En las últimas semanas la Tragedia de los Andes volvió a captar la atención por la película La Sociedad de la Nieve, el atrapante relato de supervivencia de los 16 rugbiers uruguayos del Old Christians, que luego de 72 días dejaron atrás las condiciones más extremas. Dos motociclistas de Enduro les rindieron homenaje con la única travesía en moto hacia el lugar donde cayó el avión el 13 de octubre de 1972. Se trató de una experiencia exigente, pero con una retribución emocional única. Infobae habló con uno de los protagonistas que también quiso honrar a unos amigos fallecidos en un naufragio en el Río de la Plata, en una historia que tuvo conexión con aquel episodio en la Cordillera.
Juan José “Gato” Barbery es un periodista de Olavarría especializado en motociclismo. Es muy conocido en el ambiente y su pasión por las dos ruedas lo llevó correr en algunas competencias. Hasta se animó a correr tres veces el Rally Dakar entre 2011 y 2013, año en el pudo completar la “Odisea”, como se conoce a la carrera más dura del mundo.
Sobre por qué se embarcó para llegar a los restos, reveló que “esto surge por un compañero de mi primer Dakar, Pablo Cid. Comenzamos a hablar del tema y pudimos averiguar que varios lo intentaron, pero no pudieron llegar en moto a los restos”.
Eso implicaba meterse en plena Cordillera de los Andes y en un terreno que sólo conocen lugareños y especialistas en travesías que suelen hacerse a pie, a caballo y en mula. El marco amerita el respeto a la naturaleza por las condiciones del lugar y el clima, que puede ser traicionero.
“El problema más grande es la ventana de tiempo por el cambio de clima. Ahora te permite 15 días para hacerlo y antes existía como mucho una semana. Donde vuelve a nevar o llueve, estás al horno, tenés que rajar como loco porque te arrastran los arroyos. Por eso nosotros subimos con el guía, Teté, que es el nieto de la persona que abrió esa ruta para ir a buscar un cadáver un año después del accidente”, cuenta El Gato.
“La idea siguió, pero no me encontraba con alguien que tuviese la experiencia del lugar. Hasta que un día, en una sobremesa de asado en un encuentro de moteros, conté lo que quería hacer y se dio vuelta Julio Quiroga, quien dijo ‘vamos a hacerlo’. Yo lo conocía porque él también corrió el Dakar. Ahí quedamos en hacerlo y ya el proyecto pasó a una etapa de producción. Hablé con Franco Acerbis, que tiene una empresa de plásticos para motos e indumentaria. Nos conocíamos de los 6 Días de Enduro de 1998 en Australia. Es un enamorado de las motos y es uno de los responsables de que los 6 Días de Enduro y el Dakar vinieran a la Argentina. Entonces le conté y le dije que se iban a cumplir 50 años del accidente del avión. Él nos apoyó con todo y nos empezamos a mover”, recuerda. “Fueron ocho meses de preparación y pusimos fecha: 13, 14 y 15 de marzo de 2022. En el primer día se entra desde El Sosneado hasta donde termina el camino, que son 77 kilómetros. Ahí llegás al Puesto Araya, que es donde vive el guía. Dejamos las camionetas y cargamos las mulas. Armamos la expedición para poder llegar, pero no sabíamos si íbamos a poder conseguirlo”, agrega.
“Julio había llegado nueve veces a pie y a caballo hasta donde están los restos y conocía perfectamente a donde íbamos. Él me dijo ‘lo han intentado varios en moto, pero nunca lo lograron’. En base a toda su experiencia y él con el ‘ojo de la moto’, me dijo ‘vamos a parirla con los arroyos y en otros lugares’. En base a eso construimos la estrategia y armamos un grupo de trabajo que nos iba a acompañar. Necesitábamos a un baqueano del lugar porque si él te dice ‘rajemos’ tenés que hacerle caso ya que vos por ahí no te das cuenta de que está lloviendo o nevando arriba y a los 20 minutos te agarra el río crecido y te larga a la miércoles”, destaca.
El lugar donde están los restos y que se convirtió en una especie de santuario se ubica en el Valle de las Lágrimas ubicado en Mendoza, entre los volcanes Tinguiririca y Sosneado. Hoy allí yacen plaquetas conmemorativas, rosarios y otros testimonios que rinden tributo a los 29 fallecidos. En 1973 el avión Fairchild F-227 fue destruido porque perteneció de la Fuerza Aérea Uruguaya. Solo queda una parte del fuselaje.
Barbery explica que “no se hizo en pleno verano porque el deshielo tiene una fuerza tremenda y no pasás ni a palos. Nosotros fuimos con la última fuerza que tiene el deshielo”. Además, confiesa que “por eso la ventana es tan importante y nosotros teníamos un cagazo tremendo”.
Usaron dos motos de Enduro que es una especialidad del motociclismo que corre a campo traviesa donde el trazado está marcado con pequeñas referencias, pero tampoco es Rally Raid, en todo caso es la iniciación de esa variante y por ejemplo los hermanos Kevin y Luciano Benavides comenzaron en el Enduro antes de correr en el Rally Dakar. El Motocross, por su parte, usa motos más rápidas, pero en circuitos cerrados, con obstáculos y sus motos tienen una gran capacidad de suspensión para soportar saltos enormes.
Una vez que todo estuvo listo, Barbery y Quiroga se metieron con las motos e iniciaron la travesía: “Hicimos todo en moto y fueron 41 kilómetros desde el Puesto Araya hasta donde están los restos y luego tenés otros tantos para bajar (82 kilómetros en total). Entonces tenés que plantear una estrategia de ascenso y descenso, porque la vuelta fue lo que más me marcó. En el ascenso vas muy concentrado y en el primer día vas desde el Puesto Araya hasta lo que se llama El Barroso, donde hay un campamento que armaron para los que van a los restos. Ahí tenés 18 kilómetros y tardás unas seis horas y media. Ahí hacés una noche y en el segundo día llegás a los restos”.
“Julio tardó en ir y volver 11 horas y yo tardé 13. En un punto veníamos juntos, pero llegó un momento en el que le dije ‘Julio, necesito parar 30 minutos’. Él quiso seguir porque si frenaba se enfriaba. El Barroso está a 2.300 metros de altura y los restos están a 3.700 metros. Entonces vas sintiendo todo el esfuerzo físico. Ahí con los médicos hicimos controles de oxígeno y seguimos. Julio llegó y lo esperaron los camarógrafos y fotógrafos que subieron en mula. Yo llegué una hora más tarde. En el último pedrero ves los restos y los tenés ahí nomás, pero la montaña tiene una especie de defensa natural que es asperísima y hacíamos un promedio de velocidad de 2 km/h. A pie, a caballo y en mula vas más rápido”, afirma.
El Gato encuentra un punto de comparación de esta experiencia con el Rally Dakar: “Las motos no se apunaron porque tuvieron el sistema a inyección, una con motor dos tiempos y otra de cuatro tiempos. Eso fue parte del desafío y de las motos de Enduro que elegimos. En el Dakar estás 15 días y tenés un click en el que te venís para abajo o te vas para arriba, según el cansancio o golpes. Acá no tuvimos tiempo de pensar y fue durísimo. El último tramo es una tierra colorada que parece Marte y el piso es medio acartonado que se te desmorona todo. Iba cinco o seis metros y después vas 2 para atrás y hacés una fuerza tremenda. Todo el recorrido es en primera (marcha), salvo un vallecito en el que pudimos meter segunda”.
Les tocó un buen clima y en el lugar donde están los restos “hubo unos 22 grados”, describe Barbery. Sobre las sensaciones que experimentó cuando llegó revela que “es muy especial. El lugar es muy especial, pacífico, emotivo. Te empieza a caer la ficha de todo lo que tuvieron que vivir estas personas para sobrevivir. Nosotros lo que hicimos, si bien fue un esfuerzo enorme, fue el 1 % de lo que hicieron ellos para sobrevivir. Lo que te cambia la perspectiva es que no está nevado y todo eso con nieve, que no podés distinguir pendientes, ni lugares, ni nada, debe ser desesperante”.
Aunque el llegar no fue lo más difícil, sino que el regreso fue lo más complicado: “Cuando llegás arriba te relajás mentalmente porque decís ‘llegué’ y vivís la emoción. Pero la bajada es durísima porque el cerebro está relajado y tuvimos que hacer muchísimas partes con el motor apagado a golpe de embrague. Había una sola huella, pero parecía que las piedras crecieron al triple y lamentablemente Julio se cayó y se rompió el coxis. Por suerte lo tuvimos al médico y lo pudo atender”.
Toda la travesía la reprodujeron en un documental de tres capítulos llamado Expedición Acerbis (puede verse en You Tube). Confiesa que tuvieron una buena devolución de algunos de los sobrevivientes: “Julio es amigo de Nando Parrado. Los invitamos, pero prefirieron no hacerlo porque primero quisieron ver qué íbamos a hacer. Ellos tenían miedo de que se desvirtuara todo. Esperaron y, cuando lo vieron, por medio de otros amigos uruguayos nos mandaron buenos comentarios. Vamos a estar en contacto con Nando y Roberto Canessa (hicieron la caminata que les valió ser rescatados). Es un humilde homenaje a todo lo que ellos hicieron y respetando el lugar. No subimos a la montaña como hacen otras expediciones. Lamentablemente, la moto no es bien vista en muchos aspectos, pero cuando hay un accidente en la montaña los primeros en llegar son los enduristas porque conocen el lugar”.
De aquella caminata de Parrado y Canessa que los llevó hasta el arriero, asegura que “ese camino es hacia el norte porque ellos pensaron que estaban en Chile. El punto donde cayó el avión está a ocho kilómetros de la frontera. Se salvaron de casualidad, porque por lógica era lo más fácil, pero no encararon hacia el otro lado porque vieron el monte El Sosneado que es un Aconcagua un poco más chico. Como vieron eso totalmente nevado, pensaron que no iban a cruzar por ahí”.
Más allá de homenajear a las víctimas y sobrevivientes uruguayos, Barbery tuvo dos dedicatorias especiales. Una para Jorge Martínez Boero (hijo del homónimo campeón de TC en 1982), motociclista que fue compañero de equipo suyo y que perdió la vida en un accidente al inicio del Rally Dakar 2012. La otra tuvo una conexión con la Tragedia de los Andes. “Hice el secundario en el Liceo Naval Almirante Brown en Río Santiago y en 1991, cuando estábamos en quinto año, hubo un accidente de velero que era parte de una materia que cursábamos. Era un viaje en el que íbamos a Uruguay y volvíamos. Los agarró una tormenta y se hundió el velero llamado Leonor en el que iban cuatro amigos: Fernando Cambres, “Pitu” Belmonte, “Nariche” Carriero y Gerardo Gigena. Había una persona de la Marina que habló con el pintor Carlos Páez Vilaró, y cuando cayó el avión en la Cordillera de los Andes, él contactó a una vidente holandesa, quien afirmó que los ‘uruguayos seguían con vida y que los siguieran buscando’. Por medio suyo la volvieron a contactar y en ese momento por fax les mandaron una foto de cada uno de mis amigos. La señora de entrada dijo que ‘no había vida’ y se cumplió, lamentablemente. Cuando terminó la tormenta encontraron los cuerpos y también un rollo de fotos con ellos en el velero. Esa historia se unió con la Tragedia de los Andes”.
Habían pasado 19 años de la Tragedia de los Andes y luego el Gato Barbery siempre pensó en cómo rendirles tributo a sus amigos. Su pasión por el motociclismo lo llevó a poder cumplir con ese reconocimiento y también a los uruguayos, cuya historia sigue atrapando a todo el mundo luego de medio siglo y está más vigente que nunca.