Todavía resuenan los ecos. Si uno se decide a desandar esas calles con atención, seguramente podrá detectarlos. Pasaron más de 40 años, pero siguen allí, escondidos detrás de las puertas o en algún recóndito espacio. Quizás el fenómeno se pueda atribuir a los que las investigaciones de los científicos determinan como Misterios del Cosmos.
Fue en una noche de verano, allá por el ‘81, cuando en Argentina los temas dominantes eran el intenso calor, las inundaciones, la pequeña devaluación del peso (preludio de un año fatídico a nivel económico), el inesperado romance de Susana con Darín o la firma del contrato de Palito Ortega con Sinatra para traerlo al país. Pero en la zona de Morón, sobrevolaba una historia que tenía en vilo a la ciudad. Nadie podía creer que el famoso Cosmos de Nueva York, con su constelación de estrellas, se fuera a presentar en el estadio de Deportivo Morón contra el equipo local.
Había empezado como un rumor, de esos a los que nadie le da mayor importancia, pero estaba ahí, colándose en las charlas de las mesas de los bares, en la cola de la feria o cuando los pibes detenían el picado en el potrero para refrescarse. Los pesimistas que nunca faltan aseguraban que eran todas mentiras para llamar la atención, mientras que los optimistas, que por suerte también están siempre, aseveraban que no solo iba a ser ese partido, sino un cuadrangular donde estarían River y Boca. En los primeros días de febrero, quedó confirmado el partido para el lunes 16 por la noche, como parte de los festejos por el tan anhelado ascenso de Primera C a la B.
El estadio reventaba, solo faltaba Carl Sagan, el famoso divulgador científico, nacido en Nueva York, como el equipo visitante, que había adquirido fama internacional con su programa de televisión llamado Cosmos. Aunque si uno indaga un poco, no faltará el vecino que asegure haberlo visto aquella noche donde en el Oeste se necesitaba un astrónomo de semejante linaje para ver a las estrellas brillando como nunca.
Roberto Peidro había sido una pieza clave en el ascenso. Arquero de grandes reflejos y experto atajador de penales, no solo se lucía en la valla, sino que, en paralelo, trabajaba como médico, profesión que ejerce hasta hoy. En diálogo con Infobae, recordó como fueron los momentos previos al partido: “El Cosmos era un equipo que estaba permanentemente de gira por todo el mundo, pero lo raro era que viniese a jugar a la cancha de Deportivo Morón. Nosotros habíamos ascendido de la C a la B y la idea de realizar ese partido fue del presidente del club, Virgilio Machado Ramos, que era un hombre muy emprendedor. Recuerdo que, en las semanas previas, se mencionaba que ellos iban a llegar al país para enfrentarse con River y Boca, pero él nos reunió un día en el vestuario para decirnos que eso no era verdad y que el Cosmos iba a disputar ese encuentro contra nosotros. Fue parte de una serie de amistosos que jugamos, donde también lo hicimos con la selección de Alemania Oriental y el Ferencvaros de Hungría”.
Deportivo Morón, un permanente animador de la B, también se había dado el gusto de jugar en Primera División, a fines de los ‘60. Pero en 1977 recibió un duro golpe deportivo, al descender a la C. No le fue fácil el camino allí, ya que los costó tres años poder retornar. Por eso los festejos fueron tan grandes, aunque nadie esperaba enfrentarse a ese equipo, como lo reafirma Peidro: “Para ser sincero, en un principio, con los muchachos del plantel lo tomamos medio en broma: ¿Cómo va a venir el Cosmos a jugar en nuestra cancha? (risas). Pero a medida que se acercaba la fecha, la historia iba en serio, con la promoción por todos lados, incluso en los diarios. En ese gran equipo ya no estaba Franz Beckenbauer, pero sí el implacable goleador italiano Giorgio Chinaglia, Carlos Alberto, el histórico lateral derecho que había sido el capitán de la selección de Brasil en el Mundial ‘70 y el habilidoso paraguayo Julio César Romero, conocido como Romerito. Era realmente impactante saber que nos íbamos a enfrentar con semejantes figuras. Fue una serie de amistosos que nos agarraron duros, porque estábamos en plena pretemporada, donde se hacía un trabajo físico con la vista puesta en toda la temporada. El primer partido fue contra los alemanes y nos metieron como 10 goles (risas). En realidad, tantos no, pero perdimos 4-1 y nos dábamos cuenta que ellos volaban y nosotros no podíamos levantar las piernas. Escuchaba como la gente en las tribunas protestaba gritando “Che, paren a alguno” (risas). Ya contra el Cosmos, que fue unos días más tarde, estábamos mejor”.
Aquel rumor, nacido casi como un susurro, fue una hermosa realidad. Y allí la ciudad entera se volcó para decir presente, en busca de las entradas generales que tenían un costo de $20.000, bastante moderado teniendo en cuenta que, por ejemplo, un diario valía $1.700. Fue una jornada inolvidable: “Tengo muchos recuerdos de esa noche y uno de ellos es que la cancha explotaba. Dos amigos me habían comentado que querían ir y les dije que lo hicieran un rato antes, como era lo habitual, pero cuando llegaron, se quedaron afuera porque no había más entradas. Morón llevaba muchísima gente a todos lados, pero lo de ese día fue único. Quizá solo comparable al de unos meses atrás, a fines del ‘80, cuando enfrentamos a Boca para festejar el ascenso. En ambas ocasiones tuvieron que cerrar las puertas por un tema lógico de seguridad. Era impresionante detenerse un instante a ver las tribunas, que era un espectáculo impactante”, rememora Peidro.
El fútbol argentino atravesaba horas agitadas, porque estaba por definirse el pase de Diego Maradona a Boca Juniors, que tenía en vilo a la prensa, no solo deportiva. Pero nada de eso le podía importar a la gente de Morón, que estaba ante un partido muy trascendente, incluidos los futbolistas como Roberto Peidro: “Más allá de las figuras, yo les quería ganar y les decía a mis compañeros: ‘Vamos con todo que estos tipos no nos pueden hacer un gol’. Yo era el capitán y me tocó ir al sorteo con Giorgio Chinaglia. Además de los clásicos saludos, recuerdo que me dio una bandeja de metal, donde estaba el escudo del Cosmos que sobresalía y el banderín, que aún conservo. El partido no arrancó bien para nosotros, porque a la media hora perdíamos 2-0 con dos cabezazos de Chinaglia, pero tuvimos una muy buena reacción y logramos el empate. Quedó como una de las tantas anécdotas, que le saqué un mano a mano al propio Chinaglia, tirándome a los pies y sin querer, me pegó en la tibia. Creo que fue uno de los golpes más fuerte que sufrí en el fútbol y se dio cuenta, porque me abrazaba todo el tiempo y me pedía disculpas. Al terminar, en declaraciones a la prensa, dijo: “Acá hay muy buenos jugadores, pero el que más me impresionó fue el arquero, por su agilidad”. Para mí fue porque sintió culpa por el golpe (risas)”.
El internacional Jorge Romero fue el árbitro, que pitó el final decretando el 2-2 (los goles del Gallito fueron de Oscar Ruíz y Juan Carlos Gómez). Para los futbolistas de Morón, continuaron las emociones, sacándose fotos con los renombrados adversarios. Para Peidro, también, fue un momento especial con su colega Hubert Birkenmeier: “Lo fui a saludar y le pedí de intercambiar las camisetas, a lo que me respondió que sí, pero en el vestuario. Pensé que se iba a olvidar y cuando nos estábamos cambiando, apareció, se la sacó y me regaló. Yo terminé quedando mal, porque Pagano, que era el utilero, no me dejó darle la mía. Insólito (risas). El buzo era amarillo y de una tela muy moderna para la época, sumamente cómodo. Lo utilicé en muchos partidos, pero tuve mala suerte, porque la chica que trabajaba en mi casa lo puso en el lavarropas con unas medias azules y se arruinó. El tema es que como lo vio desteñido, lo tiró a la basura. Me quería matar (risas)”.
Eran las épocas em que, en muchos clubes, el presidente era un poco el dueño, porque no solo podía poner plata de su bolsillo, sino estar en todos los detalles. De ese modo describe Roberto Peidro al titular del Gallito, con una anécdota particular: “Nunca supe realmente cómo hizo Machado Ramos para conseguir que el Cosmos viniese a nuestra cancha. Era un hombre que hacía mucho por Morón, pero también apuntando a su desarrollo personal. Recuerdo una ocasión en que debíamos enfrentarnos a Deportivo Español, que era presidido por Francisco Ríos Seoane, y nosotros teníamos en la camiseta la publicidad de Previsión del Hogar, que era una compañía de seguros. Machado Ramos vino y nos dijo que ya estaba todo pago el auspicio por la cantidad de partidos en que lo habíamos usado, entonces en esa oportunidad lucimos su nombre y apellido en la casaca, para mostrárselo a Ríos Seoane, extendiendo la pica que tenían ambos, en algo que era clásico por esos tiempos, con ese tipo de personajes al mando de las instituciones”.
Como una estrella fugaz, de esas que tanto investigó Carl Sagan, el Cosmos se fue desvaneciendo en el firmamento del fútbol, dejando la estela de sus increíbles giras por todo el planeta. Esa del ‘81 fue la última de las tres que hizo por Argentina. Aquella noche resultó inolvidable y Morón disfrutó de un momento reservado para unos pocos elegidos. Ese instante, donde el Cosmos se detiene y la historia te abre un espacio en el espacio.