No podía ser otro que Jude Bellingham. La gran sensación de La Liga en su primera temporada en España. Al más puro estilo Real Madrid. Del ejercicio de resistencia de Mánchester a la remontada del Clásico. Levantando en dos ocasiones un marcador en contra para sentenciar el título en tiempo de descuento y dejar al Barcelona con el sabor amargo de la derrota. Ahora el Merengue podrá focalizarse de lleno en el sueño de la decimoquinta. Es que el conjunto de Carlo Ancelotti le sacó 11 puntos de diferencia al de Xavi, su principal perseguidor, cuando restan 6 fechas para el cierre.
El Santiago Bernabéu festejó un triunfo con sabor a consagración ante el eterno enemigo. La recuperación de la corona liguera. Con el orgullo que siente el madridismo por la entrega de unos jugadores que, cuando no es con fútbol brillante, tiran de orgullo y una fe inquebrantable para alcanzar el éxito. Con Lucas Vázquez ganándose la renovación en un partido para enmarcar, Vinícius decisivo en el ataque y el reencuentro de Bellingham con el gol en un momento clave. Todo indica que La Liga está sentenciada.
La necesidad del Barcelona contrastó de inicio con la suficiencia del Merengue. La resaca emocional de la batalla del Etihad, el ejercicio de resistencia, se palpó más que en el físico en el factor mental. Salir a un clásico con la obligación de ganar o hacerlo con red, con una ventaja de puntos que permitía dar por bueno el empate. Provocó errores graves que tienen peaje en duelos grandes.
La montaña rusa de emociones en la que se ha instalado Lunin, pese a su frialdad. De héroe en Mánchester a iniciar el clásico con un exceso de confianza que provocó el prematuro gol del Culé. A ese cúmulo de errores se sumó Vinícius con un mal pase atrás que provocó el córner gracias a la reacción de Kroos. Tan atento al corte como dormido en su lanzamiento. Le ganó Christensen el salto, el arquero ucraniano midió mal y el festejo Blaugrana ponía en suspenso a la definición del certamen.
Cualquier idea de partido de Ancelotti cambiaba en seis minutos. Al Real Madrid le tocaba ir a por el rival, asumir riesgos para evitar la resurrección antes de visitar la casa de la Real Sociedad. La igualdad se estableció desde los doce pasos gracias a una notable ejecución de Vinicius. Nacía un nuevo clásico en el que debía demostrar el Barcelona, volcado su juego siempre al costado de Yamal, que merecía pelear por el título. Y la ilusión se revivió en la Ciudad Condal cuando Fermín López estableció el 2 a 1 a favor de los de Xavi.
Sin embargo, Lucas Vázquez capitalizó una de sus tantas proyecciones y derribó la esperanza de los catalanes cuando estableció el 2 a 2 después de fusilar a Marc-André ter Stegen. Y pareciera ser que el fútbol ese “ese hermoso deporte que juegan once contra once, pero que siempre gana el Real Madrid”, los de la Casa Blanca se garantizaron los 3 puntos cuando Jude Bellingham expuso todo su talento para sellar el 3 a 2 definitivo.
Si algo le faltaba al clásico de la capital española, la polémica destacada de la jornada se vivió por duplicado en dos lugares completamente distintos: mientras en Europa los jugadores del Barcelona reclamaban que la pelota había ingresado y el árbitro sancionaba córner, en Argentina los futbolistas de River Plate celebraron un tanto similar ante Boca Juniors en el Superclásico que se vivió en Córdoba. En ambos casos, las autoridades optaron por no convalidar el gol. Una especie de Efecto Mariposa, que cambió el destino. Y los Merengues celebraron con euforia, porque “el que no salta, murió en Madrid”.