¿Qué pudo haber golpeado el corazón de un hombre de 56 años, célebre, febrilmente activo, millonario, prestigioso y con agenda saturada para detener todo y sentir la necesidad de ir a despedir los restos de Fangio?
¿Viajar casi 20 horas entre esperas y trasbordos desde Londres hasta Buenos Aires y luego subirse a un pequeño avión que lo esperaba en la pista de Ezeiza para poder llegar a Balcarce dos horas antes del último adiós, sólo por admiración, gratitud o respeto?
¿Regresar esa misma noche después de la ceremonia a Europa vía Nueva York otras 23 horas completando dos días y dos noches de travesía solo por compromiso? La respuesta es no, pues lo que moviliza la acción espontánea excede a cualquier valoración convencional; Jackie Stewart, el tricampeón mundial de F-1, fue impulsado por la veneración hacia el mejor de la historia en realizar su mismo arte.
Nadie venerará más al paradigma indiscutido de un prodigio que aquellos que antes o después fueron, son o serán sus colegas. Y tal premisa encierra los indiscutibles atributos reconocibles en aquél: respeto, asombro, admiración, méritos y dignidad ya fuere en artes, humanidades, ciencias o deportes…
Todos podrán amar ferviente y emocionalmente a sus ídolos; pero hay unas personas que sublimizarán tal amor: son aquellas que se dedican a hacer lo mismo y reconocerán para sí mismos que nunca lo harían igual.
Tan noble devoción impulsó a que Stewart tras enterarse sobre la muerte de Fangio llamara a su amigo Constancio C. Vigil –por entonces Director Ejecutivo de El Gráfico y miembro del directorio de Telefé- para pedirle que lo ayudara a llegar desde Ezeiza hasta Balcarce.
Fue así que Vigil movió rápidamente sus influencias en el más alto nivel del gobierno que presidía Carlos Menem y logró casi un imposible como que un avión Cheyenne bimotor fuera autorizado a operar en la pista de Ezeiza. La misión consistía en esperar a Stewart, a su hijo Paul y a Stirling Moss –invitado por la Mercedes Benz a quien encontró en el vuelo desde Londres- para trasladarlos junto al anfitrión argentino hasta el Aero Club de Balcarce donde habrían de aterrizar pasado el mediodía del martes 18 de Julio de 1995. O sea dos horas antes del acongojado y definitivo adiós .
Nadie mejor que el propio Jackie Stewart para rememorar aquellas horas que mediaron entre el anoticiamiento aciago de aquel lunes 17 de julio jugando al golf en Londres y el día siguiente en Balcarce portando una de las manijas del féretro de su maestro muerto. Lo cuenta emotivamente en su autobiografía Winning is not enougth (Ganar no es suficiente) editado por Headline Publishing:
“El 17 de julio de 1995 estaba jugando un torneo de golf con fines caritativos en el country club del RAC en Epsom cuando alguien se aproximó a mí desde el borde del green.-
-Jackie, ¿puedo interrumpirlo un momento?- me preguntó.
Me acerque y entonces me dijo: “Lo siento, pero tengo malas noticias”.
Mi corazón casi se detiene. Cuando alguien te dice algo así piensas inmediatamente que algo horrible ha pasado con un miembro de tu familia.
“Lo siento pero ha habido una muerte”. Ahí casi me quedé sin respiración.
-Es Fangio, desde su oficina llamaron para que le informemos. El funeral será mañana en la Argentina a las 3 de la tarde.-
Surgió en mí una necesidad absoluta de asistir y presentar mis últimos respetos. A través del club de golf conseguí un traje correcto, una camisa blanca y una corbata negra, corrí a Heathrow y tomé un vuelo de British Airways a Buenos Aires, con escala en Río de Janeiro. Sir Stirling Moss, que había sido compañero de equipo de Fangio en Mercedes, estaba en el mismo avión que yo, y todo parecía ir bien hasta que escuchamos al piloto que nos anunció por los altavoces que, dado que había una densa niebla en Río, el avión tenía que ser desviado a Sao Paulo. Añadió que la aeronave tendría que esperar allí hasta que el clima mejorase, y regresar a Rio para después, recién, volar a Buenos Aires.
Ahí estábamos, sentados en el avión detenido en la pista de aterrizaje en Sao Paulo, preguntándonos cómo diablos íbamos a hacer para llegar al funeral, cuando miré por la ventana y vi un avión de Aerolíneas Argentinas. Ese debe estar yendo a Buenos Aires, pensé y se lo dije a Stirling. Así era y entonces conseguimos los permisos necesarios tramitados por algunas altas autoridades que entendieron perfectamente la situación y solo llevando nuestro equipaje de mano, con prisas, ahí nomás, sobre las misma pista de carreteo cambiamos de un avión a otro sin pasar por aduanas o inmigración.- (N de la R: También aquí se advirtió una clara y urgentísima gestión que desde Buenos Aires les resolvió el problema vía Cancillería y autoridades de Aerolíneas Argentinas, pues pasar de un avión a otro caminando sobre la pista sin hacer el trámite inmigratorio como si nunca Stewart, su hijo y Moss hubiesen ingresado a Brasil, no bajar el equipaje de la bodega de British y lograr que el vuelo de Aerolíneas los esperara por más de media hora hubiese sido imposible. Pero estar en la despedida del más grande lo justificaba…)
Continua con su relato Jackie Stewart: “Un gran amigo mío, Constancio Vigil, pudo organizar que apenas aterrizásemos en Ezeiza sin pasar por inmigración, pasásemos del avión de Aerolíneas a una avioneta que nos había conseguido para volar directamente hacia el pueblo de Balcarce donde Fangio iba a ser enterrado. Aterrizamos allí, en un aeródromo con pista de hierba, para ser recibidos por su hermano Toto quien inmediatamente nos llevó al Museo Fangio donde el gran hombre yacía en su ataúd abierto. Stirling y yo presentamos nuestros respetos.-
El funeral se celebró en la atestada iglesia de esta pequeña ciudad, casi sacada de una película del oeste…Y al terminar la ceremonia, seis de nosotros - los pilotos argentinos de F1 Carlos Reutemann y Froilán González, el presidente de Mercedes Benz Argentina (refiere a Axel Arendt), Toto el hermano de Fangio, Stirling y yo llevamos el féretro a lo largo de un pasillo para salir a la luz deslumbrante que bañaba la plaza del pueblo en completo silencio.-
No había menos de 15.000 personas de pie allí y no se escuchaba un solo sonido. Entonces un individuo comenzó a aplaudir, no rápido, solo lenta y rítmicamente, alguien más se unió, y el crescendo del lento aplauso rítmico pronto se volvió ensordecedor, reverberando a través de la plaza. Fue la más notable demostración de dolor que he experimentado, miles de personas en estos pueblos modestos y orgullosos, unidos en respeto, todos con aplausos, lentos y sinceros, en el momento perfecto. Yo estaba luchando por controlar mis emociones. Se me llenaron los ojos de lágrimas mientras el gran hombre era conducido hacia su último viaje con asombrosa dignidad.-
No era un secreto para nadie que la salud de Juan Manuel se había deteriorado aceleradamente desde finales de los ‘80 pues el mundo del automovilismo ya no podía disfrutar de su incomparable presencia en las carreras, en las entrega de premios, en los lanzamientos de marcas y productos vinculados a la industria y en los demás grandes eventos anuales en los cuales la presencia de Fangio era uno de los principales atractivos.
Fue en 1981 cuando el admirado e inolvidable cirujano René Favaloro le colocó cinco bypass que restauraron su cansado corazón. Pero una insuficiencia renal, producida por un tumor benigno extirpado en 1992, lo obligó a quedarse en su casa de Palermo Viejo ya que debía dializarse tres veces por semana. Los amigos más cercanos sabían sobre la internación en el sanatorio Mater Dei ocurrida el 14 de Julio, tres días antes de su irreparable fallecimiento, como consecuencia de una complicada bronconeumonía.
Jackie y otros corredores de élite de cualquier época para quienes Fangio fue un paradigma habrán pensado alguna vez –como nosotros- que estos hombres no envejecen, que están suspendidos en un tiempo eterno, en un espacio celestial. Y cuando se nos van hay que recordarlos como la humildad y la emoción por él narrada en la serie “Fangio, el hombre que domaba las máquinas”:
“La carrera finalmente – refiere al GP de Montecarlo 1964- fue muy significativa para mí por un episodio que ocurrió justo poco después de atravesar la línea de meta. Mi alegría por haber ganado se transformó instantáneamente en un regocijo y asombro cuando aún dentro del cockpit del coche y recién llegado a los boxes me di cuenta que un hombre de porte robusto y relajado, alguien que era muy fácil de reconocer se acercó directamente hacia mí. Era el gran Juan Manuel Fangio, el mejor piloto de todos los tiempos, y era evidente que se había abierto paso descendiendo desde el palco en el que había presenciado la carrera para venir a saludar al ganador..-
Estaba acompañado por sus amigos el fotógrafo periodista francés Bernard Cahier, y su amigo venezolano Fima Ruchman- Este gran hombre me sonrió y me dio con firmeza su mano. Habló en español con una voz de tono algo, algo aguachenta, con sus ojos mirándome alternativamente a mí y a Fima, quien se encargaba de traducir sus palabras:”Muy bien manejado, joven –me dijo- Realmente impresionante. Uno recibe y considera los cumplidos dependiendo de quién los realiza y sin querer exagerar el significado de este episodio en el contexto de mi trayectoria, creo que ese momento, después de haber ganado mi primera carrera fuera de Inglaterra, teniendo sólo 25 años y ser saludado por el gran Fangio, alguien que era mi ídolo desde la infancia, me conmovió profundamente. Incluso, siendo niño, había conseguido un autógrafo suyo en Silverstone 11 años antes, cuando fui a presenciar un Gran Premio.
También recuerdo una ocasión, tras retirarme, cuando pernocté en su departamento de Roma antes de viajar juntos en coche hacia un evento en Bologna, donde me presentó al recibir un premio. Ese día él condujo por la A1 hacia Bologna y yo lo hice de regreso.”.- ( N de la R: Cuánto hubiésemos dado cualquiera de nosotros por viajar aunque sea unos minutos en el asiento trasero de un auto manejando Fangio a la ida y Stewart a la vuelta en cualquier autopista….).
Después de despedir a Fangio aquel martes 18 de julio de 1995, Jackie regresó a Buenos Aires bajo el impacto del dolor. Le esperaba aún un triste y largo regreso a Europa por la única vía factible dado su agitado día: Ezeiza-Nueva York-París desde donde habría de abordar un último vuelo hasta Ginebra, ciudad en la que lo esperaba una reunión con ejecutivos de Rolex.
Tres días más tarde, el 2 de agosto, Jackie aún bajo los efectos de la emoción le envió una carta al amigo argentino que le había facilitado cumplir su necesidad de acompañar a Fangio hasta su morada final.
Constancio Vigil, gran jefe y mejor amigo, murió el 29 de julio del año pasado cuando viajaba a Miami, pero llegó a leer la primera versión de esta nota que publicó Infobae en 2020.
El párrafo menos personal de la cálida misiva que le envió Stewart dice:
Estimado Constancio: “Enorgulleciste a Fangio y espero que todos en Argentina aprecien lo que él hizo por su país. Estoy seguro de que si los restos de Juan descansaran en el Museo rodeado de todas sus cosas memorables, tal vez fotos del funeral y otros recuerdos de este gran hombre, como sus maravillosos autos, atraería gran atención universal. También estoy seguro de que ese museo se convertiría en una importante atracción turística y en una oportunidad para gente de todo el mundo de visitarlo y homenajearlo”.
Fue así que Stewart cerraba su despedida a quien había sido su ídolo y su maestro. Más aún a quien reconocía como el mejor piloto de la historia, alguien que hacía cosas que otros grandes como él las admitían como únicas, mágicas, sublimes.
La muerte de Fangio no duró ni permanece… Juan Manuel sigue siendo el duende venerado que desde un espacio sin tiempo vivirá siempre junto al sonido de los motores y al sueño de los pilotos.