Fue policía y un temido barrabrava, estuvo preso por un asesinato y ahora se convirtió en el jefe sindical de los trapitos

Fabián Giannotta comandó la popular de Estudiantes luego de ser separado de la fuerza y llegó a edificar un imperio antes de caer tras las rejas. Hoy fue ungido como líder del “Sindicato de Trabajadores de la Vía Pública”, que aún no tiene reconocimiento

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Fabián Giannotta es el primer
Fabián Giannotta es el primer hombre de una fuerza policíaca que llegó a jefe barrabrava de una de las instituciones más importantes

De la Policía al paravalancha, de la tribuna a la cárcel y de ahí a dirigir un sindicato. Una carrera extraña y marcada por el delito es la que contempla la vida de Fabián Giannotta, el secretario general del sindicato de Trapitos (sí, de una actividad ilegal, sólo en Argentina se consigue) que debutó este fin de semana trabajando en el centro de La Plata y en los alrededores del Estadio Uno en el partido de Estudiantes frente a Central Córdoba de Santiago del Estero. ¿Resultado? Dos de los afiliados terminaron presos por extorsión, ya que muchos automovilistas decidieron denunciar la situación y se abrió una causa por averiguación de ilícito sobre el propio Giannotta

En realidad, si hay algo que ha acumulado en su vida Giannotta son causas judiciales. Su historia tiene varias particularidades ya que es el primer hombre de una fuerza policíaca que llegó a jefe barrabrava de una de las instituciones más importantes. Así como se lee, el actual líder del Sindicato de Trabajadores de la Vía Pública, tal su nombre formal, ingresó a la Policía Bonaerense como cabo a fines de los años 80. Estuvo por varias delegaciones del Conurbano y se hizo fuerte en la Departamental de Quilmes, donde hizo muchas conexiones. Claro que estas no le salvaron la cabeza cuando en 1994 fue separado de la fuerza y tres años después exonerado por una investigación de piratería del asfalto que involucraba delincuentes comunes con cobertura policial y su nombre estaba en la primera marquesina. Pero los contactos de aquella época le vinieron bien cuando decidió hacerse una segunda vida como jefe barrabrava.

Primero se pegó a un histórico delincuente de La Plata y capo de la tribuna del León, Rubén “El Morsa” Montero, y con su pasado de ex policía le dio cobertura para varios arreglos en la ciudad y en la cancha. Pero el Morsa cayó preso por el robo de una joyería y entonces Giannotta se quedó con todo. Corría 2007 y bajo su mando una nueva era empezaba en la barra brava del León. Una era donde todo se profesionalizó: con su grupo denominado La banda del Túnel que tenía base en el barrio Los Hornos tomaron todos los negocios y los llevaron a un nivel poco visto en la capital provincial. No sólo se hicieron del merchandising, la reventa de entradas, el negocio de los trapitos que ahora quiere oficializar, sino que también empezó a tener relevancia en porcentajes de jugadores de Inferiores y hasta en pases. Y como si fuera poco consiguió la concesión del puesto de bebidas y comidas del Estadio Unico de La Plata, que regenteaba su esposa.

En menos de dos años, Giannotta pasó de vivir en una casa modesta a tener una quinta con pileta y garage para tres autos donde, por ejemplo, estacionaba su BMW amarillo con el que se paseaba por la ciudad mirando a todos con la impunidad que le daba no sólo ser jefe de la barra del Pincharrata, sino al mismo tiempo saber que tenía las espaldas cubiertas por sus antiguos camaradas de la Bonaerense, que a cambio de recibir beneficios ponían a raya a quienes desafiaban su poder, entre ellos Omar el Hache Alonso y el grupo que actualmente tiene la barra, llamado Los Leales, encabezado por Adrián El Gato Socío e Ivan Tobar, otro capobarra reciclado en los sindicatos, en su caso en la Uocra, en la que hoy tiene peso fundamental.

Fabián Giannotta, ex líder de
Fabián Giannotta, ex líder de la barrabrava de estudiantes. (foto: captura Diario El Hoy)

Parecía que Giannotta jamás iba a caer. De hecho, en un partido de Copa Libertadores 2009 contra Nacional de Montevideo en el Único, la propia Policía le abrió las puertas para que su gente fuera a atacar a la barra disidente en la tribuna de enfrente, en uno de los hechos más feroces del fútbol argentino y que terminó con un herido de bala. Le abrieron una causa pero no le hizo mella: siguió comandando la popular. Hasta que un error lo condenó: quiso también ser el dueño de la noche platense. Así, a mediados de julio de ese año abrió sin habilitación municipal un boliche en Berisso llamado Alcatraz. El nombre sería ideal para su futuro: un mes después, en la madrugada del 6 de agosto de 2009, se produjo una reyerta en el lugar y él, junto a Ariel Evrett, alias el Gordo Pelín, y Carlos Felipe Garaña Morales, sus secuaces en la barra, hicieron según testigos lo de siempre: arrancar a los tiros. Uno de ellos mató a Juan Maldonado (24), que esperaba el colectivo frente a la puerta del local. La conmoción por la noticia fue tal que Fabián Giannotta, el ex policía, el jefe de la barra, el intocable, cayó: se lo llevaron detenido y dos años después fue condenado por el crimen a 15 años de prisión.

Gianootta, en el juicio en
Gianootta, en el juicio en el que fue condenado

Tras pasar ocho años encerrado, Giannotta salió primero con arresto domiciliario y después consiguió la libertad condicional. Para eso pesaron los informes del Servicio Penitenciario, en los que lo calificaron como un interno excelente, algo difícil de mensurar para los jueces. Es más, en su foja de servicios mientras estuvo en el penal había cursado la carrera de árbitro de fútbol internacional, más cursos de sistema y computación. Se suponía que con estos nuevos conocimientos su reinserción en la sociedad sería por este ámbito laboral. Pero podrá haber perdido algo de pelo, pero nunca las mañas.

Primero tuvo que sortear con éxito el año pasado una denuncia por robo y violencia física en una pizzería de La Plata. Lo habían acusado de ingresar con diez personas y atacar a un ex rival de la barra en ese local. Fue allanado y como no encontraron nada en su piso cercano a la legislatura bonaerense, zafó. Después entendió que podía hacer negocio con una vieja pasión que había heredado de sus tiempos barrabravas: el cobro del estacionamiento en las calles bajo la modalidad trapito.

Y así empezó a reunirse con los que trabajaban informalmente en el radio céntrico de la ciudad para convencerlos, a su manera, que la agremiación era lo más conveniente para todos. E incluyó también a los limpiavidrios, a los artistas que están en los semáforos y hasta a los lustrabotas. Todos bajo el nombre de Sindicato de Trabajadores de la Vía Pública. Hizo una asamblea que lo consagró secretario general del gremio y presentó un expediente en la Secretaría de Trabajo sin suerte: aún no tiene habilitación definitiva como gremio. Pero sin esperar eso, sacó a la calle a su gente. Los vistió con chalecos celeste que en su espalda llevan el nombre del sindicato y su apellido bajo el lema Conducción y los repartió por toda la ciudad. De lo que recaudan, tienen que hacer un aporte solidario para financiar la logística y los gastos administrativos de este nuevo gremio que, según comunicaron, nace para “salvaguardar los derechos laborales consagrados en la Constitución Nacional”. El comienzo fue accidentado. Pero a Giannotta no le preocupa. Ha sorteado problemas mayores. Y bajo el precepto constitucional piensa quedarse con toda calle donde un auto intente estacionar.

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