 18, se fue a vivir a Córdoba, pero la relación terminó antes de lo esperado y de mala forma. Como suele recordar Horacio, “no fue una buena etapa, tampoco tenística, porque no progresé mucho”. “El sponsor tiene un negocio” y él no quería fallarle. La presión se multiplicaba y los resultados no aparecían, una combinación letal para las expectativas del deportista.

Su inestabilidad lo llevó de nuevo a Mar del Plata, ya con 21 años se sentó frente a su padre y le planteó abandonar la incipiente carrera. La palabra firme de su progenitor le sirvió de puntal para reafirmarse y salir a buscar su futuro. Fue entonces cuando volvió a cruzarse con quien sería el mentor del tenista que hoy disfruta del éxito de sus logros.

Alejandro Lombardo, cabello largo con colita, de andar pausado, divertido y con buena lectura de las necesidades del segundo pelotón argentino, ya había reparado en su estilo de juego y no le molestaba compartir horas de entrenamiento con Sergio Roitman, el jugador a quien guiaba por entonces.

Horacio, que estaba más allá del puesto 300 en el ranking, ya había invertido bastante tiempo en perderlo, ahora necesitaba esforzarse para no continuar con la misma inversión deficitaria del ciclo. Así, comenzaron las giras de bajo presupuesto por Sudamérica y unos pocos Futures o Challengers en Europa intentando sumar puntos, algo que consiguió a los 23 años, cuando se afianzó y empezó a alternar con los ATP.

Las idas y vueltas del tenis lo llevaron a debutar en Copa Davis ante Suecia, en Estocolmo, jugando dobles, junto a David Nalbandian. “Es el primer partido del pibe, no le pongas malas caras y bancalo en todas”, le pidió Lombardo al cordobés, quien terminó abrazado de contento en la victoria del final con su compañero marplatense. Modesto Tito Vázquez, el capitán de ese entonce, lo mantuvo todo el año en el equipo.

Posteriormente, dos temporadas fuera del Top 100 lo volvieron a obligar a escoger lugares poco transitados por tenistas, en búsqueda de resultados más sencillos de conseguir, con la intención de estar de vuelta entre los 50 del mundo. Regresó a pisar canchas en donde las piedras que atravesaban la superficie de polvo de ladrillo eran una amenaza constante para las suelas de las zapatillas. A jugar en torneos como el de Sarasota que, sin restorán ni transporte, le brindaba sólo una bandeja “con comida de hospital”. O viajar a la remota Lermontov, una pequeña ciudad rusa entre Chechenia y Georgia, a la que se llega con un vuelo de 3 horas y media, que sale de Moscú sólo 2 veces por semana.

En toda su trayectoria, el argentino contabiliza 343 victorias y 208 derrotas en dobles. Según manifiesta la ATP en su página oficial, se hizo acreedor de premios económicos por una cifra superior a los USD 7.870.000. En lo que va de 2024, aún no ganó trofeos, pero alcanzó las finales del ATP 250 de Auckland, Argentina Open y el Masters de Indian Wells junto a Granollers.El representante albiceleste, entre sus 20 copas, ganó seis Masters 1000, incluyendo la edición 2021 de Madrid. A esos números hay que sumarle también las 21 finales que perdió entre las que se destacan el ATP Finals 2023, Wimbledon 2023, Wimbledon 2021 y US Open 2019.

El marplatense tenía muy claro que, así como un día debió tomar la decisión de abandonar el single, iba a llegar el momento de disfrutar de lo que significa estar en la cima del mundo. Y el momento llegó. Horacio escribió las páginas doradas del tenis argentino del mismo modos que en su momento lo hicieron Guillermo Vilas, Gabriela Sabatini o Paola Suárez.

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