“Esta mañana tuve una gran charla con Steve Kerr y me dijo que yo tenía dos opciones: deprimirme o salir a la cancha y responder. Lo hice bastante bien hoy y lo más importante es que me di cuenta que puedo jugar bastantes minutos igual (aunque sea suplente). Lo tengo claro: debo dejar mi ego de lado. Por eso pensé mucho en Manu Ginóbili… Ese tipo ganó 4 anillos y una medalla dorada. Fue al banco en toda su carrera y nadie duda de que es un Hall of Famer. Es uno de los más grandes de todos los tiempos”. Así, luego de volver a ser la figura de los Warriors, Klay Thompson habló de cómo comenzó a superar su mal momento y citó puntualmente al argentino, dejando claro que a seis años de su retiro, el legado del bahiense sigue más vigente que nunca. Es un mundo avasallado por los egos, los millones y la búsqueda desesperada por salir en los highlights de redes sociales, no son pocos los que rescatan el caso Ginóbili como un ejemplo verdaderamente inspirador, que cambió la mentalidad de muchas estrellas y hasta de fanáticos de este deporte. Acá la historia de cómo Manu trascendió el juego, el deporte y hasta la misma NBA, y por qué queda claro, una vez más, que su carrera va mucho más allá de las estadísticas, los premios y hasta los títulos.
Thompson tiene una trayectoria comparable a la de Manu. Hablamos de uno de los mejores tiradores de la historia, ganador de cuatro anillos -como MG20- con los famosos Warriors, equipo que batió un récord memorable -aquel de las 72 victorias de los Bulls de Jordan en una temporada-, elegido dos veces a quintetos de la NBA, que tiene dos medallas olímpicas en su CV (como Gino) y que hoy, tras más de 900 partidos en 11 temporadas, promedia 19.3 puntos, 41.3% triples y 3.5 rebotes. Con el plus de haber atravesado dos lesiones graves entre 2019 y 2021. Claro, hoy en día, a los 33 años y luego de superar ambos problemas de rodilla y tendón de Aquiles, se lo ve disminuido en su capacidad física, en su agresividad y velocidad, y por eso el entrenador lo ha limitado en minutos y puesto en el banco de suplentes. Por primera vez en su carrera. Le costó entenderlo y procesarlo a Klay. Se trata de una superestrella de la última década, al menos.
Como le pasó a tantos otros en el futuro. Como le sucedió incluso a Manu, quien tuvo sus idas y vueltas con Gregg Popovich para entender el motivo de aquella decisión que le planteó durante la 2006/2007. En el caso del argentino fue aún más difícil porque sucedió en el mejor momento de su carrera, cuando era una verdadera estrella de la competencia. Y cuando ninguna otra figura de su calibre lo hacía. Es más, aceptarlo era mala palabra, era una afrenta al talento, un desprestigio para la trayectoria.
¿Cómo resignar salir en la presentación del equipo antes del juego, cuando se apagan las luces, cómo arrancar mirando desde el banco cuando podías tener un impacto rápido en el juego, cómo aceptar que alguien peor que vos tenga esos privilegios, cómo aceptar jugar menos minutos y, por ende, tener menos tiros y números en general, cómo entender que, por todo eso, podían ofrecerle contratos con menos millones? Nadie lo hizo, hay ejemplos de enojos y negativas de aquella época, como las de Allen Iverson y Baron Davis, entre otros. Pero, claro, Manu es Manu. Pop es Pop y lo convenció, explicando que sería más productivo para el equipo saliendo desde el banco. Por un lado potenciaría a un suplente que pasaba a ser titular y MG20, a quien no le afectaba a su confianza ser suplente, sería el líder de la segunda unidad. Gino aceptó, sabiendo que jugaría los minutos que más contaban –los últimos- y que este sacrificio era en beneficio del conjunto.
“Si vos creés que el equipo será mejor, está bien”, le dijo Manu a Pop cuando se lo planteó. Así fue, durante los siguientes años, Manu fue el líder del mejor banco de suplentes de la NBA y su aporte fue igual de decisivo -que si hubiese sido titular-. Y no lo hizo un año, lo hizo varios. Con solo mirar la estadística queda claro: fue titular en apenas 349 de los 1057 partidos que disputó en fase regular con los Spurs. Por eso también TODOS lo aman.
Y por eso fue el Mejor Sexto Hombre de una temporada, la 07/08, cuando promedió la friolera de 19.5 puntos –máxima anotación-, 40% triples, 4.8 rebotes y 4.5 asistencias en 31 minutos, su mejor campaña en números. Y por eso, también, en otras temporadas volvió a pelear ese premio. Un galardón que ganó relevancia e importancia justamente por él. En una NBA llena de egos, enfocada en vender figuras por el mundo –más que en lo colectivo-, nadie quería ese galardón. Pero, desde que Manu demostró que se podía ser determinante aceptando ser suplente, todo cambió. Y hoy Klay lo demuestra…
Por eso no son pocos los que proponen que el premio debería llamarse Manu Ginóbili, pese a que hoy se denomina John Havlicek, quien fue otro epítome de ese rol. Pero, claro, lo MG fue a otra escala Y eso lo reflejó Kevin Durant. “Cuando ves a Manu Ginóbili, no ves a un sexto hombre. Ves como un sexto jugador titular. Él cambió lo que significa el premio porque, en realidad, Manu significa para el juego mucho más de lo que la gente piensa”. Pavada de elogio por parte de uno de los mejores jugadores ofensivos de la historia del deporte.
Allí, en el no dejar que el ego se interponga por encima del equipo, estuvo un gran legado de Manu. En su compromiso. Que se vio en esa decisión y tantas otras cosas más. Porque de esa forma colaboró con el juego, ayudó a cambiarlo con su concepción colectiva. Porque Manu, además, resignó dinero para que San Antonio, siempre acuciado por el tope salarial en aquella época de oro, armara los mejores equipos posibles. En 16 años cobró 127.540.000 dólares, mucho menos de lo que mereció, sobre entre 2013 y 2016. Nunca quiso irse, ni cuando lo buscaron Denver o Philadelphia. Siempre jugó con la 20 de los Spurs y allí se retiró… No sorprende, claro. Porque Manu también deslumbró con su liderazgo, alguien que fue más del hacer que del decir. Nada de grandes discursos, gritos, golpes o enojos. Supo ubicarse y ocupar su lugar. Educado, humilde, inteligente, lúcido, con las mejores formas al hablar. Siempre preparado para competir y actuar con pasión y profesionalismo. Cautivó, además, por la lucidez, dentro (para entender el juego y potenciar a todos) y fuera del campo (para tomar decisiones y llevar brillantemente su carrera). Y por su extremo compromiso con la franquicia y el equipo que lo llevó a resignar minutos, tiros, protagonismo y hasta millones de dólares.
Ojo, no nos olvidamos de sus destrezas en la cancha, mágicos y creativos movimientos, fueran pases, penetraciones o tiros, y tampoco a sus apariciones decisivas en los momentos más difíciles y calientes. Un maestro bajo presión. En la cancha, fue un distinto sin parecer un extraterrestre. Un blanquito sin tanto músculo, sin tanto salto ni velocidad. Un hombre común (?), incluso con calvicie y nariz prominente, que se cambiaba y parecía un superhéroe en las noches de Argentina. Y que lo hizo, entre los mejores, hasta los 40 años. Nada más y nada menos.
Manu cautivaba en la cancha. Porque fue dueño de un juego con estilo y fundamentos pero a la vez arrojado y sacrificado. Un juego que tuvo una mezcla de obrero y estrella. Porque él era capaz de tirarse al piso en búsqueda de una pelota, motivando a un latino que debe también hacer el “trabajo sucio” en su día a día, pero a la vez con la capacidad de hacer la jugada más lucida, alguien lleno de potrero, un maestro del engaño que tenía todo el arsenal en sus manos. Y en su cabeza. Estamos hablando de un escolta lujoso, tal vez sin el tiro excelso de otros, pero capaz de crear, de hacer magia… Por eso el apodo Manu Cañóbili surgió, porque patentó el tirar un túnel a un rival, siempre como recurso para hacer una asistencia. Sus fajas levantaron al estadio, en realidad una gran variedad de pases, algunos inverosímiles, que lo convirtieron casi en un mago. Hasta el punto que Pepe Sánchez, un maestro de pase, dijera que Manu la pasaba tan bien como él o Prigioni. O hasta el punto de no saber hoy si MG fue mejor anotador o pasador… Gino fue, por años, el verdadero base de SA, siendo el mejor creador por su conocimiento de juego, lucidez, inteligencia y recursos de pase.
Hablamos de alguien capaz de patentar mundialmente una jugada, una de las más famosas de la historia, como el Eurostep, que incluso hace unos años ganó un concurso popular –y virtual- en el que compitió hasta el gancho cielo de Kareem Abdul-Jabbar. Por ser el movimiento más difícil de defender de los últimos tiempos lo adoptaron muchísimos jugadores de la NBA. No es casualidad que muchos lo hayan copiado o tomado como ídolo o referente. Hay jugadores importantes que admitieron que Manu fue su espejo.
Thompson lo reconoció hace años y ahora volvió sobre el ejemplo de Manu. Recordar su legado, lo que hizo por el equipo, le permitió encontrar la motivación y salir desde el banco para anotar 35 puntos, 7-13 triples y 6 rebotes en el triunfo de este jueves ante Utah. Eso logró Manu. Y lo hizo partiendo desde un base muy baja porque recordemos que, cuando llegó a la NBA, en 2002, todavía se miraba de reojo a los jugadores extranjeros y ni siquiera sus compañeros lo conocían.
Pero Ginóbili se convirtió en ejemplo. A pulso. Sin estridencias. Sin focalizarse en premios, números, logros… Nada de eso, pese a que tiene CV de sobra, alcanzan para reflejar su real dimensión, lo que significó para la NBA y el básquet mundial. Su verdadera huella está en esa frase de Klay Thompson.