No tenía más de 12 años pera ya despertaba la admiración de todos. De chicos y padres. Alto, rubio, elegante, con la 10 en su espalda, cada vez que paraba la pelota y encaraba, parecía que nadie iba a poder con él. Y así era, bastante seguido. En Bahía Blanca y en toda la región. Todos hablaban de Quito Paz. No era Pablo, en aquel entonces. Todos lo conocían por el apodo que repetían sus compañeros. Primero de La Armonía y luego de Liniers. Porque Pablo Paz, el padre de la nueva joya del fútbol argentino, empezó en un club pequeño, de barrio (Mariano Moreno), pero, sobre todo en aquel momento, con muy buenas Inferiores. Allí, en una cancha sin césped en el sur de la ciudad, el pibe empezó a destacarse. En el baby y en cancha grande.
Hasta que apareció Néstor Herrero, histórico formador de Liniers, un club más grande (que La Armonía), del centro de la ciudad, muy posiblemente el mejor históricamente a nivel Inferiores de todo Bahía, y lo convenció de pasar. Ya tenía entre manos una muy buena categoría 73, pero con su llegada casi que sería invencible. Y así pasó. El padre de Nico se mudó y aquel Liniers puso a todos en fila hasta incluso jugar torneos internacionales.
Aunque, claro, no sólo brilló con chicos de su edad. Tan bueno era Quito que jugaba en la 72 y hasta en la 71. Y debutó en Primera, justamente con Herrero, con 16 años, en abril de 1989, dentro de una época en la que Liniers comenzó a convertirse en una máquina de sacar jugadores para jugar en el fútbol grande, desde Paz hasta Claudio Graf, siguiendo con otros que no triunfaron pero pudieron como Rodrigo Gambirassi (estuvo Racing en 1989 y hasta hizo un gol) y Carlos Yulita, y sumando a otros que se destacaron más acá en el tiempo, como el dorreguense Mauro Gerk o Lautaro Martínez, joya de la cantera.
Pablo siempre fue distinto, en todo sentido, asegura Herrero en charla con Infobae. “No siempre llegan los mejores, a veces necesitás ambición, determinación y un poco de suerte. Acá en Bahía y la zona vi a muchos que se quedaron, como Gambirazzi, que no era menos que Lautaro, en comparación. También conozco bien la historia del Bichi Fuertes, de Dorrego, un pueblo a 100 kilómetros de acá. Había mejores que él en la categoría de su club, pero el Flaco, como le decíamos, se chocaba contra una pared y la volvía a encarar. Necesitás eso. Pablo fue así: siempre tuvo carácter y ambición. Y muchas condiciones, claro. Nada de lo que le pasó me sorprendió”, recordó Herrero, mítico coach que a los 66 años recuerda todo con un impactante nivel de detalles.
Herrero recuerda que Paz debutó en cancha de 11 para Liniers, ante la 72 de Chacarita, pero cómo jugó poco, la madre se lo llevó a La Armonía, donde empezó a brillar. Pero tenía afinidad con Liniers, con Herrero y Bruno Gullini, el 9 de aquella 73. Y así pasó al Chivo a los 12. Hasta que a mediados del 89, cuando ya tenía un puñado de partidos en Primera, Marcelo Bielsa llamó a Herrero para decirle que pasaría por Bahía. “Fuimos a comer y me dijo que tenía pensado hacer una prueba grande en Newell’s, me preguntó si tenía jugadores para recomendar… Le hablé de tres y dos de ellos terminaron quedando, Marcelo Escudero de Punta Alta y Pablo”, rememora.
Lo de el Pichi -o el Chelo, como le decían en la zona- fue más fácil. En 1990 ya estaba en un Selectivo argentino y 1991 ya había debutado en Primera. “A Pablo le costó más. Debutó en 1992 pero recién comenzó a jugar al otro año”, recuerda Herrero. Claro, esto pasó por dos cosas. Primero, porque lo cambiaron de puesto, a los meses de estar en Rosario. Ya no fue 10. Pasó a ser 6. En los primeros meses en la Lepra le cambiaron la posición y ya cuando debutó en la Reserva, con pelo largo y colita como decía la moda que marcaba el Negro Gamboa desde la Primera, lo hizo como segundo central. Pero, claro, con la misma elegancia, estirpe y cabeza levantada. Un 10 que jugaba de 6. Con el tiempo, lógicamente, agarró mañas, puso alguna pierna fuerte, porque Paz era vehemente, pero nunca abandonó el buen pie, las salidas claras y algunas cabalgatas hacia adelante cuando había espacios. El otro tema fue que Newell’s, en los inicios de los 90, tuvo a aquella recordada dupla de Gamboa y Pochettino, dos pibes que eran joyas de la cantera. Y, además, tenía un equipazo, que venía de ser campeón, tras vencer a Boca en una gran final. No era fácil ganarse un puesto...
Hasta 1995 estuvo en la Lepra, justamente cuando Daniel Passarella lo vio y convocó para la Selección que ganó ese año el Preolímpico en Mar del Plata. Paz fue titular y hasta anotó un gol clave, en cuartos de final, en el 1-0 ante Chile. La final la ganó por penales: 5-4 ante México. Luego estuvo en el plantel que logró la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 1996 y jugó nueve partidos de Eliminatorias hasta quedar dentro de los elegidos por el Kaiser para el Mundial. Entró en aquel tercer partido de zona de grupos, porque Argentina ya estaba clasificada y Passarella aprovechó para incluir muchos suplentes, incluido Paz. Fue su única entrada en Francia 98.
Aquellos años, jugando en el Tenerife, fueron sus mejores. Luego tuvo el paso de meses por Independiente, en su retorno al país, pero rápidamente volvió a España para jugar primero en Valladolid y luego en Lugo. Las lesiones lo hicieron retirarse momentáneamente -luego volvería- y estaba en Santa Cruz de Tenerife cuando nació Nicolás. Papá, con 31 años, ya estaba en la recta final de su carrera que retomó y culminó, tras varios pasos por clubes menores del Ascenso, en 2009, a los 36. Jugó una década y media en el Viejo Continente, de 1997 a 2013.
Nico creció en España, pero mantuvo un fuerte vínculo con Argentina. Por su padre, claro. Pese a que cuando se lo escucha a hablar a Pablo parezca un español más, tras 25 años allá, con su esposa y tres hijos habiendo nacido en España. “Sí, se me ha pegado mucho la tonada y muchas palabras luego de tanto tiempo. Y también porque vuelvo poco al país. Y más a Bahía, donde sólo me quedó un tío y no regreso hace casi 20 años”, contó aquel Quito de Bahía.
Nico comenzó jugando en el equipo San Juan de la isla y a los 10 pasó a la cantera de Tenerife, la más grande de la región y justamente donde su padre había tenido un recordado paso. En 2016 la familia se mudó a Madrid por trabajo y el Real lo quiso sumar a sus Inferiores, a mediados de año, cuando el chico ya tenía 12. Jugaba de delantero, y como pasó con su padre, le cambiaron el puesto, aunque siempre aprovechando su versatilidad.
Ver a Nico hoy es casi que ver a un Pablo pendex. “Sí, puede haber algunas cosas parecidas, en lo estético, altos, elegantes al jugar, con cabeza levantada, visión de juego, buen pie… Pero también hay diferencias. Nico es zurdo y patea mejor, Pablo hacía más goles llegando y además cabeceaba muy bien. Y otra cosa: el papá parece más temperamental”, intenta comparar Herrero, recordando detalles del padre, una forma de conocer más a Nico, la nueva gran aparición argentina y del Real, que viene de ser el segundo argentino más joven en anotar un gol en Champions League (ante Napoli), sólo por detrás de Messi.
Herrero encuentra una comparación que va más allá del padre y el hijo, incluso de sus historias. “Nico es fruto de lo que se está apostando en Europa, incluso en el Real: a la cantera, a los jóvenes talentosos. Los ponen sin miedos, con maestros al lado, como un Modric o un Kroos. Pero es así, desde los equipos más chicos hasta los grandes. Acá, en Argentina, a veces no pasa tanto. Incluso en ciudades grandes o en pueblos, como acá, se perdió eso. La competencia regional, que existía en la época de Pablo. Además, en el Interior, hoy hay mucha desesperación, de chicos y padres, de llegar a Buenos Aires y yo digo ‘jueguen en Inferiores, lleguen a Primera, que luego es más fácil, no se desesperen por llegar a clubes de Buenos Aires, donde todo es más difícil, desde la competencia hasta la adaptación’”, analiza.
Nico ya es uno de los nuestros. Estuvo en el predio Messi, en marzo del 2022, cuando fue citado por Scaloni, junto a otras promesas, y luego pasó por las órdenes de Mascherano en el Sub 20, aunque no pudo estar en el Mundial disputado en Argentina, por la negativa a cederlo del Real. “Cuando lo llamaron de Argentina no podía más de la felicidad y los nervios, casi que no podía hablar… Se sorprendió un poco, aunque le encantó. Y se emocionó”, admitió Pablo, el papá, hace un año, en una nota en ESPN en la que desmitificó la supuesta lucha de federaciones para tenerlo. “De España nunca lo llamaron. Ni a él ni a mí”, informó. Por lo tanto, Nico tomó la ciudadanía argentina sin dudarlo. “Fue un alivio no tener que elegir”, comentó Pablo, el padre que ahora disfruta lo que, en su momento, le tocó protagonizar.