Delgado, de piernas que se extienden como juncos hasta llevarlo a los 193 centímetros por sobre la superficie, con pelo castaño que se antoja rojizo, ondeado y de aspecto angelical, fuera de su indumentaria de trabajo, luce como aquel principito surgido de las acuarelas de Saint Exupéry. Esa es la fisonomía de la bestia que acecha con ferocidad el liderazgo de Novak Djokovic en la cima del ranking mundial.
Jannik Sinner es un tenista italiano que, a los 22 años, se convirtió en el clásico del español Carlos Alcaraz y quien consiguió acaparar las miradas del deporte blanco como aquel que puede terminar por destronar al serbio cuando culmine Roland Garros, el próximo 9 de junio.
Sinner nació el 16 de agosto de 2001 en el pueblo de montaña italiano conocido como San Candido, o Innichen (si se lo prefiere en alemán). Es una pequeña localidad de 80 km cuadrados, ubicada a 1.175 metros sobre el nivel del mar, en la comuna italiana de Bolzano, en la región de Trentino-Alto, con una población cercana a los 3.400 habitantes.
Por esta ubicación geográfica, la lengua alemana (no oficial, pero la más hablada) y la historia de la región es que resulta muy común escuchar que le pregunten a Jannik sobre su sentir nacional, ya que para muchos, por esa ausencia de características tan italianas; pasionales, emotivos, sanguíneos y extrovertidos, su apariencia luce más como la de un austríaco del sur que la de un italiano del norte.
Es que creció en una región autonómica, controvertida, cruzada por atentados separatistas hasta los ‘80 y que aún permanece bajo el protectorado del gobierno federal austriaco, en donde para determinados trabajos es obligatorio hablar alemán y en el que durante la década del ‘50 se debió recurrir a un plebiscito para decidir el futuro del Surtirol (o Südtirol) del lado italiano.
En ese contexto, el pequeño Jannik veía partir a su padre Johann, cocinero en un restaurante en la montaña, a las 7 de la mañana, sin saber cuándo iba a volver. Mientras que su madre, Siglinde, se dedicaba a la limpieza de departamentos, para lograr completar el presupuesto familiar. Es por eso que en los almuerzos y al regreso de la escuela, si buscaban al ahora N°2 del mundo del tenis, lo iban a encontrar en casa de sus abuelos. En la actualidad, ambos padres trabajan juntos en el restorán/refugio Talschlusshutte in Sesto-Val-Fiscalina, a 1.570 metros sobre el nivel del mar.
Resulta normal que por su situación geográfica el deporte a practicar en la región fuese el esquí y hacia ese lado se inclinó casi naturalmente. Y no lo hacía tan mal. Campeón desde los 8 hasta los 12, su futuro era promisorio sobre las tablas, pero terminó decidiéndose por el tercero en preferencia, el tenis (un poco por debajo del fútbol), deporte del que su padre era aficionado y al que lo acercó cuando tenía 7 años.
Algo más de un lustro después, con la anuencia y el impulso de Johann y Siglinde, el pequeño hizo sus valijas para dejar las tablas y su casa en busca de progresos tenísticos. Por eso es que, durante la coronación en el Australian Open 2024, les agradeció a ambos por haberle permitido elegir qué deporte practicar profesionalmente, a pesar del éxito que ya tenía sobre los esquíes.
Así fue cómo, a los 13 años, se marchó solo a Bordighera para poder dedicarse de lleno a entrenar. Atrás quedaba Heribert Mayr, su primer entrenador, y la alta montaña para bajar a la Riviera italiana a las órdenes del reconocido creador de talentos Riccardo Piatti.
Se alojó en casa de una familia a la que calificó como “fantástica”, la de Luka Cvjetkovic, que “tenía un perro” y, por primera vez, tuvo la oportunidad de disfrutar de una mascota.
Respecto a su elección de deporte, Sinner supo decir que mientras “en el esquí hay que bajar una colina durante unos 90 segundos y se acaba todo si cometes un error, en el tenis podés jugar dos horas, cometer muchos errores y, aún así, ganar el partido”.
No brilló como junior, pero Jannik comenzó a jugar torneos de iniciación en el profesionalismo a los 16 años y en la temporada siguiente ganó varios títulos challengers, jugó su primer torneo ATP en el Abierto de Hungría, en donde consiguió su primer triunfo, para lograr meterse en el Top 100 de ATP en 2019 y ganar el Next Generation ATP Finals (Masters de menores de 21 años), en Milán.
A diferencia de sus logros con los esquíes en descensos rápidos y sin fallas, con su raqueta lo único que hacía era ascender. Inclusive en tiempos de pandemia, cuando Roland Garros se jugó en octubre de 2020 y se convirtió en el cuartofinalista más joven, desde que lo hiciera Novak Djokovic en 2006, y el primero en lograrlo en su debut en el Abierto francés, desde Rafael Nadal en 2005. Así fue como irrumpió entre los 50 mejores, con victorias sobre algunos top 10 y logrando su primer título ATP, en Sofía, Bulgaria.
A partir de allí, su carrera fue meteórica, con 13 títulos en 17 finales, todo un número para los amantes de las estadísticas, y tres de ellos en este primer trimestre de la temporada, que incluyen un Grand Slam y un Masters 1000.
Los NO de Jannik
Este joven del Tirol del Sur habla italiano, el dialecto de su pueblo -mezclado con alemán-, alemán e inglés y reside en Montecarlo, pero aclara que no es por los impuestos, sino por la tranquilidad y la cantidad de jugadores que suelen reunirse para entrenarse. Dice ser dueño de una vida normal y tranquila. Se reconoce como una persona calma. Prefiere un partido de naipes con amigos a una salida nocturna, juega a la Play y recurre al encierro o a un paseo, si es lo que se le antoja en ese momento. No bebe, o lo hace en poca medida, porque siente que el alcohol no es bueno para el cuerpo. No le gusta ir a bailar, ni acostarse tarde y no son de su preferencia los pubs.
No le gusta hablar de su vida privada ni de sus seres queridos, antes, prefiere hablar de cualquier deporte. Tampoco le gustan demasiado las entrevistas, piensa al hablar, se cuida y se vuelve reiterativo en las respuestas. “Las preguntas se repiten mucho”, suele decir.
No le interesa la fama, porque “es algo que viene con el éxito y no es algo que busque”, explica. No rompe raquetas, no protesta demasiado, no vocifera y es limitado en sus gestos, estas últimas son cualidades que le suman a su perfil dentro de la cancha.
Por eso fue que después de ganar su primer Grand Slam, lejos de las características propias de la euforia italiana, sólo expresó una gran y amplia sonrisa, no hubo festejos ni dentro ni fuera de la cancha. ¿Métódico, frío? Llegó al vestuario, le entregó el trofeo a su equipo y no lo volvió a tener.
Acompañado por Simone Vagnozzi, Darren Cahill como entrenadores, resultó muy notoria la mejora en el juego del italiano en el arranque de la temporada. “No pensé que iba a ser así al comienzo del año, pero acá estamos. Estoy viviendo el momento. Me olvido del pasado, vivo el presente y miro qué va a pasar en la temporada de clay”, dijo después de levantar el trofeo del Miami Open 2024.
El salto de calidad que ha dado en los últimos meses fue evidente, casi que no deja lugar al error, intentando convertirse en lo que pretende, una máquina de jugar al tenis, misma frase que se le escuchara a Guillermo Vilas, allá por mediados de la década del ‘70.
Su tenis tomó mayor velocidad, juega con anticipo, rápido, apurando al rival, buscando la jugada que le posibilite el tiro ganador. El revés sigue siendo su mejor golpe y ha alcanzado una gran regularidad, que le permite manejar tiempo, distancia y ángulos a voluntad. El servicio, potente, veloz, sigue siendo un arma de apertura que le deja conducir cada punto durante su turno de saque. Por eso ha conseguido 133 aces (5,78 por partido) en lo que va del año y le han quebrado en 17 ocasiones. Sus estadísticas son asombrosas en este 2024, en el que ha perdido un match de los 23 que ha jugado (con Alcaraz, en la semi de Indian Wells) y en el que dejó sólo 7 sets en el camino, de los 59 que jugó.
Tal vez, el secreto esté en el trabajo de movilidad que beneficia al desplazamiento, un nuevo concepto que ha adoptado el tenis para conseguir que el jugador pueda llegar de mejor forma al momento de impacto de la pelota, mejorando los apoyos. Con el arranque de esta temporada, logró igualar lo que pocos han conseguido. Antes que él, sólo Lleyton Hewitt, Roger Federer y Andy Murray logrado ganar tres títulos a los 23 años en los tres primeros meses del año.
Si bien los italianos, al igual que los españoles y sudamericanos, son jugadores fundamentalmente de tierra, Sinner obtuvo todos sus títulos en canchas duras, a excepción de Umag, Croacia, que se juega en canchas lentas. De hecho, la temporada pasada alcanzó las semifinales de Wimbledon, sobre césped, donde Djokovic le hizo comprender que todavía no era su momento.
Es por eso que muchos ex campeones del tenis se animan a expresiones como las del otrora N°1 del mundo, Mats Wilander. El sueco entiende que “jugando a este nivel, cualquier superficie podría ser su mejor superficie”, a lo que agregó que el mundo estaba ante una aparición tenística increíble que no había visto en un jugador joven, “desde Novak Djokovic”, el último integrante del Big3.
El campeón de Copa Davis 2023, lamenta haber llegado tarde al circuito y no poder tener enfrente a Roger Federer. Tal vez, por eso su esfuerzo cotidiano y sus declaraciones en conferencias de prensa en las que afirma que su objetivo no es ganar dinero, sino convertirse en su mejor versión, que para eso entrena duro cada día, para poder llegar a medirse con una leyenda como Djokovic. “El resultado es lo de menos en esos partidos, ahí sólo cuenta si estás a nivel”, dice
Piensa, reflexiona y tiene muy claro qué es lo que puede un jugador controlar o no dentro de la cancha. No puede controlar el clima, tampoco al viento ni al adversario. “Los jugadores sólo podemos controlarnos a nosotros mismos”, asegura y le saca mérito a la presión: “Jugar al tenis es algo que me hace sentir honrado y afortunado en la vida, pero la presión verdadera es la de sobrevivir a una guerra, la de no saber si habrá comida en la mesa o si un cohete entrará por la ventana”.
Jannik Sinner, el sancandidino o Innichner -utilice el gentilicio que prefiera-, tiene en su cabeza como objetivo para esta temporada los JJOO de París “ya que es un torneo que se juega sólo cada 4 años y ya veremos qué sucede allí”, como reflexionó después de ganar en Miami. Pero, además, disfruta de pensar en la posibilidad de acceder al N°1 del mundo, como ya lo hizo en dos ocasiones su archirrival Carlos Alcaraz, en una historia de este nuevo clásico que recién aún está comenzando a escribir sus primeras páginas.
Los títulos de Jannik Sinner
2024: (3) Masters 1000 Miami (Outdoor/Hard), Rotterdam (Indoor/Hard) y Australian Open (Outdoor/Hard)
2023: (4) Vienna (Indoor/Hard), Beijing (Outdoor/Hard), Masters 1000 Canadá (Outdoor/Hard) y Montpellier (Indoor/Hard)
2022: (1) Umag (Outdoor/Clay)
2021: (4) Amberes (Indoor/Hard), Sofía (Indoor/Hard), Washington (Outdoor/Hard) y Melbourne 1 (Outdoor/Hard)
2020: (1) Sofía (Indoor/Hard)