Antes del salto formal a Primera, el nombre de Juan Forlín ya resonaba con fuerza. Real Madrid había decidido ficharlo para el filial como uno de los proyectos de interés en Sudamérica, pero un problema de papeles diluyó aquella breve estadía en la Casa Blanca. Eso no detuvo su progreso: rápidamente se convirtió en pieza clave de Boca Juniors –haciendo sonar su posible citación a la selección argentina– y consiguió una transferencia al Espanyol.
Todo fue veloz. En apenas tres años pasó de ser un juvenil con sueños de profesional a marcar a Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Ya afianzado en la entidad catalana, cuando apenas estaba llegando a los 26 años, su carrera dio un inesperado giro. Aquel retorno en buen nivel al Xeneize –disputó la famosa semifinal de Sudamericana 2014 ante River Plate– parecía ser un relanzamiento tras su decisión de emigrar al fútbol qatarí, pero Juan optó por repartir el resto de su carrera entre el fútbol mexicano (Querétaro), la Segunda División español (Oviedo), Japón (Júbilo Iwata) y el ascenso más profundo de españa (Costa Brava y Badalona).
“En el camino de la vida de uno hay circunstancias, muchas cosas que pasan extrafutbolísticas, que influyen al jugador a nivel emocional, familiar... Hoy hay cada vez más gente que está en esos detalles para que el jugador pueda rendir al máximo”, analiza el ex jugador de 36 años ante Infobae desde España, donde se afincó tras su reciente retiro del fútbol y donde combina su pasión por las artes marciales y los estudios.
— ¿En qué andas ahora? Dejaste el fútbol, pero ¿cómo llevas ese proceso?
— Mientras jugaba me venía preparando sobre todo en capacitación, haciendo cursos. Hablando con gente que se ha retirado, de la preparación post fútbol. Haciendo cursos de fútbol formativo, después de alto rendimiento, durante los últimos cinco años hice algunos MBA en lo que es marketing digital, e-commerce, un poco para entender otra parte que no sea sólo fútbol, entender cómo funciona la economía en general, otras áreas. Sigo ligado al fútbol, ligado al club donde terminé jugando (Badalona), acompañando a los chicos desde el lado de afuera. Un poco viendo qué nos deparará el semestre que viene.
— ¿Se hace difícil llenar las horas, entender que no va a estar esa competencia?
— Sí, la verdad que sí. Se hace difícil tomar esa decisión, es lo que has hecho toda tu vida. A los cinco años empecé a jugar al fútbol y a los 14 ya me fui a Boca. A entrenar de lunes a viernes, competir los fines de semana: eso desde los 14 hasta los 36 años. Es mucho tiempo. Cada día lo mismo. Es difícil encontrar y llenar ese hueco de motivación. Ahora estoy involucrándome en otros proyectos aparte del fútbol para diversificar un poco, pero siempre sigo ligado al fútbol. Estoy en esa dinámica hoy por hoy.
— ¿Y se llenan las horas o en algún momento te bajoneas en la búsqueda de ese camino?
— Estás descubriendo el camino, estás viendo si finalmente te convence, si tenés que rumbear para otro lado. Se genera ese interrogante interno. Tengo tres hijos, entonces también tengo bastante faena en casa. Siempre me gustó mucho la actividad física y eso trato de ponerle al día. Por ejemplo, me gustan las artes marciales, desde siempre, y no lo podía hacer mientras jugaba. Y ahora trato de compaginar y hacer algo de artes marciales como para seguir insistiendo en esa parte competitiva.
— ¿Qué haces dentro de las artes marciales?
— Me gusta hacer K-1, un poco de defensa personal. Siempre me ha gustado. Ahora que ya no juego más, porque antes no podía por contrato, todo lo que es deporte que puedas correr peligro o tener una lesión. Ahora lo puedo compaginar mejor y sacar ese lado competitivo y progresar.
— ¿Estás compitiendo?
— No, compitiendo contra mí mismo. Es una competencia interna. Al final, uno siempre compite contra uno mismo para mejorar. Mientras jugué iba cada entrenamiento para mejorar en algo, siempre. No iba a pasar el día. Y el día que se me fue perdiendo esa motivación, fue el día que dije “ya no juego más”.
— ¿Es muy difícil manejar lo que genera un club como Boca?
— Sí, yo tuve la suerte de mamarlo desde muy chiquito, desde los 14 años, entonces te acostumbran a competir para ganar cada fin de semana. Siempre nos decían: todos los clubes se preparan para jugar contra Boca y nosotros tenemos que prepararnos para jugar con todos. Te acostumbrás a que cada año vinieran miles de chicos a probarse, que haya una competitividad muy grande, todo el mundo quería jugar en Boca. Te vas acostumbrando inconscientemente, no tenés esa noción que podés tener ahora de lo que genera a nivel mediático, entonces lo tomás como algo normal. Y a mí siempre me ha gustado. La necesitaba: y soy hincha del club, eso ayudó a que sea todo más bonito. Me ha costado más el salir de ahí porque no entendía por ahí cuando venía a España y que un empate por ahí fuera bueno, me costaba asumir que el empate era bueno. Decía “no, yo quiero ganar”. De a poco fui entendiendo que las exigencias son otras.
— ¿Y de lo que genera extrafutbolístico te podés acostumbrar?
— En mi segunda etapa en Boca le decía a mi mujer que yo no veía la tele, veía solamente dibujitos todo el día. Te acostumbrás a eso porque sino te vuelve loco. La cabeza te explota porque hay mucha información, de Boca y River se habla mucho. No me gustaba, me gustaba entrenar, vivir la experiencia que tenía ahí, pero al final te enterabas por un amigo, por un primo.
— ¿Qué es lo más difícil de manejar de todo eso? ¿Qué consejo darías?
— Hablo mucho con mis hijos y les digo que ni cuando ganás sos el mejor, ni cuando perdés sos el peor. Mantener siempre un equilibrio. No sos un crack cuando salís en la tapa del diario, ni sos un desastre cuando no te quiere nadie. Debés entender que es parte de un proceso, que tenés la suerte de estar en ese club y que en algún momento puede que no. Que no significa que vayas a jugar en Primera y vivir del fútbol. Si querés cumplir tu sueño, hacé el mayor esfuerzo, pero sino no pasa nada. Está la posibilidad de que no llegues a jugar a la pelota. Tuve compañeros que jugaron en Inferiores de Boca, que han dejado estudios por estar en la Reserva o cerca de Primera, pensando que estando en un club así ibas a poder vivir del fútbol, y después por equis motivo Boca ya no te quiere, quedás libre y ya no es lo mismo cuando salís de Boca. Es uno de los clubes más grandes del mundo. No es fácil el cambio de Boca a otro club. He hablado con compañeros y me dicen que la han pasado mal. Si no estás preparado mentalmente a ver que Boca no es la única alternativa para jugar, la podés pasar mal.
— De chico tuviste un crecimiento exponencial, pasaste al Real Madrid antes de debutar en Boca, se hablaba de la selección argentina, ¿es difícil mantener los pies en la tierra en ese contexto?
— Yo lo tomaba con bastante naturalidad, no me salía alardear. Cuando me dijeron por ejemplo de ir al Real Madrid me hacía mucha ilusión, pero me ayudó estar en Boca porque la exigencia del Madrid es la misma que en Boca: no hay más que ganar y competir todo lo que juegues. Me quedó la espina de poder jugar algún otro partido porque no pude por tema de papeles, pero la experiencia de entrenar con el primer equipo (del Real Madrid), entender por qué duran tantos años jugando a cierto nivel, hay un nivel de exigencia con ellos mismos muy alto, eso te ayuda a entender por qué compiten así el fin de semana.
— Fuiste al filial, pero te tocó entrenar con el primer equipo del Madrid, ¿qué nombres conocidos había en ese equipo?
— Argentinos estaban Gago, Heinze, Higuaín... Raúl González Blanco, Guti, Marcelo, Schuster de entrenador, Van Nistelrooy, Robben, unos jugadores espectaculares... La verdad que me encantó, la experiencia fue espectacular.
— Volvés a Boca, te asentás y te toca ir al Espanyol y enfrentar a monstruos en su mejor época como Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, ¿qué experiencia te queda? ¿es posible marcarlo a Messi?
— Es difícil, no lo voy a decir yo. Es muy complejo, pero era un desafío jugar contra ellos. Hay que entrenar al máximo para competir con esos jugadores. Si ellos, que son los mejores, entrenan al máximo, ¿qué queda para el resto? En algunos partidos tuvimos suerte y en otros nos la hicieron pasar muy mal. Las dos cosas. Nos tocó el Barcelona de Guardiola que era un espectáculo. Tenían un monopolio de balón.... Hay momentos en los que es difícil asumir esa superioridad que tenían ellos. La frustración a veces era grande. Si empezaban a agarrarte el balón, era difícil sacárselo.
— Se hablaba mucho de tu nombre, tuviste una etapa destacada en Boca, en Espanyol, sonaba tu nombre en la Selección, pero nunca se terminó dando ese llamado, ¿sentías vos también que estabas en el radar o era una sensación externa?
— Sabía que Boca era una vidriera grande, pero había mucha competencia, muchos centrales en alto nivel. Después en España empecé a jugar de mediocentro. Estaba la ilusión de ir a Argentina, pero al final consideraron que habías otros mejores y ya está. No le doy tanta manija de qué hubiese pasado. Y en el camino de la vida de uno hay circunstancias, muchas cosas que pasan extrafutbolísticas, que influyen al jugador a nivel emocional, familiar, hoy hay cada vez más gente que está en esos detalles para que el jugador pueda rendir al máximo.
— Ahora parece estar cambiando eso, que ustedes puedan hablar de las cosas ajenas al fútbol que los afecta... ¿En tu caso cuáles fueron?
— De todo... Al final vas pasando momentos, lesiones, estás lejos, te ponés de novio, tenés un hijo, dormís menos, no tenés la contención que uno quisiera tener. Qué sé yo, un montón de circunstancias. Hablamos mucho con mi padre y mi representante para ayudar a los chicos, a las nuevas generaciones, no repetir estas cosas que por ahí no he hablado o por miedo a quedar mal, vas tirando y vas viendo que tu rendimiento va bajando a lo que era, o te vas lesionando porque tu estrés es tan grande que no lo podés controlar y no sabés cómo expresarlo. Son factores que van influyendo a que la carrera de un jugador vaya mermando.
— No podés decir “estoy mal”, “hoy me levanté mal”, ¿no existe eso en el fútbol?
— Era difícil en esa época. Podía decirlo, pero había mucha competencia. ¿Vos no estás bien? El otro juega. Y vos querés jugar. Entonces ese no estás bien, tratás de guardártelo porque querías competir. ¿Cómo le digo al entrenador “no estoy bien”? Quiero jugar, quiero jugar, y se va haciendo la bola. Si no tenés gente alrededor que te vaya acompañado, te vaya entendiendo, cómo está tu familia, tu mujer, tus padres, si gestionás eso bien... Hay muchos detalles que escapan a uno y sos muy joven. Te encontrás con 20 o 22 años con un contrato muy grande, con familia y por ahí no estás capacitado para gestionar tanto dinero o situaciones familiares complejas.
— Me interesa conocer también sobre tu mirada en la toma de decisiones. Estuviste en Real Madrid, en Boca, en Espanyol y seguramente tenías ofertas deportivas mejores, pero decidiste ir a Qatar, ¿fue una decisión económica? ¿Fue deportiva porque tenías mucho estrés y querías bajarlo?
— Se juntaron varios factores la verdad. El Espanyol tenía una deuda muy grande conmigo. Me quedaba un año de contrato. Yo ya era padre, tenía familia y con un contrato que era difícil decirle que no. Esos contratos no llegan tan fácil a un mediocentro como a un delantero.
— ¿Era un contrato que aseguraba tu economía?
— Te ayudaba en la economía, más que nada por esa época en España donde hubo una crisis, muchos clubes endeudados. A nivel familiar, a nivel económico y a nivel cultural también. Nadie me dijo que era un mal sitio para ir, así que fue una decisión familiar la de ir a Qatar. Llegamos a la conclusión de que era lo mejor en ese momento.
— ¿Hoy a la distancia cómo evalúas esa decisión?
— En ese momento yo creí que era lo mejor. Hoy, con el diario del lunes, había otras ofertas de clubes para ir a ligas competitivas que me hacía ilusión, pero qué hubiese pasado no lo sé. Viendo para atrás me hubiese gustado seguir más años a nivel competitivo en una liga mayor, que tenía la posibilidad, pero en ese momento creí que lo mejor era eso. Y hemos tomado la decisión en base a conocer una cultura nueva, familiarmente. Económicamente, era una una propuesta muy buena. La verdad que no me arrepiento porque al final es lo que yo sentí en ese momento.
— En esto de conocer una cultura nueva, más allá que deportivamente no tuviste tanta suerte, ¿qué experiencia trajiste de vivir en una sociedad como la japonesa?
— Fue espectacular. Me hizo volver a vivir como cuando yo tenía cinco años: encontré valores, cultura, simpleza... Sobre todo unos valores que siento que se fueron perdiendo con el tiempo, del respeto. Se ve en la calle, en el día a día, ves que priorizan mucho más el conjunto que el ego individual de cada uno. Tranquilidad, índice de robo muy bajo, una hospitalidad muy buena, gente respetuosa. Es de los mejores países que he visitado. Fue el año del COVID, a nivel deportivo no fue bueno porque empecé con lesiones, pero a nivel cultura me pareció espectacular. Un ejemplo, estaba por cruzar con mi hijo en una calle muy transitada y no había senda peatonal, el coche me ve y se para, el de enfrente también, para que crucemos. Y me saludan. Y no pasa nada, no se escucha un bocinazo, normalidad a todo. La gente va diferente en el día a día, no va con ese estrés. Los chicos de cuatro o cinco años yendo solos al colegio. Es otra cultura.
— Hay una imagen de tu paso por Boca que generó gran conmoción que fue cuando chocas con Silvera y perdés el conocimiento, ¿recordás algo de ese momento?
— Recordar, como recordar, la final, que era un momento especial que se ganó el triangular ese campeonato con Boca. El golpe fue una jugada desafortunada, un golpe en la cabeza que me acuerdo todo hasta ese momento. Y después cuando me despierto y me llevan al hospital. Me acuerdo en la cancha, me despierto en la cancha y empiezo a escuchar, ruido, tumulto. En la ambulancia tuve la tranquilidad para recapacitar y empecé a trabajar la memoria, si la había perdido: si recordaba mi nombre, el de mi padre, el de mis familiares. Me quise mover un poco y me dolía el hombro, entonces dije “el hombro lo tendré jodido”. Cuando llegaba al hospital estaban mis padres afuera y les levanté la mano para tranquilizarlos. Estuve 15 días en reposo.
— Compartiste con Riquelme y me interesa conocer al Román que no se ve en la cancha, ¿cómo podrías describirlo como líder?
— Tuve la suerte de tenerlo como compañero y he aprendido un montón, me ayudó un montón. La exigencia que tenía él con lo que quería en el club me ayudó a entender un montón lo que es Boca. Cuando me preguntaban por él como presidente, la verdad desconozco la capacidad dirigencial que tendrá, desconocía, pero a nivel querer el club me ha demostrado que para él el club es mucho. Hay una reciprocidad entre la gente, él y el club, hay un sentimiento especial ahí. De lo que le transmite la gente a él y él a la gente. Siento que nació para estar ahí y tiene que estar ahí de alguna forma.
— Te tocó vivir toda la etapa de tensión mediática que había en Boca con el famoso Riquelme-Palermo, ¿cómo se transita eso en el vestuario?
— Me tocó convivir con los dos. Y con Martín lo mismo. Conmigo se ha portado súper bien, yo era jóven en esa época y subía. Me tocó debutar en la época de Ischia y era muy muy líder. Muy ganadores lo dos, muy competitivos, pero muy respetuosos. Entre ellos, es lo que comenta Martín cada vez que habla, un respeto mutuo. La verdad que a lo que se dijera afuera mucho no le hacía caso sinceramente, porque no sabía qué era verdad y qué no. No quería dejarme llevar por algo que no sabía si era verdad o no, sino por lo que yo viví adentro con cada uno. Y los dos me han tratado muy bien. Fue una experiencia muy buena en una época en la que, como vos decís, había un conflicto interno importante, pero que el objetivo en común estaba muy claro que era ganar el fin de semana.
— Pero al ser Boca se hablan horas y horas de estos temas, ¿se termina trasladando esa tensión? ¿te condiciona de cómo moverte en el vestuario?
— A mí personalmente no, yo disfrutaba mucho estar en Boca. No me condicionaba tanto lo que se decía afuera. Yo era más joven también.
— Pero se sobreinterpretaba todo en esa época, si estabas con Román o con Palermo...
— Yo en esa época no le hacía mucho caso. Sí tenía la suerte de hablar con Román, aprender de él. Y si tenía la suerte de hablar con Martín, aprender, escucharlo. Me llevo la experiencia, lo que digan los demás, bueno o malo, me llevo la experiencia que tuve con ellos y cómo me han tratado a mí: me han tratado muy bien los dos, me han enseñado un montón, no solamente con sus palabras, sino con sus hechos en el campo, en el entrenamiento, en el vestuario, antes de un partido, cómo lo gestionaban.
— También te tocó estar en una semifinal muy famosa (Sudamericana 2015) contra River, que se mataron a patadas en esos partidos... ¿Esperaban ese día un River con esa ferocidad, con ese carácter?
— Un Boca-River, qué te voy a contar. Fue una semifinal que nos tocó perder, pero teníamos la ilusión de pasar. River tenía jugadores así también, sabíamos que iba a ser muy intenso. Sabíamos que iba a ser partido muy duro. Son partidos muy cerrados, en los que pasan pocas cosas. De fútbol seguramente se habló poco, se habrá hablado más de las patadas que hubo en los partidos. En el partido en el campo de Boca ha habido poco fútbol y en el de vuelta se abrió con el penal de Gigliotti, la ocasión de gol de Gigliotti, con el gol de ellos después se abrió un poco más el partido y se hizo de ida y vuelta.
— Quedó marcado ese penal como un punto de inflexión, ¿puertas adentro sentís que les influyó en el ánimo? Primero se habló mucho de las patadas y luego del penal...
— No, al final es un partido de fútbol y cada uno defiende lo suyo. Ellos defendían lo suyo y para algo está el árbitro que se tiene que encargar de impartir justicia. Decir hasta acá sí y hasta acá no. No te tendría que influir. Si fuera al revés tampoco.
— ¿Crees que la historia terminó juzgando injustamente a Gigliotti por ese penal? Porque no había hecho un mal paso por el club...
— Creo que es injusto. Un penal, estamos hablando de una situación de gol. Es injusto que se te juzgue, pero eso es lo que tiene Boca, lo que tienen esos clubes que partidos así marcan mucho. Para bien o para mal. Él tomó la responsabilidad, que no cualquiera lo haría en una situación compleja. Para nadie es fácil tomar esa responsabilidad con lo que puede repercutir después. ¿Si lo hacía? Seguramente iban a decir que era el mejor, si lo erra es como que todo lo que hizo es un desastre. Y no, yo soy partidario de que no. Ni sos el mejor si lo hacías, ni sos el peor si lo errabas. Un penal no te puede marcar todo lo que has hecho, lo tuve al Puma como compañero y nos ha dado mucho. Y como persona, es un excelente ser humano. Que para mí aparte es lo más importante. Personalmente, ha tenido la valentía de patear y le tocó errarlo. No pasa nada.